Misas de la Virgen
XXXIX (Tiempo Ordinario XXI):
"Santa María,
Reina y Madre de Misericordia"
MISA COMPLETA,
GUIÓN Y COMENTARIO
El
título de este formulario abarca dos características que con frecuencia se
atribuyen a la Santísima Virgen, llenas ambas de atractivo y muy gratas a los
fieles: «Reina de misericordia» y «Madre de misericordia».
El
título de «Reina de misericordia» (cf. Antífona de entrada, Oración colecta 2,
Al) celebra la bondad, la generosidad, la dignidad de la Santísima Virgen, la
cual, elevada al cielo, cumpliendo en su persona lo que prefiguraba la reina
Ester (cf. 1ª Lectura, Est 4, 17), «ruega incesantemente» (Prefacio) a su Hijo
por la salvación del pueblo, que acude a ella confiadamente en sus
tribulaciones y peligros. La Santísima Virgen, por tanto, es la «Reina
clemente» (Prefacio; cf. Oración después de la comunión) «que, habiendo
experimentado (la) misericordia (de Dios) / de un modo único y privilegiado, /
acoge a todos los que en ella se refugian» (Prefacio; cf. Oración después de la
comunión); por esto, es saludada con razón como «consuelo de los penitentes y
esperanza de los pecadores» (Antífona de entrada).
Con
el título de «Madre de misericordia» (cf. Oración colecta 1, Prefacio, Oración
sobre las ofrendas), que al parecer atribuyó por primera vez a la Santísima
Virgen san Odón (+ 942), abad de Cluny (cf. Vita Odonis 1, 9: PL 133,47), es
celebrada con razón Santa María, porque dio a luz para nosotros a Jesucristo,
misericordia visible del invisible Dios misericordioso, y porque es Madre
espiritual de los fieles, llena de gracia y de misericordia: la Santísima
Virgen «es llamada "Madre de la misericordia" -dice san Lorenzo de
Brindis-, esto es, misericordiosísima, Madre clementísima, Madre ternísima,
amantísima» (Mariale, Sermo secundus super «Salve Regina», 111: Opera omnia,
1,Taller tipográfico del Seminario, Padua 1928, p. 391). La Madre de Jesús,
en efecto, ahora que está en el cielo, presenta las necesidades de los fieles
al Hijo, al que, cuando estaba en la Tierra, suplicó en favor de los esposos de
Caná (cf. Evangelio, Jn 2, 1-11).
En
el formulario de la Misa la Santísima Virgen es celebrada como:
-
profetisa que ensalza la misericordia de Dios (cf. Evangelio, Lc 1, 39-55);
efectivamente, en el cántico del Magnificat alabó por dos
veces al Dios misericordioso: «Su misericordia llega a sus fieles / de
generación en generación»; «Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la
misericordia» (Lc 1, 50. 54; cf. Antífona de comunión 2). Por esto, los fieles
desean «proclamar continuamente (la) misericordia (de Dios) / con la
bienaventurada Virgen María» (Oración después de la comunión);
-
mujer que ha experimentado la misericordia de Dios de un modo único y
privilegiado: «Ella es la Reina clemente, / que, habiendo experimentado (la)
misericordia (de Dios) / de un modo único y privilegiado, / ... escucha cuando
la invocan» (Prefacio). Estas palabras del Prefacio parecen como un eco de lo
que dice San Juan Pablo II sobre la Santísima Virgen: «María, de un modo
totalmente singular y extraordinario -como nadie más-, conoció la
misericordia..., habiendo experimentado la misericordia de manera
extraordinaria» (Carta encíclica Dives in misericordia, 9: AAS
72 [1980], pp. 1208. 1209).
Antífona de entrada
Salve, Reina de misericordia, Madre gloriosa de Cristo, consuelo de los
penitentes y esperanza de los pecadores.
Oración colecta
Oh, Dios, cuya misericordia no tiene límites, concédenos, por
intercesión de la Virgen María, Madre de misericordia, conocer tu bondad en la
Tierra, para alcanzar tu gloria en el Cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.
O
bien:
Dios misericordioso, escucha las plegarias de tus hijos que, inclinados
por el peso de sus culpas, se convierten a ti e invocan tu clemencia; movido
por ella enviaste a tu Hijo al mundo como Salvador y nos diste a la Virgen
santa María como Reina de misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.
I
Primera lectura
La reina Ester ruega por su pueblo
Lectura del libro de Ester 4, 17n. p-r. aa-bb. Hh-kk
En aquellos días, la reina Ester, temiendo el peligro inminente, acudió
al Señor y le rezó así:
"Dios de Israel:
"Dios de Israel:
Señor mío, único rey nuestro,
protégeme, que estoy sola
y no tengo otro defensor fuera de ti,
pues yo misma me he expuesto al peligro.
Desde mi infancia oí, en el seno de mi familia,
cómo tú, Señor,
escogiste a Israel entre las naciones,
a nuestros padres entre todos sus antepasados,
para ser tu heredad perpetua;
y les cumpliste lo que habías prometido.
Atiende, Señor, muéstrate a nosotros en la tribulación,
y dame valor, Señor,
rey de los dioses y señor de los poderosos.
Pon en mi boca un discurso acertado
cuando tenga que hablar al león;
haz que cambie y aborrezca a nuestro enemigo,
para que perezca con todos sus cómplices.
A nosotros, líbranos con tu mano;
y a mí, que no tengo otro auxilio fuera de ti,
protégeme tú, Señor, que lo sabes todo.
Palabra de Dios.
Salmo
responsorial Lc 1, 46-48a. 48b-49. 50-51. 52-53. 54-55 (R.: cf. 50)
R. La
misericordia del Señor llega de generación en generación.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava. R.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo. R.
Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R.
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes;
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R.
Auxilia a Israel su siervo,
acordándose de la misericordia
—como lo había prometido a nuestros padres—
en favor de Abrahán
y su descendencia por siempre. R.
Aleluya
Dignísima Reina del mundo, María siempre virgen, intercede por nuestra
paz y nuestra salvación, tú que diste a luz al Señor, el Salvador del mundo.
Evangelio
Y la madre de Jesús estaba allí
+ Lectura del santo Evangelio según san Juan 2, 1-11.
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús
estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo:
— No les queda vino.
Jesús le contestó:
— Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora. Su madre dijo a los
sirvientes:
— Haced lo que él diga.
Había allí colocadas, seis tinajas de piedra, para las purificaciones de
los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo:
— Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó:
— Sacad ahora, y llevádselo al mayordomo.
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía
(los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), entonces llamó al
novio y le dijo:
— Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el
peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y
creció la fe de sus discípulos en él.
Palabra del Señor.
II
Segunda lectura
Estando muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10
Hermanos:
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando
nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo –por pura
gracia estáis salvados–, nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en
el cielo con él.
Así muestra a las edades futuras la inmensa riqueza de su gracia, su
bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Porque estáis salvados por su gracia y mediante la fe. Y no se debe a
vosotros, sino que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que
nadie pueda presumir.
Pues somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús, para que nos
dediquemos a las buenas obras, que él nos asignó para que las practicásemos.
Palabra de Dios.
Salmo
responsorial Sal 102, 1-2. 3-4. 6 y 8. 13 y 17 (R.: 17a)
R. Bendice, alma
mía, al Señor.
Bendice, alma mía, al Señor
y todo mi ser a su santo nombre.
Bendice, alma mía, al Señor
y no olvides sus beneficios. R.
Él perdona todas tus culpas
y cura todas tus enfermedades;
él rescata tu vida de la fosa
y te colma de gracia y de ternura. R.
El Señor hace justicia
y defiende a todos los oprimidos.
El Señor es compasivo y misericordioso,
lento a la ira y rico en clemencia. R.
Como un padre siente ternura por sus hijos,
siente el Señor ternura por sus fieles;
Pero la misericordia del Señor dura siempre,
su justicia pasa de hijos a nietos. R.
Versículo antes del evangelio
Dios te salve, Madre del Señor, reina de misericordia, consuelo del
mundo y esperanza de los desgraciados..
Evangelio
Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación
+ Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a
un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su
vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
–«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de m¡ Señor? En cuanto tu
saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Dichosa
tú, que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.»
María dijo:
— «Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.»
Palabra del Señor.
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, los dones de tu pueblo y, al venerar a la Virgen María como Madre de misericordia, concédenos ser misericordiosos con nuestros hermanos, para poder alcanzar tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
La Bienaventurada Virgen María, Reina de piedad,
Madre de Misericordia
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación,
darte gracias, Padre santo,
siempre y en todo lugar,
y proclamar tu grandeza
en esta memoria de la bienaventurada Virgen María.
Ella es la Reina clemente,
que, habiendo experimentado tu misericordia
de un modo único y privilegiado,
acoge a todos los que en ella se refugian
y los escucha cuando la invocan.
Ella es la Madre de la misericordia,
atenta siempre a los ruegos de sus hijos,
para impetrar indulgencia
y obtenerles el perdón de los pecados.
Ella es la dispensadora del amor divino,
la que ruega incesantemente a tu Hijo por nosotros,
para que su gracia enriquezca nuestra pobreza
y su poder fortalezca nuestra debilidad.
Por él,
los ángeles y los arcángeles
te adoran eternamente,
gozosos en tu presencia.
Permítenos unimos a sus voces
cantando tu alabanza:
Santo, Santo, Santo.
Antífona de comunión Lc 6, 36
Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo.
O
bien: Lc 1, 49-50
El Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su
misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Oración después de la comunión
Alimentados con esta eucaristía, te pedimos, Señor, proclamar
continuamente tu misericordia con la bienaventurada Virgen María, y
experimentar la protección de aquella a quien llamamos Reina clementísima para
los pecadores y Madre de misericordia con los pobres. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Introducción
El Omnipotente y eternamente Misericordioso nos ha querido reunir
nuevamente en el sacro recinto de su Iglesia. En efecto, sagrado debe ser el
lugar en el que se celebra lo sagrado. Y por lo mismo, ejemplarmente fervorosa
ha de ser nuestra participación en el culto.
La Santísima Virgen María, a la que en esta Eucaristía contemplaremos como "Reina y Madre de Misericordia", nos conceda la gracia de celebrar dignamente y de cantar con nuestra vida, la grandeza y la bondad del Señor. Cantamos…
La Santísima Virgen María, a la que en esta Eucaristía contemplaremos como "Reina y Madre de Misericordia", nos conceda la gracia de celebrar dignamente y de cantar con nuestra vida, la grandeza y la bondad del Señor. Cantamos…
Lecturas
Recibamos con alegría y fe la Palabra de Dios que anuncia su
misericordia a todas las generaciones
Oración de los fieles
R. Escúchanos
Señor.
-Por la unidad e incolumidad de la Santa Iglesia frente a las constantes y variadas embestidas del Maligno. R.
-Por la purificación de la memoria de los cristianos y el reconocimiento de nuestras culpas de ayer y de hoy. R.
-Por la masiva difusión de la imprescindible devoción a la Divina Misericordia del Señor. R.
-Por la conversión de los pecadores más obstinados. R.
-Por la toma de conciencia y la eterna salvación de aquellos que, dudan de la Misericordia de Dios. R
-Por la iluminación de la mente y del corazón de aquellos que ya no saben distinguir entre el bien y el mal. R.
-Por la transparencia y ecuanimidad de aquellos a los que les corresponde impartir justicia. R.
-Por el baño definitivo de las almas de nuestros difuntos en el inefable océano de la Misericordia Divina. R.
Ofertorio
Al comenzar los ritos del Ofertorio, pidamos a la Virgen Madre de
Misericordia que nos enseñe a ofrecernos a nosotros mismos, a celebrar y a
vivir la Santa Misa tal y como Dios quiere, que es como la Iglesia bimilenaria
enseña. Cantamos…
Comunión
Recordemos las palabras de la amada oración mariana "Salve",
que tantas veces hemos repetido en nuestra vida. Pidamos, pues, a la que es
Madre de Misericordia y Virgen clemente, que "vuelva a nosotros sus ojos
misericordiosos" y que nos muestre a Jesús, no solamente "después de
este destierro" sino también ahora, hecho Pan vivo y que da vida. Cantamos…
Despedida
Al concluir la acción sagrada, invoquemos a la Reina de Misericordia y a
los santos que más se destacaron en la devoción al Amor Misericordioso de Dios,
como Margarita Alacoque, Faustina Kowalska, Juan Pablo II y tantos otros.
Pidámosle que no ofendamos a Dios desconfiando de su Misericordia. Cantamos…
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