MENSAJE DEL
SANTO PADRE
BENEDICTO
XVI
A LOS PARTICIPANTES
EN LA
ASAMBLEA NACIONAL
DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA
DE LA ACCIÓN CATÓLICA ITALIANA
6 de mayo de 2011
Queridos
amigos de la Acción Católica Italiana
Estáis
reunidos en vuestra asamblea general sobre el tema: «Vivir la fe, amar la vida.
El compromiso educativo de la Acción católica», para reafirmar vuestro amor a
Cristo y a la Iglesia y renovar el camino de vuestra asociación, con el
compromiso de asumir plenamente vuestra responsabilidad laical al servicio del
Evangelio. Sois muchachos, jóvenes y adultos que se ponen a disposición del
Señor en la Iglesia con un compromiso solemne, público, en comunión con los
pastores, para dar un buen testimonio en todos los ámbitos de la vida. Vuestra
presencia es capilar en las parroquias, en las familias, en los barrios, en los
ambientes sociales: una presencia que vivís en la cotidianidad y en la
aspiración a la santidad. Vuestros niños y muchachos, adolescentes y jóvenes
quieren ser activos y felices, generosos y valientes, como el beato Pier
Giorgio Frassati. Tenéis el impulso de dedicaros a la construcción de la ciudad
de todos y la valentía de servir en las instituciones, como Vittorio Bachelet,
como el beato Alberto Marvelli y como Giuseppe Toniolo, que pronto será
proclamado beato. En vuestro proyecto de formación humana y cristiana queréis
ser amigos fieles de Cristo, como las beatas Pierina Morosini y Antonia Mesina,
como la venerable Armida Barelli. Queréis reavivar nuestras comunidades con
niños fascinantes por la pureza de su corazón, como Antonietta Meo, capaces de
atraer también a sus padres a Jesús. Cuando recibo a vuestros muchachos con
ocasión de la Navidad o del mes de la paz, quedo siempre admirado de la
autenticidad con la que comunican la alegría del Señor.
En
octubre del año pasado me reuní con vuestros adolescentes y jóvenes,
comprometidos y alegres, amantes de la verdadera libertad que los lleva a una
vida generosa, a un apostolado directo. Tienen ante sí el ejemplo de hombres y
mujeres contentos con su fe, que quieren acompañar a las nuevas generaciones
con amor, con sabiduría y con la oración, que pretenden construir con paciencia
tejidos de vida comunitaria y afrontar los problemas más urgentes de la vida
cotidiana de la familia: la defensa de la vida, el sufrimiento de las
separaciones y del abandono, la solidaridad en las desgracias, la acogida de
los pobres y de los que no tienen patria. Os acompañan consiliarios que saben
bien lo que significa educar en la santidad. En las diócesis estáis llamados a
colaborar con vuestros obispos, de manera constante, fiel y directa, en la vida
y en la misión de la Iglesia. Todo esto no nace espontáneamente, sino con una
respuesta generosa a la llamada de Dios a vivir con plena responsabilidad el
Bautismo, la dignidad del ser cristianos. Por eso formáis parte de una
asociación con ideales y cualidades precisas como los indica el concilio
ecuménico Vaticano II: una asociación que tiene la finalidad apostólica de la
Iglesia, que colabora con la jerarquía, que se manifiesta como cuerpo orgánico
y que recibe de la Iglesia un mandato explícito (cf. Apostolicam
actuositatem, 20). Queridos amigos, sobre la base de lo que sois, siguiendo
los pasos de mis venerados predecesores, quiero confiaros algunas indicaciones
de compromiso.
1. La
perspectiva educativa
En
la línea marcada por los obispos para las Iglesias que están en Italia, estáis
llamados de modo especial a valorar vuestra vocación educativa. La Acción
católica es una fuerza educativa cualificada, sostenida por buenos
instrumentos, por una tradición más que centenaria. Sabéis educar a los niños y
a los muchachos con vuestra asociación, sabéis llevar a cabo itinerarios
educativos con adolescentes y jóvenes, sois capaces de una formación permanente
para los adultos. Vuestra acción será más incisiva si, como ya hacéis,
trabajáis aún más entre vosotros con una perspectiva profundamente unitaria y
favorecéis la colaboración con otras fuerzas educativas tanto eclesiales como
civiles. Para educar es necesario ir más allá de la ocasión, del momento
inmediato, y construir, con la colaboración de todos, un proyecto de vida
cristiana fundado en el Evangelio y en el magisterio de la Iglesia, poniendo en
el centro una visión integral de la persona. Vuestro proyecto formativo es
válido para muchos cristianos y hombres de buena voluntad, sobre todo si pueden
ver en vosotros modelos de vida cristiana, de compromiso generoso y gozoso, de
interioridad profunda y de comunión eclesial.
2. La
propuesta de la santidad
Vuestras
asociaciones han de ser gimnasios de santidad, en donde os entrenéis con
dedicación plena a la causa del reino de Dios, en un planteamiento de vida
profundamente evangélico que os caracteriza como como laicos creyentes en los
ámbitos de la vida cotidiana. Esto exige oración intensa, tanto comunitaria
como personal, escucha continua de la Palabra de Dios y asidua vida
sacramental. Es necesario hacer que el término «santidad» sea un palabra común,
no excepcional, que no designe sólo estados heroicos de vida cristiana, sino
que indique en la realidad de todos los días una respuesta decidida y
disponibilidad a la acción del Espíritu Santo.
3. La
formación para el compromiso cultural y político
Santidad
para vosotros significa también entregarse al servicio del bien común según los
principios cristianos, ofreciendo en la vida de la ciudad presencias
cualificadas, gratuitas, rigurosas en los comportamientos, fieles al magisterio
eclesial y orientadas al bien de todos. Por tanto, la formación para el
compromiso cultural y político representa para vosotros una labor importante
que exige un pensamiento plasmado por el Evangelio, capaz de argumentar ideas y
propuestas válidas para los laicos. Este es un compromiso que se realiza ante
todo a partir de la vida cotidiana, de madres y padres que afrontan los nuevos
desafíos de la educación de los hijos, de trabajadores y de estudiantes, de
centros de cultura orientados al servicio del crecimiento de todos. Italia ha
atravesado períodos históricos difíciles y ha salido de ellos fortalecida,
entre otras razones gracias a la entrega incondicional de laicos católicos,
comprometidos en la política y en las instituciones. Hoy la vida pública del
país exige una ulterior respuesta generosa por parte de los creyentes, para que
pongan a disposición de todos, sus capacidades y fuerzas espirituales,
intelectuales y morales.
4. Un
amplio compromiso en el gran cambio del mundo y del Mediterráneo
Os
pido, por último, que seáis generosos, acogedores, solidarios y sobre todo
comunicadores de la belleza de la fe. Muchos hombres, mujeres y jóvenes entran
en contacto con nuestro mundo, que conocen superficialmente, deslumbrados por
imágenes ilusorias, y necesitan no perder la esperanza, no perder su dignidad.
Tienen necesidad de pan, de trabajo, de libertad, de justicia, de paz, de que
se reconozcan sus inderogables derechos de hijos de Dios. Tienen necesidad de
fe, y nosotros podemos ayudarles, respetando sus convicciones religiosas, en un
intercambio libre y sereno, ofreciendo con sencillez, franqueza y celo nuestra
fe en Jesucristo. En la construcción de la historia de Italia, la Acción
católica —como escribí al presidente de la República con ocasión del 150˚
aniversario de la unidad de Italia— ha desempeñado un gran papel, esforzándose
por mantener unidos el amor a la patria y la fe en Dios. Arraigada en todo el
territorio nacional, también hoy puede contribuir a crear una cultura popular,
generalizada, positiva, y formar personas responsables, capaces de ponerse al
servicio del país, precisamente como en el período en el que se elaboró la
Carta constitucional y se reconstruyó el país después de la segunda guerra mundial.
La Acción católica puede ayudar a Italia a responder a su vocación peculiar,
situada en el Mediterráneo, encrucijada de culturas, de aspiraciones, de
tensiones que exigen una gran fuerza de comunión, de solidaridad y de
generosidad. Italia siempre ha ofrecido a los pueblos cercanos y lejanos la
riqueza de su cultura y de su fe, de su arte y de su pensamiento. Hoy vosotros,
laicos cristianos, estáis llamados a ofrecer con convicción la belleza de
vuestra cultura y las razones de vuestra fe, así como la solidaridad fraterna,
para que Europa esté a la altura del desafío de la época actual.
A
la vez que expreso a toda la Asamblea mis mejores deseos, saludo al presidente,
profesor Franco Miano; al consiliario general, monseñor Domenico Sigalini; y a
todos los delegados. Y a cada uno y a la gran familia de la Acción católica
italiana envío una especial bendición apostólica.
BENEDICTUS
PP. XVI
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