jueves, 15 de octubre de 2015

El Evangelio que alguna vez transformó culturas está ahora en peligro de ser transformado por ellas - Card. Robert Sarah

Intervención del
Cardenal Robert Cardenal Sarah
Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.
Sínodo Ordinario de la Familia, octubre 2015
Su Santidad, Sus Eminencias, Sus Excelencias, participantes en el Sínodo:
Propongo estas tres líneas de pensamiento:
Más transparencia y respeto entre nosotros.
Experimento una profunda necesidad de invocar al Espíritu de Verdad y Amor, la fuente de la parresía al hablar y de la humildad al escuchar, el cual es el único capaz de crear verdadera armonía en la pluralidad.
Lo digo francamente: en el Sínodo previo, en relación a varios asuntos experimenté la tentación de rendirme a la mentalidad del mundo secularizado y del occidente individualista. Reconocer las así llamadas «realidades de la vida» como un locus theologicus significa renunciar a la esperanza en poder transformador de la fe y del Evangelio. El Evangelio que alguna vez transformó culturas está ahora en peligro de ser transformado por ellas. Además, algunos de los procedimientos utilizados no se enfocaron a una discusión enriquecedora y a la comunión, en la medida en que promovieron un cierto estilo de los grupos de las Iglesias más ricas. Esto es contrario a una Iglesia pobre, de un gozoso, evangélico y profético signo de contradicción en el mundo secularizado. No se puede entender por qué algunas declaraciones que no fueron aceptadas por la mayoría cualificada del último Sínodo aparecieron en la Relatio y, posteriormente, por qué hubo quienes ejercieron presión en asuntos de gran actualidad (tales como la ideología de género), y que fueron en cambio ignorados tanto en los Lineamenta como en el Instrumentum laboris.
Por lo tanto, la primera esperanza es que, en nuestra labor, gocemos de más libertad, transparencia y objetividad. Por esto, sería benéfico publicar los resúmenes de las intervenciones, para facilitar la discusión y evitar cualquier prejuicio o discriminación al aceptar los pronunciamientos de los Padres sinodales.
Discernimiento de la historia y de los valores.

Una segunda esperanza: que el Sínodo honre su histórica misión y no se limite a sí mismo al hablar sólo sobre ciertas cuestiones pastorales (como ocurre en el caso de la posible comunión para los divorciados vueltos a casar, sino que ayude al Santo Padre a enunciar claramente verdades y una guía real a escala global. Hay nuevos retos con respecto al sínodo celebrado en 1980. Un discernimiento teológico nos hace capaces para visualizar en nuestra época dos amenazas inesperadas (casi como dos «bestias apocalípticas») ubicadas en polos opuestos: por una parte, la idolatría occidental de la libertad: por otra, el fundamentalismo: el secularismo ateo versus fanatismo religioso. Para usar un lema, nos encontramos nosotros mismos entre «la ideología de género e ISIS.» Las masacres islámicas y las demandas libertarias regularmente contienden por la primera plana de los diarios. (¡Recordemos lo que ocurrió el 26 de junio último!). A partir de estas dos radicalizaciones surgen las dos mayores amenazas para la familia: su desintegración subjetivista en el occidente secularizado a través del acceso rápido y fácil al divorcio, al aborto, a las uniones homosexuales, a la eutanasia, etcétera (cf. La teoría de género, el FEMEN, los grupos de presión LGBT, IPPF…). Y, en el otro extremo, la seudo familia del Islam ideologizado, la cual legitima la poligamia, la servidumbre de la mujer, la esclavitud sexual, el matrimonio infantil (cf. Al Qaeda, Isis, Boko Haram…).
Son varias las claves que nos permiten intuir el mismo origen demoníaco de estos dos movimientos. A diferencia del Espíritu de Verdad que promueve la comunión en la diversidad (perichoresis), aquéllas promueven la confusión (homo-gamia) o la subordinación (poli-gamia). Además, se caracterizan porque son «violentamente intolerantes, destructores de las familias, de la sociedad y de la Iglesia, y son abiertamente cristianofóbicos».
«No estamos luchando contra creaturas de carne y sangre...» Necesitamos ser incluyentes y dar la bienvenida a todo lo que sea humano; pero lo que viene del Enemigo no puede y no debe ser asimilado», apuntó. «¡No puedes unirte a Cristo y a Belial (príncipe de la oscuridad! Lo que el nazismo fascista y el comunismo fueron en el siglo XX, lo son hoy en día las ideologías homosexual y abortista en occidente y el fanatismo islámico.
Proclamar y servir a la belleza de la Monogamia y de la Familia.
Enfrentados con estos dos mortales y sin precedentes retos («homo-gamia» y la «poli-gamia»), la Iglesia debe promover una verdadera epifanía de la familia. Tanto el Papa (como portavoz de la Iglesia) como los obispos y pastores del rebaño cristiano, en su actuar individual, pueden contribuir a esto: «la Iglesia de Dios, la cual Él ha obtenido al precio de su propia sangre» (Hech.: 20:28).
Junto con una firme y clara Palabra del Supremo Magisterio, los Pastores tienen la misión de ayudar a los hombres y mujeres de nuestro tiempo a descubrir la belleza de la familia cristiana. Para hacer esto, se debe primero promover todo lo que represente una genuina Iniciación cristiana de adultos, ya que la crisis del matrimonio es esencialmente una crisis de Dios y, al mismo tiempo, una crisis de fe, lo que implica una pueril iniciación cristiana. Por esta razón debemos discernir aquellas realidades que el Espíritu Santo está ya revelándonos en la Verdad sobre la Familia como una comunión íntima en la diversidad (hombre y mujer) que es generosa con el don de la vida. Nosotros, los obispos, tenemos el urgente deber de reconocer y promover los carismas, movimientos y las realidades eclesiales en las cuales la Familia es genuinamente revelada, este prodigio de armonía, amor y esperanza en la Eternidad, esta cuna de fe y escuela de caridad. Y existen tantas realidades ofrecidas por la Providencia, junto con el Concilio Vaticano Segundo, en el cual se ofrece este milagro.


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