Mateo 2,1-12
Cuando hubo nacido Jesús en Belén de Judá en tiempo de Herodes el Rey, he aquí unos Magos vinieron del Oriente a Jerusalén diciendo: "¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? porque vimos su estrella en el oriente, y venimos a adorarle".
Y el Rey Herodes, cuando lo oyó, se turbó, y toda Jerusalén con él. Y convocando todos los príncipes de los sacerdotes y los escribas del pueblo, les preguntaba dónde había de nacer Cristo. Y ellos le dijeron: "En Belén de Judá: porque así está escrito por el Profeta. Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre las principales de Judá; porque de ti saldrá el caudillo que gobernará a mi pueblo Israel".
Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó de ellos cuidadosamente del tiempo en que les apareció la estrella: y encaminándolos a Belén, les dijo: "Id, e informaos bien del niño, y cuando le hubiereis hallado, hacédmelo saber, para que yo también vaya a adorarle". Ellos, luego que esto oyeron del rey, se fueron.
Y he aquí la estrella que habían visto en el Oriente, iba delante de ellos hasta que, llegando, se paró donde estaba el niño.
Y cuando vieron la estrella se regocijaron en gran manera. Y entrando en la casa hallaron al niño con María su Madre, y postrándose, le adoraron; y abiertos sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.
Y habida respuesta en sueños, que no volviesen a Herodes, se volvieron a su tierra por otro camino.
San Agustín, in sermone 5 de Epiphania
Consumado el milagro del parto virginal, en que el útero lleno de la divinidad dio a luz al Dios-Hombre sin perder el sello de su integridad, entre los tenebrosos escondrijos de un establo y la estrechez de un pesebre, en los que la Majestad infinita, reduciéndose en las cortas dimensiones de un tierno cuerpecito, mora suspendido del pecho materno, y todo un Dios permite ser envuelto en viles pañales, un nuevo astro aparece de repente en el cielo iluminando la tierra. Y disipada la niebla que cubría todo el mundo, convierte la noche en día para que el día no quedase oculto entre la noche. Por eso dice el evangelista: "Pues cuando hubo nacido".
Remigio
Al principio de esta lección evangélica se precisan tres cosas: la persona, "Habiendo nacido Jesús"; el lugar, "en Belén de Judá"; el tiempo, "En los días de Herodes el Rey"; circunstancias que aduce en confirmación del hecho que va a referir.
San Jerónimo, in Matthaeum, 1
Es de creer que el evangelista puso primeramente, como leemos en el hebreo Judá, no Judea. Porque no habiendo en las demás naciones ninguna ciudad llamada Belén, no podía poner aquí, con objeto de distinguirla, Belén de Judea; y por eso escribe Judá. Pues en el libro de Josu, hijo de Nave, leemos otra ciudad de Belén en la Judea.
La glosa
Hay dos ciudades con el nombre de "Belén": una en la tribu de Zabulón y otra en la de Judá, que antes se llamó "Efratá".
San Agustín, de consensu evangelistarum, 2,15
San Mateo y San Lucas están de acuerdo sobre la ciudad de Belén, pero San Lucas nos dice cómo y por qué vinieron a esta ciudad José y María, mientras San Mateo lo pasa por alto. Por el contrario, San Lucas omite la venida de los magos de Oriente y San Mateo la refiere.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Pero veamos por qué el evangelista designa el tiempo en que nace Cristo, diciendo: "En los días de Herodes el Rey". Lo designa para demostrar que la profecía de Daniel, vaticinando que Cristo había de nacer después de terminadas las setenta semanas de años, acababa de cumplirse, pues desde aquel tiempo hasta el reinado de Herodes transcurre exactamente ese tiempo. O porque mientras la nación judaica era gobernada por reyes judíos, aunque pecadores, se le enviaban profetas para su remedio. Mas ahora, cuando la ley de Dios se encontraba pisoteada bajo el cetro de un rey intruso y la justicia de Dios oprimida por la dominación romana, nace Cristo; porque habiéndose hecho la enfermedad ya casi incurable, requería un médico más hábil.
Rábano
O también hizo mención del rey extranjero, para que se cumpliese la profecía: "No será quitado de Judá el cetro, y de su muslo el caudillo, hasta que venga el que ha de ser enviado" ( Gén 49,10).
San Ambrosio, in Lucam, 3,41
Se cuenta que habiendo entrado en Ascalón unos salteadores idumeos, se llevaron cautivo, entre otros a Antípater. Iniciado éste en los misterios de los idumeos, se une en estrecha amistad con Hircano, rey de Judea. Este le envió a Pompeyo para que hablase en su favor. Y habiendo prosperado la embajada, pretendió como recompensa una parte del reino. Muerto Antípater, un decreto del senado concede, bajo Antonio, el reino de los judíos a su hijo Herodes; resultando que éste, sin afinidad ninguna con la raza judía 1, se alzó con el reino por la falsía y las intrigas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 6
Dijo: "de Herodes el rey" marcando la dignidad, porque hubo otro Herodes, el que mandó dar muerte a Juan.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Habiendo pues, nacido en este tiempo, "he aquí unos Magos vinieron" -es decir, apenas nació-, mostrando al Dios grande en un pequeño niño.
Rábano
Magos son los que filosofan sobre todo, pero el lenguaje común toma esta palabra en la acepción de hechiceros. Estos magos, sin embargo, son considerados de otra manera en su país, puesto que son los filósofos de los caldeos, y sus reyes y príncipes ajustan siempre todos sus actos a la ciencia de estos hombres. Así es que fueron los primeros que conocieron el nacimiento del Señor.
San Agustín, in sermone 4 de Epiphania
Estos magos, ¿qué otra cosa fueron sino las primicias de las naciones? Los pastores eran israelitas, los magos 2, gentiles; éstos vinieron de tierras lejanas, aquéllos de cerca. Sin embargo, unos y otros acudieron con presteza a la piedra angular.
San Agustín, in sermone 2 de Epiphania
No se manifestó Jesús ni a los sabios ni tampoco a los justos, sino que prevaleció la ignorancia en la rusticidad de los pastores y la impiedad en los magos sacrílegos de la Caldea. A unos y a otros se ofrece aquella piedra angular, porque había venido a elegir la ignorancia para confundir a los sabios, y no a llamar a los justos, sino a los pecadores, a fin de que ningún poderoso se ensoberbeciese y ningún débil desesperase.
La glosa
Estos magos eran reyes, y si se dice que ofrecieron tres dones, no se significa con esto que ellos no fueran más que tres, sino que en ellos estaban representadas todas las naciones descendientes de los tres hijos de Noé que habían de ser llamadas a la fe. Si los príncipes fueron tres, podemos creer que el número de los que les acompañaban era mucho mayor. No vinieron después de un año, porque entonces habrían encontrado al niño en Egipto y no en el pesebre, sino a los trece días de su nacimiento. Se dice "de Oriente" para manifestar el lugar de donde venían.
Remigio
Debemos tener presente que hay varias opiniones acerca de los magos. Unos dicen que eran caldeos porque los caldeos adoraban las estrellas. Por esto dijeron que el falso dios a quien ellos habían adorado como tal, les había manifestado cuál era el verdadero Dios. Otros afirman que los magos eran persas. Otros, que vinieron de los últimos confines de la tierra. Otros, en fin, que eran descendientes de Balaam, lo cual es más creíble, pues Balaam entre otras cosas profetizó que "nacería una estrella de Jacob" ( Núm 24,17). Sus descendientes que conservaban esta profecía, la vieron cumplida al aparecer esta estrella.
San Jerónimo, in Matthaeum, 2
De este modo los descendientes de Balaam sabían por su profecía que esta estrella había de aparecer. Pero se preguntará: ¿cómo, siendo caldeos o persas o de las más apartadas regiones de la tierra, pudieron llegar a Jerusalén en tan poco tiempo?
Remigio
Algunos contestaban a esto que el niño que acababa de nacer tenía poder para hacerlos llegar en tan pocos días desde los confines de la tierra.
La glosa
No es de extrañar que en trece días pudieran venir a Belén viajando sobre caballos árabes y dromedarios que son tan veloces para caminar.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Tal vez emprendieron el camino dos años antes del nacimiento de Jesucristo, guiados por la estrella, llevando todas las provisiones necesarias para el camino.
Remigio
Si estos reyes eran descendientes de Balaam, pudieron venir en tan poco tiempo a Jerusalén porque no distaban mucho de la tierra prometida. Pero entonces se podrá preguntar ¿por qué el evangelista dice que vinieron de Oriente? Porque su país estaba situado en la frontera oriental de Judea. Por otra parte, las palabras "vinieron del Oriente" nos ofrecen el magnífico pensamiento de que, siendo Jesucristo llamado "el Oriente" según aquellas palabras de Zacarías: "He aquí un hombre, el Oriente es su nombre" ( Zac 6,12), todos los que vienen al Señor, vienen de El y por El.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
De donde nace la luz, allí tuvo la fe su origen, porque la fe es la luz de las almas. Vinieron, pues, de Oriente, pero a Jerusalén.
Remigio
Aunque el Señor no había nacido allí, porque aunque supieron la época del nacimiento, no conocían el lugar donde había de nacer. Pero siendo Jerusalén la ciudad real, creyeron ellos que un niño de tal condición no debía nacer sino en una ciudad de reyes. O vinieron a Jerusalén para que se cumpliese lo que estaba escrito: "De Sión saldrá la Ley , y la palabra del Señor de Jerusalén" ( Is 2,3). O tal vez para que la diligencia de los magos sirviese de condenación a la indiferencia de los judíos.
"Vinieron, pues, a Jerusalén diciendo: ¿Dónde está el que ha nacido Rey de los judíos?".
San Agustín, in sermone 2 de Epiphania
Eran muchos los reyes que habían nacido y habían muerto en Israel; ¿era por ventura alguno de éstos a quien los magos buscaban para prestarle adoración? Ciertamente no, porque de ninguno de ellos les había hablado el cielo. Estos reyes, extranjeros y de un país tan remoto, no se juzgaban obligados a prestar un homenaje tan grande a un rey de la clase y condición que lo eran ellos en su país; sino que habían aprendido que debía ser tal la condición del que había nacido, que, adorándolo, no podía ofrecerles duda alguna el conseguir la salvación, que consiste en el mismo Dios. Por otra parte, tampoco la edad se prestaba a la adulación humana, no estaban cubiertos de púrpura los miembros del recién nacido, ni brillaba una diadema en su cabeza; ni pudo ser la pompa de los servidores, ni el terror de los ejércitos, ni la fama de gloriosos combates lo que atrajese a estos varones de tan remotas tierras con fe tan grande y tan ardientes votos. Un niño recién nacido, pequeñito, menospreciado por la pobreza se manifiesta recostado en un pesebre. Pero se oculta bajo estas apariencias alguna cosa grande que aquellos hombres, primicias de los gentiles, habían comprendido, no por testimonio de la tierra, sino del cielo. Por eso decían: "Hemos visto su estrella en el Oriente". Anuncian y preguntan, creen y buscan, a imagen de aquéllos que caminan en la fe y desean ver.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 6
Es preciso saber que los herejes priscilianistas que creen que las diferentes constelaciones presiden los destinos de los hombres, se han servido de este pasaje para apoyar su error, y han hablado de esta estrella que aparece al nacer el Salvador, como si fuera la estrella de su destino.
San Agustín, contra Faustum, 2,1
Esta estrella, según Fausto, es mencionada aquí como confirmando el nacimiento del Salvador, sacando por conclusión que el libro que refiere este acontecimiento debe llamarse mejor Genesidium, esto es, libro de la estrella del nacimiento.
San Gregorio Magno, homiliae in evangelia, 10
Pero nosotros estamos lejos de admitir lo que ellos llaman el destino.
San Agustín, de civitate Dei, 5,1
Por la palabra destino, además del sentido ordinario en que la usan los hombres, se entiende la influencia de ciertas posiciones de los astros correspondientes a la concepción o al nacimiento de los hombres, y en los cuales algunos ven un poder independiente de la voluntad de Dios. Este error, que es el de algunos paganos, debe ser rechazado por todos. Otros dicen que Dios ha dado a los astros esta influencia, grave injuria a la majestad divina que nos muestra a la corte celestial decretando crímenes por los cuales una ciudad de la tierra debería ser destruida por la indignación de todo el género humano, si ésa fuera su estrella.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom
Si un hombre se hace homicida o adúltero por la influencia de una estrella, grande es la iniquidad de esa estrella, pero mucho mayor es la de aquel que la creó; porque Dios, en su sabiduría infinita, sabiendo el porvenir y viendo todo el mal que ha de producir esa estrella, no sería bueno si, pudiendo, no ha querido impedirlo, o no es Todopoderoso si no ha podido impedirlo. Además, si es una estrella la que nos hace buenos o malos, nuestras virtudes no merecen premio ni nuestros vicios merecen castigos, porque nuestros actos no dependerían de nuestra voluntad. ¿Por qué he de ser yo castigado por un mal que no he hecho por mi propia voluntad sino obligado por la fatalidad? En fin, los mandamientos de Dios prohibiendo el mal y aconsejando el bien, ¿no se destruyen por esta doctrina insensata? ¿Quién puede mandar a un hombre, evitar el mal que no puede evitar y exhortarle al bien que no puede hacer?
San Gregorio Niseno,
Inútiles son las exhortaciones cuando se dirigen a aquel que vive bajo la fatalidad. La bondad divina y su providencia quedan desterradas del mundo por esta doctrina, según la cual el hombre no es otra cosa que un instrumento movido por el influjo o la acción de las estrellas. Estos movimientos celestes, dicen sus secuaces, determinan no solamente los de nuestros cuerpos, sino también los pensamientos de nuestra alma, destruyendo así, los que tal cosa afirman, no solamente la realidad de todo lo que existe en nosotros, sino la naturaleza del ser contingente. Esto no es más que destruir todas las cosas, y lo que es más, el libre albedrío. Es preciso, no obstante, que nosotros existamos en libertad.
San Agustín, de civitate Dei, 5,6
No puede decirse, sin embargo, que sea absurdo atribuir algunas modificaciones corporales a la influencia de los astros. Así, es indudable que los adelantos y los retrasos del sol influyen en la variedad de las estaciones; y las diversas fases de la luna en sus crecientes o menguantes influyen indudablemente en el crecimiento o decrecimiento de ciertas cosas en la naturaleza, como por ejemplo, el maravilloso flujo y reflujo del océano. Pero las voliciones del alma no deben someterse a la influencia de los astros.
San Agustín, de civitate Dei, 5,1
Y si se dice que los astros son signos y no autores de las operaciones de los hombres, ¿qué podrán contestar a lo que se observa en la vida de los gemelos? A saber que en sus acciones, en sus sucesos, en sus profesiones, en su conducta, honores y otras cosas de la vida, en la muerte misma se encuentra casi siempre más diferencia que la que existe entre ciertas personas completamente extrañas las unas a las otras. Menos diferencia se encuentra aun en la vida de estos últimos que en la de los gemelos, cuyo nacimiento no ha sido separado más que por un instante y cuya concepción ha sido simultánea.
San Agustín, de civitate Dei, 5,2
Los pocos instantes que separan el nacimiento de dos gemelos no bastan para explicar la gran diversidad que existe entre sus voluntades, sus actos, su conducta y todos los acontecimientos de su vida.
San Agustín, de civitate Dei, 5,7 y 5,9
Añade: algunos dan el nombre de destino no a las diferentes posiciones de los astros, sino a la conexión y serie de causas que ellos someten o atribuyen al poder de Dios y a su voluntad soberana. Si alguno dice que las cosas humanas dependen del destino y entiende por destino a la voluntad de Dios, conserve su manera de sentir, pero corrija su modo de hablar. Porque comúnmente se llama destino a la influencia que los astros tienen sobre la tierra, y no a la voluntad de Dios, a menos que no hagamos venir la palabra de la latina fatum y ésta de favi, hablar; pues está escrito: "Una vez habló Dios, estas dos cosas he oído" ( Sal 61,12). Así no debemos discutir con ellos sobre la significación de la palabra.
San Agustín, contra Faustum, 2,5
Si nosotros no ponemos el nacimiento de ningún hombre bajo la acción fatal de los astros, para librar de toda determinación del destino el albedrío de la voluntad, con mucha más razón no debemos admitir que el nacimiento temporal del Creador de todas las cosas haya estado sujeto a esta influencia. Esta estrella que vieron los magos a la entrada de la cuna del Salvador, no significaba, pues, la fatalidad y la dominación, sino que se manifestaba como a su servicio y para dar testimonio. No era, por lo tanto, del número de aquellos astros que desde el principio del mundo siguen bajo la voluntad del Creador el orden prescrito de sus caminos, sino que era un nuevo astro creado para el parto de la Virgen y para ofrecer su ministerio, marchando delante de ellos, a los magos que buscaban a Cristo y conducirles al lugar donde estaba el Verbo, Niño Dios. ¿Quiénes son, pues, los astrólogos que se hayan atrevido a creer en una fatalidad de los astros tal que afirmen que una estrella abandone su curso para ir al lugar en que se encuentra el recién nacido? Lejos de probar que las estrellas abandonen su camino y alteren el orden establecido por un niño que nace entre los hombres, enseñan, al contrario, que la suerte del niño es la que está ligada al orden de las estrellas. Por lo cual, si esta estrella era de las que en el cielo cumplen sus destinos, ¿cómo podía juzgar lo que Cristo había de hacer, aquel astro que, al nacer Cristo, había sido obligado a abandonar sus caminos? Si, por el contrario, y lo que es más probable, la estrella nació para dar a conocer a Cristo, no podemos decir que Cristo nació porque ella existía, sino que ella existía porque Cristo nació. De suerte que podría decirse con razón que no fue la estrella el destino de Cristo, sino que Cristo fue el destino de la estrella, porque El fue la causa de la existencia de ella, y no ella de la de El.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 6
No es propio de la astrología averiguar mediante los astros quienes son los que nacen, sino conjeturar el destino del hombre por la hora de su nacimiento. Ahora bien, los magos no conocieron el tiempo del nacimiento para adivinar por la posición de las estrellas el porvenir del recién nacido, sino al contrario, puesto que dijeron: "Hemos visto su estrella"
La glosa
Esto es, su propia estrella, la que El ha creado para anunciarse.
San Agustín, sermones, 204,1
Los ángeles anuncian a los pastores que ha nacido Cristo; a los magos, una estrella. El cielo con su lenguaje habla a unos y a otros, porque el de los profetas había cesado. Los ángeles habitan los cielos que embellecen los astros; los cielos, pues, cantan a unos y a otros las glorias del Señor.
San Gregorio Magno, homiliae in evangelia, 10
Con razón un ser racional, esto es, un ángel, fue enviado a predicar a los judíos, como a gentes que usaban de la razón, mientras que los gentiles, indóciles a la razón, son conducidos a la cuna de Jesucristo, no por la palabra humana, sino por la aparición de un signo. Las profecías habían sido dadas a los primeros, porque eran fieles; las maravillas a los segundos, a causa de su infidelidad. Los apóstoles predicaron a las naciones a Jesucristo cuando había llegado a la plenitud de su edad, mientras que una estrella se los había anunciado cuando era pequeño y no podía articular palabra.
San León Magno, in sermone 3 de Epiphania
Era el mismo Cristo, esperanza de las naciones, cuya innumerable descendencia había sido prometida un día al justo Abraham, multiplicada no por la sangre, sino por la fe, y comparada a la multitud de estrellas que tachonan la bóveda celeste, a fin de que el patriarca, a quien la promesa se había hecho, la comprendiera como una generación del cielo y no de la tierra. Con el nacimiento de una nueva estrella es como los herederos figurados por las estrellas son llamados a formar esta nueva generación, con el fin de que lo mismo que había servido de testimonio que el cielo daba a la tierra, sirviese de homenaje que la tierra prestaba al cielo.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 6
Es evidente que aquélla no debió ser una estrella ordinaria, dado el camino que recorría, que nunca fue el de una estrella ordinaria, del norte al sur, que tal es la posición de Palestina con respecto a Persia. En segundo lugar, esto se puede deducir también del tiempo en que apareció, porque no era visible solamente de noche, sino en la mitad del día, lo cual no acontece con ninguna estrella, ni aun con la misma luna. En tercer lugar, porque unas veces aparecía y otras desaparecía, ocultándose cuando los magos entraron en Jerusalén y apareciendo de nuevo cuando dejaron a Herodes, no teniendo tampoco un andar fijo ni marcha determinada, sino que cuando a los magos convenía caminar, ella caminaba, y cuando les convenía detenerse, ella se detenía, de la misma manera que acontecía con la columna de nube en el desierto. Y no anunciaba el parto de la Virgen permaneciendo en las alturas, sino descendiendo de ellas, lo cual no es propio de una estrella ordinaria, sino de una voluntad inteligente, de donde podemos deducir que no era simplemente una estrella, sino más bien una virtud invisible que había tomado esta forma.
Remigio
Algunos creen que esta estrella era el Espíritu Santo, apareciéndose a los magos bajo esta forma, el mismo que había de descender más tarde en forma de paloma sobre el Señor en su bautismo. Otros creen que fue un ángel, y que el mismo que se apareció a los pastores se apareció también a los magos.
La glosa
Prosigue el evangelista: "En Oriente". Es dudoso si la estrella apareció en oriente, o si esta expresión indica solamente que ellos desde el oriente, en donde estaban, la vieron hacia el occidente. Ella pudo muy bien aparecer en oriente y conducirlos a Jerusalén.
San Agustín, sermones, 374,1
Pero dirás: ¿Quién les había dicho que esta estrella significaba el nacimiento del Salvador? Sin duda por revelación de los ángeles. ¿Pero ángeles buenos o malos? Ciertamente que hasta los ángeles malos, los demonios mismos, han confesado que El era hijo de Dios. Pero, ¿por qué no había de ser por revelación de los ángeles buenos, toda vez que, adorando a Cristo encontraban su salvación y no su ruina? Los ángeles pudieron decirles: "La estrella que habéis visto es la de Cristo: id, adoradle en el lugar en que ha nacido y ved a la vez quién es y cuán grande es".
San León Magno, in sermone 4 de Epiphania
Además de esta aparición de la estrella que hirió su vista corporal, el rayo más resplandeciente de la verdad instruyó sus corazones, lo cual correspondía a la iluminación de la fe.
Ambrosiaster, quaestiones Novi et Veteri Testamenti, q. 63
O comprendieron que el Rey de los judíos había nacido, porque la estrella solía ser signo de un rey temporal. Estos magos caldeos no estudiaban el curso de los astros con intención torcida, sino por curiosidad científica; porque, como puede entenderse, ellos seguían las tradiciones de Balaam, que había dicho: "Una estrella nacerá de Jacob" ( Núm 24,17). Así, viendo ellos una estrella que no era de las constelaciones ordinarias, juzgaron que ésta era la que Balaam había anunciado como señal del nacimiento del Rey de los judíos.
San León Magno, in sermone 4 de Epiphania
Esto que ellos habían creído y habían comprendido, les debía haber bastado para no tener necesidad de examinar con los ojos del cuerpo, lo que habían visto plenamente con los ojos del alma. Pero aquel mismo celo, aquella perseverancia que tuvieron hasta ver al Niño Jesús, debía servir a los hombres de nuestros tiempos; porque así como el examen de las llagas del Salvador, después de su resurrección, por el apóstol Santo Tomás fue útil para nosotros, también lo fue el que los magos vieran con sus propios ojos la infancia del Salvador. Por esto dijeron: "Hemos venido a adorarle".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
¿Pero acaso no sabían que en Jerusalén reinaba Herodes? ¿No sabían que cualquiera que, estando vivo un rey, proclama a otro o lo adora es castigado con la pena de muerte? Era que mientras tenían su vista fija en el Rey futuro no temían al rey presente, era que aun cuando todavía no habían visto a Cristo, estaban, sin embargo, dispuestos a morir por El. ¡Oh, bienaventurados magos! que antes de conocer a Cristo fueron confesores de Cristo en presencia del rey más cruel.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania
Así como los magos desean un Redentor, Herodes teme un sucesor. Esto es lo que significan aquellas palabras: "Y el Rey Herodes, cuando lo oyó, se turbó".
La glosa
Se dice rey, para que de la comparación de aquel que se busca resulte que éste es extraño.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Siendo él mismo idumeo, tiembla cuando oye hablar de un rey de los judíos. Teme que el cetro, volviendo a manos de los judíos, le sea arrancado, y que su raza caiga para siempre del trono. Cuanto más grande es el poder, mayores son los peligros y temores que lo cercan. Así como en los árboles las ramas más elevadas son agitadas por el viento más ligero, de la misma manera los hombres, cuanto más elevado es el puesto que ocupen, son más fácilmente agitados por el leve anuncio del más pequeño suceso; a diferencia de aquéllos de condición humilde, que viven casi siempre en paz, como en el fondo de un apacible valle.
San Agustín, sermones, 200,2
¿Qué será el tribunal del juez cuando la cuna del Niño hace temblar a los reyes soberbios? Teman éstos, pues, al que está sentado a la diestra del Padre, a aquél que mientras era amamantado por los pechos de su Madre fue temido por un rey impío.
San León Magno, in sermone 4 de Epiphania
Sin embargo, son vanos tus temores, oh Herodes; tus reinos son pequeños para Cristo. El soberano del mundo no puede contentarse con los estrechos límites a donde alcanza tu dominio. Aquél que tú no quieres que reine en Judea, reina en todas partes.
La glosa
Pero Herodes no teme solamente por él, sino también por los romanos, que habían decretado que ninguno fuese proclamado rey o dios sin su consentimiento.
San Gregorio Magno, homiliae in evangelia, 10
Al acercarse el Rey del cielo se turba pues, el rey de la tierra; porque cuando las alturas del cielo se descubren queda confundida la grandeza de la tierra.
San León Magno, in sermone 6 de Epiphania
Herodes en esta circunstancia hace el papel del mismo Satanás, del cual había sido instigador antes y se muestra ahora imitador, el más resuelto y decidido, atormentado por la vocación de los gentiles y por la destrucción de su imperio.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Cada uno es atormentado por un cuidado diferente, y ambos temen un sucesor; Herodes, un rey de la tierra; Satanás, al Rey del cielo. Y he aquí que el mismo pueblo judío se turba, aquel pueblo que debía más bien alegrarse al oír la nueva de que un rey judío acababa de nacer. Y se turba porque los impíos no pueden alegrarse con la venida del Justo; o quizá por temor de que el rey se enojase contra ellos. Esto significan aquellas palabras: "Y toda Jerusalén con él".
La glosa
El pueblo participaba, tal vez por miedo, de las angustias de Herodes. Y es que sucede con frecuencia que el pueblo favorece más de lo que debía a los tiranos cuya opresión sufre y tolera. "Y convocando todos los príncipes de los sacerdotes y los escribas del pueblo". Es de notar aquí la diligencia con que busca a Cristo, lo cual hace con el fin de, si lo encuentra, realizar los planes que más tarde pone en práctica, y si no, excusarse para con los romanos.
Remigio
Son llamados escribas, no solamente por el cargo u oficio de escribir los libros de la Ley , sino principalmente porque interpretan las Sagradas Escrituras. Eran los doctores de la Ley. El Evangelio prosigue: "Les preguntaba dónde había de nacer el Cristo". Debemos aquí notar que no dice: "dónde ha nacido el Cristo", sino "dónde había de nacer". El les pregunta con astucia para poder conocer si ellos se alegraban del nacimiento del nuevo rey. Lo llama Cristo porque sabía que el rey de los judíos debía ser ungido.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
¿Por qué preguntaba Herodes si no creía en las Escrituras? Y si creía en ellas, ¿cómo podía jactarse de hacer desaparecer a Aquél que decían había de ser rey? Estaba instigado por el diablo que creía que las Escrituras no mienten, así son todos los pecadores: ellos no creen totalmente incluso aquello que creen, y si creen es por el brillo invencible de la verdad que no puede estar oculto, y si no creen es porque les ciega el enemigo. Si su fe fuese perfecta, ellos vivirían no como si hubieran de permanecer en este mundo, sino como viajeros y peregrinos que muy pronto lo han de abandonar.
"Y ellos dijeron: En Belén de Judá".
San León Magno, in sermone 1 de Epiphania
Los magos, que habían tenido una señal humana del nacimiento del rey, creyeron que debían buscarle en la ciudad; pero aquél que había tomado la forma de siervo y había venido para ser juzgado y no para juzgar, escogió a Belén para su nacimiento, a Jerusalén para su pasión.
Teodoreto, homilia 1 in concilio Ephesino
Si hubiera elegido la gran ciudad de Roma, se habría creído que el cambio verificado en el mundo era resultado del poder de sus habitantes; si hubiera nacido hijo de un emperador, se hubiera atribuido este resultado a su poder. ¿Qué hizo, pues? Elegir todo lo humilde, todo lo pobre y vil para que no hubiera la menor duda de que era el poder divino el que hacía la transformación del universo. He ahí por qué eligió una Madre pobre y una patria más pobre aún; y he ahí también por qué carece de lo más necesario para vivir. Esto es lo que nos enseña el pesebre.
San Gregorio Magno, homiliae in evangelia, 8
Con razón nace en Belén, pues Belén significa Casa de pan: porque El mismo es quien dijo: "Yo soy el pan vivo que descendí del cielo".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Como ellos debieran ocultar el misterio del rey designado por Dios, sobre todo delante de un rey extranjero, se hacen no ya predicadores de las obras de Dios, sino divulgadores de su misterio. No solamente hacen patente el misterio, sino que alegan el testimonio profético. Por eso añaden: "Porque así está escrito por el profeta", es decir Miqueas, "Y tú, Belén, tierra de Judá" ( Miq 5,2).
La glosa
Esta profecía la pone así, tal como fue dicha, por aquellos escribas que si bien no citaron literalmente, al menos expresaron el auténtico sentido.
San Jerónimo, epistulae, 57
En este lugar se puede acusar a los judíos de ignorantes, porque la profecía dice: "Y tú, Belén Efratá", y no como ellos dijeron: "Y tú, Belén tierra de Judá".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Y más aun, truncando ellos la profecía, llegaron a ser la causa del martirio de los inocentes; porque las palabras del profeta son éstas: "De ti me saldrá aquel que ha de reinar en Israel: su salida desde el principio, desde los días de la eternidad" ( Miq 5,2). Y si ellos hubiesen expuesto la profecía íntegra, considerando Herodes que un rey que existía "desde los días de la eternidad" no podía ser un rey terreno, no hubiera caído en semejante extremo de furor.
San Jerónimo, in Michaeam, 5,2
El sentido de la profecía es el siguiente: tú, Belén, tierra de Judá o Efratá -y se designa así, porque hay otro Belén en Galilea-, aunque seas una pequeña aldea entre las mil ciudades de Judá, sin embargo, de ti nacerá el Cristo que reinará sobre Israel y que será de la familia de David. El ha nacido de mí antes que fueran los siglos. Por eso el profeta añade: "su salida desde el principio, desde los días de la eternidad"; porque "en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios" ( Jn 1,1).
La glosa
Pero los judíos omitieron -como se ha dicho- estas palabras, y cambiaron otras; ya por ignorancia, ya para hacer más claro el sentido de la profecía a Herodes que era un extranjero. Así, en lugar de la palabra Efratá, que era palabra anticuada y tal vez desconocida de Herodes, pusieron Tierra de Judá; y en vez de aquello que había dicho el profeta: "eres la menor entre las mil ciudades de Judá" -queriendo dar a entender su pequeñez o poca importancia en cuanto al número de sus habitantes- dijeron: "No eres la menor entre las principales de Judá" para hacer resaltar más la dignidad que había de tener con el nacimiento de tal príncipe. Es decir, tú eres la más grande entre las ciudades que han producido reyes.
Remigio
O bien: Aunque parezcas la más pequeña de entre las ciudades principales de la tierra, no lo eres en realidad porque de tu seno nacerá un soberano que regirá a mi pueblo Israel. Este soberano es Cristo que rige y gobierna al pueblo fiel.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 7
Notad la exactitud de la profecía que no dice: "en Belén estará" sino "de Belén saldrá", manifestando así que allí solamente nacería. ¿Cómo han de referirse estas palabras a Zorobabel 3 según algunos creen? Su nacimiento no fue desde el principio de los siglos: no nació en Belén, sino en Babilonia, y no en la Judea. Otro nuevo testimonio nos dan las palabras: "No eres la menor, porque de ti saldrá", porque entre los judíos ninguno ha dado tanta celebridad a la aldea en que naciera, como Cristo, cuyo pesebre y cuya choza son continuamente visitados por peregrinos de todas partes del mundo después de su nacimiento. Y si el profeta no dijo: "De ti saldrá el hijo de Dios", sino: "De ti saldrá un soberano que regirá mi pueblo de Israel", fue porque convenía condescender al principio con los judíos a fin de que no se escandalizasen y predicar lo que era concerniente a la salvación del linaje humano para conducirlos mejor a este fin. Las palabras: "Que rija mi pueblo de Israel" tienen aquí un sentido figurado, porque Israel quiere decir todos aquellos judíos que creyeron. Si a todos no rigió Cristo, fue culpa de ellos. Si no dijo nada de los gentiles, fue para no escandalizar a los judíos. ¡Ved cuán admirable providencia! Los judíos y los magos se instruyen los unos a los otros. Los judíos oyen decir a los magos que una estrella ha anunciado a Cristo en oriente, y los magos oyen decir a los judíos que las antiguas profecías lo habían anunciado para que, apoyados en este doble testimonio, buscasen con fe más ardiente a aquél que habían anunciado la aparición de una nueva estrella y la autoridad de los profetas.
San Agustín, sermones, 374,2 y 373,4
La estrella que condujo a los magos al lugar en que se encontraban el Salvador y su Madre Virgen hubiera podido conducirlos a Jerusalén. Sin embargo, se ocultó a su vista y no volvió a aparecer sino después que preguntaron a los judíos, y éstos les contestaron: "En Belén de Judá". En esto, los judíos fueron semejantes a los artífices que construyeron el arca de Noé y que perecieron en el diluvio, después de haber preparado a otros los medios de salvarse. O a aquellas piedras que en los caminos marcan las millas, pues mientras sirven de guía a los caminantes, ellas se quedan quietas. Oyeron y partieron al punto los que preguntaban, mientras que los doctores hablaron y se quedaron en Jerusalén. En nuestros días los judíos nos ofrecen un ejemplo semejante, pues hay muchos paganos que cuando les presentamos testimonios irrecusables para probarles que Jesucristo fue anunciado antes de su nacimiento, prefieren acudir a los códices de los judíos, teniendo los nuestros por sospechosos y como invenciones de los cristianos, y a la manera que los magos en otro tiempo dejan a los judíos en sus vanas lecturas y ellos caminan por adorar en la fe.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Aunque Herodes oyó una respuesta que merecía entero crédito por dos motivos -por el testimonio de los sacerdotes y por las palabras del profeta- sin embargo no se doblega en su soberbia a rendir homenaje al rey que va a nacer. Antes, por el contrario, se deja llevar de su culpable deseo de deshacerse de él con astucia. Y como comprendió que no podía conquistar a los magos con halagos, ni aterrorizarlos con amenazas, ni sobornarlos con oro para que consintieran en la muerte del futuro rey, por eso trató de engañarlos. Esto es lo que quieren decir estas palabras: "Entonces Herodes, llamando en secreto a los magos". El los llama en secreto para que no se dieran cuenta los judíos, de quienes desconfiaba, temiendo que entrasen en el deseo de tener un rey de su nación y frustrasen sus planes. Con gran cuidado les pregunta en qué tiempo habían visto la estrella.
Remigio
Y les pregunta con maña porque era muy astuto y temía que los magos, no regresando donde él, le dejaran sin saber qué hacer para matar al niño.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania
Quizá esta estrella había sido observada por los magos dos años antes, mas en este caso es preciso admitir que la revelación de lo que significaba no les fue hecha sino después del nacimiento de aquél que anunciaba. Pero después de la revelación del nacimiento de Cristo fue cuando ellos vinieron del oriente, y a los trece días adoraron a aquél cuyo nacimiento les había sido revelado pocos días antes.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 7
O tal vez esta estrella se les había aparecido mucho tiempo antes a fin de que, a pesar del tiempo que habían de emplear en el camino, pudieran llegar inmediatamente después del nacimiento y adorasen al niño envuelto en pañales, para que apareciese más admirable.
La glosa
Según otros, esta estrella no apareció hasta el día del nacimiento del Salvador y desapareció luego que cumplió su ministerio. San Fulgencio nos dice: "El recién nacido creó una nueva estrella". Después de haberse informado del tiempo y del lugar, Herodes quiere conocer la persona del niño, y por eso añade: "Id, e informaos bien del niño". Les manda lo que ellos por sí mismos habían de hacer.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 7
No les dice: "Informaos del rey", sino "del niño", porque ni siquiera podía soportar que se le diese el nombre de príncipe.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Para conducirlos allí se finge piadoso y bajo el manto de piedad afila el cuchillo dando a su crimen el color de humildad, procediendo en esto como todos los criminales, que cuando quieren herir a alguien en secreto, le muestran una humildad y un afecto que están muy lejos de sentir. Esto es lo que quiere decir: "Y cuando le hubieseis hallado hacédmelo saber".
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10
Finge que quiere prestarle adoración e imagina el quitarle la vida si lo encuentra.
Continúa el evangelista: "Ellos luego que esto oyeron del rey se fueron".
Remigio
Los magos oyeron de Herodes que buscasen al Señor, pero no que volviesen a él, semejantes a los buenos oyentes que siguen los consejos de los predicadores indignos, pero no imitan sus obras.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Este pasaje indica claramente que la estrella, después de haber conducido a los magos a Jerusalén, se ocultó para obligarles a entrar en la ciudad y preguntar a sus moradores acerca de Cristo, y por consiguiente a divulgar el misterio de su nacimiento. Esto por dos razones. En primer lugar, para confundir a los judíos, porque siendo gentiles, solamente con la aparición de la estrella buscaban al Salvador atravesando provincias extranjeras, mientras que ellos, que leían todos los días las profecías sobre Cristo, no habían ido a buscarle habiendo nacido en su propio país. En segundo lugar, para que sirviera de confusión y oprobio a los sacerdotes que, preguntados por Herodes sobre dónde debía nacer Cristo, respondieron: "En Belén de Judá", los mismos que interrogando a Herodes acerca de Cristo no sabían nada de El. Por eso, después de esta pregunta y respuesta añade: "Y he aquí que la estrella que habéis visto en el Oriente iba delante de ellos", para que viendo la obediencia de esta estrella, pudiesen comprender la dignidad y grandeza del nuevo Rey.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania
La estrella, para prestar una obediencia más sumisa a Cristo, contuvo su carrera hasta que condujo a los magos a donde estaba el niño; les prestó vasallaje, pero no los mandó. Después de haber prestado al nuevo Rey sus adoradores, inundó la gruta de una luz clarísima, y después de haber iluminado con sus rayos el albergue del divino niño, desapareció. Y esto significan las palabras: "Hasta que llegando se paró sobre donde estaba el niño".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
¿Qué tiene de extraño que el Sol de Justicia naciente se manifieste a los hombres precedido de una estrella? Ella se detiene sobre la cabeza del niño como para decir: "Aquí está". La que no podía hacerlo por medio de palabras, lo hace deteniéndose.
La glosa
Se ve aquí que la estrella estaba colocada en el aire y muy cerca del albergue en que estaba el niño, pues de otro modo no habrían distinguido esta casa de las demás.
San Ambrosio, in Lucam, 2,45
Esta estrella es el camino, y el camino es Cristo, pues por el misterio de su encarnación Cristo es nuestra estrella, astro brillante de la mañana que no se ve donde está Herodes, pero que vuelve a aparecer allí donde está el Salvador y enseña el camino.
Remigio
Tal vez la estrella significa la gracia de Dios y Herodes el diablo. Aquel que por el pecado se sujeta al imperio de Satanás, al punto pierde la gracia. Pero si se arrepiente por la penitencia, al punto la vuelve a encontrar, y no la abandona hasta que lo conduce a la casa del niño, esto es a la Iglesia.
La glosa
La estrella es la fe iluminando nuestras almas llevándolas a Cristo, de la cual se ven privados los magos apenas se dirigen a los judíos, porque al pedir consejo a los malvados se pierde la verdadera luz de la verdad.
La glosa
Después de habernos manifestado la sumisión de la estrella, el evangelista nos refiere el gozo de los magos: "Y cuando vieron la estrella, se regocijaron en gran manera".
Remigio
Conviene notar que el evangelista no se contenta con decir "se regocijaron", sino que añade "en gran manera".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Ellos se regocijaron porque en vez de ver fallidas sus esperanzas, fueron, por el contrario, confirmadas más y más, y porque veían recompensadas las penalidades de un camino tan largo.
La glosa
Se alegra con gozo aquel que se alegra en Dios, que es el verdadero gozo. Añadió el evangelista en gran manera, porque se alegraban en el acontecimiento más grande.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
El misterio de la estrella les había hecho presentir que la dignidad del Rey que había nacido aventajaba a la de todos los reyes de la tierra.
Remigio
Añadió en gran manera, queriendo mostrar que más alegría causa a los hombres el encontrar lo que han perdido, que aquello que siempre poseyeron.
Continúa el evangelista: "Y entrando en la casa, hallaron al niño".
San León Magno, in sermone 4 de Epiphania
Pequeño de cuerpo, necesitando de los cuidados de los demás, incapaz de hablar y sin diferenciarse en nada de los demás niños, porque así como eran incontestables a causa de los testimonios que afirmaban que en él se encontraba invisible la majestad de Dios, de la misma manera debía probarse que aquella esencia eterna del Hijo de Dios estaba unida a la naturaleza humana.
"Con María su Madre".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
No coronada su cabeza con diadema imperial, ni tampoco recostada sobre dorado lecho, sino teniendo apenas una sola túnica, no con que adornar su cuerpo, sino con que cubrir la desnudez, como la debía tener para viajar la esposa de un carpintero. Si ellos hubieran venido buscando a un rey terrenal indudablemente, se hubieran llenado más bien de confusión que de alegría, por haber sufrido sin resultado las molestias e incomodidades de un camino tan largo. Pero como ellos buscaban un rey celestial, y aun cuando con los ojos corporales no veían allí nada propio de rey, satisfechos, sin embargo, de lo que la estrella les decía, se regocijaban a la vista de este pobre niño, cuya majestad resplandecía en sus corazones y veían con los ojos del espíritu. Por eso, "postrándose le adoraron". Veían a un hombre, pero reconocían a Dios.
Rábano
Providencialmente José se había ausentado, no fuese que los gentiles tuvieran una mala sospecha.
La glosa
Aunque sus ofrendas fuesen conformes a las costumbres de su país -en Arabia abunda el oro, el incienso y otra porción de aromas- con estos dones, no obstante, querían significar que allí se encerraba un misterio. Por eso dice a continuación el sagrado texto: "Y abiertos sus tesoros, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10
El oro corresponde al rey, el incienso formaba parte de los sacrificios que se hacían a Dios, y la mirra sirve para embalsamar a los cadáveres.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania
Se le ofrece el oro como a un gran rey, se quema el incienso en su presencia como delante de Dios, y se le ofrece la mirra como a aquél que había de morir por la salvación de todos.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Aunque ellos no comprendían qué misterio era éste ni qué significaba cada uno de sus dones, poco importaba, porque la misma gracia que los inducía a hacer estas cosas, lo tenía todo dispuesto y ordenado.
Remigio
Debe notarse que cada uno de los tres no presenta por sí separadamente uno de los tres dones, sino que cada uno ofrece los tres, predicando así al rey, al hombre y a Dios.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 7
Avergüéncense Marción y Pablo de Samosata, que no quieren ver lo que vieron los magos progenitores de la Iglesia , que adoraron a Dios hecho hombre. Que era hombre lo dicen aquellos pañales y aquel pesebre. Que lo adoraron no como a un simple mortal, sino como a Dios, lo testifican esas ofrendas que no convienen más que a Dios. Llénense también de confusión los judíos, que fueron prevenidos por los magos y rehusaron ir en pos de ellos.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10
Esto también puede significar otra cosa, entendiéndose por el oro la sabiduría, según la frase de Salomón: "Tesoro apetecible reposará en la boca del sabio" ( Prov 21,20); por el incienso que se quema delante de Dios, la virtud de la oración, conforme al versículo de David: "Suba derecha mi oración como incienso en tu presencia" ( Sal 140,2), y por la mirra la mortificación de la carne. Ofreceremos, pues, oro a este nuevo Rey, si resplandecemos delante de él con la luz de la sabiduría; el incienso, si por medio de la oración con nuestras oraciones exhalamos en su presencia olor fragante; y mirra si con la abstinencia mortificamos los apetitos de la sensualidad.
La glosa
Los tres hombres que ofrecen a Dios sus dones representan a sus pies las naciones venidas de las tres partes del mundo. Mientras abren sus tesoros, hacen salir del fondo de su corazón la confesión de la fe. Lo hacen "en la casa" para enseñarnos que no debemos publicar los tesoros de nuestra alma. Ofrecen tres dones, esto es, la fe en la Santa Trinidad. También puede entenderse que de sus tesoros abiertos ellos ofrecen los que son figuras de los tres sentidos de la Sagrada Escritura : el histórico, el moral y el alegórico; o las tres partes de la ciencia: la lógica, la física y la moral, ciencias todas que sirven a la fe.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania
El impío Herodes, hecho cruel por el temor, quiso desencadenar su furor. Pero, ¿cómo la malicia había de enseñorearse del que había venido a este mundo para extirpar a la misma malicia? Por eso, para quebrantar el fraude, añade el evangelista: "Y habida respuesta".
San Jerónimo
Los que habían ofrecido dones al Señor bien merecían recibir esta respuesta. Esta fue dada por un ángel para que se demostrara bien claramente el privilegio de los méritos de José.
La glosa
La respuesta fue dada por el Señor, porque ningún otro trazó este camino para volver, sino aquel que dijo: "Yo soy el camino". Sin embargo, no es el niño el que les habla, a fin de que la divinidad no se revele antes de tiempo y sólo aparezca la verdad de la humanidad. Dice pues: "Y habida respuesta", porque así como Moisés clamaba en silencio, de la misma manera ellos preguntaban la voluntad divina en el silencio de sus piadosos deseos. Y añade: "Se volvieron a su tierra por otro camino", porque no debían ellos mezclarse más con los judíos infieles.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 8
Mira la fe de los magos: ellos no se escandalizan diciendo: "Si este niño es un gran rey, ¿por qué huir y ocultarse?" La fe no consiste en averiguar las causas de las cosas que se nos manda que hagamos, sino en obedecerlas por ellas mismas.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
Si los magos hubieran buscado al Salvador como a un rey terrenal, una vez que lo hubieran encontrado no lo habrían dejado jamás. Pero no fue así, sino que lo adoraron y se volvieron. Después de haber vuelto a su país, se mostraron más fieles a Dios que antes, y con su predicación convirtieron a muchos. Más tarde, cuando Tomás llegó a aquellas regiones, se unieron a él, y después de bautizados fueron sus compañeros en la predicación del Evangelio.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 10,7
Los magos, al volverse a su país por otro camino, nos enseñan una gran lección. Nuestra patria es el Paraíso. Después de haber conocido a Jesús, nos está prohibido volver a esta patria por el mismo camino que hemos venido recorriendo. En efecto, nos alejamos de esta patria por el orgullo, la desobediencia, el apego a las cosas visibles, comiendo el fruto prohibido. Y no podemos volver a ella sino por el camino de las lágrimas, de la obediencia, del desprecio de las cosas visibles, y refrenando los apetitos de la carne.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
No era posible que los que habían venido de Herodes a Cristo, volviesen de Cristo a Herodes. Y verdaderamente, los que, habiendo abandonado a Cristo, por el pecado se vuelven a Satanás, por la penitencia retornan a Cristo. Porque quien estuvo en la inocencia cuando no sabía lo que era el mal, fácilmente es engañado, pero cuando ha experimentado el mal en el que ha caído y recuerda el bien que ha perdido, vuelve con arrepentimiento a Dios. En cambio, quien habiendo abandonado al diablo, se vuelve a Cristo, difícilmente vuelve al diablo, porque mientras se regocija con el bien que ha encontrado y se acuerda de los males de que se libró, difícilmente vuelve al mal.
Notas
1. Herodes era hijo del idumeo Antipatro, mayordomo en la corte de Juan Hircano II, y de Cipro, hija de un príncipe árabe.
2. El p. Reboli comenta. El nombre de mago se deriva, según algunos, de la palabra súmera emgu o de la asiríaca mahhu. Para otros es voz indoeuropea: en sánscrito maha; en persa mogh, en griego megaV; y significa grande, ilustre. Nabucodonosor confirió a Daniel el título de Rab-Magh o gran mago (Dan 2,48). Después de Cristo se tomó la palabra en sentido peyorativo. San Mateo la usa en su mejor acepción.
3. Zorobabel fue gobernador de Judá bajo la soberanía persa hacia el año 520 a .c. Probablemente nacido en Babilonia durante la cautividad.
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