PREGUNTAS CON RESPUESTAS
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Aunque lo evite, continuamente el hombre se encuentra con
el problema de sus orígenes y el angustioso enigma de la muerte.
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Toda la vida del hombre, desde el inicio de su presencia
sobre la tierra, ha sido un preguntarse constantemente sobre todas las cosas,
desde las que lo rodean en la naturaleza hasta las más profundas que tocan
sustancialmente su existencia.
Muchos de sus discípulos,
al oírle dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escurarlo?» Pero
sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo:
« ¿Esto os escandaliza? ¿Cuándo veáis al hijo del hombre subir adonde estaba
antes?...Es espíritu es el que da la vida; la carne no sirve para nada. Las
palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Pero hay entre vosotros
algunos que no creen». Porque Jesús sabía desde el principio quienes eran los
que no creían y quien era el que lo iba a entregar. Y decía: «Por esto os he
dicho que nadie puede venir a mi si no se lo concede el Padre». Desde entonces
muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él. Jesús dijo
entonces a los Doce: « ¿También vosotros queréis marcharos?» Le respondió Simón
Pedro: «Señor, ¿A dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros
creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios». (JUAN 6, 60-69)
QUERIDO JOVEN:
En una ocasión, cuando
estudiaba en Europa, viaje en tren desde Roma hasta una pequeña ciudad del
norte de Italia. En un tramo del viaje se acercó a mí un señor inglés que me
preguntó dónde estábamos. Le contesté con un mapa delante y entablamos
conversación. Le pregunté dónde había tomado el tren y me respondió que no
sabía. Le interrogué también sobre su destino y su respuesta fue la misma: no
sabía. Me explicó que a él lo que le gustaba era disfrutar del viaje en tren,
que en lugar de comprar un boleto hacia un destino concreto, adquiría vales por
un número determinado de kilómetros y que le daba igual subir o bajar del tren
en un sitio u otro. Para él, su felicidad estaba en gozar del viajar en tren.
Creo que al hombre de hoy le pasa un poco lo mismo con su vida; no se pregunta
de dónde viene o a dónde va, simplemente le gusta disfrutar del viaje de la
vida y de todas las satisfacciones que le ofrece. ¿En qué estación abordó?
¿Dónde se va a bajar? ¿Qué le espera después del viaje? No le importa. Y, sin
embargo, es un hecho que este viaje no dura para siempre, que tuvo un inicio y
tendrá un fin tarde o temprano, lo queramos o no. Muchas preguntas quedan
entonces sin respuesta.
Aunque lo evite, continuamente el hombre se encuentra con el problema de sus orígenes y el angustioso enigma de la muerte. Igual que evita las preguntas, hay algunas respuestas que solo buscan eludir los problemas, dejar la solución para después: algo muy típico del hombre que ante las dificultades que percibe como insuperables, simplemente las deja de lado esperando que el tiempo por sí solo las resuelva. En este campo, por ejemplo, encontramos la poco convincente teoría de la reencarnación que simplemente pospone el problema ofreciendo la falsa solución de una prorroga sin gol de oro y en la que, además, no quedan muy claras la individualidad e irrepetibilidad de cada persona; cada ser humano es único. En este fin de siglo, han aparecido muchas sectas religiosas que se han convertido en vendedores de esperanzas, muchas veces vanas. Algunos simplemente buscan hacerte más placentero el viaje en el tren de la vida, otros pretenden prolongarlo indefinidamente presentándote paraísos que simplemente recrean las comodidades y consuelos con los que vivimos aquí. Son muy pocos los que responden a todas las preguntas que llevas en la mente: « ¿De dónde vengo?», « ¿adónde voy?», « ¿Por qué el dolor?», « ¿Por qué la muerte?», « ¿Qué sentido tiene sufrir?», « ¿Cuánto vale la vida del hombre?», etcétera. Son preguntas que en muchas de estas nuevas sectas quedan sin respuesta, pero eso parece no preocuparle al hombre de hoy que, como te decía más arriba, solo se contenta con un agradable viaje en tren. Pero no basta con esto para afrontar los graves problemas que representa la vida humana. El hombre no es sólo un cuerpo que muere, también un alma creada por Dios que permanece después de la muerte. Esta alma es la base de la inteligencia humana, de la libertad, de la responsabilidad que tiene el hombre sobre sus actos, y todo esto nos diferencia de los demás animales que pueblan nuestro planeta. Esta alma es el origen de todas las preguntas y es la que descubre en la revelación de Cristo las respuestas.