«DECLARACIÓN
DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO (12 de agosto de 2014):
El mundo entero ha presenciado estupefacto lo que ahora
llamamos “el restablecimiento del califato” que fue abolido el 29 de octubre de
1923 por Kamal Atatürk, fundador de la Turquía moderna.
La protesta contra este “restablecimiento” por parte de
la mayoría de las instituciones religiosas y políticas musulmanas no ha
impedido a los yihadistas del “Estado Islámico” cometer y continuar cometiendo
acciones criminales indecibles.
Este Consejo Pontificio, todos aquellos que están
comprometidos en el diálogo interreligioso, los seguidores de todas las
religiones y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, no pueden sino
denunciar y condenar sin ambigüedades estas prácticas indignas del hombre:
-la masacre de personas por el solo motivo de su
profesión religiosa:
-la práctica execrable de la decapitación, la crucifixión
y de colgar los cadáveres en la plazas públicas;
- la elección impuesta a los cristianos y a los yasidíes
entre la conversión al islam, el pago de un tributo (jizya) o el éxodo.
-La expulsión forzada de decenas de miles de personas,
incluso de niños, de ancianos, de mujeres embarazadas y de enfermos;
-el secuestro de chicas y mujeres pertenecientes a las comunidades
yasidíes y cristianas como botín de guerra (sabaya);
-la imposición de la práctica salvaje de la infibulación:
-la destrucción de los lugares de culto y de los
mausoleos cristianos y musulmanes;
- la ocupación forzada y la desacralización de las
iglesias y monasterios;
- la remoción de los crucifijos y de otros símbolos
religiosos cristianos y de otras comunidades religiosas;
-la destrucción del patrimonio religioso-cultural
cristiano de valor inestimable;
-la violencia abyecta con el fin de aterrorizar a las
personas y obligarlas a rendirse o a huir.
Ninguna causa puede justificar una tal barbarie y mucho
menos religiosa. Se trata di una ofensa extremadamente grave hacia la humanidad
y hacia Dios que es el Creador, como lo recuerda a menudo el Papa Francisco.
No podemos, por lo tanto, olvidar que cristianos y
musulmanes han podido vivir juntos – ciertamente con altos y bajos- por siglos,
construyendo una cultura de convivencia y una civilización de la que están
orgullosos. Es sobre estas bases, que en estos últimos años, el diálogo entre
cristianos y musulmanes ha continuado y se ha profundizado.
La dramática situación de los cristianos, de los yasidies
y de las otras comunidades religiosas y étnicas numéricamente minoritarias en
Irak exige una toma de posición clara y valiente por parte de los responsables
religiosos, incluso musulmanes, de personas comprometidas con el diálogo
interreligioso y de todas las personas de buena voluntad. Todos deben ser
unánimes en condenar sin ambigüedad alguna estos crímenes y denunciar la
invocación de la religión para justificarlos. De lo contrario, ¿qué
credibilidad tendrán las religiones, sus seguidores y sus jefes? ¿Qué
credibilidad puede tener todavía el diálogo interreligioso pacientemente
mantenido en estos últimos años?.
Los responsables religiosos también están llamados a
ejercer su influencia sobre los gobiernos para que cesen estos crímenes, el
castigo de quienes los cometen y el restablecimiento de un estado de derecho en
todo el territorio, garantizando el regreso de los expulsados a sus casas. Al
recordar la necesidad de una ética en la gestión de las sociedades humanas,
estos mismos jefes religiosos no deben dejar de subrayar que ayudar, financiar
y armar el terrorismo es moralmente condenable.
Dicho esto, el Consejo Pontificio para el Diálogo
Interreligioso agradece a todos aquellos que han elevado su voz para denunciar
el terrorismo, sobre todo contra aquellos que usen la religión para
justificarlo.
Unamos entonces nuestra voz a la del Papa Francisco: “Que
el Dios de la paz suscite en todos un deseo de auténtico diálogo y de
reconciliación. ¡La violencia no se vence con la violencia. La violencia se
vence con la paz¡”»
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