domingo, 13 de septiembre de 2020

San Juan Crisóstomo y la Eucaristía

 

San Juan Crisóstomo


PAN DE VIDA

“Cuando les dio pan y sació su hambre le llamaban profeta y trataban de hacerle rey; pero cuando los instruía sobre el alimento espiritual, sobre la vida eterna, cuando los desviaba de las cosas sensibles cuando les hablaba de la resurrección y levantaba sus ánimos, cuando más que nunca debieran admirarle, entonces murmuraban y se retiraban de Él”..

 “Llámase a sí mismo Pan de vida (Jn 6,48) porque sustenta nuestra vida, tanto la presente como la futura por lo cual añadió El que coma de este pan vivirá para siempre. (Y pan llama aquí, o bien a los dogmas saludables y a la fe en Él,  o bien su propio cuerpo. Pues ambas cosas fortalecen al alma.

LA MUESTRA DE AMOR

         “Pues bien, para que esto lleguemos a ser no solamente por el amor, sino también en realidad, mezclémonos con aquella carne; porque esto se lleva a cabo por medio del manjar que El nos dio, queriendo darnos una muestra del vehemente amor que nos tiene. Por eso se mezcló con nosotros y metió cual fermento en nosotros su propio cuerpo, para que llegáramos a formar un todo, como el cuerpo unido con su cabeza. Pues ésta es prueba de ardientes amadores… “Pues por eso hizo lo mismo Cristo, induciéndonos a mayor amistad y demostrándonos su amor ardentísimo hacia nosotros; ni sólo permitió a quienes le aman verle, sino también tocarle, y comerle, y clavar los dientes en su carne, y estrecharse con El, y saciar todas las ansias del amor.

BESO SANTO

“Siempre que estamos a punto de acercarnos a la sagrada mesa, se nos manda besarnos mutuamente y acogernos con el santo saludo. ¿Por qué razón? Puesto que estamos separados por los cuerpos, en aquella ocasión entrelazamos nuestras almas unas con otras mediante el beso, de modo que nuestra reunión sea tal cual lo era aquella de los apóstoles, cuando el corazón y el alma de los fieles eran uno solo. Así, efectivamente, es preciso que nos lleguemos a los sagrados misterios: estrechamente unidos los unos con los otros. Escucha lo que dice Cristo: Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, marcha, reconcíliate primero con tu hermano y entonces ven y ofrece tu  presente. 
No dijo: «Primero ofrece», sino: «Reconcíliate primero, y entonces ofrece». Por esto mismo nosotros también, con el don delante, primero nos reconciliamos mutuamente, y entonces nos acercamos al sacrificio.” (Catequesis Bautismales IV 10)

EUCARISTÍA: MEMORIA

                “Mientras comían, Jesús tomó pan y lo partió (Mt 26, 26). ¿Por qué celebró el misterio de la Eucaristía en el mismo momento de la Pascua? Fue para que aprendieras de todas las formas que él es el autor de la Ley antigua y que ésta contenía la figura de lo que se relacionaba con él. A esta figura él sustituye la realidad. La circunstancia de que fuese la tarde también tenía una significación: representaba la plenitud de los tiempos y el remate final de las cosas... Si la pascua, que era una simple figura, pudo librar a los Hebreos de la esclavitud, ¿cuánto más librará la realidad al universo?...

Tomad y comed, dice Jesús, este es mi cuerpo que se da por vosotros (1 Cor 11, 24). ¿Cómo no se turbaron los discípulos al escuchar estas palabras? Porque Cristo les había hablado ya mucho sobre esta materia (cf. Jn 6). No insiste sobre ello, pues estima que les había hablado lo suficiente...

Confiemos también nosotros plenamente en Dios. No le pongamos dificultades, aunque lo que diga parezca ser contrario a nuestros razonamientos y a lo que vemos. Que más bien su palabra sea maestra de nuestra razón y de nuestra misma visión. Tengamos esta actitud frente a los misterios sagrados: no veamos en ellos solamente lo que se ofrece a nuestros sentidos, sino que tengamos sobre todo en cuenta las palabras del Señor. Su palabra no puede engañarnos, mientras que nuestros sentidos fácilmente nos equivocan; ella jamás comete un fallo, pero nuestros sentidos fallan a menudo. Cuando el Verbo dice: Esto es mi cuerpo, fiémonos de él, creamos y contemplémosle con los ojos del espíritu. Porque Cristo no nos ha dado nada puramente sensible: aun en las mismas realidades sensibles, todo es espiritual. Así, el bautismo es una realidad sensible que se nos administra por el don del agua, pero su eficacia es de orden espiritual, el de renacer y renovarse. Si fueses un ser incorporal, estos dones incorporales se te concederían sin intermediario; pero como el alma está unida al cuerpo, los dones espirituales se te comunican por medio de realidades sensibles.

¡Cuántas personas dicen hoy: «Quisiera ver, el rostro de Cristo, sus rasgos, sus vestidos, sus calzados.»! Pues bien, precisamente lo estás viendo a él, lo tocas, lo comes. Deseabas ver sus vestidos; y él mismo se te entrega no solamente para que lo veas, sino también para que lo toques, lo comas, lo recibas en tu corazón. Que nadie se acerque con indiferencia o con apatía; sino que todos vengan a él animados de un ardiente amor.” (Homilía 82 sobre san Matero, 4-5)

…Considera el gran honor que recibes y la mesa a que estás convidado. Lo que los ángeles ven temblorosos, lo que no se atreven a mirar sin temor por el resplandor que irradia, nosotros lo hacemos nuestra comida, lo asimilamos y llegamos a ser con Cristo un solo cuerpo y una sola carne. ¿Quién dirá las proezas de Yahvé, y hará oír todas sus alabanzas? (Sal 105, 2).

Ocurre con frecuencia que las madres confían a amas extrañas los hijos que acaban de dar a luz. Cristo no obra así, él nos alimenta con su propia sangre, nos une completamente a sí. —Pero me dirás, no ha podido hacerlo con todos. — Sí, verdaderamente con todos. Porque si vino a tomar nuestra naturaleza, fue evidentemente para todos nosotros, y si fue para todos, fue también para cada uno en particular... Cristo se une a cada uno de los creyentes por medio de los divinos misterios. A los que dio la vida, los alimenta por sí mismo y no se desentiende en otro; así termina convenciéndote de que verdaderamente asume tu propia carne.

            No seamos pues indiferentes los que hemos sido favorecidos con tal amor y tan extraordinario honor ¿No os habéis fijado nunca con que ansias los niños se apoderan del seno de su madre y con qué avidez aplican a él sus labios? Acerquémonos nosotros con el mismo ardor a esta mesa santa, a esta fuente de donde brota una bebida espiritual; con más fuerza todavía que los niños, atraigamos la gracia del Espíritu. Que nuestra única pena sea vernos privado de este alimento divino”

“No es obra de poder humano lo que se nos pone delante. El que otrora hizo eso en la última cena, ese mismo es el que lo sigue haciendo ahora. Nosotros ocupamos el puesto de ministros suyos, mas el que santifica y transforma la ofrenda es El. Que no asista, pues, ningún Judas, ningún avaro. Si alguno no es discípulo, retírese. Esta mesa sólo a los discípulos admite. Porque: Con mis discípulos -dice- quiero celebrar la pascua. Esta mesa es la misma que aquélla y en nada le es inferior. Porque no la prepara aquélla Cristo y ésta el hombre. No. Él mismo prepara ésta y aquélla. Este es aquel cenáculo donde entonces estuvieron; de aquí salieron al monte de los Olivos. Salgamos también nosotros a las manos de los pobres. Porque éste es ahora el monte de los Olivos. Los olivos plantados en la casa de Dios son la muchedumbre de los pobres. Ellos destilan el aceite que nos ha de ser útil en la otra vida, aquel que tomaron consigo las vírgenes prudentes y que, por no tomarlo las fatuas, perecieron. Tomémoslo y entremos, a fin de salir con nuestras lámparas encendidas al encuentro del esposo. Salgamos de esta vida bien provistos de este aceite. Nadie inhumano se acerque a la Eucaristía, nadie cruel, nadie inmisericordioso, nadie absolutamente impuro. (Homilías sobre San Mateo  82, 5) 

            “Del costado salió sangre y agua” (Jn 19, 34). No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan grande misterio… He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolo del bautismo y de la eucaristía. Pues bien con estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y la Eucaristía, que han brotado ambos del costado. Del costado de Jesús se formó, pues la Iglesia, como del costado de Adán fue hecha Eva.

Por esta misma razón afirma San Pablo ‘Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos’ (Ef 5, 30), aludiendo con ello al costado de Cristo, pues del mismo modo que Dios hizo la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salidas de su costado para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también no dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.

Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento nos nutre. Con un mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer” (Catequesis bautismales VIII)

OFRENDA Y RECONCILIACIÓN CON EL HERMANO

“Si ofreces tu ofrenda ante el altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y marcha, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu ofrenda (Mt 5, 23-24). ¡Oh bondad, oh amor que sobrepuja todo razonamiento! El Señor menosprecia su propio honor a trueque de salvar la cari dad; con lo que nos hace ver de paso que tampoco sus anteriores amenazas procedían de desamor alguno para con nosotros ni de deseo de castigo, sino de su mismo inmenso amor. ¿Qué puede, en efecto, darse más blando que estas palabras? Interrúmpase —dice— mi propio servicio a fin de que se salve tu caridad, porque también la reconciliación con tu hermano es un sacrificio» (Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 16,9).

Ver también:

San Juan Crisóstomo, gran maestro de la fe - Benedicto XVI


 

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