Mateo 18,15-20
"Por
tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve y corrígele entre ti y él solo. Si te
oyere, ganado habrás a tu hermano. Y si no te oyere, toma aun contigo uno o
dos, para que por boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Y si no los
oyere, dilo a la Iglesia. Y si no oyere a la Iglesia, tenlo como un gentil y un
publicano".
"En
verdad os digo que todo aquello que ligareis sobre la tierra, ligado será
también en el cielo: y todo lo que desatareis sobre la tierra, desatado será
también en el cielo. Dígoos además que si dos de vosotros se convinieren sobre
la tierra, de toda cosa que pidieren les será hecho por mi Padre, que está en
los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy
en medio de ellos".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 60,1
Después de hablar el Señor con tanta vehemencia contra los que
escandalizan, advirtiéndoles por todas partes, a fin de que no se hagan tan
perezosos aquellos que son el objeto del escándalo, que por evitar un pecado no
caigan en el de la negligencia y tratando ellos de que se les perdone en todo,
no se llenen de orgullo; el Señor los contiene sobre este punto y manda que se
les reprenda, diciendo: "Por lo tanto, si tu hermano pecare contra
ti", etc.
San Agustín, sermones, 82,1,4
El Señor nos advierte que no debemos despreciar nuestros pecados, ni buscar
lo que debemos reprender, sino ver lo que debemos corregir. Debemos corregir
con amor, no con deseo de hacer daño, sino con intención de corregir; si no lo
hacéis así, os hacéis peores que el que peca. Este comete una injuria y
cometiéndola se hiere a sí mismo con una herida profunda. Despreciáis vosotros
la herida de vuestro hermano, pues vuestro silencio es peor que su ultraje.
San Agustín, de civitate Dei, 1,9
Con frecuencia la verdad se disimula criminalmente. Unas veces por no
enseñar o no aconsejar a los malos, otras por no corregirlos y evitarles las
reprensiones; ya por no tomarnos ese trabajo, ya por no perder su amistad, ya
porque no nos sirvan de obstáculo y no nos perjudiquen en las cosas temporales,
que desea adquirir nuestra ambición, o que nuestra debilidad tiene miedo de
perder. Si alguno deja de reprender o de corregir a los que obran mal, con el
pretexto de esperar una ocasión más oportuna, o creyendo que no se harán
peores, o que no será un impedimento para enseñar a los que están débiles una
vida buena y piadosa, o que no los retraerán de la fe ni los perseguirán, no me
parece que todo esto se deba a una pasión, sino a un consejo de la caridad. Con
mucha más razón deben corregir con caridad los jefes de las iglesias colocados
al frente de ellas para perdonar, pero no lanzando insultos contra los
pecadores. Y no están exentos de faltas de este género aquellos que, aunque no
son superiores, conocen y no hacen caso de muchas cosas que deberían advertir y
de corregir en aquellos con quienes están íntimamente unidos por el lazo de una
vida común y no los corrigen por evitarse los inconvenientes que les
resultarían, por razón de las cosas temporales de que usan lícitamente, pero en
las que se deleitan más de lo que deben.