lunes, 24 de febrero de 2014

El abandono de los Sagrarios acompañados (10) - Beato Manuel González García

X. El abandono de la liturgia de la Misa
Amargada todavía el alma ante las consideraciones que hacía en el capítulo anterior sobre el olvido, ignorancia o abandono en que los cristianos, y entre ellos, hartas personas piadosas, tienen el dogma de la santa Misa y, por consiguiente, su valor y trascendencia como Sacrificio único y acto culminante de su religión; centro de todo su culto; compendio viviente de toda su doctrina y fuente de toda gloria de Dios y de toda vida sobrenatural. Amargada, repito, el alma ante ese desaprovechamiento y abandono de tan rico don, cúmpleme, según el plan propuesto, llamar la atención de los benévolos contertulios de estos mis ratos de charlas piadosas y desahogos de corazón, sobre otros abandonos que atañen también a la santa Misa y que, prácticamente al menos, son tan perniciosos y funestos como los hasta ahora denunciados.
¡Los abandonos de la liturgia de la santa Misa!
 
Lo que no es la liturgia
Y ruégote, al llegar aquí, lector paciente, que detengas ese gesto o mohín de incredulidad o compasiva tolerancia con que empiezas a contraer tu cara al asegurarte yo cosas tan serias, como consecuencia del olvido y abandono de la santa liturgia.
Porque es el caso, y tú no me lo negarás, que, para muchos dice y significa lo mismo liturgia que etiqueteros melindres y minuciosas e incomportables ceremonias, más propios para el aparato y la tiesura exterior que para el alimento y la elevación del alma.
Y ¡claro!, para los que así piensan, cosa dura ha de ser mi afirmación de atribuir al abandono de la liturgia, especialmente de la Misa, casi los mismos efectos del abandono del dogma.
No; la liturgia católica no es esa lluvia de minucias vacías que ahogan sin mojar ni refrigerar.

 
Lo que es
La liturgia es la Iglesia viviendo su fe, su adoración, su amor. El culto es el cuerpo visible de la religión. Y la liturgia es su expresión, su gesto, sus modales, su palabra. (1)
La liturgia es el dogma vivido, y metido en lo más hondo de la vida de los creyentes; enseñado auténtica, intuitiva, solemne y oficialmente; y puesto al alcance de los rudos y abriendo horizontes sin fin a los sabios humildes.
Es Dios, por medio de su Cristo, llamando, acogiendo, trabajando, uniéndose al alma. Es el alma, dejándose modelar por el divino buril para poder ser hecha miembro del Cuerpo místico de Cristo. Piedra de su Iglesia. Oveja de su rebaño. Hija de Dios. Hermana del Primogénito Jesús. Participante de su vida y de su gracia y coheredera de su gloria.
La liturgia es en Cristo, por Cristo y con Cristo, la grande obrera de la predestinación de los elegidos, trabajando por conformarlos y unirlos a Él y hacerlos crecer en Él. Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, es el arquitecto que, por los medios que la liturgia aplica, obtiene la realización de su oración sacerdotal: "que todos sean uno" (2). Es el gran sacerdocio de Cristo realizado y practicado entre nosotros mientras vivamos aquí abajo (3)...
¡Qué pena que se conozca y se quiera tan poco la liturgia!
¡Qué gloria y qué bendiciones recibirán los que, enamorados de la tradición santa y fieles a las enseñanzas de la Iglesia y de sus Pontífices, trabajan por desenterrar esos tesoros de piedad litúrgica que la rutina, un torpe sentimentalismo y la desorientación de la piedad, sepultaron; y por presentarlos a los ojos y al corazón de los hijos de la Iglesia para que sean de nuevo conocidos, admirados, queridos y explotados!
¡Bien haya, entre otros paladines, la egregia Orden Benedictina, por el valor y el tesón, en ella tradicionales y característicos, con que se ha puesto a desplegar y mantener enhiesta la gloriosa bandera de la restauración litúrgica del arte religioso y de la piedad del pueblo cristiano!
Y perdonen los amigos, a título de desahogo, esta digresión.
 
La Misa en la liturgia
La santa Misa es el acto central, la obra maestra, la clave del arco, el tronco vital de toda la liturgia, hasta el punto de que ésta es siempre eucarística (4).
Cuando veo a tanto devoto de cultos fastuosos, de mucha música y muchas luces, y veo tan vacías de asistentes las iglesias en las que se celebra la santa Misa, y singularmente las parroquias durante la Misa del domingo, que es la de toda la familia parroquial. Cuando veo que en iglesias donde se gastan miles de pesetas para el manto, el "paso" de la titular o de la cofradía, o las túnicas de los nazarenos, o los fuegos, o la música de la procesión..., carecen los sacerdotes de estipendio para sus Misas diarias. Cuando oigo, como lo he oído, a fieles y a corporaciones, encargar Misas modestitas..., me pregunto con pena: pero ¿tan poco representa para estos cristianos una Misa? ¡Razón sobrada para proponer a los católicos la anterior pregunta o punto de examen!
Doy la palabra a Dom Baudin, O.S.B., que, con frase magistral y ardiente, lamenta esta funesta postergación de la santa Misa en el culto de los fieles:
"Dar más solemnidad y esplendor a las bendiciones que a la santa Misa, habituar al pueblo cristiano a las Misas tan privadas, tan cortas y poco solemnes como sea posible -una verdadera liturgia de catacumbas y de persecuciones. Y, por otra parte, inculcarle, por una publicidad intensa, por audiciones musicales de todo género, por predicaciones de tono, iluminaciones eléctricas, ornamentaciones piramidales, en una palabra, por todos los recursos y atractivos modernos, la más grande importancia a las Bendiciones.
Convertir el altar principal en rico soporte del Tabernáculo, y aun a veces en pedestal de un santo. Transformar la mesa del altar santificada por las purificaciones y las unciones solemnes del pontífice; osario inviolable en donde reposan las reliquias de los mártires; piedra simbólica que besamos con amor y saludamos e incensamos con respeto; místico calvario en donde nuestro Salvador renueva todas sus maravillas. Transformar, digo, el objeto más sagrado del santuario en gradería cubierta de bujías y de flores, o también cubrirlo y hacerlo desaparecer durante todo un mes. Todos estos abusos y tantos otros, contrarios a las prescripciones y a los principios de la liturgia, falsean a la larga la mentalidad de los cristianos. Relegan a segundo término el aspecto primordial de inmolación y de unión con Dios. Hacen perder de vista, en el culto, el acto esencial. Y reducen la Eucaristía a sólo una Presencia real, o una Comida sagrada, aislada del todo más sagrado de que forman parte, es decir, los santos Misterios Eucarísticos".
Abandono por olvido o ignorancia de la liturgia ¡de cuántos abandonos eres la causa!
El carácter vulgarizador de estos renglones me impide meterme en largas descripciones litúrgicas de la Misa.
Para unirse con la Iglesia y con el sacerdote en la celebración del santo Sacrificio y empaparse del espíritu litúrgico, transcribo aquí las partes de la santa Misa, añadiendo las disposiciones con que los fieles -según un ilustre liturgista- deben ir participando en cada una de esas partes.
-Ritos iniciales: actos de contrición, o el amor que se purifica.
-Liturgia de la palabra: actos de fe, o el amor que se ilumina.
-Liturgia eucarística: actos de abandono (entrega), de esperanza y de caridad, o el amor que se ofrece, se inmola y se une.
-Rito de conclusión: actos de reconocimiento, o el amor que agradece.
 
Notas:
1 Conc. Vat. II, SC nº 10
2 Jn 17,21.
3 Conc Vati II, SC nº 7, p.3º y 4º
4 Ib. nº 10
 
 

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