Juan 4,5-42
Vino, pues, a una ciudad de
Samaria, que se llamaba Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José. Y
estaba allí la fuente de Jacob. Jesús, pues, cansado del camino, estaba allí
sentado sobre la fuente. Era como la hora de sexta.
Vino una mujer de Samaria a sacar agua.
Jesús le dijo: "Dame de beber, porque sus discípulos habían ido a la
ciudad a comprar de comer". Y aquella mujer samaritana le dijo:
"¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy mujer samaritana?"
Porque los judíos no tienen trato con los samaritanos. Respondió Jesús, y le
dijo: "Si supieres el don de Dios, y quién es quien te dice dame de beber,
tú de cierto le pidieras a El, y te daría agua viva". La mujer le dijo:
"Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo: ¿De dónde, pues,
tienes el agua viva? ¿Por ventura eres tú mayor que nuestro padre Jacob, el
cual nos dio este pozo, y él bebió de él, y sus hijos, y sus ganados?"
Jesús respondió, y le dijo: "Todo
aquél que bebe de esta agua volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua
que yo le daré, nunca jamás tendrá sed; pero el agua que yo le daré se hará en
él una fuente de agua que saltará hasta la vida eterna". La mujer le dijo:
"Señor, dame esa agua, para que no tenga sed ni venga aquí a
sacarla". Jesús le dijo: "Ve, llama a tu marido y ven aquí". La
mujer respondió, y dijo: "No tengo marido". Jesús le dijo: "Bien
has dicho no tengo marido: porque cinco maridos has tenido, y el que ahora
tienes no es tu marido: esto has dicho con verdad".
La mujer le dijo: "Señor, veo que tú
eres profeta: nuestros padres, en este monte adoraron, y vosotros decís que en
Jerusalén está el lugar en donde se debe adorar". Jesús le dijo:
"Mujer, créeme que viene la hora en que ni en este monte, ni en Jerusalén,
adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis: nosotros adoramos lo que
sabemos, porque la salud viene de los judíos. Mas viene la hora, y ahora es
cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.
Porque el Padre también busca tales que le adoren. Dios es espíritu, y es
menester que aquéllos que le adoran le adoren en espíritu y verdad".
La mujer le dijo: "Yo sé que viene
el Mesías, que se llama Cristo; y cuando viniere El, nos aclarará todas las
cosas". Jesús le dijo: "Yo soy, que hablo contigo".
Y al mismo tiempo llegaron sus discípulos
y se maravillaban de que hablaba con una mujer. Pero ninguno le dijo:
"¿Qué preguntas o qué hablas con ella?" La mujer, pues, dejó su
cántaro, se fue a la ciudad y dijo a aquellos hombres: "Venid y ved a un
hombre que me ha dicho cuantas cosas he hecho: ¿si quizá es éste el
Cristo?" Salieron entonces de la ciudad y vinieron a El.
Entretanto le rogaban sus discípulos,
diciendo: "Maestro, come": Jesús les dijo: "Yo tengo para comer
un manjar, que vosotros no sabéis". Decían, pues, los discípulos unos a
otros: "¿Si le habrá traído alguno de comer?" Jesús les dijo:
"Mi comida es, que haga la voluntad del que me envió, y que cumpla su
obra".
"¿No decís vosotros, que aun hay
cuatro meses hasta la siega? Pues yo os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad los
campos, que están ya blancos para segarse. Y el que siega, recibe jornal y
allega fruto para la vida eterna: para que se gocen a una el que siembra y el
que siega. Porque en esto el refrán es verdadero, que uno es el que siembra y
otro es el que siega. Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis:
otros lo labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores".
Y creyeron en El muchos samaritanos de
aquella ciudad, por la palabra de la mujer, que atestiguaba, diciendo:
"Que me ha dicho todo cuanto he hecho". Mas como viniesen a El los
samaritanos, le rogaron que se quedase allí. Y se detuvo allí dos días. Y
creyeron en El muchos más por la predicación de El. Y decían a la mujer:
"Ya no creemos por tu dicho, porque nosotros mismos lo hemos oído, y
sabemos que éste es verdaderamente el Salvador del mundo".
Beda
Y por lo tanto, era conveniente que Jesús pasase por Samaria, porque
está colocada entre Judea y Galilea. Es Samaria una ciudad de la célebre
provincia de Palestina, tan grande que toda la región asociada se llama
Samaria. Y el Evangelista dice a qué parte de aquella región vino el Señor,
cuando añade: "Vino, pues, a una ciudad de Samaria, que se llama
Sichar".
Crisóstomo, ut supra
Aquel lugar se encontraba donde Leví y Simeón, por causa de Dina,
hicieron la gran matanza ( Gén 34) 1.
Teofilacto
Después que los hijos de Jacob abandonaron aquella ciudad, matando a los
sichimitas, dejaron la ciudad desierta, ciudad que mucho tiempo antes había
dado Jacob en heredad a su hijo José. Por esto se dice en el Génesis: "Te
doy una parte a más de lo que doy a tus hermanos, la que quité de mano del
Amorrheo por medio de mi espada y de mi arco" ( Gén 48,22). Y a esto
añade: "Cerca del campo que dio Jacob a su hijo José".
Prosigue: "Y estaba allí la fuente de Jacob".
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Era un pozo, pero todo pozo es fuente, aunque no toda fuente es pozo.
Cuando el agua nace de la tierra y se ofrece ella misma a los que desean
sacarla, se llama fuente, y si nace a mano o en la superficie de la tierra, se
llama sólo fuente; pero si está en lo alto y en lo profundo, se llama pozo,
pero no pierde el nombre de fuente.
Teofilacto
¿Y por qué el Evangelista hace mención de aquel campo y de aquella
fuente? En primer lugar, para que cuando se oiga que dice aquella mujer:
nuestro padre Jacob nos dio esta fuente, no te sorprendas. En segundo lugar,
porque al citar el pozo y el campo se nos dice que todo lo que los patriarcas
habían conocido por la fe que tenían en Dios, los judíos lo perdieron por su
impiedad, y que sus lugares habían sido entregados a los gentiles. Por lo que
nada nuevo sucede ahora, cuando los gentiles han sustituido a los judíos en la
adquisición del reino de los cielos.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 30
Y Jesucristo, al llegar a Samaria, rechazando la vida cómoda y tranquila
y emprendiendo una laboriosa, no se sirve de animales de transporte. Marcha con
dificultad y se fatiga por el camino, dándonos a conocer que de tal manera
seamos ajenos a las cosas superfluas que hasta nos privemos de muchas cosas que
nos son necesarias. Y esto es lo que manifiesta el Evangelista cuando dice:
"Jesús, pues, cansado del camino".
San Agustín, ut supra
Como diciendo: encontramos a Jesús fuerte y débil. Fuerte, porque en el
principio era el Verbo ( Jn 1,1) y débil, porque este Verbo se hizo carne ( Jn
1,14). Y así, Jesús, como débil, fatigado del camino, estaba sentado junto a la
fuente.
Crisóstomo, ut supra
Como diciendo: no en un trono, ni en almohadas, sino sencillamente como
sucedía sobre la tierra. El sentarse tiene por objeto descansar del trabajo y
esperar a sus discípulos, y porque ya hacía calor, refrescar su cuerpo junto a
la fuente. Por esto sigue: "Era como la hora de sexta".
Teofilacto
Y para que nadie acuse al Señor por haber venido a Samaria, siendo así
que El lo tenía prohibido a sus discípulos, explica la razón por la que estaba
sentado cerca de aquel lugar: por el cansancio del camino.
Alcuino
En sentido espiritual, el Señor abandona Judea, esto es la infidelidad
de aquellos que lo rechazaron; y con los apóstoles se marchó a Galilea, esto
es, a la volubilidad de este mundo, enseñando a los suyos a pasar de los vicios
a las virtudes. El campo yo creo que fue dejado a Jesucristo mejor que a José,
cuya figura era Aquél a quien en realidad adoran el sol, la luna y todas las
estrellas. A este campo vino el Señor, para que los samaritanos (que deseaban
apropiarse la herencia del patriarca de Israel) conociesen a Jesucristo y se
convirtiesen a El, porque era el heredero legítimo del patriarca.
San Agustín, ut supra
Su camino es la carne que ha tomado por nosotros. Porque el que está en
todas partes, ¿a dónde va sino porque ha venido a nosotros y ha tomado la forma
de nuestra carne visible? ¿Y cómo se fatigó del camino quien no podía fatigarse
sino en la carne? ¿Y por qué en la hora sexta? Porque era en la sexta edad del
mundo. Debe considerarse como una hora la primera edad desde Adán hasta Noé; la
segunda, desde Noé hasta Abraham; la tercera, desde Abraham hasta David; la
cuarta, desde David hasta la migración de Babilonia; la quinta, desde la
migración de Babilonia hasta el bautismo de San Juan, y aquí empieza la sexta.
San Agustín, Lib 83 quaest. qu. 65
Nuestro Señor vino al pozo en la hora sexta. Yo veo en el pozo una
profundidad oscura. Creo que debo entender las partes más profundas de este
mundo, esto es, las terrenas, a donde vino nuestro Señor Jesucristo en la hora
sexta, esto es, en la sexta edad del género humano, como en la vejez del hombre
antiguo, del que se nos manda desnudarnos, para vestirnos de nuevo. Porque la
sexta edad es tanto como la ancianidad; y la primera es como la infancia; la
segunda como la infancia; la tercera como la adolescencia; la cuarta como la
juventud, y la quinta como la virilidad. También en la hora sexta vino el Señor
al pozo, esto es, en medio del día, porque ya principió este sol visible a
declinar hacia su ocaso. Porque se nos disminuye la complacencia de las cosas
visibles a nosotros, los llamados por Jesucristo, para que el hombre interior,
recreado por el afecto de las cosas invisibles, se vuelva a la luz interior que
nunca se apaga. Y en cuanto a que se sentó, representa la humildad. O, siendo
que así es como acostumbran a sentarse los doctores, manifiesta la persona del
Maestro.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 30
Y como desobedece lo mandado por Sí mismo, al hablar con los
samaritanos, puso el Evangelista muchas causas por las que tuvo para hablar con
aquella mujer. No había ido intencionadamente para hablar con los samaritanos,
pero tampoco debía rechazar a la que venía a El. Por esto dice: "Vino una
mujer de Samaria, a sacar agua". Y véase cómo da a conocer a la mujer que
viene a buscar agua por el calor.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Esta mujer representa la Iglesia, no justificada, sino ya para serlo. Contiene
también la imagen de la cosa que procede de los extraños. Los samaritanos eran
extraños, aunque habitaban lugares próximos; asimismo había de venir la Iglesia
de los gentiles, distinta de los judíos por su origen.
Teofilacto
Encontró el Salvador ocasión oportuna de hablar con aquella mujer que
vino al pozo, hablando de la sed. Por esto sigue el Evangelista: "Jesús le
dijo: dame de beber". Porque tenía sed en cuanto a la naturaleza humana,
tanto por el cansancio del camino cuanto por el calor.
San Agustín, Lib. 83 queast. qu. 64
En realidad lo que tenía Jesús era sed de la fe de aquella mujer.
Siempre tiene el Señor sed por la fe de aquellos por los cuales ha derramado su
sangre.
Crisóstomo, ut supra
Aprendemos en esto del Salvador, no sólo a tener la fortaleza suficiente
en los caminos, sino también a olvidarnos acerca de lo que habremos de comer,
porque los discípulos del Salvador no llevaban viandas. Por esto añade:
"Porque sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer". De
aquí que también el Evangelista manifiesta que Jesucristo es humilde, en cuanto
se queda solo. Y en verdad que podría, si hubiera querido, o no enviar a todos,
o tener otros que le acompañasen cuando se marchasen sus discípulos. Pero no lo
quiso porque así acostumbraba a sus discípulos a prescindir de toda soberbia.
Pero se dirá: ¿cómo puede llamar la atención que los discípulos fueran
humildes, si eran pescadores y albañiles? Pero de pronto se hicieron más
respetables que todos los reyes, en cuanto empezaron a tratar y a seguir al
Señor de todo el orbe. Especialmente sucede que cuando algunos salen de
familias humildes y obtienen dignidades, fácilmente se hacen soberbios, como no
acostumbrados a tanto honor. Mas reteniendo el Salvador a sus discípulos en el
estado humilde que antes tenían, les enseñaba a que se dominasen en todos los
conceptos. La mujer que oye: "Dame de beber", se vale sagazmente de
las palabras de Cristo para formular la pregunta que siguió. Por lo que
continúa el Evangelista: "Díjole la mujer: ¿Cómo tú, siendo judío",
etc.? Presumió que era judío por el aspecto exterior y por el lenguaje.
Obsérvese el carácter inquisitivo de esta mujer, porque aunque Jesucristo debía
tomar precauciones para comunicarse con ella, no le sucedía a ella lo mismo respecto
de Jesucristo. Puesto que no dice el Evangelista que los samaritanos no debían
comunicarse con los judíos, sino que indica antes: "porque no comunican
los judíos con los samaritanos". Los judíos, al volver de la cautividad,
miraban con recelo a los samaritanos, considerándolos como extranjeros y
enemigos, dado que no se servían de todas las Escrituras, no aceptando sino los
libros de Moisés, sin cuidarse para nada de los libros de los Profetas. Ponían
todo su empeño en inmiscuirse con la nobleza judía, en tanto que los judíos los
miraban con el mismo horror con que abominaban a las demás naciones.
San Agustín, In Ioannem tract., 13
Se abstenían completamente de servirse de sus vasijas. Por tal razón
aquella mujer, que era la que llevaba la vasija para sacar el agua, queda
sorprendida porque un judío le pidió agua para beber, cosa que no acostumbraban
hacer los judíos.
Crisóstomo
¿Y cómo Jesús le pidió agua para beber, si la Ley no se lo concedía? Si
alguno dijere que porque ya sabía de antemano que ella no se la había de dar,
se dirá que ni aun por esto convenía pedírsela. Hay que decir, pues, que se la
pidió porque en realidad era indiferente prescindir en adelante de tales
observancias.
San Agustín, ut supra
Aquél que pedía de beber tenía sed de la fe de la mujer aquella. Por
esto sigue: "Respondió Jesús, y le dijo: si supieres el don de Dios",
etc.
Orígenes, In Ioannem tom., 14
Es una especie de dogma: que nadie recibe gracia de Dios si no la pide.
El Padre manda al mismo Salvador que pida y le dará, según aquellas palabras
del salmo: "Pídeme, y te daré a todas las gentes por heredad" ( Sal
2,8). Y el mismo Salvador dice: "Pedid y se os dará" ( Lc 11,9) y por
lo tanto, dice claramente, si hubieses pedido te hubiese dado.
San Agustín, Lib 83, quaest. qu. 84
Y en esto da a conocer que no había pedido aquella agua que la mujer
entendía, sino que El tenía sed de la fe de ella y que deseaba comunicarle el
Espíritu Santo. Entendemos perfectamente por agua viva lo que es un don de
Dios, como El mismo dice: "Si conocieres el don de Dios", etc.
San Agustín, ut supra
Se llama vulgarmente agua viva la que sale de una fuente. Y aquella que
se coge de la lluvia en lagunas o aljibes 2 no se llama así, aunque haya mandado
de alguna fuente y haya sido recogida en algún lugar, aun cuando no se sepa de
dónde haya nacido, sino que haya caído de las nubes. Como está separada de la
comunicación con fuente alguna no se llama agua viva.
Crisóstomo, ut supra
También la Sagrada Escritura en unas ocasiones llama fuego a la gracia
del Espíritu Santo, y en otras aguas, manifestando que estos nombres no
representan la esencia de la cosa sino su acción. El nombre de fuego representa
que éste se levanta y causa la gracia y que consume los pecados de una manera
misteriosa. Y cuando le llama agua significa la purificación que experimenta el
alma y el gran consuelo que produce en los que le reciben.
Teofilacto
Llama agua viva a la gracia del Espíritu Santo, esto es, vivificante,
refrescante y motriz, porque la gracia del Espíritu Santo siempre mueve a aquél
que obra bien, disponiendo cosas elevadas en su corazón.
Crisóstomo, ut supra
Entre tanto el Señor quería separarla de toda sospecha baja según la
cual creería aquella mujer que El sería uno de tantos. Pues la mujer, creyendo
honrarle mucho, le llama Señor. Sigue, pues: "La mujer le dijo: no tienes
con qué sacarla, y el pozo es hondo: ¿de dónde, pues, tienes el agua
viva?"
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Véase cómo entendió el agua viva, esto es, el agua que brota de una
fuente. Como diciendo: tú me quieres dar agua viva, siendo así que yo llevaba
con qué sacarla y tú no. Por lo tanto tú no puedes darme de esta agua viva,
porque no tienes de dónde sacarla; acaso me la ofreces de otra fuente.
"¿Por ventura eres tú mayor que nuestro Padre Jacob?", etc.
Crisóstomo, ut supra
Como diciendo: no puedes decir que Jacob nos dio esta fuente y que él se
sirvió de otra, porque él y todos los que le pertenecían bebían de ésta, lo
cual no hubiera sucedido si hubieran tenido otra mejor; luego no puede dar agua
esa otra fuente; no puedes decir que tienes otra mejor sino presentándote como
mayor que Jacob. Por lo tanto, ¿de dónde tienes esa agua que ofreces darnos?
Teofilacto
Cuando dice: "Y sus ganados", se demuestra la abundancia del
pozo. Como diciendo: no sólo es buena el agua, puesto que Jacob la bebía y sus
hijos, sino que además es tan abundante que podía saciar la sed de todos los
rebaños de aquel patriarca.
Crisóstomo, ut supra
Véase cómo se incluyó a sí misma en el linaje de los judíos. Porque los
samaritanos reconocían a Abraham como su progenitor, porque había vivido en
Caldea; y llamaban padre a Jacob, que era su nieto.
Beda
Llama padre suyo a Jacob, porque también vivía sometido a la Ley de
Moisés y porque poseía el campo que Jacob había dado a su hijo José.
Orígenes, In Ioannem tom., 14
En sentido espiritual la fuente de Jacob son las Sagradas Escrituras;
porque los que están instruidos en ellas beben en las mismas como Jacob y sus
hijos. Y los que son sencillos e ignorantes beben como los rebaños de Jacob.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 31
Cuando la mujer había preguntado: "¿Por ventura eres tú mayor que
nuestro padre Jacob?" no dijo el Salvador: soy mayor, para que no
apareciese que quería vanagloriarse. Sin embargo lo manifestó por lo que dijo
en seguida. Prosigue: "Jesús respondió, y le dijo: Todo aquél que bebe de
esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré,
nunca jamás tendrá sed, y se hará en él una fuente", etc. Como diciendo:
si Jacob fue admirable porque dio esta agua, si yo te doy una mejor que ésta,
¿qué dirás? Y no hace esta comparación a modo de desprecio, sino en relación a
su alta dignidad. Y no dice que esta agua es mala ni despreciable, sino que
dice aquello mismo que la naturaleza atestigua, a saber: que todo el que bebe
de esta agua volverá a tener sed
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Lo cual es verdadero, ya se trate del agua material o ya de aquella que
ésta representa; porque el agua está en el pozo, y las pasiones del mundo en
una profundidad oscura, de donde las sacan los hombres con la vasija de sus
pasiones. Porque el que no realiza los deseos, no puede llegar a los placeres.
Y cuando alguno llega hasta los placeres de esta vida, ¿no tiene sed de nuevo?
Luego el que bebe de esta agua tendrá sed otra vez. Mas si recibe agua de mí,
no tendrá sed eternamente. ¿Y cómo tendrán sed otra vez los que estén
embriagados por la abundancia de la casa de Dios? ( Sal 35). Prometía, por lo
tanto, cierto alimento y la saciedad del Espíritu Santo.
Crisóstomo, ut supra
Manifiesta la grande excelencia de esta agua, a saber: porque todo el
que bebiese de ella no tendría sed eternamente, por lo que dice a continuación.
Prosigue, pues: "Pero el agua que yo le daré se hará en él una fuente de
agua que saltará hasta la vida eterna". Como si dijera: así como el que
tiene una fuente dentro de sí mismo nunca puede ser afligido por la sed, del
mismo modo el que tiene esta agua, esto es, la que yo le daré.
Teofilacto
Porque el agua que yo doy, constantemente se multiplica. El fundamento y
el principio lo reciben los santos por medio de la gracia y luego ellos mismos
negocian y trabajan por su aumento.
Crisóstomo, ut supra
Véase cómo aquella mujer era conducida poco a poco a la altura de los
grandes misterios. Porque primeramente creyó que el Salvador era algún malvado
de los judíos. Después, oyendo decir "agua viva", creyó que se
trataba del agua material. Después, diciendo que se trataba de cosas espirituales,
creyó, en verdad, que podía haber una agua capaz de apagar para siempre la sed.
Aunque todavía no sabía qué agua sería ésta, la pedía creyendo que sería mejor
que todas las aguas materiales. Por esto añade: "La mujer le dijo: Señor,
dame esa agua para que no tenga sed ni venga aquí a sacarla". En este
concepto le cree superior al patriarca Jacob, de quien tenía formada una
opinión tan alta.
San Agustín, ut supra
O de otra manera: aún se fijaba en lo material aquella mujer. Se
complacía en no tener sed y creía que era esto lo que el Señor le había
ofrecido, pero en sentido material. Dios había concedido en una ocasión a su
siervo Elías que no tuviese ni hambre ni sed en el espacio de cuarenta días. Y
el que puede hacer esto por cuarenta días, ¿no podría darlo para siempre? ( 1Re
19). Complacida, pues, con tal obsequio, le ruega que le dé agua viva. Por esto
sigue: "La mujer le dijo: Señor, dame esa agua para que no tenga sed ni
venga aquí a sacarla". La pedía por evitarse el trabajo, porque, como persona
débil, rehusaba el trabajar. Ojalá que hubiese oído: "Venid a mí todos los
que trabajáis y estáis cargados, y yo os aliviaré" ( Mt 11,28). Y esto lo
decía Jesús para que ya no trabajase; pero ella aún no lo entendía. Finalmente,
quiso el Señor que le entendiese. Por esto sigue: "Jesús le dijo: Ve,
llama a tu marido y ven acá". ¿Qué es esto? ¿Acaso quería darle aquella
agua por medio de su trabajo? Pero ella aún no lo entendía; quería enseñarla
por medio de su marido, así como dice el Apóstol, refiriéndose a las mujeres:
"que si alguna quiere aprender pregunte a su marido en su casa" (
1Cor 11,35). Pero lo que allí se dice era para cuando no estuviese Jesús que
enseñe. Mas como el mismo Señor era el que estaba presente, ¿qué necesidad
había de hablarle por medio de su marido? ¿Acaso habló por medio de su marido a
María Magdalena, que estuvo sentada junto a los pies del Salvador?
Crisóstomo, In Ioannem hom., 31
Mas como la mujer lo pedía, deseando recibir el agua ofrecida, le dijo
el Señor: "llama a tu marido", dando a entender que también él debía
participar de aquello. Mas ésta, deseando recibir el agua y ocultando su mala
vida, creía aún que hablaba solamente a un hombre. Por esto dice: "La
mujer respondió, y dijo: No tengo marido". Habiendo oído esto el Salvador,
cree llegado el momento de exponerle sobre las demás cosas, porque le cuenta
cuántos maridos ha tenido y le reprende por el que ahora ocultaba. Prosigue:
"Jesús le dijo: bien has dicho, no tengo marido".
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Entiéndase, en verdad, que esta mujer no tenía entonces marido, pero
tenía tratos ilícitos con no sé qué marido ilegítimo. Por esto le habla
oportunamente diciendo: "Has tenido cinco maridos".
Orígenes, In Ioannem tom., 13
Ve ahora si es posible que el pozo de Jacob represente todas las
Sagradas Escrituras. El agua de Jesús, las cosas ocultas que motivaron la
revelación, y que no es permitido a todos poder escrutar; porque lo que está
escrito ha sido dictado por los hombres y lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó,
ni puede caber en el alma humana, no puede reunirse en las Sagradas Escrituras;
pero pueden brotar de la fuente del agua que salta para la vida eterna (por
disposición del Espíritu Santo), y entonces se dan a conocer a aquellos que ya
no tienen un alma material, y que pueden decir con el Apóstol: "Nosotros
conocemos a Jesucristo" ( 1Cor 2,16). Por lo tanto, el que no conoce lo
profundo de sus palabras, aun cuando se contente con poco, otra vez dudará
insistiendo. Mas el que bebe el agua de Jesucristo es elevado a tal altura, que
la fuente de todo lo que desea brota en él, y los que desean agua en lo alto,
volando su imaginación, llegan a conseguir esta agua, que salta hasta la vida
eterna. Aquella mujer quería vivir sin el agua de Jacob de una manera angelical
y aprender la verdad de manera sobrehumana, porque los ángeles no necesitan del
pozo de Jacob para beber; pero cualquiera comprende que la fuente del agua que
brota hasta la vida eterna, procedía del mismo Verbo; y por esto es que añade:
"Señor, dame esa agua". Pero es imposible aquí, sin recurrir a
aquella que se saca del pozo de Jacob, tomar el agua que es concedida por el
Verbo. Por esto parece que Jesús dice a la samaritana, cuando se la pide, que
se la daría, pero no en otro lugar sino en la fuente de Jacob. Por esto sigue:
"Le dice Jesús: Ve, llama a tu marido, y ven acá". Por lo tanto, si
tenemos sed, es muy conveniente tomar agua en primer lugar del pozo de Jacob. Y
además, como dice el Apóstol, "el marido del alma, es la Ley" ( Rom
7).
San Agustín, Lib. 83, quaest. qu. 64
Los cinco maridos representan los cinco libros que se han escrito por
Moisés. Así lo creen algunos. Respecto a lo que dijo: "Y el que ahora
tienes no es tu marido", creen algunos que el Salvador decía esto
refiriéndose a sí mismo. Porque éste sería el sentido: primeramente has
obedecido a los cinco libros de Moisés, como si hubieran sido cinco maridos;
mas el que tienes ahora (esto es, el que oyes) no es tu marido, porque todavía
no crees en él. Mas como era detenida todavía por aquellos cinco maridos (esto
es, por aquellos cinco libros), no creyendo aún en Jesucristo, puede
preguntarse cómo pudo decir: "has tenido cinco maridos", como si
ahora no los tuviese. Además, cómo puede entenderse que el hombre pueda
separarse de aquellos cinco libros para creer en Jesucristo, cuando el que cree
en Jesucristo no debe abandonar aquellos cinco libros, sino entenderlos mejor
en sentido espiritual. Luego esto, debe entenderse también de otro modo.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Viendo Jesús que aquella mujer no le entendía, y deseando que le
entendiese, le dice: "Llama a tu marido", esto es: presenta tu
inteligencia. Porque cuando la vida está ordenada, el entendimiento dirige al
alma, perteneciendo al alma misma; el entendimiento no es cosa distinta del
alma, sino algo de ella. Esto mismo que se llama entendimiento e inteligencia
del alma, es alumbrado por una luz superior. Y esta luz era la que hablaba
cuando hablaba con aquella mujer; pero faltaba el entendimiento en ella. Y el
Señor, como si dijese: quiero iluminar y no tengo a quien, le dijo: "Llama
a tu marido". Esto es: trae el entendimiento, por medio del cual
comprenderás, por quien serás dirigida. Mas ella, aun sin llamar aquel marido,
no lo entendió. Me parece que los cinco primeros maridos del alma podemos
interpretarlos por los cinco sentidos corporales; antes que cada cual tenga uso
de razón, no es dirigido por otra cosa que por los sentidos de la carne. Mas
cuando el alma es capaz de sentir, o es dirigida por la sabia razón o por el
error. Pero el error no rige, sino que pervierte. Después de aquellos cinco
sentidos, aquella mujer aún erraba; mas aquel error no era su legítimo marido,
sino un adúltero. Por lo tanto, le dice Jesús: "Quita este adúltero que te
corrompe, y llama a tu marido para que me entiendas".
Orígenes, In Ioannem tom., 13
¿Y dónde era más oportuna esta refutación de Jesús, en relación al
marido de la samaritana, sino junto a la fuente de Jacob? Puede también
entenderse que el marido del alma es la Ley, porque la samaritana, por la
inconveniente interpretación de las palabras de la Ley, se sujetaba al rito de
los infieles como a su marido ilegítimo. Y ahora es llamada a la Palabra de la
verdad, que habría de resucitar de entre los muertos, y que no había de morir
ya después.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 31
Aquella mujer, reprendida por Jesucristo, no se afligió, ni
abandonándole se marchó. Sino que se admiraba y se detenía y perseveraba. Por
esto sigue el Evangelista: "La mujer le dijo: Veo, Señor, que tú eres
profeta". Como diciendo: como me has demostrado lo que yo tenía oculto, me
has dado a conocer que eres un profeta.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Aunque empezaba a venir a ella su marido, aun no había venido del todo.
Ya consideraba al Señor como a un profeta, y en realidad que lo era. Pero,
refiriéndose a sí mismo, el Señor dice que ningún profeta es criticado en
ninguna parte más que en su patria ( Mt 13,57).
Crisóstomo, ut supra
Además, como ella había sospechado esto, no le preguntó cosa alguna, ni
mundana ni temporal, ni que perteneciese a la vida de la tierra. No le hablaba
de la salud del cuerpo, ni de dinero, ni de abundancias, ni de riquezas, sino
únicamente de doctrinas; porque la que antes era molestada a causa de la sed, ahora
andaba solícita de otra cosa: a saber, de la doctrina.
San Agustín, ut supra
Y empieza a preguntar lo que más le llama la atención, diciendo:
"Nuestros padres, en este monte adoraron, y vosotros decís que en
Jerusalén está el sitio donde es menester adorar". Había disentimientos
entre los samaritanos y los judíos, porque los judíos adoraban a Dios en el
templo levantado por Salomón y, por lo tanto, se creían mejores. Mas los
samaritanos decían a esto: ¿cómo os jactáis vosotros de que tenéis un templo
que nosotros no tenemos? ¿Acaso nuestros padres, que ayer agradaron a Dios, le
adoraron en aquel templo? Mejor rogamos nosotros en este monte a Dios, porque
nuestros padres le adoraron en él.
Crisóstomo, ut supra
Cuando dice "nuestros padres" se refiere a aquellos que
vivieron en el tiempo de Abraham, porque dicen que allí ofreció a su hijo.
Orígenes, ut supra
Los samaritanos creían que era santo el monte que se llama Garizim
(junto al que vivió Jacob), y en él adoraban a Dios; mas los judíos creían que
el monte Sión era sagrado, y que aquél era el sitio elegido por Dios. Mas así
como los judíos, de quienes procedía la salud, servían de modelo para los que
hablaban en el sentido recto, los samaritanos servían para los que opinaban de
diferente modo. Por esto es que muy oportunamente los samaritanos se daban a
conocer en el monte Garizim, que quiere decir "distinción" o
"división", mas los judíos en el monte Sión, que quiere decir
"lugar de observación".
Crisóstomo, ut supra
Mas Jesucristo no resuelve la cuestión en seguida, sino que lleva a
aquella mujer al conocimiento de cosas más elevadas, de las que no le había
hablado antes, hasta que ella le confesó como profeta, para que oiga con gran
certeza lo que habría de decirle en adelante. Por esto sigue: "Jesús le
dijo: Mujer, créeme", etc. Y le dice "créeme", porque en toda
ocasión nos es necesaria la fe, como madre de todos los bienes, puesto que ella
es la medicina de la salvación, sin la que nada grande puede alcanzarse. Mas
los que tientan se parecen a aquellos que sin nave alguna intentan atravesar el
mar, porque como saben nadar un poco, creen que con esto es bastante; pero
cuando han avanzado algo quedan sumergidos.
San Agustín, ut supra
Con razón, estando ya presente el marido, oye aquella mujer:
"créeme". Ya hay en ti quien crea. Empezaste a tener conocimiento,
mas si no creyereis, no entenderéis ( Is 7,9).
Alcuino
Cuando dice "que viene la hora" se refiere al tiempo de la
predicación del Evangelio (que ya estaba próximo). Porque en esta época,
habiendo desaparecido ya la sombra de las figuras, podría la verdad ilustrar
con su luz pura las inteligencias de los que creyesen.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 32
Era inútil que Jesucristo explicase el por qué los padres adoraban en el
monte y los judíos en Jerusalén. Por lo tanto, nada dijo acerca de esto, sino
que únicamente manifestó que los judíos eran más dignos de consideración, no
por el lugar, sino por la inteligencia. Por esto añade: "Vosotros adoráis
lo que no sabéis, pero nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salud viene
de los judíos".
Orígenes, In Ioannem tom., 14
Cuando dice vosotros, por la significación material de la palabra se
entiende los samaritanos. Y en cuanto al sentido de analogía, se entiende
aquellos que opinan de diferente modo respecto de las Sagradas Escrituras, o
creen cosas diversas de lo que nosotros creemos y, por lo tanto, viven en el
error. La palabra "nosotros", en su significado literal, designa a
los judíos. Y en cuanto a la alegoría, al Verbo divino y a todos aquellos que
han sido conformados por El en la verdad, obteniendo la salvación mediante las
tradiciones judías.
Crisóstomo, ut supra
Los samaritanos adoraban lo que no conocían, creyendo que Dios estaba
circunscrito a ciertos sitios y que era un Dios particular, no teniendo formada
de El otra opinión que la que tenían formada de los ídolos. Y, por tanto,
confundían el culto de Dios con el culto de los demonios. Mas los judíos
estaban libres de este error porque sabían que Dios era el dueño de todo el
Universo. Por esto dijo: "Nosotros adoramos lo que sabemos". Se
cuenta a sí mismo en el número de los judíos, hablando según la opinión de la
mujer, que le creía un profeta de los judíos. Por esto dijo:
"Adoramos", siendo así que es bien sabido que El es adorado por
todos. Y cuando dice: "Porque la salud viene de los judíos", no
manifiesta otra cosa que de allí habría de salir para todo el mundo todo lo más
saludable y puro. Allí comenzó a conocerse a Dios y a detestarse a los ídolos.
Y de allí nacieron otros dogmas. También allí tuvo principio lo que es para
nosotros, y fue para los judíos, motivo de adoración. Llamó "salud" a
su presencia, cuando dice que procede de los judíos, según aquellas palabras
del Apóstol: "De quienes procede Jesucristo, según la carne" ( Rom
9,5). Véase cómo alaba el Antiguo Testamento, al que considera como el
fundamento de todos los bienes, demostrándose a sí mismo en todas las ocasiones
como no contrario a la Ley.
San Agustín, ut supra
Mucho había concedido a los judíos, de quienes dijo: "Nosotros
adoramos lo que sabemos". Pero no refiriéndose a la persona de los judíos
malvados, sino a aquéllos de quienes procedían los apóstoles, como habían sido
los profetas, y como fueron todos aquellos santos que pusieron a los pies de
los Apóstoles el íntegro de todas sus cosas ( Hch 4).
Crisóstomo, ut supra
Así pues, los judíos os aventajan ¡oh mujer! en el modo de adorar, pero
también este modo de adorar ha de tener su fin. Por esto añade: "Mas viene
la hora (y ahora es), cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en
espíritu y en verdad". Y como los profetas habían predicho ya mucho tiempo
antes lo que habían predicho, dice: "Y ahora es", para que no se crea
que esta profecía era de las que habían de cumplirse después de mucho tiempo.
La cosa ya apremia y está a la puerta. Y en otro lugar dijo también: "Los
verdaderos adoradores", para distinguirlos de los falsos. Porque hay algunos
que son falsos adoradores, como son los que piden cosas temporales y caducas en
la oración, o aquéllos que empiezan a obrar de un modo diferente a como eran
antes.
Crisóstomo, ut supra
Cuando dice: "Verdaderos", excluye a los judíos con los
samaritanos. Porque aun cuando los primeros eran mejores que los segundos, sin
embargo, para los que habían de venir habrían de ser mucho menores, como lo es
la figura respecto de la verdad. Son, pues, verdaderos adoradores los que no
circunscriben el culto de Dios (o sea su adoración) a lugar alguno, y adoran a
Dios en espíritu. Por esto San Pablo dice: "A quien sirvo en mi
espíritu", etc. ( Rom 1,9).
Orígenes, ut supra
Se dice por dos veces: "Viene la hora". Primeramente, se dice
de un modo sencillo, "Viene", y no se añade: "y ahora es";
mas en el segundo lugar, se dice: "Y ahora es". Y yo creo que primero
se hace conocer la adoración que, despojados del cuerpo, hemos de dar a Dios en
la perfección; mas en el segundo lugar se habla de aquella adoración que sucede
ahora en la vida presente, en cuanto lo permite la naturaleza humana. Mas
cuando llegue la hora de la que habla el Señor, debe prescindirse del monte de
los samaritanos, y Dios debe ser adorado en Sión, que es donde está Jerusalén,
de la que Jesucristo dice que es la del excelso príncipe. Y ésta es la Iglesia
en donde la oblación sagrada y las víctimas espirituales son ofrecidas en la
presencia de Dios por aquellos que comprenden la Ley en sentido espiritual. Y
cuando venga la plenitud de los tiempos no podrá pensarse que el verdadero
culto dado en Jerusalén (esto es, en la presente Iglesia) pueda seguirse
practicando, porque los ángeles no adoran al Padre en Jerusalén. Mas cuando
llegue esa hora todo hombre se presentará como hijo al Padre. Por ello no dijo
adoraréis a Dios, sino adoraréis al Padre. Mas al presente, adoran al Padre en
espíritu y en verdad los verdaderos adoradores.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 32
Dice esto respecto de la Iglesia, en la que se presta a Dios la
adoración verdadera y conveniente. Por esto añade: "Porque el Padre
también busca a aquellos que le adoran". Y aun cuando ya en otro tiempo
quería a esos tales, permitió que se quedasen entre los antiguos y les concedió
que sirviesen de figura. Hizo esto únicamente condescendiendo con aquellos,
para que por este medio viniesen al conocimiento de la verdad.
Orígenes, In Ioannem tom., 14
Mas si el Padre busca, busca por medio de Jesús, quien vino a buscar y a
salvar lo que había perecido, y a quienes, instruyéndolos, convirtió en
verdaderos adoradores. En cuanto a lo que añade: "Dios es espíritu",
creo que se refiere a aquello que nos lleva a la verdadera vida, porque aun en
la vida corporal somos vivificados por el espíritu.
Crisóstomo, ut supra
También indica que Dios es incorpóreo. Conviene, por tanto, que su culto
sea también incorpóreo, esto es, que nos ofrezcamos a El por medio del alma y
por la pureza de intención. Por esto añade: "Y es menester que aquellos
que le adoran, le adoren en espíritu y en verdad". Y como los samaritanos
y los judíos despreciaban el alma y se cuidaban mucho del cuerpo, procurando
limpiarle de toda inmundicia, por tanto dice que no por medio de la limpieza
del cuerpo, sino por medio de lo incorpóreo que existe en nosotros (esto es,
por medio del entendimiento, al cual denomina espíritu), Dios incorpóreo es
adorado.
San Hilario, De Trin. l. 2
Cuando enseñó que Dios espíritu debe ser adorado en espíritu, manifestó
la libertad y la ciencia, como también la infinidad de los que habrían de
adorarle, según aquellas palabras del Apóstol: "Donde está el espíritu de
Dios, allí está la libertad" ( 2Cor 3,17).
Crisóstomo, ut supra
Conviene adorar a Dios en verdad, porque las primeras adoraciones eran
figuras, como eran la circuncisión, los holocaustos y los perfumes; mas ahora
sólo hay verdad.
Teofilacto
Pero hay muchos que creen que ellos adoran a Dios en espíritu (esto es,
por el alma), sin que tengan de Dios ideas rectas, como son los herejes. Por
esto añade: "Y en verdad". Acaso alguno dirá que se indica en lo
dicho los dos ámbitos del conocimiento que existen en nosotros, a saber: la
acción y la contemplación. Y así por medio del espíritu se indicaría la
actividad según aquellas palabras del Apóstol: "Los que obran según el
espíritu de Dios", etc. ( Rom 8,14). Por medio de la verdad se referiría a
la contemplación. O de otra manera: creían los samaritanos que Dios sólo estaba
en un lugar determinado y que allí debía adorársele, contra los que dicen que
los verdaderos adoradores no adoran en un lugar determinado, sino en el
espíritu. Para los judíos, todo se encontraba bajo figura y en sombra. Y por
tanto se dice que los verdaderos adoradores no adorarán en figura, sino en
verdad. Y como Dios es espíritu, busca adoradores espirituales; siendo El la
verdad, busca a los verdaderos.
San Agustín, ut supra
Buscabas, acaso, un monte para orar con el fin de estar más cerca de
Dios. Pero el que habita en lo alto se acerca a los humildes; luego, desciende
para que asciendas. Ascensiones son en su corazón, dijo el salmista, las
ascensiones del que llora en el valle de lágrimas, que representa la humildad.
¿Quieres orar en el templo? ( Sal 83,6). Pues ora en ti, mas primero sé templo
de Dios.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 32
Mas aquella mujer, fatigada por la elevación de lo que se le decía, se
asustó. Por esto sigue: "La mujer le dijo: yo sé que viene el
Mesías", etc.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
En latín, se llama ungido; en griego, Cristo; y en hebreo, Mesías.
Sabía, por lo tanto, que habría uno que podría enseñarle, pero no conocía aún
al que ya le enseñaba. Por esto añade: "Y cuando viniere, él nos declarará
todas las cosas", etc. Como diciendo: ahora los judíos polemizan acerca de
su templo y nosotros, acerca de nuestro monte; pero cuando venga aquél,
despreciará el monte, destruirá el templo y nos enseñará cómo debemos adorarle
en espíritu y en verdad.
Crisóstomo, ut supra
¿Pero de dónde venía a los samaritanos esperar el advenimiento de
Jesucristo? Sin duda habían tomado la Ley de Moisés y de los escritos de Moisés
habían conocido esto; mas Jacob, profetizando acerca de Jesucristo, había
dicho: "No faltará un príncipe de la casa de Judá, ni un capitán que
proceda de él mientras que no venga el que ha de ser enviado" ( Gén
49,10). Pero Moisés dijo también: "Dios levantará entre vosotros un
profeta, de entre vuestros hermanos" ( Dt 18,18).
Orígenes, In Ioannem tom., 14
Y no debe desconocerse que así como Jesucristo se levantó de entre los
judíos, no sólo diciendo que él era el Cristo sino probándolo, así entre los
samaritanos un tal Dositeo aseguraba que él era Cristo.
San Agustín, Lib 83 quaest. qu. 64
Para indicar a los que entienden que los cinco sentidos corporales se
representaban con el nombre de cinco hombres, después de las cinco
contestaciones carnales que antes se han visto en el sentido literal, ahora se
nombra Jesucristo en la sexta contestación.
Crisóstomo, ut supra
Mas Jesucristo se da a conocer a aquella mujer, y por esto sigue:
"Jesús les dijo: yo soy, que hablo contigo" ( Jn 10,24). Y en verdad,
si en el principio hubiese dicho esto a la mujer, le hubiera parecido que
hablaba por vanidad; mas ahora, poco a poco, la había traído a la memoria de
Cristo. Y por esto se dio a conocer con toda oportunidad. Pero cuando los
judíos le preguntaban: "Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente", no
se dio a conocer, porque no le buscaban para aprender de El, sino para injuriarle.
Mas ésta hablaba con intención sencilla.
Crisóstomo, ut supra
Concluida su explicación, llegaron los discípulos muy a tiempo. Por esto
dice: "Y al mismo tiempo llegaron sus discípulos y se maravillaban",
etc. Se maravillaban, en verdad, pero era de la gran mansedumbre y humildad de
Jesucristo; porque siendo tan esclarecido y respetable, no tuvo inconveniente
en hablar con tanta humildad a aquella mujer pobre y samaritana.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Como el que había venido a buscar lo que había perecido buscaba a la
mujer perdida, los Apóstoles que se maravillaban de esto admiraban lo bueno,
sin sospechar nada malo.
Crisóstomo, ut supra
Y, sin embargo, aunque estaban admirados, no le preguntaron la causa.
Por esto añade el Evangelista: "Pero ninguno le dijo, ¿qué hablas con
ella?" Sabían los discípulos guardar las buenas formas, porque le temían y
le respetaban. En otras ocasiones parece que le preguntaban en confianza,
porque debían saber que los preocupaba; mas ahora nada de lo que sucedía les
preocupaba.
Orígenes, ut supra
El Señor se valió de esta mujer, acaso como de un apóstol para con sus
conciudadanos, de tal modo que, inflamándola por medio de sus palabras, dejó el
cántaro y corrió a la ciudad a referirlo a sus conciudadanos. Por esto sigue:
"La mujer, pues, dejó su cántaro", etc., no cuidándose de su cuerpo,
ni de su oficio pobre, impulsada por la utilidad de muchos. También a nosotros
interesa omitir y dejar las cosas del cuerpo y marchar a distribuir a otros los
bienes adquiridos.
San Agustín, ut supra
Hydria, que viene de un nombre griego, se usa como vaso para el agua,
porque en griego el agua se denomina udwr 3.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 33
Y así como los apóstoles dejaron las redes inmediatamente después de que
fueron llamados, así ésta dejó su cántaro e hizo los oficios de los
evangelistas. Y no llamó a uno solo, sino a toda la ciudad. Por esto sigue:
"Y se fue a la ciudad, y dijo a aquellos hombres: venid y ved a un hombre
que me ha dicho cuantas cosas he hecho".
Orígenes, ut supra
Los reúne para que vengan a ver a aquel hombre que habla palabras
superiores a las de los demás hombres. Todo lo que hizo aquella mujer era el
haber vivido mal con cinco maridos y su trato, después de ellos, con un sexto,
que no era su propio marido. Abandonando y tomando un séptimo, dejó su cántaro,
volviéndose pudorosa.
Crisóstomo, ut supra
No se avergonzó de decir esto, porque el alma, cuando se halla inflamada
por el fuego divino, ya no se preocupa de las cosas de la tierra, y se fija en
los demás, y no busca su gloria ni su desvergüenza, sino que una sola cosa es
quien la detiene y la llama. Mas quería atraerlos, no sólo por su anuncio, sino
porque ellos mismos le oyesen y para hacerlos partícipes de las enseñanzas de
Jesucristo. Por esto dijo: "Venid y ved a un hombre". No dijo: venid
y creed, sino: venid y ved, lo que era más fácil. Sabía claramente que en
cuanto gustasen de la fuente misma, experimentarían lo mismo que ella había
experimentado.
Alcuino
Poco a poco vino a predicar a Jesucristo. Primeramente le llama hombre,
porque si le hubiere llamado el Cristo, los oyentes se hubiesen irritado y no
hubiesen querido ir.
Crisóstomo, ut supra
De aquí se desprende también que no anunció al Cristo de una manera
terminante, ni lo calló en absoluto, sino que dijo: "¿Si quizá es éste el
Cristo?". Y, por lo tanto, aceptaron sus palabras, según sigue el
Evangelista: "Salieron entonces de la ciudad y vinieron a El".
San Agustín, Lib 83 quaest. qu. 64
No debe pasarse en silencio que aquella mujer se marchó dejando su
cántaro. Porque el cántaro representa el afecto de cosas mundanas, esto es, la
concupiscencia, por medio de la cual los hombres sacan su voluptuosidad de la
profundidad oscura, representada por el pozo. Convenía, por lo tanto, que
aquella mujer, cuando creyó en Jesucristo, renunciase al mundo. Y así,
abandonando el cántaro, demostró que abandonaba las pasiones de la vida.
San Agustín, ut supra
Abandonó la lascivia y marchó a anunciar la verdad. Aprendan aquí los
que quieran predicar, cómo deben arrojar primero el cántaro a lo profundo del
pozo.
Orígenes, ut supra
Aquella mujer también, convertida en receptáculo de la más sana
doctrina, abandonó, despreciándolo todo, lo que antes sabía.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Habían ido los discípulos del Salvador a comprar comida y habían venido.
Por esto dice: "Entretanto le rogaban sus discípulos, diciendo: Maestro,
come".
Crisóstomo, In Ioannem hom., 33
Viéndole cansado del camino y por el calor que hacía, le rogaban, aunque
de un modo vulgar. Y este cuidado acerca de su Maestro no era nacido de falta
de respeto, sino del amor.
Orígenes, ut supra
Creían que era tiempo adecuado para comer el que mediaba entre que la
mujer había ido a la ciudad y la venida de los samaritanos. Porque no le
ofrecían entonces de comer en presencia de ningún extraño. Por lo cual está
bien puesto: "entretanto".
Teofilacto
Mas el Señor, como sabía que la samaritana había de traerle toda la
ciudad, lo expresó a los discípulos con lo que sigue: "Y Jesús les dijo:
Yo tengo para comer un manjar, que vosotros no sabéis.
Crisóstomo, ut supra
Aquí llamó comida a la salvación de los hombres, manifestando cuán
grande es el deseo que tiene de nuestra salvación. Pero véase que no manifiesta
esto enseguida, sino que lleva al que le oye a que dude poco a poco, y empiece
a buscar lo que dice, y trabaje para que así adquiera mayor deseo.
Teofilacto
Y dice: "Un manjar que vosotros no sabéis". Esto es:
"desconocéis que yo llamo comida a la salvación de los hombres, y también
desconocéis que los samaritanos habrán de creer y se habrán de salvar".
Mas los discípulos aun dudaban. Y por esto sigue: "Decían, pues, los
discípulos unos a otros: ¿le habrá traído alguno de comer?".
San Agustín, ut supra
¿Qué de particular tiene que aquella mujer no entendiese a qué agua se
refería el Salvador? He aquí que los discípulos no entendían lo que decía
respecto de la comida.
Crisóstomo, ut supra
En verdad que respetaban y honraban a su Maestro como tenían de
costumbre. Por eso hablaban ellos entre sí y no se atrevían a preguntarle.
Teofilacto
Respecto de lo que decían sus discípulos: "¿Si le habrá traído
alguno de comer?", debe tenerse en cuenta que el Señor acostumbraba a
recibir alimentos de quien se los ofrecía. No porque necesitaba de servicio
extraño quien da de comer a toda carne ( Sal 146), sino para que adquiriesen
mérito los que se lo ofrecían. Además quería dar a conocer que no se
avergonzaba de la pobreza, ni miraba mal el que otros le alimentasen. Es propio
y hasta necesario de todos los que enseñan, tener quienes cuiden de su
alimento, para que estando exentos de cuidados realicen con mayor solicitud su
predicación.
San Agustín, ut supra
El Señor oyó los pensamientos de los discípulos, y los enseñó como
Maestro. No por medio de rodeos, como lo había hecho con aquella mujer, sino
con toda claridad. Por esto sigue: "Jesús les dijo: mi comida es, que haga
la voluntad del que me envió".
Orígenes, ut supra
Este era un alimento adecuado al Hijo de Dios, puesto que se manifiesta
como ejecutor de la voluntad de su Padre, queriendo hacer en sí mismo lo que
quería el Padre. Por tanto sólo el Hijo es capaz de cumplir con exactitud la
voluntad paterna. Pero los santos no hacen otra cosa que la voluntad divina.
Mas el que dijo: "Mi comida", etc., es quien cumple la voluntad de
Dios plena y absolutamente. Es demostradamente su propia comida. Qué es lo que
quiere el Padre, lo dice a continuación: "Que cumpla su obra". Se
dice sencillamente que la obra es el mandato de quien la ordena. Y que aquellos
que edifican o abren cimientos no hacen sino ejecutar la obra de aquel que los
mandó. Mas si la obra de Dios se ejecuta por medio de Jesucristo, era necesario
que antes de ser realizada por El estuviese imperfecta. ¿Y cómo podría ser
imperfecta esta obra, siendo obra de Dios? La perfección de la obra era el
perfeccionamiento de la naturaleza racional, y el Verbo hecho carne fue quien
contribuyó a la perfección de esta obra, porque estaba imperfecta. Además,
aunque el hombre había sido hecho perfecto, por su pecado perdió su perfección,
y por esto fue enviado el Salvador. Primero, para cumplir la voluntad de Aquel
que lo envió. Y en segundo lugar, para concluir la obra de Dios, con el fin de
que se convierta en una comida a propósito para ser aceptada.
Teofilacto
Perfeccionó también la obra de Dios (esto es, el hombre) el Hijo de
Dios, llevando en sí mismo nuestra propia naturaleza, pero sin pecado,
manifestando que la naturaleza humana aparecía así perfecta e incorruptible en
toda su extensión. También perfeccionó la obra de Dios (esto es, la Ley),
porque el fin de la Ley es Jesucristo, haciéndo concluir sus efectos (después
de realizar cuanto en ella se contenía), trayéndolos del culto material al
espiritual ( Rom 10).
Orígenes, ut supra
En sentido espiritual, después de haberse ocupado de la bebida, y
habiendo hablado de la diferencia de las aguas, era natural que se hablase de
la comida. La samaritana a quien Jesús pide de beber, no podía ofrecerle la
bebida en un vaso digno; mas sus discípulos, habiendo encontrado alimentos
humildes entre los extraños, se los ofrecieron, rogándole que comiese. Y véase
si acaso temen que la palabra de Dios les falte por carecer de los alimentos
necesarios. Los discípulos, se proponen alimentar al Verbo con todo lo que
encuentran, para que así, nutrido y robustecido, permanezca entre los que lo
nutren. Y así como los cuerpos que carecen de alimento no se nutren con unas
mismas comidas, ni una misma cantidad es bastante para alimentarlos, así debe
entenderse respecto de lo que está sobre lo corporal, porque de los cuerpos hay
algunos que necesitan poco alimento, y otros más, a causa de su diversa
capacidad; esto es o porque se diferencian en sus proporciones, o porque no
tienen la misma medida. Mas lo mismo sucede respecto de aquellos que se
alimentan de palabras, de ideas contemplativas, o de acciones, porque la misma
calidad no es apropiada para todos. Sucede que los niños recién nacidos
apetecen la leche como su alimento propio; pero que los que ya están
desarrollados, apetecen alimentos sólidos ( 1Pe 2). Por lo tanto hablaba Jesús
con verdad cuando decía: "Yo tengo para comer un manjar que vosotros no
sabéis" ( Heb 5). Siempre acostumbra a decir esto el que cuida enfermos, a
los que no quieren ver, que no son lo mismo que los que están sanos.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 33
Se conoce perfectamente cuál es la voluntad del Padre por lo que dice
después: "¿No decís vosotros que aun hay cuatro meses hasta la
siega?"
Teofilacto
Esto es, la siega material; pues yo os digo que la siega que debe
entenderse ya está a la vista; esto lo decía por los samaritanos, que ya
venían. Por esto añade: "Alzad vuestros ojos, y mirad los campos, que
están ya blancos para segarse".
Crisóstomo, ut supra
Otra vez vuelve a levantarlos al conocimiento de cosas grandes por medio
de palabras conocidas. La región y la siega representan aquí a la multitud de almas
que estaban preparadas para recibir la predicación. Les dice "los
ojos", refiriéndose no sólo a los de la inteligencia, sino también a los
del cuerpo. En cuanto a los demás, veían aquella multitud de samaritanos que se
acercaba. Llama muy oportunamente regiones blanqueadas a estas predisposiciones
de los hombres; y así como las espigas, cuando ya están blancas, están
dispuestas para la siega, así éstos estaban preparados para la salvación. Pero
¿por qué no dice claramente que los hombres están preparados para recibir la
divina palabra? Por dos motivos o razones: lo uno para que su predicación se
comprenda mejor y lleve con más facilidad al conocimiento de lo que dice por
medio de lo que se ve; y lo otro, para que su narración sea más dulce y dure
más en la memoria de aquellos con quienes habla.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Deseaba emprender la obra y se apresuraba a mandar operarios. Por esto
añade: "Y el que siega recibe jornal, y allega fruto para la vida eterna,
para que se gocen a una el que siembra y el que siega".
Crisóstomo, ut supra
Por medio de lo que dice aquí distingue las cosas terrenas de las del
cielo. Y así como antes había dicho respecto del agua, que el que beba de su
agua no tendrá sed, así dice ahora: "El que siega allega fruto para la
vida eterna", y después: "El que siembra se alegra con el que
siega". Los profetas son los que siembran; pero no segaron ellos, sino los
apóstoles. Y como dirá después que uno es el que siembra y otro es el que
siega, no lo dice porque los profetas que sembraron se queden sin recompensa,
porque entonces se entendería una cosa extraña y ajena de las cosas sensibles;
mas respecto de éstas, si sucede que uno es el que siembra y otro es el que
siega, no se alegran los dos a la vez, porque entonces se quejan los que
siembran de que trabajan para otros, y se alegran únicamente los que siegan.
Pero aquí no sucede esto, porque aunque no son unos mismos los que siegan y los
que siembran, se alegran juntamente con los que siegan, puesto que perciben la
misma recompensa.
San Agustín, ut supra
Es verdad que los apóstoles y los profetas trabajaron en diferente
tiempo, pero participan de un mismo gozo, porque han de recibir juntos la misma
recompensa, que es la vida eterna.
Crisóstomo, ut supra
Respecto de lo que había dicho, adujo un proverbio general. Por esto
añade: "En esto el refrán es verdadero: que uno es el que siembra y otro
es el que siega". Esto se decía vulgarmente cuando unos trabajaban y otros
cogían el fruto. Pero aquí esta palabra está llena de verdad, porque los
profetas trabajaron, pero vosotros cogéis el fruto de los trabajos de aquéllos.
Por esto añade: "Yo os he enviado a segar lo que vosotros no
labrasteis".
San Agustín, ut supra
¿Qué es esto? Envía segadores y no sembradores. ¿Y a dónde envía esos
segadores? A donde ya habían predicado los profetas. Leed sus trabajos, en
todos ellos encontraréis profecías respecto de Jesucristo. Luego ya estaba
preparada la siega en Judea, cuando tantos miles de hombres ofrecían el valor
de sus propiedades, y poniéndolo a los pies de los apóstoles, seguían a
Jesucristo, dejando caer de sus hombros los sacos de los cuidados del mundo. De
esta mies fueron diseminados algunos granos y sembraron todo el orbe y brotó
otra mies que había de segarse al fin de los siglos ( Hch 4), y a cuya siega no
serán enviados los apóstoles, sino los ángeles. Los segadores, dice, son los
ángeles ( Mt 13,39).
Crisóstomo, ut supra
Dice, pues: "Yo os he enviado a segar lo que vosotros no
labrasteis". Como diciendo: "donde hay menor trabajo, allí hay mayor
complacencia; y yo os he reservado para esto". Y lo que era más difícil lo
hicieron los profetas, como fue el hacer la siembra. Por esto añade:
"Otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores". Por medio
de todo esto, quiere manifestar que los profetas desearon que los hombres se acercasen
a Dios, y esto era lo que ordenaba la Ley. Además, aquéllos sembraron para que
brotase este fruto. Manifiesta, pues, que El los envió, y que hay grande unión
entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
Orígenes
Por esto viene bien lo que dice: "Alzad vuestros ojos", etc.,
lo que decía en sentido alegórico, y Cuando dice: "¿No decís vosotros que
aún hay cuatro meses hasta la siega?", ¿acaso esto no lo decía en sentido
alegórico? Creemos, por lo tanto, que esto se refiere a lo que dicen los discípulos,
que quedan cuatro meses para que llegue la siega, significa algo así. Pues
muchos de los discípulos del Verbo, esto es, del Hijo de Dios, advirtiendo que
aquella verdad era incomprensible a la naturaleza humana, cuando dedujeron que
había otra vida distinta de la presente que está sujeta a decepción, porque
tenía como sometidos los cuatro elementos, representados en los cuatro meses y
creían que únicamente después de esta vida podría conocerse la verdad. Dicen,
pues, los discípulos, respecto de las mieses, que son como el término de las
operaciones que conducen al conocimiento de la verdad, porque habrían de
concluir después de estos cuatro meses. Refutando esta opinión como nada sana,
dijo el Verbo Encarnado a aquellos que opinaban de este modo: "¿No decís
vosotros que aun hay cuatro meses hasta la siega? Pues yo os digo, alzad
vuestros ojos". En muchos lugares de la Sagrada Escritura se lee lo mismo,
mandándonos la palabra divina levantar y elevar nuestras consideraciones y los
pensamientos adheridos a la tierra, pero manifestándonos que no podemos
levantarnos sin la ayuda de Jesús. Porque ninguno que vive esclavo de sus
pasiones y obra según la carne puede cumplir con este precepto; por lo que,
quien así vive, no verá si los campos ya están blancos para la siega. Los campos
blanquean, en verdad, para la siega, cuando el Verbo de Dios esclarece las
regiones de las Sagradas Escrituras y cuando viene Jesús las hace ricas y
fecundas con su venida. Y también todas las cosas que son sensibles están como
los campos blancos, preparados para la siega, encontrándose dispuestos para que
los vean todos aquellos que levantan sus ojos por medio de la inteligencia, la
que se fija en todo lo que existe para poder observar en todas partes el brillo
de la verdad. Además dice que el que siega estas mieses recibe dos premios: uno
cuando recibe su recompensa, por esto dice: "Y el que siega, recibe el
premio", lo cual creo que se ha dicho haciendo relación a las futuras
recompensas; y el otro, lo que sigue: "Y allega fruto para la vida eterna",
denota cierto hábito bueno de su inteligencia, que es el fruto que nace de su
propio esfuerzo. Y yo creo que siembra en toda doctrina el que establece sus
principios; los que son aceptados por otros y bien recibidos uniendo a ellos lo
nuevo que hayan podido inventar, sirven para lo venidero por medio de su
invención, para que sieguen y reúnan los frutos cuando ya están maduros. ¿Y
cuánto más debe entenderse esto respecto de la que es arte de las artes? Porque
si Moisés y los profetas son los que siembran, anunciando la venida de
Jesucristo, los que siegan son los Apóstoles, que le recibieron y vieron su
gloria. Por lo tanto la semilla era el conocimiento por medio de la revelación
del misterio escondido en tiempos pasados y ofuscado por el silencio. Mas las
regiones, esto es, las escrituras legales y proféticas, todavía no habían
brillado para aquéllos que aún no eran dignos de ver la venida del divino
Verbo. Respecto de que se gocen a una el que siembra y el que siega, lo decía
porque se realizará, cuando desaparezcan la tristeza y la angustia en la otra
vida. Mas cuando Jesús se transfiguró en su gloria, a la vez que los segadores
Pedro, Santiago y Juan, los sembradores Moisés y Elías se alegraban juntamente
cuando vieron la gloria del Hijo de Dios. Observa, sin embargo, si esto que yo
digo puede entenderse de otro modo, por la diversa manera en que viven los
hombres que están justificados. Para que así pueda decirse que uno es el que
obedece a la Ley y otro el que obedece al Evangelio. Y, sin embargo, se alegran
a la vez, porque tienden a un mismo fin, que es el mismo Dios, por medio del
mismo Cristo y en el mismo Espíritu Santo. Los apóstoles vinieron después de
los trabajos de los profetas y de Moisés, porque Jesús les enseñó a segar y a
recoger el entendimiento en el granero de su alma, depositado en los escritos
de aquéllos, y siempre sucede que los que reciben con buena intención las
primitivas enseñanzas, perfeccionan aquellos trabajos, en cuyo caso, no
trabajan únicamente los que sembraron.
Orígenes, In Ioannem tom., 17
Después que se les dijo a los discípulos cuanto llevamos dicho, cita lo
que dice la Sagrada Escritura, respecto de aquellos que venían de la ciudad a
Jesús y que habían creído por lo que la mujer había dicho.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 33
Así como en la siega se reúnen los frutos con facilidad y así como en un
momento se llena la era de haces, así sucede ahora. Por esto dice: "Y
creyeron en El muchos samaritanos de aquella ciudad", etc. Creían, pues,
que aquella mujer no le hubiese admirado por un puro capricho, cuando se le
habían manifestado los delitos que había cometido, si no fuese grande y
excelente aquél que era predicado por ella.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 34
Así pues, creyendo únicamente por sólo el testimonio de la mujer, aun
cuando no vieron ningún prodigio, salieron rogando a Jesucristo que
permaneciese entre ellos. Y esto es lo que dice a continuación: "Mas como
viniesen a El los samaritanos, le rogaron que se quedara allí". Mas los
judíos, que habían visto sus milagros, no le invitaron a quedarse sino que
hicieron lo posible por obligarle a salir de su propio territorio. No hay cosa
peor que el odio y la envidia, ni hay cosa más importuna que la vanagloria,
porque desvirtúa todas las buenas obras. Y en verdad que los samaritanos
querían detener siempre consigo al Redentor, pero El no lo consintió, sino que
se quedó con ellos sólo por dos días. Y esto es lo que añade: "Y se detuvo
allí dos días".
Orígenes, ut supra
No estará fuera de razón si alguno arguye: ¿cómo el Salvador permanece
con los samaritanos cuando había mandado que no se entrase en su ciudad? ( Mt
10). Y El entró con sus discípulos a la vista de todos. A esto debe decirse que
el caminar por la senda de los gentiles es dejarse imbuir en sus dogmas y vivir
en ellos; y así, entrar en la ciudad de los samaritanos equivalía a aceptar la
falsa religión de los que habían recibido los libros de la Ley, las profecías y
los sermones evangélicos y apostólicos. Mas al dejar ellos su falsa doctrina y
volverse a Jesús, era entonces lícito habitar con ellos.
Crisóstomo, In Ioannem hom., 34
Y los judíos, en verdad, a pesar de los milagros que veían, no se
enmendaban. Mas éstos demostraron gran fe respecto del Salvador, aun sin
milagros; únicamente habían oído. Por esto sigue: "Y creyeron en El muchos
más por la predicación de El". ¿Y por qué los evangelistas no citan estos
discursos? Para que veamos cómo pasaron en silencio muchas cosas grandes. Mas
por el fin conseguido lo manifestaron todo, dado que persuadió a toda la ciudad
por medio de lo que dijo. Cuando los que oyen no se convencen, entonces los
evangelistas se ven obligados a decir todo lo que se ha dicho sobre aquel
particular, para que nadie atribuya a defecto del que predica lo que sólo es
falta de atención en los que oyen. Ellos mismos, cuando llegaron a ser
reconocidos como discípulos de Jesucristo, abandonaron a su maestra. Por esto
sigue: "Y decían a la mujer: ya no creemos por tu dicho, porque nosotros
mismos le hemos oído, y sabemos que éste es, en efecto, el Salvador del
mundo". Véase cómo entendieron en seguida que había venido a libertar a
todo el mundo y que viniendo para procurar la salvación de todos, no debía
circunscribir su providencia a sólo los judíos, sino extender por todas partes
su celestial doctrina. Y cuando dijeron que era el Salvador del mundo,
manifestaron que el mundo estaba perdido, porque en él había muchos males.
También habían venido a salvarle los profetas y los ángeles, pero Este es el
verdadero Salvador, que da la salvación, no sólo temporal, sino también eterna.
Ved aquí por qué, al oír a aquella mujer que decía con tono de duda:
"¿será éste acaso el Cristo?", no dijeron ellos: "Porque
nosotros así lo sospechamos", sino: "Porque lo sabemos". Y no
sencillamente, sino que dijeron: "real y verdaderamente es el Salvador del
mundo", no se creyese que le reconocían como a uno de muchos cristos.
Cuando con sólo oír sus palabras tales cosas confesaron, ¿qué hubiesen dicho si
hubieran visto sus muchos y grandes milagros?
Orígenes, ut supra
Por otra parte, si recordamos las cosas ya dichas, no será difícil
conjeturar el porqué, al oír la palabra nueva de Jesús, abandonan las otras
doctrinas y dejan la ciudad de los falsos dogmas, al salir de la cual obran de
un modo muy conveniente a su salvación. Opino que anduvo muy acertado Juan al
no decir: "le rogaban los samaritanos que solamente entrase en la
ciudad", sino que también: "permaneciese allí". Puesto que Jesús
permanece al lado de los que le suplican y principalmente siempre que los que
suplican lo hagan saliendo de la ciudad para acercarse a El.
San Agustín, In Ioannem tract., 15
Permanece entre ellos dos días, esto es, les enseña los dos preceptos de
la caridad.
Orígenes, ut supra
Tampoco eran acreedores a que les concediese un tercer día, pues no
estaban ansiosos de ver algún milagro, como aquellos que habían estado con
Jesús en el mismo convite en Caná de Galilea después del tercer día. La palabra
de la mujer fue para muchos el principio de la creencia. Porque la iluminación
que se verifica en el entendimiento por la Palabra divina, cuando ella habla,
no es la misma que cuando se recibe por referencias.
San Agustín, ut supra
Así pues, conocieron a Cristo, primero por su fama, después por la
presencia. Como actualmente sucede con aquéllos que son extranjeros y aún no
son cristianos, a quienes se anuncia Jesucristo por medio de cristianos amigos,
como sucedió que fué anunciado por aquella mujer, esto es, por la Iglesia, que
es la que anuncia, para que vengan a Jesucristo y crean por medio de esta
mujer. Pero creen en El muchos más y con más firmeza, porque en realidad es el
Salvador del mundo.
Orígenes, ut supra
Es imposible, por lo tanto, que experimente la misma impresión el que ve
la cosa por medio del entendimiento, que el que es instruido por medio de otro
que ha visto. Más vale vivir guiado por la esperanza que por la fe 4. Por lo tanto, éstos no sólo creen
por el testimonio de un hombre, sino también por la misma verdad.
Notas
1- La identificación entre Sicar y Siquém
presenta dificultades. La primera es el nombre de la población samaritana donde
se produce el encuentro del que da cuenta el evangelista San Juan. La segunda
es la tierra donde vivía Siquén, hijo de Jamor, el jeveo ( Gén 33,18-20 -
34,1-3). Sobre la matanza aludida ver Gén 34, 24-29.
2- Algibes quiere decir sierras,
serranías.
3- La palabra griega udwr, udatoV
(sustantivo neutro) significa agua. Se pronuncia como "hydor",
aspirando la hache.
4-
Orígenes parece referirse aquí a que es más meritoria la esperanza
fundada en el testimonio de una persona que la fe fundada en la evidencia de un
hecho milagroso.
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