miércoles, 30 de diciembre de 2020

San José de Nazaret, que salvó a Jesús de la crueldad de Herodes, se nos presenta en este momento como un gran promotor de la causa de la defensa de la vida humana, desde el primer instante de la concepción hasta su muerte natural - San Juan Pablo II

 

VIAJE APOSTÓLICO A POLONIA

MISA EN EL SANTUARIO DE SAN JOSÉ

HOMILÍA DEL SANTO PADRE SAN JUAN PABLO II

Kalisz, miércoles 4 de junio de 1997

 

Queridos hermanos y hermanas:

1. Doy gracias a la divina Providencia porque me da la posibilidad de visitar hoy vuestra ciudad, esta Kalisz que las antiquísimas crónicas recogen en sus mapas mucho antes de que se creara el Estado polaco. Ya he venido acá varias veces. Conservo en la memoria los encuentros y las personas que tomaron parte en ellos. Os saludo cordialmente a todos vosotros, aquí reunidos. Saludo a vuestra joven diócesis y a su primer obispo ordinario, al obispo auxiliar, al clero, a las personas consagradas y a todo el pueblo de Dios de la tierra de Kalisz. Te saludo, tierra de Kalisz, con toda tu riqueza del pasado y del presente. Deseo que todo esto se reavive de alguna manera en la misa de hoy.

«¡Dichoso san José!». Me alegra celebrar este sacrificio eucarístico en el santuario de san José. En efecto, es un lugar destacado en la historia de la Iglesia y de la nación. Mientras escuchamos el evangelio, que nos recuerda la huida a Egipto, nos vienen a la mente las palabras que recoge la preparación litúrgica para la santa misa: «¡Dichoso san José, al que no sólo se concedió ver y oír a Dios, a quien muchos reyes querían ver y no vieron, oír y no oyeron (cf. Mt 13, 17), sino también llevarlo en sus brazos, besarlo, vestirlo y protegerlo! ».

Esta oración nos presenta a san José como el protector del Hijo de Dios. Prosigue con la siguiente petición: «Oh Dios, que nos has concedido el sacerdocio real, haz que, como san José, que mereció tocar y llevar con respeto en sus brazos a tu Hijo unigénito, nacido de María Virgen, obtengamos la gracia de servir en tus altares con pureza de corazón e inocencia de obras, para recibir hoy dignamente el sacratísimo Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, y así merecer el premio eterno en el mundo futuro».

Se trata de una oración muy hermosa. La rezo todos los días antes de la santa misa y, ciertamente, la rezan también muchos sacerdotes en todo el mundo. San José, esposo de María Virgen, padre adoptivo del Hijo de Dios, no fue sacerdote, pero participó en el sacerdocio común de los fieles. Y dado que, como padre y protector de Jesús, pudo tenerlo y llevarlo entre sus brazos, los sacerdotes se dirigen a san José con la ardiente petición de poder celebrar el sacrificio eucarístico con la misma veneración y con el mismo amor con que él cumplió su misión de padre putativo del Hijo de Dios. Estas palabras son muy elocuentes. Las manos del sacerdote que tocan el Cuerpo eucarístico de Cristo quieren obtener de san José la gracia de una castidad y de una veneración igual a la que el santo carpintero de Nazaret tenía con respecto a su Hijo adoptivo. Por eso, es justo que, en el itinerario de la peregrinación vinculada al Congreso eucarístico de Wrocław, se encuentre también la visita al santuario de san José de Kalisz.

2. «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto»(Mt2,13).

Mensaje de Mons. Aguer, en defensa de los niños por nacer 28 de Diciembre 2020

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