Jueves de la 17ª semana
ESTUDIO DE LAS LETRAS
Compete a los
religiosos el estudio de las letras, de tres modos:
I. En cuanto a lo
que es propio de la vida contemplativa, a la cual ayuda de dos maneras el
estudio de las letras: primero, directamente, es decir, ilustrando el
entendimiento, pues la vida contemplativa se ordena principalmente a la
consideración de las cosas divinas, en la cual el estudio dirige al hombre. Por
eso se dice en alabanza del varón justo: En su ley (en la ley del Señor) medita
día y noche (Sal º, 2). También consta en el Eclesiástico (39, 1): La sabiduría
de todos los antiguos indagará el sabio, y se empleará en los profetas.
Segundo,
indirectamente, pues el estudio de las letras ayuda a la vida contemplativa,
removiendo los peligros de la contemplación, es decir, los errores que ocurren
frecuentemente en la contemplación de las cosas divinas a los que ignoran las
Escrituras, como se lee en las "Colaciones de los Padres"1 que ocurrió al abad Serapión, quien cayó por candidez en el error
de los antropomorfistas, esto es, de los que creen que Dios tiene forma humana.
Así dice San Gregorio: "Algunos, traspasando en la contemplación los
límites de su capacidad, llegan hasta los errores más perversos, y mientras
descuidan ser humildemente discípulos de la verdad, se hacen maestros de
errores"2. Por lo cual se lee
en el Eclesiastés (2, 3): Pensé en mi corazón apartar mi carne del vino, para
trasladar mi corazón a la sabiduría, y evitar la necedad.
II. El estudio de
las letras es necesario a los religiosos, instituidos para predicar y ejercer
otros ministerios análogos. Por eso dice el Apóstol: Que abrace firme la
palabra de fe, que es según la doctrina; para que pueda exhortar según la sana
doctrina, y convencer a los que contradicen (Tit 1, 9). Y no se puede argüir
que los Apóstoles hayan sido enviados a predicar sin haber estudiado las
letras, porque, come dijo San Jerónimo: "El Espíritu Santo les inspiraba
todo lo que los demás adquieren de ordinario por el ejercicio y diaria meditación
de la ley de Dios"3.
El estudio de las
letras conviene a la religión en cuanto a lo que es común a toda religión;
puesto que sirve para evitar la lascivia de la carne; y por este motivo
aconseja San Jerónimo al monje Rústico: "Ama la ciencia de las Escrituras,
y no amarás los vicios de la carne"4. Porque aparta el
ánimo de los pensamientos lascivos, y mortifica la carne por el trabajo del
estudio, conforme con lo que dice el Eclesiástico (31, 1): El desvelo por la
honestidad hará repodrir las carnes.
Sirve también para
extirpar la ambición de riquezas; y así consta en la Escritura: Juzgué que las
riquezas nada son en comparación de ella (de la sabiduría). [Sab 7, 8.]
Nosotros no teníamos
necesidad de esto, es decir de los auxilios exteriores, teniendo para nuestro
consuelo los santos libros, que están en nuestras manos (1 Macch., 12, 9).
Es útil también como
documento de obediencia. A esto se refiere San Agustín: "¿Qué perversidad
es ésta, no querer obedecer a la lectura, cuando quiere dedicarse a ella?"
(2a 2ae , q.
CLXXXVIII, a. 5)
Notas:
1 Collet., 10, cap. 3.
2 Moral., lib. VI, cap. 17.
3 Epist. ad Paulinum.
4 Circa mead.
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