SANTA JOSEFINA BAKHITA
De las homilías de San Juan Pablo II
en su canonización y su beatificación (1-X-2000 y 17-V-1992)
«La ley del Señor es perfecta
(…) e instruye al ignorante» (Sal 19,8). Estas palabras del Salmo responsorial de hoy
resuenan con fuerza en la vida de la religiosa Josefina Bakhita. Secuestrada y
vendida como esclava a la tierna edad de siete años, sufrió mucho en manos de
amos crueles. Pero llegó a comprender la profunda verdad de que Dios, y no el
hombre, es el verdadero Señor de todo ser humano, de toda vida humana. Esta
experiencia se transformó en una fuente de gran sabiduría para esta humilde
hija de África.
En el mundo actual
un elevado número de mujeres siguen siendo víctimas, incluso en las sociedades
modernas más desarrolladas. En santa Josefina Bakhita encontramos una
abogada brillante de la auténtica emancipación. La historia de su
vida no inspira una aceptación pasiva, sino más bien una firme decisión de
trabajar efectivamente por librar a niñas y mujeres de la opresión y la
violencia, y devolverles su dignidad en el ejercicio pleno de sus derechos.
En la Beata Josefina
Bakhita encontramos también un testimonio eminente del amor paternal de
Dios y un signo esplendoroso de la perenne actualidad de las Bienaventuranzas.
Nacida en el Sudán, en 1869, raptada por negreros cuando aún era niña y vendida
varias veces en los mercados africanos, conoció las atrocidades de una
esclavitud que dejó en su cuerpo señales profundas de la crueldad humana. A
pesar de estas experiencias de dolor, su inocencia permaneció íntegra, llena de
esperanza. «Siendo esclava nunca me he desesperado -decía- porque en mi
interior sentía una fuerza misteriosa que me sostenía». El nombre Bakhita -como
la habían llamado sus secuestradores- significa Afortunada, y así fue
efectivamente, gracias al Dios de todo consuelo, que la llevaba siempre como de
la mano y caminaba junto a ella.
Llegada a Venecia
por los caminos misteriosos de la divina Providencia, Bakhita se abrió muy
pronto a la gracia. El bautismo y, después de algunos años, la profesión
religiosa entre las hermanas Canosianas, que la habían acogido e instruido,
fueron la consecuencia lógica del descubrimiento del tesoro evangélico, para lo
cual sacrificó todo, incluso el regreso, ya siendo libre, a su tierra natal.
Como Magdalena de Canosa, ella también quería vivir sólo para Dios, y con
constancia heroica emprendió humilde y confiadamente el camino de la fidelidad
al amor más grande. Su fe era firme, transparente, fervorosa. «Sabéis qué gran
alegría es conocer a Dios», solía repetir.
La nueva Beata
transcurrió 51 años de vida religiosa canosiana dejándose guiar por la
obediencia en un compromiso cotidiano, humilde y escondido, pero rico de
genuina caridad y de oración. Los habitantes de Schio, donde residió casi todo
el tiempo, muy pronto descubrieron en su «madre morenita» -Madre
Moretta la llamaban- una humanidad rica en el dar, una fuerza
interior no común que arrastraba. Su vida se consumó en una incesante oración
con intención misionera, en una fidelidad humilde y heroica por su caridad, que
le consintió vivir la libertad de los hijos de Dios y promoverla a su
alrededor.
En nuestro tiempo,
en que el recurso desenfrenado al poder, al dinero y al placer causa tanta
desconfianza, violencia y soledad, el Señor nos presenta a sor Bakhita como
hermana universal, para que nos revele el secreto de la felicidad más
auténtica: las Bienaventuranzas.
El suyo es un
mensaje de bondad heroica a imagen de la bondad del Padre celestial. Ella nos
ha dejado un testimonio de reconciliación y de perdón evangélico, que llevará
ciertamente consuelo a los cristianos de su patria, Sudán, tan duramente
probados por un conflicto que dura desde hace muchos años y que ha
provocado tantas víctimas. Su fidelidad y su esperanza son motivo de orgullo y
de acción de gracias para toda la Iglesia. En este momento de grandes
tribulaciones, sor Bakhita les precede por el camino de la imitación de Cristo,
de la intensificación de la vida cristiana y de la adhesión inquebrantable a la
Iglesia.
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