Entrevista concedida por el
Cardenal
Raymond Leo Burke
a Gloria TV
Sobre el Concilio Vaticano II
P. Su Eminencia, usted creció antes del Concilio Vaticano II. ¿Cómo
recuerda aquellos tiempos?
R. Yo crecí en un tiempo muy
hermoso en la Iglesia, en la que se nos instruía cuidadosamente en la fe, tanto
en casa como en la escuela católica, en especial con el Catecismo de Baltimore.
Recuerdo la gran belleza de la Sagrada Liturgia, con hermosas Misas incluso en
nuestro pequeño pueblo agrícola. Y luego, por supuesto que estoy muy agradecido
a mis padres que me dieron una formación muy sólida sobre la
forma de vivir como católico. Así es que fueron años muy hermosos
P. Un amigo mío que nació después del Concilio solía decir: “No todo era
bueno en los viejos tiempos, pero todo era mejor.” ¿Qué opina de esto?
R: Bueno,
tenemos que vivir en cualquier momento que el Señor nos da. Ciertamente, tengo
muy buenos recuerdos de crecer en la década de 1950 y principios de 1960. Creo
que lo más importante es que apreciamos la naturaleza orgánica de nuestra fe
católica y valoramos la tradición a la que pertenecemos y por la cual la
fe ha llegado a nosotros.
P. ¿Abrazó con entusiasmo los grandes cambios después del Concilio?
R. Lo que sucedió
inmediatamente después del Concilio – en aquel momento yo estaba en el
seminario menor , y observábamos lo que estaba ocurriendo en el Concilio
– pero lo ocurrido después del Concilio fue muy fuerte, incluso en algunos
casos violento,
que tengo que decir que, aun cuando era joven, empecé a cuestionar algunas
cosas – si esto era realmente lo que se pretendía con el Concilio- porque
advertí que muchas cosas hermosas que la Iglesia tenía de repente
desaparecían e incluso ya no eran consideradas hermosas. Pienso, por
ejemplo, en la gran tradición del canto gregoriano o el uso del latín en la
celebración de la Sagrada Liturgia. Y Luego también, estaba, el llamado
“espíritu del Concilio Vaticano II” que influyó otras áreas – por
ejemplo, la vida moral, la enseñanza de la fe – y seguidamente vimos
tantos sacerdote abandonar su ministerio sacerdotal, y a muchas hermanas
religiosas renunciar a la vida religiosa. Así es que, sin duda alguna habían
aspectos del período post-conciliar que planteaban preguntas.
P. Usted fue ordenado sacerdote en 1975. ¿Cree usted que algo se ha hecho
mal en la Iglesia?
R. Sí, yo creo que sí. De alguna
manera, hemos perdido el fuerte sentido de la centralidad de la Sagrada Liturgia
y, por tanto, de la función sacerdotal y el ministerio en la Iglesia. Tengo que decir, que yo
estaba tan fuertemente criado en la fe, y tenía un sólido entendimiento
de la vocación, que nunca podría rechazar hacer lo que Nuestro Señor estaba
pidiendo. Pero vi que había algo que sin duda había salido mal. Fui testigo,
por ejemplo, cuando era un joven sacerdote, del vacío de la catequesis. Los textos
de catequesis eran muy pobres. Entonces fui testigo de las experimentaciones
litúrgicas – algunas de las cuales no quiero ni recordar – la pérdida de
la vida devocional, la asistencia a la misa del domingo comenzó a disminuir de
manera constante: todo ello me indicaba que algo había salido mal.
Sobre las dos formas de la Santa Misa
P: ¿Podría haber imaginado en 1975 que, un día ofrecería Misa en el
rito que fue abandonado por el bien de la renovación?
R. No, no me lo hubiera
imaginado. Aunque, debo decir también que lo encuentro lógico, ya que es
un rito muy hermoso y el que la Iglesia lo haya recuperado me parece un signo
muy saludable. Pero, en aquel momento, hay que decir que la reforma litúrgica en particular fue muy radical y, como he mencionado
antes, incluso violenta,
por lo que el pensamiento de una restauración no parecía algo posible.
Pero, gracias a Dios, sucedió.
P. ¿Jurídicamente, el Novus Ordo y la Misa Latina Tradicional son el
mismo rito. ¿Es esto también su verdadera experiencia cuando
celebra una Misa Pontifical Solemne en el nuevo o en el rito
antiguo?
R. Sí, entiendo que ellas son el
mismo rito, y creo que, cuando el llamado nuevo rito o la forma ordinaria se
celebra con gran cuidado y con un fuerte sentido de que la Santa Liturgia es la
acción de Dios, uno puede ver más claramente la unidad de las dos formas de
un mismo rito. Por otro lado, espero que – con el tiempo – algunos de los elementos que imprudentemente
se retiraron del rito de la Misa, que ahora se ha convertido en la forma
ordinaria, puedan ser restaurados, ya que la diferencia entre las dos formas es
muy marcada.
P. ¿En qué sentido?
R. En la rica articulación de la
forma extraordinaria, todo apunta siempre a la naturaleza teocéntrica de la liturgia, en cambio esto prácticamente
disminuye hasta el el grado más bajo posible en la forma ordinaria.
Sobre el Sínodo 2014
P. ¿El Sínodo sobre la Familia ha sido un golpe e incluso un
escándalo, sobre todo para las familias católicas jóvenes que son el futuro de
la Iglesia. Tienen ellos motivos para preocuparse?
R. Sí, lo tienen. Creo que la relatio intermedia del Sínodo, que terminó el 18
de octubre pasado, es quizás uno de los documentos públicos más impactantes de
la Iglesia que yo podía imaginar. Y, es también motivo de alarma muy grave, siendo especialmente
importante que las buenas familias católicas que están viviendo la belleza del
Sacramento del Matrimonio se consagren a una vida matrimonial sólida y
que también utilicen cualquier ocasión para dar testimonio
de la belleza y verdad que están experimentando a diario en su vida
matrimonial.
P. Prelados de alto rango continúan dando la impresión de que
el “progreso” en la Iglesia consiste en la promoción de la agenda gay y
la temática del divorcio. ¿Creerán ellos realmente que estas cosas van a
originar una nueva primavera en la Iglesia?
R: No sé cómo podían creer tal
cosa, cómo podría ser que, por ejemplo, el divorcio – que la
Constitución Pastoral sobre la Iglesia Gaudium et Spes llama una plaga en la
sociedad – cómo podría ser que la promoción de las relaciones
homosexuales, que son intrínsecamente malas, ¿cómo podría provenir de
esto algo bueno? En realidad, lo que vemos es que tienen como resultado
la destrucción de la sociedad, la ruptura de la familia, la ruptura de la
fibra de la sociedad, y, por supuesto, en el caso de los actos contra natura,
la corrupción de la sexualidad humana, la cual es ordenada esencialmente
hacia el matrimonio y a la procreación de los hijos.
P. ¿No cree Usted que el principal problema en vastos territorios
de la Iglesia es la falta de familias católicas y sobre todo la falta de niños
católicos? No Debería más bien haber sido esto el eje del Sínodo?
R: Eso creo, y mucho. La Iglesia
cuenta con sólida vida familiar católica, y depende de las familias católicas
sólidas. Yo creo que, cuando la Iglesia está sufriendo más, también el
matrimonio y la vida familiar están sufriendo. Vemos que cuando en el
matrimonio las parejas no son generosas en traer una nueva vida al mundo,
sus propios matrimonios disminuyen, así como la sociedad misma. Somos
testigos de que en muchos países en que la población local, que en muchos casos
sería cristiana, está desapareciendo debido a que la tasa de natalidad es muy baja.
Y algunos de estos lugares – por ejemplo, donde también hay una fuerte
presencia de las personas que pertenecen al Islam – nos encontramos con que la
vida musulmana se está apoderando de los países que antes eran cristianos.
Sobre la Fraternidad de San Pío X
P. En muchas partes de Europa Occidental y los EE.UU., las únicas
parroquias que aún tienen niños pertenecen a la Fraternidad Sacerdotal de San
Pío X, mientras que diócesis enteras están desiertas. ¿Los obispos toman nota
de esto?
A. Me imagino así. No tengo
experiencia directa de lo que usted está describiendo. A partir de mi propio
experiencia como obispo de La Crosse, Wisconsin y como Arzobispo de Saint
Louis, Missouri, he oído esto acerca de algunas diócesis en ciertas
naciones europeas donde prácticamente son incapaces de continuar, pero existe
una fuerte presencia de los que pertenecen a la Fraternidad de San Pío X.
No puedo dejar de pensar que los obispos en esos lugares deben tener
conocimiento de lo mismo y deben reflexionar sobre ello
Sobre los jóvenes católicos
P. ¿La mayoría de los católicos practicantes en una parroquia
promedio en Europa Occidental y los EE.UU. son los que fueron bautizados y
catequizados antes del Concilio. Está la Iglesia en estos países viviendo
de su pasado?
R. Creo que mi generación, por
ejemplo, fue bendecida al poder crecer en un momento en el que había una
fuerte práctica de la fe católica, una fuerte tradición de participación en la
Misa dominical y en la Sagrada Liturgia, una fuerte vida devocional, un fuerte
enseñanza de la Fe- Pero de alguna manera, yo creo, que por desgracia nos lo
tomamos como algo seguro, y no se dio la misma atención a continuar la
transmisión de la fe como la habíamos recibido para el éxito de las
futuras generaciones. Ahora lo que yo veo es que muchos jóvenes
tienen hambre y sed – y esto ya desde hace algún tiempo – de conocer la fe
católica en sus raíces y experimentar muchos aspectos de la rica tradición de
la fe. Así es que creo que hay una recuperación precisamente de lo que
durante un período de tiempo se había perdido o no se cuidó de manera adecuada.
Creo que ahora está ocurriendo un renacimiento de jóvenes católicos.
P. ¿El Sínodo sobre la Familia tiene algún plan para promover el
matrimonio y para alentar y apoyar a las familias con muchos hijos?
A. Sinceramente espero que
así sea. Yo no soy parte de la dirección central o del grupo de
Cardenales y Obispos que colaboran en la organización y dirección del Sínodo de
los Obispos. Pero sin duda que así lo espero.
De la Propuesta Kasper
P. Muchos católicos temen que, al final, el Sínodo de los Obispos
recurrirá a un doble lenguaje. Razones “Pastorales” se utilizan para en
la práctica cambiar la doctrina. ¿Se justifican tales
temores?
R. Sí. De hecho, uno de los argumentos más insidiosas utilizados en el
Sínodo para promover las prácticas que son contrarias a la doctrina de la fe es
el argumento de que, “Nosotros no estamos tocando la doctrina, creemos en el
matrimonio como la Iglesia siempre ha creído en él, pero sólo estamos haciendo
cambios en la disciplina “. Pero en la Iglesia Católica, esto nunca puede ser, porque en la
Iglesia Católica, su disciplina siempre se relaciona directamente con su
enseñanza. En otras palabras: la disciplina está al servicio de la verdad de la
fe, de la vida en general en la Iglesia Católica. Y así, no se puede decir que
el cambiar una disciplina no tiene algún efecto sobre la doctrina que la
protege o salvaguarda o promociona.
P. ¿El término “misericordia” se utiliza para cambiar la doctrina de la
Iglesia e incluso el Nuevo Testamento con el fin de justificar el pecado. ¿Fue
este uso deshonesto del término “misericordia” expuesto en el Sínodo?
R. Sí, lo fue. Había padres
sinodales que hablaron acerca de un falso sentido de la misericordia, que no
tendría en cuenta la realidad del pecado. Me acuerdo de un Padre sinodal que
dijo: “¿Ya no existe el pecado? ¿Acaso ya no lo reconocemos?” Así que,
creo que fue muy fuertemente confrontado por algunos Padres sinodales. El
alemán protestante – Luterano – pastor que murió durante la Segunda Guerra
Mundial, Dietrich Bonhoeffer, utilizaba una analogía interesante. Habló acerca
de la gracia “costosa” y la gracia “barata”. Bueno, no hay gracia “barata”.
Cuando la vida de Dios se da a nosotros como lo es en la Iglesia, exige de
nosotros una nueva forma de vida, una conversión diaria a Cristo, y sabemos que
la misericordia de Dios se da en la medida que abrazamos la conversión y nos
esforzamos por hacer nuevo, en Cristo, cada día de nuestra vida y
para superar nuestros pecados y nuestras debilidades.
P. ¿Por qué el término “misericordia” es utilizado para los adúlteros,
pero no para los pedófilos? En otras palabras: ¿Tiene la iglesia los
medios para decidir cuándo se permite aplicar la “misericordia” y cuándo
no?
A. Esto, también, es un punto al
que se dió atención durante el Sínodo. La Misericordia tiene
que ver con la persona que, por la razón que sea, está cometiendo pecado. Hay que llamar siempre hacia el bien a esa persona – en otras palabras,
llamarla a ser quien ella realmente es: hija de Dios. Pero al
mismo tiempo, hay que reconocer los pecados, ya sean el adulterio o la
pedofilia o el robo o el asesinato – cualquiera que este sea – como
grandes males, como pecados mortales y, por tanto, como intolerables
para nosotros. No podemos aceptarlos. La mayor caridad, la misericordia
más grande que podemos mostrar al pecador es reconocer la maldad de los actos
que él o ella está cometiendo y llamar a esa persona a la verdad.
Sobre el poder y la autoridad del Papa
P. ¿Todavía tenemos que creer que la Biblia es la autoridad suprema de la
Iglesia y no puede ser manipulada – ni siquiera por los obispos o el Papa?
R. Por supuesto! La palabra de
Cristo es la verdad a la que todos estamos llamados a ser obedientes y, ante
todo, a la que el Santo Padre está llamado a obedecer. En algún momento durante
el Sínodo, habían hecho referencia a la plenitud del poder del Santo Padre, que
en Latín llamamos en plenitudo potestatis, dando la impresión de que el
Santo Padre podría incluso, por ejemplo, disolver un matrimonio válido que se
había consumado. Y eso no es cierto. La “plenitud del poder” no es un poder absoluto. Es la “plenitud del poder”
para hacer lo que Cristo ordena de nosotros en obediencia a Él. Así es que
todos seguimos a Nuestro Señor Jesucristo, comenzando con el Santo Padre.
P. ¿Un arzobispo dijo recientemente, “obviamente Seguimos la doctrina de
la Iglesia sobre la familia.” Luego agregó: “… hasta que el Papa decida otra
cosa.” ¿Tiene el Papa el poder de cambiar la doctrina?
R.
No. Esto es imposible. Sabemos lo que la enseñanza de la Iglesia ha sido
siempre. Fue, por ejemplo, expresada por el Papa Pío XI en su encíclica Casti
connubii. Fue expresada por el Papa Pablo VI en la Humanae vitae. Y expuesta de
manera admirable por el Papa San Juan Pablo II en la Familiaris consortio. Esa enseñanza es inmutable. El Santo Padre puede dar como servicio la
defensa de la enseñanza presentándola con novedad y frescura, pero sin
cambiarla.
P.Se dice que los cardenales llevan el color rojo para representar
la sangre de los mártires que murieron por Cristo. A excepción de John Fisher,
quien fuera nombrado cardenal cuando ya estaba en la cárcel, ningún
cardenal ha muerto por la Fe. ¿Cuál es la razón de esto?
R: No lo sé, no puedo explicarlo.
Ciertamente, algunos cardenales han sufrido mucho por la Fe. Pensamos en
Cardenal Mindszenty (1892-1975), por ejemplo, en Hungría, o pensamos en
Cardenal Stepinac (1898-1960) en lo que fue Yugoslavia. Y pensamos en otros
cardenales de diferentes períodos de la historia de la Iglesia que tuvieron
que sufrir mucho para defender la Fe. El Martirio puede tomar más que
solo la forma sangrienta. Hablamos de martirio rojo, pero también hay un
martirio blanco que consiste en enseñar fielmente la verdad de la Fe y la
defensa de ella, y tal vez ser enviado al exilio como ha ocurrido a
algunos cardenales, o que sufren de otras maneras. Pero lo importante para el
Cardenal ha de ser la defensa de la Fe usque ad effusionem sanguinis –
incluso hasta el derramamiento de sangre. Así, un Cardenal tiene que hacer todo
lo posible para defender la fe, incluso si esto significa el derramamiento de
sangre. Pero también todo lo que va antes de eso.
Sobre la cosas favoritas del cardenal Burke, Sus más gratos
recuerdos, y el temor al Juicio
P. Su Eminencia, algunas observaciones rápidas: ¿Quién es su santo
preferido?
R. Bueno, la Madre Santísima,
obviamente, es la favorita de todos nosotros.
P. ¡Eso no cuenta!
R. [Risas] También tengo una gran devoción
a san José. Pero una santa que realmente me ha ayudado mucho durante mi vida,
desde el momento en que era un niño y en el seminario, es Santa Teresa de
Lisieux, la Pequeña Flor. Su Caminito sigue siendo, para mí, muy útil en mi
vida espiritual.
P. ¿Cuál es su oración favorita?
R. El rosario.
P. ¿Cuál es su libro favorito?
R. Supongo que el Catecismo no
cuenta. [Risas]
P: No, tampoco lo hace la Biblia.
R. Me gusta también mucho los
escritos del beato Columba Marmion (1858-1923), escritos espirituales, y
también soy aficionado a los escritos del arzobispo Fulton Sheen (1895-1979).
P. ¿Cuál fue su mejor momento como sacerdote?
R. Yo creo que mi ordenación al
sacerdocio. Pienso constantemente en ello y todo estaba allí, todo se ha
desarrollado desde allí. Lo que encuentro más hermoso en el sacerdocio
fue lo que se dio en los primeros cinco años de mi sacerdocio, cuando tuve
un intenso servicio sacerdotal en la parroquia con el Sacramento de
la Confesión, con muchas confesiones, y la celebración – obviamente – de la
Santa Misa , y luego la enseñanza de la fe a los niños. Esos recuerdos – y
luego, por un breve período de tres años, enseñé en una escuela secundaria
católica – esos son realmente, para mí, los recuerdos de mi sacerdocio que más
atesoro.
P. ¿Teme el Juicio Final?
R. Por supuesto que sí. Uno
piensa, por ejemplo, en toda la responsabilidad que tienes, primero como
sacerdote, pero más aún como obispo y cardenal, y hace que uno examine su
conciencia. Sé que hay cosas que podría haber hecho mucho mejor, y eso me
hace tener miedo. Pero espero que el Señor tenga misericordia de mí y oro por
ello.
P: Gracias, señor Cardenal.
A. De nada.
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