Lunes de la 24ª semana
INVOCACIÓN A LOS SANTOS
I. Debemos invocar a
los santos.
Hay en las cosas este
orden divinamente establecido: que los extremos se dirijan a Dios por los intermediarios.
Y como los santos que están en los cielos se hallan lo más cerca posible de
Dios, el orden de la ley divina requiere que nosotros, que mientras estamos en
el cuerpo vivimos ausentes de Dios (2 Cor 5, 6), seamos conducidos a él por
medio de los santos; y así se realiza, ya que por medio de ellos la bondad
divina infunde en nosotros sus beneficios. Como, por otra parte, nuestro
retorno a Dios debe corresponder al proceso de su bondad para con nosotros, si
por intercesiónde las santos llegan a nosotros los beneficios de Dios, es
necesario que, para que recibamos nuevos beneficios, seamos conducidos al Señor
por mediación de aquéllos. De esto procede que constituyamos a los santos
intercesores nuestros ante Dios, cuando les pedimos que rueguen por nosotros.
Aun cuando los santos superiores son más gratos a Dios que los inferiores, es
útil, sin embargo, invocar asimismo, algunas veces, a los santos menores. Y
esto por cinco razones:
1º) Porque a veces
alguno tiene más devoción a un santo menor que a un santo mayor; y precisamente
de la devoción depende más el resultado de la oración.
2º) Para combatir el
fastidio, pues la asiduidad de una cosa engendra fastidio. Invocando a diversos
santos, se excita un nuevo fervor de devoción.
3º) Porque a algunos santos
se les ha dado un patrocinio singular en causas especiales.
4º) Para ofrecer a todos el honor debido.
5º) Porque con las
oraciones de varios se obtiene a veces lo que no se lograría con la súplica de
uno solo.
II. Los santos conocen
nuestras oraciones. La esencia divina es medio sobrado para conocer todas las
cosas. Dios lo ve todo contemplando su propia esencia. No se sigue de aquí, sin
embargo, que quien vea la esencia de Dios, conozca todas las cosas, sino únicamente
los que penetran la esencia de Dios. Y como los santos no penetran la esencia
divina, no se sigue que conozcan todas las cosas que pueden ser conocidas por
la esencia divina. Por lo cual, aun los ángeles inferiores son instruidos por
los ángeles superiores en algunas cosas, por más que todos vean la esencia
divina.
Pero cada uno de los
bienaventurados ve en la esencia divina todo lo que le es necesario ver para 1a
perfección de su bienaventuranza. Ahora bien, para la perfección de la
bienaventuranza se requiere que el hombre posea todo lo que desea, y que no
quiera nada desordenadamente. Todos quieren esto con voluntad recta; cada uno
desea conocer lo que le concierne, y como a los santos no falta rectitud
alguna, quieren conocer las cosas que a ellos se refieren; por consiguiente, conocerlas
en cl Verbo. Esto corresponde a su gloria; prestar ayuda a los necesitados para
alcanzar la salvación. De este modo se hacen cooperadores de Dios, y nada hay
más divino, como dice San Dionisio.
Por todo lo cual es
manifiesto que los santos conocen todo lo que para eso se requiere. Y así
resulta evidente que conocen en el Verbo los votos, las devociones y las
oraciones de los hombres, que confían en su auxilio.
(4, Dist. 45, q. III,
a. 1, 2)
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