Entrevista
a
Benedicto XVI
sobre Juan Pablo II
Su coraje, santidad y desafíos
Extractos de la primera entrevista
concedida por el papa emérito Benedicto XVI
a Wlodzimierz Redzioch
colaborador de ZENIT
El periodista
polaco Wlodzimierz Redzioch y colaborador de ZENIT, ha sido el primero en
entrevistar a Benedicto XVI desde que es papa emérito. La razón no ha sido otra
que hablar de su predecesor Juan Pablo II. El volumen, titulado "Junto a
Juan Pablo II. Los amigos & los colaboradores cuentan", recoge 21
entrevistas a personas cercanas al beato polaco, la primera de ellas la de
Joseph Ratzinger.
Extractos del
volumen "JUNTO A JUAN PABLO II Los amigos & los colaboradores
cuentan" (ediciones Ares) de Wlodzimierz Redzioch.
"Me parecía
cada vez más claro que Juan Pablo II era un santo"
Extractos de la respuesta del Pontífice emérito a
la primera pregunta sobre su encuentro con Wotjyla.
El primer encuentro consciente que tuve con el cardenal Wojtyla fue en el cónclave en el que fue elegido Juan Pablo I. Durante el Concilio, habíamos colaborado ambos en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, sin embargo fue en secciones diferentes, por lo que no nos habíamos visto. En septiembre de 1978, con ocasión de la visita de los obispos polacos en Alemania, yo estaba en Ecuador como representante de Juan Pablo I. La Iglesia de Munich y Frisinga está unida a la Iglesia ecuatoriana por un hermanamiento realizado por el arzobispo Echevarría Ruiz (Guayaquil) y del cardenal Döpfner. Y así, con mi enorme pesar, perdí la ocasión de conocer personalmente al arzobispo de Cracovia. Naturalmente había oído hablar de su obra de filósofo y pastor, y desde hacía tiempo quería conocerle.
Wojtyla, por su
parte, había leído mi Introducción al Cristianismo, que había citado también en
los ejercicios espirituales predicados por él a Pablo VI y la Curia, en la
Cuaresma de 1976. Por eso era como si interiormente ambos esperásemos
encontrarnos.
Sentí desde el
inicio una gran veneración y una simpatía cordial por el metropolitano de
Cracovia. En el pre-cónclave de 1978 el cardenal Wojtyla analizó para
nosotros de forma asombrosa la naturaleza del marxismo. Pero sobre todo percibí
en seguida con fuerza la fascinación humana que de él emanaba y de como rezaba,
advertí cuan profundamente estaba unido a Dios.
Extractos de la respuesta del Pontífice emérito a
la segunda pregunta, sobre el nombramiento a prefecto de la Congregación para
la Doctrina de la Fe
Juan Pablo II me
llamó en 1979 para nombrarme prefecto de la Congregación para la Educación
católica.
Habían pasado
apenas dos años de mi consagración episcopal en Munich y veía imposible dejar
tan pronto la sede de san Corbiniano. La consagración episcopal representaba de
alguna manera una promesa de fidelidad hacia mi diócesis de pertenencia. Por
tanto le pedí al Papa que pospusiera ese nombramiento [...] Fue durante el
1980 que me dijo que quería nombrarme, al finales de 1981 como prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la fe, como sucesor del cardenal Šeper.
Visto que
continuaba a sentirme en obligación hacia mi diócesis de pertenencia, para la
aceptación del cargo me permití poner una condición, que sin embargo creía
irrealizable. Dije que sentía el deber de continuar publicando trabajos
teológicos. Habría podido responder afirmativamente solamente si ésto hubiera
sido compatible con la labor de prefecto. El Papa, que conmigo era siempre muy
benévolo y comprensivo, me dijo que se informaría sobre la cuestión para
hacerse una idea. Cuando sucesivamente le hice una visita, me explicó que las
publicaciones teológicas son compatibles con el oficio de prefecto; también el
cardenal Garrone, dijo, había publicado trabajos teológicos cuando era prefecto
de la Congregación para la Educación católica. Así acepté el encargo, bien
consciente de la importancia de la tarea, pero sabiendo también que la
obediencia al Papa exigía entonces de mí un 'sí'.
Extractos de la respuesta sobre la colaboración
entre el prefecto Ratzinger y el papa Wotjyla.
La colaboración con
el Santo Padre estuvo siempre caracterizada por amistad y afecto. Esta se
desarrolló sobre todo en dos planos: el oficial y el privado.
El Papa cada
viernes, a las seis de la tarde recibe en audiencia al prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la fe, que deja a su decisión los problemas
surgidos. Tienen preferencia naturalmente los problemas doctrinales, a los que
se añaden también las cuestiones de carácter disciplinar: la reducción al
estado laical de sacerdotes que lo han solicitado, la concesión del privilegio
paulino para aquellos matrimonios en los que uno de los cónyuges no es
cristiano, y así sucesivamente. A continuación se añadía también el trabajo en
curso para elaborar el Catequismo de la Iglesia Católica. En ocasiones,
el Santo Padre recibía antes la documentación esencial y por tanto conocía
anticipadamente las cuestiones de las que se iba a tratar. De esta forma, sobre
problemas teológicos pudimos conversar fructuosamente. El Papa era también muy
conocedor de la literatura alemana contemporánea, y era siempre bonito --para
ambos--buscar juntos la decisión justa sobre todas estas cosas [...].
[...] Finalmente,
era costumbre del Papa invitar a comer a los obispos en visita ad limina, como
también a grupos de obispos y sacerdotes de distinta composición, según la
circunstancia. Eran casi siempre 'comidas de trabajo' en los que a menudo se
proponía un tema teológico.
[...] El gran
número de presentes hacía siempre variada la conversación y de gran alcance. Y
quedaba siempre lugar también para el buen humor. El Papa reía con ganas y así
esas comidas de trabajo, aún en la seriedad que se imponía, de hecho eran
también ocasiones para estar en agradable compañía.
Extractos de la respuesta sobre los desafíos
doctrinales afrontados juntos.
A) Sobre Teología de la Liberación
El primer gran
desafío que afrontamos fue la Teología de la Liberación que se estaba
difundiendo en América Latina. Tanto en Europa como en América del Norte era
opinión común que se trataba de un apoyo a los pobres y que por tanto de una
causa que se debía aprobar sin duda. Pero era un error.
La pobreza y los
pobres eran sin duda tema de la Teología de la Liberación y sin embargo en una
prospectiva muy específica. Las formas de ayuda inmediata a los pobres y las
reformas que mejoraban las condiciones eran condenadas como reformismo que
tiene el efecto de consolidar el sistema: amainaba, se afirmaba, la rabia y la
indignación que sin embargo eran necesarias para la transformación
revolucionaria del sistema. No era cuestión de ayudas y de reformas, se decía,
sino de la gran conmoción de la que debía surgir un mundo nuevo. La fe
cristiana era usada como motor por este movimiento revolucionario,
transformándola así en una fuerza de tipo político. Las tradiciones religiosas
de la fe eran puestas al servicio de la acción política. De tal manera la fe
era profundamente distanciada de sí misma y se debilitaba así también el
verdadero amor por los pobres. [... El Papa continua aquí hablando sobre
el tema de Teología de la liberación].
A) Sobre ecumenismo
Uno de los
principales problemas de nuestro trabajo, en los años en los que fui prefecto,
fue el esfuerzo por llegar a una comprensión correcta del ecumenismo.
También en este
caso se trata de una cuestión que tiene un doble perfil: por un lado, se
afirmaba con toda urgencia la tarea de trabajar por la unidad y de abrir los
caminos que conducen a ella; por otro lado, es necesario rechazar las falsas
concepciones de unidad, que quisieran alcanzar la unidad de la fe a través del
atajo de aguar la fe. [...].
C) Sobre la tarea de la Teología en la época
contemporánea
Por último nos
hemos ocupado también de la cuestión relativa a la naturaleza y a la tarea de
la Teología en nuestro tiempo. La ciencia y la unión con la Iglesia a muchos
hoy les parecen elementos en contradicción entre ellos. Y sin embargo la
Teología puede existir únicamente en la Iglesia y con la Iglesia. Sobre esta
cuestión hemos publicado una Instrucción.
Extractos de la respuesta sobre encíclicas más
importante de Juan Pablo II
Creo que son tres
las encíclicas de particular importancia. En primer lugar quisiera mencionar la
Redemptor Hominis, la primera encíclica del Papa, en la que ha
ofrecido su síntesis personal de la fe cristiana [...]
En segundo lugar quisiera mencionar la encíclica Redemptoris Missio [...]
En tercer lugar quisiera citar la encíclica sobre problemas morales Veritatis Splendor.
En segundo lugar quisiera mencionar la encíclica Redemptoris Missio [...]
En tercer lugar quisiera citar la encíclica sobre problemas morales Veritatis Splendor.
La Constitución del
Vaticano II sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo, frente a la orientación
de la época, prevalentemente Iusnaturalis de la Teología moral, quería que la
doctrina moral católica sobre la figura de Jesús y su mensaje tuviera un
fundamento bíblico. Esto se intentó a través de indicaciones durante un breve
periodo, después se fue afirmando la opinión que la Biblia no tenía alguna
moral propia para anunciar, pero que dirigía a los modelos morales en ocasiones
válidos. La moral es cuestión de razón, se decía, no de fe.
Desapareció así por
una parte, la moral entendida en sentido de la ley natural, pero en su lugar no
se afirmaba ninguna concepción cristiana. Y como no se podía reconocer ni un
fundamento metafísico ni uno cristológico de la moral, se recurrió a soluciones
pragmáticas: a una moral fundada sobre el principio del equilibrio de bienes,
en la cual no existe ya lo que es realmente mal y lo que es realmente bien,
sino solo lo que, del punto de vista de la eficacia, es mejor o peor.
La gran tarea que
el Papa tuvo en esta encíclica fue dibujar nuevamente un fundamento metafísico
en la antropología, como también una concretización cristiana en la nueva
imagen de hombre de la Sagrada Escritura. Estudiar y asimilar esta
encíclica permanece un importante y gran deber.
De gran significado
es también la encíclica Fides et ratio [...]
[...] Por último es absolutamente necesario mencionar la Evangelium vitae, que desarrolla uno de los temas fundamentales de todo el pontificado de Juan Pablo II: la dignidad intangible de la vida humana, desde el primer instante de la concepción.
[...] Por último es absolutamente necesario mencionar la Evangelium vitae, que desarrolla uno de los temas fundamentales de todo el pontificado de Juan Pablo II: la dignidad intangible de la vida humana, desde el primer instante de la concepción.
Extractos de la respuesta sobre la espiritualidad
del Papa polaco
La espiritualidad
del Papa se caracterizaba sobre todo por la intensidad de su oración y por
tanto está profundamente arraigada en la celebración de la Santa Eucaristía y
hecha junto a toda la Iglesia con la recitación del Brevario.
En su libro autobiográfico Don y Misterio se puede ver cuanto el sacramento del sacerdocio haya determinado su vida y su pensamiento. Así su devoción no podía nunca ser puramente individual, sino que estaba siempre llena de preocupación por la Iglesia y por los hombres [...] Todos nosotros hemos conocido su gran amor por la Madre de Dios. Donarse por entero a María significó ser, con ella, todo para el Señor [...]
En su libro autobiográfico Don y Misterio se puede ver cuanto el sacramento del sacerdocio haya determinado su vida y su pensamiento. Así su devoción no podía nunca ser puramente individual, sino que estaba siempre llena de preocupación por la Iglesia y por los hombres [...] Todos nosotros hemos conocido su gran amor por la Madre de Dios. Donarse por entero a María significó ser, con ella, todo para el Señor [...]
Extracto de la respuesta sobre la fama de santidad
de Wojtyla en vida
Que Juan Pablo II
fuera un santo, en los años de colaboración con él me ha parecido cada vez más
claro. Sobre todo hay que tener en cuenta naturalmente su intensa relación con
Dios, su estar inmerso en la comunión con el Señor de la que acabo de hablar.
De aquí venía su alegría, en medio de las grandes fatigas que debía pasar y la
valentía con la cual cumplió su tarea en un tiempo realmente difícil. Juan
Pablo II no pedía aplausos, ni miró nunca alredor preocupado por cómo serían acogidas
sus decisiones. Él ha actuado a partir de su fe y sus convicciones y estaba
preparado también a sufrir los golpes.
La valentía de la
verdad es a mis ojos un criterio de primer orden de la santidad. Solo a
partir de su relación con Dios es posible entender también su incansable
compromiso pastoral. Se dio con una radicalidad que no puede ser explicado de
otro modo.
Su compromiso fue
incansable, y no solo en los grandes viajes, cuyos programas estaban cargados
de encuentros, desde el inicio hasta el final, sino también día tras día, a
partir de la misa matutina hasta la noche tarde. Durante su primera visita
en Alemania (1980), por primera vez tuve una experiencia muy concreta de este
enorme compromiso. Para su estancia en Munich, decidió que debía tomarse una
pausa más larga a medio día. Durante ese intervalo me llamó a su habitación. Le
encontré recitando el Breviario y le dije: "Santo Padre, debe
descansar"; y él: "puedo hacerlo en el cielo".
Solo quien está
lleno profundamente de la urgencia de su misión puede actuar así. [...]
Pero debo honorar también su extraordinaria bondad y comprensión. A menudo
habría tenido motivos suficientes parar culparme o poner fin a mi encargo como
prefecto. Y aún así me sostuvo con una fidelidad y una bondad
absolutamente incomprensibles.
También aquí
quisiera poner un ejemplo. Frente a la tormenta que se había creado entorno a
la declaración Dominus Iesus me dijo que durante el ángelus pretendía
defender sin equívoco el documento. Me invitó a escribir un texto que fuera,
por así decir, hermético y no permitiera ninguna interpretación diversa. Debía
emerger de forma del todo inequívoca que él aprobaba el documento
incondicionalmente.
Por tanto, preparé
un breve discurso; no pretendía, sin embargo, ser demasiado brusco y así
intenté expresarme con claridad pero sin dureza. Después de haberlo leído, el
Papa me pregunto otra vez: "¿Es realmente suficientemente claro?" Yo
respondí que sí. Quien conoce los teólogos no se asombrará del hecho que,
sin embargo, después hubo quien mantuvo que el Papa había prudentemente tomado
distancia del texto.
La última frase
Mi recuerdo de Juan
Pablo II está lleno de gratitud. No podía y no debía intentar imitarlo, pero he
intento llevar adelante su herencia y su tarea lo mejor que he podido. Y por
eso estoy seguro que todavía hoy su bondad me acompaña y su bondad me protege.
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