Y Jesús hizo subir
luego a sus discípulos en el barco, y que pasasen antes que El a la otra ribera
del lago, mientras despedía la gente, y luego que la despidió, subió a un monte
solo a orar. Y cuando vino la noche, estaba El allí solo. Y el barco, en medio
de la mar, era combatido de las ondas; porque el viento era contrario. Mas a la
cuarta vigilia de la noche, vino Jesús hacia ellos, andando sobre el mar. Y
cuando le vieron andar sobre la mar, se turbaron y decían: "que es
fantasma". Y de miedo comenzaron a dar voces. Mas Jesús les habló al mismo
tiempo y dijo: "Tened buen ánimo: yo soy, no temáis". Y respondió
Pedro y dijo: "Señor, si tú eres, mándame venir a Ti sobre las
aguas". Y El le dijo: "ven". Y bajando Pedro del barco, andaba
sobre el agua para llegar a Jesús. Mas viendo el viento recio, tuvo miedo; y
como empezase a hundirse, dio voces diciendo: "valedme, Señor". Y
luego, extendiendo Jesús la mano, trabó de él y le dijo: "hombre de poca
fe, ¿por qué dudaste?" Y luego que entraron en el barco, cesó el viento. Y
los que estaban en el barco, vinieron y le adoraron diciendo:
"Verdaderamente Hijo de Dios eres".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum,
hom. 49,3
Queriendo dar una prueba contundente de la veracidad de lo que había
acontecido, ordenó a los que habían presenciado el milagro de la multiplicación
de los panes que se apartaran de El. El por su parte se retiró al monte a orar,
porque estando presente se podía pensar que el milagro había sido una fantasía
y no había acontecido realmente, pero esto no sucedería si se ausentaba.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum,
hom. 49,3
Es necesario tener presente que cuando el Señor obra cosas grandes
despacha a las multitudes, dándonos a entender con este proceder, que jamás
debemos buscar el aplauso popular ni hacer que nos siga la multitud. También
nos enseña que no debemos confundirnos continuamente con ella, ni alejarnos siempre
de ella, sino que debemos practicar sucesivamente las dos cosas. Por eso sigue:
"Y luego que despidió la gente, subió a un monte solo", etc., hecho
que nos dice cuán buena es la soledad para la oración. Por esto se marchó al
desierto y permaneció allí en oración toda la noche, para darnos a entender que
debemos buscar para dirigir nuestras súplicas las ocasiones y los sitios
tranquilos.
San Jerónimo
Cuando dice que subió solo a orar, no debemos referirnos a aquel que con
cinco panes sació a cinco mil hombres, sino a aquel que, después de saber la
muerte de Juan, se retiró a la soledad; no porque trate el evangelista de
dividir la persona del Señor, sino solamente las obras, que son propias de la
divinidad y las que lo son de la humanidad.
San Agustín, de consensu evangelistarum,
2,47
Parece haber una contradicción entre lo que nos dice San Mateo, esto es,
que después de despedidas las gentes fue cuando subió el Señor solo a orar, y
entre lo que pone San Juan, que nos indica que subió el Señor antes de que
fuesen despedidas las gentes. Pero como el mismo San Juan dice que se fue al
monte para evitar que el pueblo lo aclamara rey, es ciertamente indudable que
para alimentar a tanta gente, el Señor debió haber descendido del monte a la
llanura. Por consiguiente no hay contradicción entre San Mateo que dice:
"Que subió solo a orar al monte" y San Juan, que pone ( Jn 6,15):
"cuando comprendió el Señor que le iban a coger para proclamarle rey, se
retiró solo a la montaña, etc.". Porque la razón que tenía para orar, no
excluye la que tenía para huir, puesto que el mismo Señor nos enseña que
debemos acudir a la oración siempre que tengamos precisión de huir. Lo que pone
San Mateo anteriormente ( Mt 14,22) -que el Señor mandó entrar en el barco a
sus discípulos y que en seguida, después de haber despedido las gentes, subió
solo a la montaña para orar- no está en oposición con la narración de San Juan,
que nos presenta al Salvador huyendo, desde luego, solo hacia la montaña, en
las palabras Jn 6,16: " Y a la caída de la tarde bajaron los discípulos al
mar y subieron en un barco, etc." Porque ¿quién no ve que San Mateo no
hace más que recapitular lo que el Señor mandó antes de huir a la montaña y que
San Juan lo expone después cuando fue practicado por los discípulos?
San Jerónimo
Con razón se retiraron los apóstoles con cierto pesar y repugnancia del
Señor, pues temían naufragar si El estaba ausente. Por esta razón sigue:
"Y cuando vino la noche, el barco en medio de la mar era combatido por las
ondas".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum,
hom. 50,1
Ved aquí otra vez a los discípulos expuestos a la tempestad; pero en la
primera tenían al Salvador a su lado en el barco, mas ahora están solos; de
esta manera van poco a poco aprendiendo a sufrir con valor todos los
contratiempos.
San Jerónimo
Cuando el Señor permanecía en la montaña orando, se levanta un viento
contrario, agita el mar y pone en peligro la vida de los apóstoles hasta la
llegada de Jesús.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum,
hom. 50,1
Y permite que estuvieran toda la noche en peligro, para de esta manera
levantar más el corazón de los discípulos con el temor y suscitar en ellos un
deseo grandísimo de tener siempre presente al Señor y de que los socorriese
continuamente. Por eso no los ayudó en el acto. Prosigue: "Mas a la cuarta
vigilia", etc.
San Jerónimo
Porque el tiempo se dividía por las centinelas y velas militares. Al
decir, pues, el evangelista, que llegó el Señor a la cuarta vigilia, nos
manifiesta que toda la noche estuvieron en peligro los discípulos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum,
hom. 50,1
De esta manera les enseña el Señor a no buscar una rápida solución a los
males que nos sobrevengan, y a sufrirlos con valor cuando vinieren. Cuando los
discípulos creían que se habían salvado del naufragio, aumentó su temor. Por
eso sigue: "Y cuando le vieron se turbaron", etc. Tal es la conducta
del Señor; advierte con las cosas más difíciles siempre que va a poner fin a
algún mal. Porque no queriendo probar por más tiempo al justo y tocando al fin
sus combates, aumentan las dificultades para que sus méritos sean mayores; así
ocurrió con Abraham, a quien mandó como última prueba la inmolación de su hijo.
San Jerónimo
La gritería confusa y las voces inciertas, son indicio de un grandísimo
alboroto. Y si según Marción y Maniqueo, el Señor no nació de la Virgen y no
era más que una apariencia, ¿cómo se explica ese temor de los apóstoles cuando
creyeron ver un fantasma?
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.
50,1
Cristo no se dio a conocer a sus discípulos hasta que gritaron. Porque
cuanto mayor fuese su temor, mayor sería su alegría al verle presente. Por eso
sigue: "Mas Jesús les habló al mismo tiempo y les dijo: "Tened buen
ánimo: yo soy, no temáis"; palabras que calmaron el temor de los
discípulos y les infundieron confianza.
San Jerónimo
Cuando dice: "Yo soy", no añade quién es El; ya porque por el
timbre de la voz tan conocida a ellos, podían comprender quién les hablaba en
medio de las tinieblas de una noche tan oscura; o ya porque podían conocer que
el que les hablaba era el mismo que sabían ellos habló a Moisés en estos
términos ( Ex 3,14): "Dirás esto a los hijos de Israel: El que es, me ha
mandado a vosotros". Pedro dio pruebas en todas las ocasiones de una fe
grandísima y con esta fe tan ardiente, creyó (mientras los demás se callaban)
que con el poder de su Maestro podría hacer lo que no podía con sus fuerzas
naturales. Por eso sigue: "Y respondió Pedro y dijo: Señor, si tú eres,
mándame venir a ti", etc. Manda tú, Señor y en seguida las olas tomarán
solidez y mi cuerpo, que es pesado por sí, se hará ligero.
San Agustín, sermones, 76,5
Porque por mí nada puedo, sino por ti. Conoció Pedro hasta dónde
alcanzaba su poder y el de aquel por cuya voluntad creyó podía hacer lo que no
podía la débil naturaleza humana.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum,
hom. 50,1
Mirad cuán grande es su fervor, cuán grande es su fe; no dijo
"ruega", "suplica", sino "manda". Porque no solamente
creyó que Cristo podía andar sobre las aguas, sino también hacer que otros
anduviesen y deseó vivamente ir a El, no para que hiciera ostentación de este
prodigio, sino por el grande amor que tenía a Jesús. Porque no dijo:
"mándame andar sobre las aguas, sino mándame ir a ti". Es evidente
que en el milagro de andar sobre las aguas, se ve el dominio del Señor sobre el
mar; pero aun es superior a ese el milagro siguiente: "Y El le dijo: ven.
Y bajando Pedro del barco, andaba sobre el agua".
San Jerónimo
Los que opinan que el cuerpo del Señor no era un cuerpo verdadero,
porque marchaba sobre las aguas, sino un cuerpo fluido y aéreo, contesten cómo
pudo andar Pedro, que indudablemente era verdadero hombre.
Rábano
Finalmente, Teodoro escribió, que el cuerpo del Señor no tenía peso
material y que anduvo sobre el mar sin peso alguno, pero esto es contrario a la
fe católica. Porque dice Dionisio 1, que el Señor marchaba sobre las
olas, no con pies líquidos y sin consistencia, sino con pies que tenían un peso
corporal y que eran una carga material sobre las aguas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum,
hom. 50,2
Pedro, después de haber vencido la mayor dificultad, esto es, el andar
sobre las aguas, se asusta en lo que era menos difícil, esto es, en el embate
del viento. Por eso sigue: "Mas viendo el viento recio tuvo miedo".
Porque así es la naturaleza humana. Frecuentemente obra bien en las cosas grandes
y es digna de reprensión en las insignificantes. El temor de Pedro marca una
diferencia grande entre el Maestro y el discípulo, pero al mismo tiempo calmaba
a sus compañeros. Ya no habían visto con buenos ojos que los dos hermanos se
sentasen a la derecha del Señor ( Mt 20). Aun más se hubieran disgustado en
este caso. Esto se debía a que aún no estaban llenos del Espíritu Santo; pero
después que tuvieron ese Espíritu, reconocieron el primado de Pedro y le dieron
la presidencia en todas sus reuniones.
San Jerónimo
Deja tomar algún incremento a la tentación para que aumente su fe y para
que comprenda que su salvación no fue resultado de su súplica, sino del poder
del Señor. Ardía en su alma la fe, pero la fragilidad humana le arrastraba al
abismo.
San Agustín, sermones, 76,8
Pedro puso, desde luego, su esperanza en el Señor y todo lo pudo por el
Señor. Como hombre tuvo miedo, pero se volvió al Señor. Por eso sigue: "Y
como empezase a hundirse, dio voces, etc." ¿Y podía acaso el Señor
abandonar al que zozobraba, oyendo sus súplicas? Por eso sigue: "Y luego,
extendiendo el Señor la mano, etc.".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum,
hom. 50,2
No mandó el Señor a los vientos que se calmasen, sino que extendió su
mano y asió a Pedro, porque era necesario que tuviese fe. Porque cuando nos
falta a nosotros lo que es propiamente nuestro, lo que es de Dios jamás falta y
para manifestarle que no era el furor del viento sino su poca fe lo que le
hacía temer por su vida, le dice: "Hombre de poca fe, ¿por qué
dudaste?" Palabras que dan a entender que, si hubiera tenido mucha fe, no
hubiera temido que el viento lo dañase. Y así como una madre recoge con sus
alas y mete de nuevo en el nido al pollo que se sale del nido antes de tiempo y
que está a punto de caer, así también lo hizo Cristo. Por eso sigue: "Y
luego que estuvieron en el barco, le adoraron diciendo: "Verdaderamente,
Hijo de Dios eres".
Rábano
Esto debe entenderse de los que iban en el barco, o de los apóstoles.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum,
hom. 50,2
Ved cómo el Señor va enseñando poco a poco a todos hasta en las cosas
más elevadas. Antes reprende al mar y ahora demuestra más su poder andando
sobre el mar, mandando a otro andar también y salvándolo cuando peligraba. Por
eso decían de El: "Verdaderamente Hijo de Dios es", cosa que hasta
entonces no habían dicho.
San Jerónimo
Si, pues, a una sola señal del Señor se calma el mar, (cosa que acontece
algunas veces y por casualidad, después de violentas tempestades) y los que
iban en el barco y los que lo conducían, confiesan que el Señor verdaderamente
es Hijo de Dios, ¿por qué predica Arrio en la Iglesia que sólo es una criatura?
San Agustín, sermones, 75,2-3
Y en sentido místico, toda montaña es una altura. ¿Y qué cosa hay en el
mundo más alta que el cielo? Nuestra fe conoce quién es Aquel que sube al
cielo; ¿y por qué sube solo? Porque no sube al cielo nadie más que Aquel que
descendió del cielo ( Jn 3). Aun cuando al final de los tiempos vendrá El y nos
llevará al cielo, aun entonces subirá solo, porque la cabeza con el cuerpo
formará un solo Cristo. Ahora sube sólo la cabeza y sube a orar, porque sube
hasta el Padre para interceder por nosotros.
San Hilario, in Matthaeum, 14
O también, está solo por la tarde, para manifestarnos su soledad durante
su pasión, dejándolo abandonado los mismos creyentes.
San Jerónimo
Sube también solo a la montaña, porque las gentes no lo podían seguir a
las cosas elevadas, como no hayan sido enseñadas junto al mar en la ribera.
San Agustín, sermones, 75,3
Sin embargo, mientras ora Jesús en la altura, mar adentro es agitada la
barquilla por las grandes olas, y puesto que éstas suben, también la barquilla
puede quedar sumergida. Tenemos representada la Iglesia por la barquilla y al
mundo por el mar tempestuoso.
San Hilario, in Matthaeum, 14
Al mandar el Señor a sus discípulos subir en el barco y atravesar el
estrecho, mientras El despide la gente y sube a la montaña a orar, nos manda
vivir dentro de la Iglesia y en medio del mundo hasta que, volviendo en la
gloria de su venida, dé la salud al resto del pueblo de Israel y les perdone
sus pecados. Después de perdonado el pueblo, o mejor dicho, después de admitido
en el reino celestial, El se sentará dando gracias a Dios Padre, en su gloria y
majestad. Sin embargo, los discípulos son entregados a los vientos y a la mar y
a las tormentas del mundo, que levanta contra ellos el espíritu del mal.
San Agustín, sermones, 75,7
Cuando alguno que tiene una voluntad perversa, o grandísimo poder,
levanta una persecución contra la Iglesia, ésta es la gran ola que azota la
barquilla.
Rábano
Con esta razón se nos presenta solo en la tierra, mientras el barco está
en alta mar. Porque frecuentemente la Iglesia está sometida al peso de la
aflicción y parece como abandonada por algún tiempo por Dios.
San Agustín, sermones, 75,7
Llegó el Señor a donde estaban los discípulos temerosos de la tempestad,
a la cuarta vigilia de la noche, es decir, al finalizar la noche, porque cada
vigilia comprende tres horas y la noche por consiguiente se compone de cuatro
vigilias.
San Hilario, in Matthaeum, 14
La primera vigilia fue la de la ley, la segunda la de los profetas, la
tercera la de la venida corporal y la cuarta será la de la vuelta de la gloria.
San Agustín, sermones, 75,7
En la cuarta vigilia de la noche (esto es, casi al terminar la noche),
el Señor vendrá al finalizar los tiempos (después de pasada la noche de la
iniquidad) a juzgar a los vivos y a los muertos. Mas ha venido ya de una manera
maravillosa. Porque se levantaban las olas y las pisoteaba y por más poderosas
que se levanten las potestades del mundo, su cabeza quedará aplastada bajo los
pies de aquel que es nuestra cabeza.
San Hilario, in Matthaeum, 14
Y cuando venga el Señor, encontrará cansada a su Iglesia y rodeada de
los males que levantarán el Anticristo y el espíritu del mundo. Y las
costumbres del Anticristo empujarán a los fieles hacia todo género de
tentaciones. Tendrán miedo hasta de la venida de Cristo por el temor que les
infundirá el Anticristo con las falsas imágenes y fantasmas que les pondrá a la
vista; pero el Señor, que es tan bueno, aleja de ellos ese temor, diciendo:
"Soy yo" y rechaza con la fe en su venida el inminente peligro.
San Agustín, quaestiones evangeliorum,
1,15
O también se entiende por las palabras de los discípulos "que era
un fantasma", que sólo dudarán de la venida de Cristo aquellos que se
entregasen al diablo. Y cuando Pedro pidió al Señor que le socorriese para no
perecer entre las olas, se nos da a entender en esa tribulación de Pedro, que
la Iglesia, después de la última persecución, será aún purificada con algunas
otras tribulaciones. Esto mismo lo significa San Pablo cuando dice ( 1Cor
3,15): "El será salvo, pero sin embargo, como por el fuego".
San Hilario, in Matthaeum, 14
O también, el adelantarse Pedro a todos los que estaban en el barco para
responder y suplicar al Señor que le mandase ir a El sobre las aguas, significa
el cariño que tendrá al Señor durante su pasión, a donde le seguirá y le
acompañará con desprecio de la muerte; pero su timidez figura la debilidad que
había de mostrar en esta prueba futura, en que el miedo de la muerte lo
llevaría a la negación, y su grito expresa los gemidos de su penitencia.
Rábano
El Señor lo miró y lo convirtió a la penitencia, extendió sus manos y le
dio el perdón; de esta manera el discípulo encontró la salvación, que no viene
del que la quiere ni del que corre, sino de Dios, que se compadece de él ( Rom
9,16).
San Hilario, in Matthaeum, 14
Ved aquí la razón de por qué el Señor no concedió a Pedro, que estaba
temblando de miedo, la fuerza necesaria para que llegase a El, sino que lo
cogió de la mano y lo sostuvo. Sólo el que había de padecer por todos los
hombres perdona los pecados y no admite compañero alguno en la obra de
salvación el que se entrega solo por la universalidad de los hombres.
San Agustín, sermones, 76,4
En un sólo apóstol (esto es, en Pedro, el primero del colegio apostólico
y su cabeza y en quien estaba representada la Iglesia), se nos significan las
dos cosas, esto es, la fuerza cuando andaba sobre las aguas y la debilidad
cuando dudó. Cada uno tiene su tempestad en la pasión que lo domina. ¿Amas a
Dios? Andas sobre las aguas y tienes a tus pies el temor del mundo. ¿Amas al
mundo? El te sumergirá; pero cuando tu corazón esté agitado por el placer,
invoca la divinidad de Cristo, a fin de vencer las pasiones.
Remigio
El Señor os socorrerá si tenéis confianza en que por su protección serán
alejados los peligros de las tentaciones. Y esto se verificará a la
aproximación de la aurora. Porque cuando la fragilidad humana, sumergida en las
aflicciones, considera sus pocas fuerzas, no ve a su alrededor más que
tinieblas; pero cuando levanta su alma hacia los favores celestiales, ve de
repente la salida del sol, que ilumina toda la vigilia de la noche.
Rábano
Nada tiene de maravilloso que, subiendo el Señor al barco, cesara el
viento. Porque en todos los corazones en que está el Señor presente por su
gracia, bien pronto se calman todos los combates.
San Hilario, in Matthaeum, 14
También la tranquilidad del viento y del mar al subir el Señor al barco,
figura la paz y la tranquilidad que el Señor concederá a su Iglesia después de
su vuelta de su gloria, y como entonces vendrá con más claridad, con razón
dirán todos llenos de admiración: "Verdaderamente Hijo de Dios eres
tú". Entonces confesarán todos completa y públicamente, que el Hijo de Dios
ha vuelto, no ya con la humildad de su cuerpo, sino con su gloria celestial, a
dar la paz a su Iglesia.
San Agustín, quaestiones evangeliorum,
1,15
Porque se nos indica también que su gloria será entonces más clara para
aquellos que marchan ahora por la fe y entonces verán al Señor en sí mismo.
1.
En su libro De los nombres divinos, cap.
1.
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