viernes, 25 de abril de 2014

El abandono de los sagrarios acompañados (17) - Beato Manuel González García

XVII. El abandono de la compañía de compasión
Como Jesús en nuestros Sagrarios no tiene una presencia estatuaria, sino real y viva, así la presencia con que debemos corresponderle no ha de limitarse a ser sólo presencia, como la de un candelero, una estatua, más o menos artística, o un mueble que decore, sino que ha de aspirar a ser presencia de todo nuestro ser racional y vivo. O sea, presencia corporal y espiritual. Pero ahondemos en esa presencia espiritual.
 
Cómo está Jesús en el Sagrario
 Si Jesús está presente en el Sagrario con sus ojos que me miran, yo debo estar ante el Sagrario mirando con mis ojos de carne la Sagrada Hostia, cuando me la dejan ver; y con mis ojos del alma el interior de esa Hostia.
Si Jesús está en el Sagrario con sus oídos para oírme, yo debo estar ante el Sagrario con mi atención para oírlo y con mi mayor interés para hablarle.
Si Jesús está presente en el Sagrario con sus manos rebosantes de dones para los necesitados que se lleguen a pedírselos, yo debo estar ante el Sagrario con mi indigencia expuesta en el plato de mi confianza.
Si Jesús está en el Sagrario con el Corazón palpitante de amor sin fin a su Padre y de amor hasta el fin a nosotros; si ese amor que sube a su Padre es infinitamente latréutico, porque lo alaba como Él se merece, e infinitamente eucarístico, porque le da gracias por los beneficios que nos hace hasta dejarlo satisfecho, e infinitamente expiatorio, porque lo aplaca por los pecados con que le ofendemos, hasta ponerlo en paz. Y es infinitamente impetratorio, porque con clamor válido intercede y ruega por nosotros. Y si ese amor que desciende desde su Corazón a los hijos de los hombres, es amor de Padre, hartas veces menospreciado. De Hermano, casi siempre desairado. De Amigo, las más de las veces abandonado. De Esposo, muy poco correspondido. Y de Rey, muchas veces desobedecido, vilipendiado y traicionado... Si todo esto es así, yo debo estar ante el Sagrario con todo mi corazón y con todo el amor de él, para sumergirme en aquel Corazón y palpitar con sus mismas palpitaciones y amar como Él ama, alabando, agradeciendo, expiando, intercediendo al Padre celestial y disponiéndome a darme por Él de todos los modos a mis prójimos hasta el fin, sin esperar nada...
En menos palabras: si Jesús está en el Sagrario para prolongar, extender y perpetuar su Encarnación y su redención, lo menos que yo debo hacer es presentarle mi alma entera con sus potencias, y mi cuerpo entero con sus sentidos, para que se llenen y empapen de sentimientos, ideas y afectos de Jesús Redentor encarnado y sacramentado...
Ésta, ésta es la compañía de compasión, la que pone entre Jesús y yo presentes comunicación y cambio de miradas, de palabras, de necesidades, de afectos... La que me hace mirar, hablar, oír, pedir, recibir, confiar, sentir y amar como Él y con Él...
 
Cómo debo estar yo con Jesús en el Sagrario
Llena el alma de ese vivir sintiendo y compadeciendo con Él, procura no ver, ni oír, ni sentir, ni querer las cosas, los acontecimientos y a las personas, sino como Jesús desde su Sagrario las ve, oye, siente y quiere. Y de esta suerte la presencia nuestra ante el Sagrario, que por ser corporal está limitada sólo al tiempo en que estamos delante de El, por esta compasión le podemos acompañar no a ratos, sino siempre, siempre...
Por esta compañía de compasión, nuestro corazón y nuestra vida se convierten en eco del Corazón y de la Vida que palpitan en nuestro Sagrario...
Alma que crees con fe viva en la presencia real de Jesús en la Eucaristía ¿puedes medir la inmensidad del amor que el Corazón de Jesús recibiría en su Sagrario y de la dulzura y seguridad y paz que te inundarían, si tu corazón no tuviera más ritmo que el ritmo del Corazón de Jesús Sacramentado?
Dos corazones con el mismo ritmo son un solo corazón. Ésa es la obra de la compasión perfecta.
Y ahora, unas preguntas a las almas reparadoras:
El Jesús de vuestros Sagrarios ¿está acompañado por la unidad de ritmo?
¿Se da al poco conocido y menos amado Corazón de Jesús Sacramentado, el honor, la acogida y el desagravio de esa compasión?
¿No proferirá la misma queja, muchas veces rodeado de comulgantes y visitantes, que en medio de las muchedumbres de Palestina: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí?" 1.
Soledad en tus sentimientos y en tus amores ¡cómo te hará sufrir no pocas veces en tus Sagrarios acompañados, Jesús mío!
 
Nota:
23 Mt 15,8
 


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