San Pedro,
«Crisólogo» de sobrenombre, obispo de Rávena y doctor de la Iglesia, que,
habiendo recibido el nombre del santo apóstol , desempeñó su ministerio tan
perfectamente que consiguió captar a multitudes en la red de su celestial
doctrina y las sació con la dulzura de su palabra. Su tránsito tuvo lugar el
día treinta y uno de este mes en Imola, en la región de Emilia Romagna.
La vida de Pedro,
arzobispo de Rávena, llamado «Crisólogo» (es decir: de palabra áurea, de
excelente predicación) desde el siglo IX, es mal conocida. De él habla el Liber
Pontificalis y una biografía poco de fiar, obra de Agnello de Ravena (siglo
IX). Por estas fuentes y por lo que de su obra se deduce, sabemos que Pedro
nació en Imola hacia el 380, fue nombrado metropolita de Rávena entre el 425 y
el 429 (ciertamente, antes del 431, fecha de una carta que le escribe
Teodoreto), estuvo presente el 445 al fallecimiento de san Germán de
Auxerre y tres o cuatro años después escribió a Eutiques,
presbítero de Constantinopla, que había recurrido a él después de su
condenación por obra de Flaviano, invitándolo a someterse a las decisiones de
León, obispo de Roma, «quoniam beatus Petrus, qui in propia sede et vivit et
praesidet, praestat quarentibus fidei vertiatem» (Ep ad Eutychen: PL 54,743:
«Porque el bienaventurado Pedro, que en su sede vive y preside, otorga la
verdad de la fe a los que buscan.»). Falleció entre el 449 y el 458 (fecha de
una carta de León a su sucesor Neón), probablemente, el 3 de diciembre del 450,
quizás en Imola [aunque en la actualidad se tiende a considerar como fecha más
probable el 31 de julio].
Gracias a las
pacientes investigaciones de A. Olivar, hoy es posible conocer con exactitud la
producción auténtica de Pedro Crisólogo, que comprende una carta (ya
mencionada), 168 sermones de la Collectio Feliciana (siglo VIII) y 15
«extravagantes» (escritos no clasificados). Otros escritos, como el célebre
Rollo de Rávena, colección de oraciones de preparación a la Navidad (s. VII),
no pueden ser tenidos por auténticos. Los sermones, a los que Pedro debe su
celebridad, se distinguen por la esmerada preparación de un orador dotado de
una cultura discreta y por el calor humano y el fervor divino de un santo
varón. La condición peculiar de Rávena, sede de la corte imperial y ciudad
marinera, explica la frecuencia de ejemplos tomados de la vida de la corte y de
la vida militar y marinera, aunque no faltan ejemplos de la vida rural. «Entre
los escritores del siglo V, pocos superan a Pedro Crisólogo en elegancia», en
sus sermones nos ha legado «páginas de genuina elocuencia, enérgica y eficaz»
(Moricca).
El contenido de los
sermones es variado, muchos son homilías sobre textos evangélicos, otros, sobre
San Pablo, los Salmos, el símbolo bautismal, el padrenuestro o en conmemoración
de santos y exhortaciones a la penitencia. Pedro Crisólogo, comentando la
Biblia o exponiendo los temas que le sugerían las celebraciones litúrgicas,
documenta ampliamente las inquietudes teológicas de su época. Su predicación,
en efecto, no refleja sólo la doctrina latina sobre la encarnación como se
profesaba entre Éfeso y Calcedonia, sino que es, asimismo, testimonio de la
postura católica en las cuestiones sobre la gracia y la vida cristiana. Cuando
reconoce claramente el primado del obispo de Roma (además de la carta a
Eutiques, cf Serm 78), Pedro es, sin duda, portavoz del sentir común de los
obispos de Italia. Su considerable actividad como predicador nos ha legado una
documentación inestimable sobre la liturgia de Rávena y sobre la cultura de esa
ciudad, etapa obligada entre Roma y el norte de Italia. Ningún obispo de su
tiempo nos ha facilitado un cuadro tan completo de la celebración del año
litúrgico. Por su actitud contra la resistencia que aún oponía el paganismo en
su agonía y por su polémica contra la comunidad judia de su ciudad, Pedro
Crisólogo representa la actitud pastoral del episcopado de la Iglesia imperial
de su tiempo. Fue declarado Doctro de la Iglesia por SS. Benedicto XIII en
1729.
fuente: J. Quasten:
Patrología
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