lunes, 14 de septiembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 166

 

Lunes de la 24ª semana

INVOCACIÓN A LOS SANTOS

 

I. Debemos invocar a los santos.

 

Hay en las cosas este orden divinamente establecido: que los extremos se dirijan a Dios por los intermediarios. Y como los santos que están en los cielos se hallan lo más cerca posible de Dios, el orden de la ley divina requiere que nosotros, que mientras estamos en el cuerpo vivimos ausentes de Dios (2 Cor 5, 6), seamos conducidos a él por medio de los santos; y así se realiza, ya que por medio de ellos la bondad divina infunde en nosotros sus beneficios. Como, por otra parte, nuestro retorno a Dios debe corresponder al proceso de su bondad para con nosotros, si por intercesiónde las santos llegan a nosotros los beneficios de Dios, es necesario que, para que recibamos nuevos beneficios, seamos conducidos al Señor por mediación de aquéllos. De esto procede que constituyamos a los santos intercesores nuestros ante Dios, cuando les pedimos que rueguen por nosotros. Aun cuando los santos superiores son más gratos a Dios que los inferiores, es útil, sin embargo, invocar asimismo, algunas veces, a los santos menores. Y esto por cinco razones:

 

1º) Porque a veces alguno tiene más devoción a un santo menor que a un santo mayor; y precisamente de la devoción depende más el resultado de la oración.

 

2º) Para combatir el fastidio, pues la asiduidad de una cosa engendra fastidio. Invocando a diversos santos, se excita un nuevo fervor de devoción.

 

3º) Porque a algunos santos se les ha dado un patrocinio singular en causas especiales.

 

4º) Para ofrecer a todos el honor debido.

 

5º) Porque con las oraciones de varios se obtiene a veces lo que no se lograría con la súplica de uno solo.

 

II. Los santos conocen nuestras oraciones. La esencia divina es medio sobrado para conocer todas las cosas. Dios lo ve todo contemplando su propia esencia. No se sigue de aquí, sin embargo, que quien vea la esencia de Dios, conozca todas las cosas, sino únicamente los que penetran la esencia de Dios. Y como los santos no penetran la esencia divina, no se sigue que conozcan todas las cosas que pueden ser conocidas por la esencia divina. Por lo cual, aun los ángeles inferiores son instruidos por los ángeles superiores en algunas cosas, por más que todos vean la esencia divina.

 

Pero cada uno de los bienaventurados ve en la esencia divina todo lo que le es necesario ver para 1a perfección de su bienaventuranza. Ahora bien, para la perfección de la bienaventuranza se requiere que el hombre posea todo lo que desea, y que no quiera nada desordenadamente. Todos quieren esto con voluntad recta; cada uno desea conocer lo que le concierne, y como a los santos no falta rectitud alguna, quieren conocer las cosas que a ellos se refieren; por consiguiente, conocerlas en cl Verbo. Esto corresponde a su gloria; prestar ayuda a los necesitados para alcanzar la salvación. De este modo se hacen cooperadores de Dios, y nada hay más divino, como dice San Dionisio.

 

Por todo lo cual es manifiesto que los santos conocen todo lo que para eso se requiere. Y así resulta evidente que conocen en el Verbo los votos, las devociones y las oraciones de los hombres, que confían en su auxilio.

(4, Dist. 45, q. III, a. 1, 2)

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