Intervención del
Cardenal Robert Cardenal Sarah
Prefecto de la Congregación para el Culto
Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Sínodo Ordinario de la Familia, octubre 2015
Su Santidad, Sus Eminencias, Sus
Excelencias, participantes en el Sínodo:
Propongo estas tres líneas de pensamiento:
Más transparencia y respeto entre nosotros.
Experimento una profunda necesidad de
invocar al Espíritu de Verdad y Amor, la fuente de la parresía al hablar y de
la humildad al escuchar, el cual es el único capaz de crear verdadera armonía
en la pluralidad.
Lo digo francamente: en el Sínodo previo,
en relación a varios asuntos experimenté la tentación de rendirme a la
mentalidad del mundo secularizado y del occidente individualista. Reconocer las
así llamadas «realidades de la vida» como un locus theologicus significa renunciar a la esperanza en
poder transformador de la fe y del Evangelio. El Evangelio que alguna vez
transformó culturas está ahora en peligro de ser transformado por ellas.
Además, algunos de los procedimientos utilizados no se enfocaron a una discusión
enriquecedora y a la comunión, en la medida en que promovieron un cierto estilo
de los grupos de las Iglesias más ricas. Esto es contrario a una Iglesia pobre,
de un gozoso, evangélico y profético signo de contradicción en el mundo
secularizado. No se puede entender por qué algunas declaraciones que no fueron
aceptadas por la mayoría cualificada del último Sínodo aparecieron en la Relatio y, posteriormente, por qué hubo
quienes ejercieron presión en asuntos de gran actualidad (tales como la ideología
de género), y que fueron en cambio ignorados tanto en los Lineamenta como en el Instrumentum
laboris.
Por lo tanto, la primera esperanza es que,
en nuestra labor, gocemos de más libertad, transparencia y objetividad. Por
esto, sería benéfico publicar los resúmenes de las intervenciones, para
facilitar la discusión y evitar cualquier prejuicio o discriminación al aceptar
los pronunciamientos de los Padres sinodales.
Discernimiento de la historia y de los
valores.
Una segunda esperanza: que el Sínodo honre su
histórica misión y no se limite a sí mismo al hablar sólo sobre ciertas
cuestiones pastorales (como ocurre en el caso de la posible comunión para los
divorciados vueltos a casar, sino que ayude al Santo Padre a enunciar
claramente verdades y una guía real a escala global. Hay nuevos retos con
respecto al sínodo celebrado en 1980. Un discernimiento teológico nos hace
capaces para visualizar en nuestra época dos amenazas inesperadas (casi como
dos «bestias apocalípticas») ubicadas en polos opuestos: por una parte, la
idolatría occidental de la libertad: por otra, el fundamentalismo: el
secularismo ateo versus fanatismo religioso. Para usar
un lema, nos encontramos nosotros mismos entre «la ideología de género e ISIS.»
Las masacres islámicas y las demandas libertarias regularmente contienden por
la primera plana de los diarios. (¡Recordemos lo que ocurrió el 26 de junio
último!). A partir de estas dos radicalizaciones surgen las dos mayores
amenazas para la familia: su desintegración subjetivista en el occidente
secularizado a través del acceso rápido y fácil al divorcio, al aborto, a las
uniones homosexuales, a la eutanasia, etcétera (cf. La teoría de género, el
FEMEN, los grupos de presión LGBT, IPPF…). Y, en el otro extremo, la seudo
familia del Islam ideologizado, la cual legitima la poligamia, la servidumbre
de la mujer, la esclavitud sexual, el matrimonio infantil (cf. Al Qaeda, Isis,
Boko Haram…).
Son varias las claves que nos permiten
intuir el mismo origen demoníaco de estos dos movimientos. A diferencia del
Espíritu de Verdad que promueve la comunión en la diversidad (perichoresis), aquéllas
promueven la confusión (homo-gamia)
o la subordinación (poli-gamia).
Además, se caracterizan porque son «violentamente intolerantes, destructores de
las familias, de la sociedad y de la Iglesia, y son abiertamente
cristianofóbicos».
«No estamos luchando contra creaturas de
carne y sangre...» Necesitamos ser incluyentes y dar la bienvenida a todo lo
que sea humano; pero lo que viene del Enemigo no puede y no debe ser
asimilado», apuntó. «¡No puedes unirte a Cristo y a Belial (príncipe de la
oscuridad! Lo que el nazismo fascista y el comunismo fueron en el siglo XX, lo
son hoy en día las ideologías homosexual y abortista en occidente y el
fanatismo islámico.
Proclamar y servir a la belleza de la
Monogamia y de la Familia.
Enfrentados con estos dos mortales y sin
precedentes retos («homo-gamia» y la «poli-gamia»), la Iglesia debe promover
una verdadera epifanía de la familia. Tanto el Papa (como portavoz de la
Iglesia) como los obispos y pastores del rebaño cristiano, en su actuar
individual, pueden contribuir a esto: «la Iglesia de Dios, la cual Él ha
obtenido al precio de su propia sangre» (Hech.: 20:28).
Junto con una firme y clara Palabra del
Supremo Magisterio, los Pastores tienen la misión de ayudar a los hombres y
mujeres de nuestro tiempo a descubrir la belleza de la familia cristiana. Para
hacer esto, se debe primero promover todo lo que represente una genuina
Iniciación cristiana de adultos, ya que la crisis del matrimonio es
esencialmente una crisis de Dios y, al mismo tiempo, una crisis de fe, lo que
implica una pueril iniciación cristiana. Por esta razón debemos discernir
aquellas realidades que el Espíritu Santo está ya revelándonos en la Verdad
sobre la Familia como una comunión íntima en la diversidad (hombre y mujer) que
es generosa con el don de la vida. Nosotros, los obispos, tenemos el urgente
deber de reconocer y promover los carismas, movimientos y las realidades
eclesiales en las cuales la Familia es genuinamente revelada, este prodigio de
armonía, amor y esperanza en la Eternidad, esta cuna de fe y escuela de
caridad. Y existen tantas realidades ofrecidas por la Providencia, junto con el
Concilio Vaticano Segundo, en el cual se ofrece este milagro.
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