viernes, 29 de agosto de 2014

La abeja ladrona - P. Leonardo Castellani

La abeja ladrona
 

Una Abeja adolescente salió de su celdilla crisálida y voló alegremente en la ardiente mañana de verano. La piqueta estaba llena de zumbidos, y ella volteó en el aire en torno suyo un momento, para fijar indeleblemente en su ojo de facetas la situación matemática de su casa. Y en éstas, vio sobre la repisa de otra colmena un grupo de abejas alrededor de un charquito.

– ¡Es miel ajena, no huelas! ¡No huelas la miel ajena! – susurró a su lado una veterana que pasaba– . ¡Al trabajo, a las flores de alfalfa que esta noche abrieron!

Pero la abejita ya estaba tentada por los efluvios encantados, y en un instante llegó, bebió y volvió a su casa repleta. Eso lo hizo cuarenta veces aquel día y recibió muchas felicitaciones, pues ninguna elaboró cera tan blanca ni tan abundante como ella, la novicia, con la miel robada. Pero a los dos días, la miel de la repisa se acabó, y ella estaba convertida en ladrona.

Empezó aquel día la vida aperreada de las tales, porque a veces es cierto lo que dijo Martín Fierro que más cuesta aprender un vicio que aprender a trabajar. Voltear nerviosamente de las piquetas mordiendo a todo el mundo, colarse aprovechando un descuido de las guardias, pasear inquieta por panales ajenos, robar con el alma en un hilo y presta a la defensa, salir como se pueda, a veces echada a tirones y mordiscones por dos o tres enemigas, era mucho menos fácil y feliz que volar honradamente en el sol dorado del estío sobre el alfalfar en flor y entre los eucaliptos aromáticos... Estaba toda pelada de meterse por agujeros y rendijas y llena de arañazos y descalabraduras. Ni las suyas la querían. Hasta que un día llegó con una pata arrancada poniendo el grito en el cielo y jurando que no robaría más, y que desde aquel momento se pondría a trabajar.

– Ojalá – dijo una Obrera nodriza, que estaba nutriendo con polen aguado a la cría– , pero lo dudo. Cuando desde joven se le ha tomado el gusto a un vicio es dificilísimo destetarse. Con razón dijo un amigo nuestro, que nos observaba mucho y que nos quería, v tenía en su pluma el dulzor de nuestras mieles, v el alma blanca, dúctil y sabia como nuestros panales, Francisco de Sales que se llamaba, que de todos nuestros pecados, el más fácil de evitar es el primera... Y ahora salí de ahí, que estás estorbando.
 
P. Leonardo Castellani en Camperas

 

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