lunes, 24 de marzo de 2014

El abandono de los Sagrarios acompañados (14) Beato Manuel González García

XIV. El abandono de la Ascética de la Comunión por los que la reciben
 
El punto de vista teológico de la Comunión
La asimilación gradual y lenta a Cristo, Hostia gloriosa del cielo, he aquí el verdadero punto de vista teológico y el fin de tu Comunión, como el fin de tu comida natural es la asimilación del alimento a tu cuerpo.
¡Misterio inefable! ¿verdad?, pero a la par principio y razón de un cúmulo de maravillas que se obran en tu alma y que, ¡ay!, tu alma apenas, apenas, si echa cuenta en ellas.
Sacerdote, como tú debes comulgar muy bien, muy bien debes enterarte de las consecuencias ascéticas de ese principio y misterio fisiológico-espiritual.
Como que en ellas se contiene el secreto de tu dicha en la tierra y en el cielo. ¡Tu santificación! O, en otra palabra, ¡tu divinización!
 
Consecuencias ascéticas
1ª. La nutrición no depende sólo del poder nutritivo del alimento, sino de la aptitud y medida de las facultades nutritivas del que come.
Por consiguiente, aunque la Eucaristía de suyo sea de valor nutritivo infinito, no nutrirá sino en la medida que permitan las facultades nutritivas y asimilativas del que comulgue.
Esta limitación que impone Cristo a su poder es tan misterio de caridad y humildad en Él, como para mí estímulo de cooperación y entrega a Él sin limitación.
2ª. Si hay comida, hay digestión. Si hay digestión, hay asimilación. La comida es para la asimilación.
Ley de la asimilación fisiológica es, que el alimento, por ser de naturaleza inferior, se convierta en la naturaleza de la substancia del que come.
En esta Comida sobrenatural, como el alimento es de substancia infinitamente superior a la substancia del que come, ésta es la que se convierte o asimila. Y como este alimento no es sólo de substancia infinitamente superior, sino que es, además, un alimento vivo, el que come a Cristo vivo se asimila no sólo a la substancia, sino a la vida de Cristo.
Por tanto, la Comunión, por propia virtud y mientras no encuentre obstáculos voluntarios, labra en todo el comulgante y en cada una de sus facultades la asimilación o la semejanza, no sólo al ser, sino al vivir de Cristo. O sea, que por la Comunión bien digerida, cada día tenemos no sólo más gracia en nuestra alma, que es el ser de Cristo, sino más fe o fe más viva en la inteligencia, más caridad en el corazón, más prontitud en nuestro proceder, que ése es el vivir de Cristo.
3ª. Que esta asimilación sobrenatural al Ser y a la vida de Cristo, como la natural, es lenta, gradual, hasta llegar a total o integral.
Ésta es ley de todas las asimilaciones hechas con regularidad. Es decir, que por virtud de la Comunión bien digerida, el comulgante pasa por distintos grados, como Jesús los pasó para llegar a ser nuestro alimento y nuestra vida.
A la manera que Jesús pasó en su vida mortal por la negación de Sí mismo, en pobrezas y desprecios y muchos trabajos, por la Pasión y la Muerte, y en la vida inmortal por la Resurrección, la Ascensión y el triunfo o glorificación eterna de su Cuerpo y de su alma en el cielo, como Sacerdote y Hostia eternos, así el hombre comulgante fiel pasará en la tierra por grados de fe cada vez más viva hasta llegar al don de Sabiduría. De la caridad cada vez más ardiente y purificada a Dios y al prójimo, hasta llegar al matrimonio espiritual con Aquél, pasando por la noche del sentido, por la oración de quietud, contemplación, noche del espíritu, etc. Y en general, de las virtudes practicadas cada vez con mayor fidelidad, y del vencimiento de sí mismo, hasta llegar a la posesión de los Dones, y por ellos, de los regalados frutos y bienaventuranzas del Espíritu Santo.
Y hasta el cuerpo del comulgante tendrá su parte en esta asimilación gradual a Cristo, pues por la Comunión bien recibida y digerida, irá el cuerpo creciendo en su subordinación al alma, y sus apetitos y pasiones a la voluntad y a la razón.
La asimilación completa se hará en el cielo por el lumen gloriae que es la gracia de Cristo consumada, por la cual el entendimiento verá a Dios como es y en Él descansará y se abismará. La voluntad, rebosante de la caridad perfecta, se gozará sin fin en Él. Y el cuerpo resplandecerá y se transfigurará con las dotes gloriosas. Y el hombre, el venturoso comensal de la Eucaristía, llegará a la perfección suma, a la plenitud de parecido y de unión con Cristo, su manjar, su modelo y su asimilador.
4ª. Que por la misma razón de darse Jesús al modo de la comida natural, que se repite, y mientras más mejor, así debemos repetir la Comunión.
El Bautismo, por ejemplo, no se repite porque la gracia suya no se da como comida, sino como nacimiento a la vida sobrenatural, y no se nace más que una vez.
En el Bautismo hay muerte del hombre viejo, el del pecado original y totalmente extraño a Jesucristo, y se nace a la vida de la gracia, y las dos cosas no se hacen más que una vez.
Y 5ª, y es la consecuencia más práctica. Que para que la Comunión obre en nosotros esos misterios y maravillas de asimilación y transformación, no nos toca más que esto: dejarnos hacer hostias, poniendo toda nuestra voluntad en morirnos a nuestro egoísmo y entregarnos al amor de Dios y de los prójimos por Él.
 
Una pregunta de respuesta muy triste
¿Se conoce, se divulga, se comenta, y, sobre todo, se practica esta verdadera doctrina de ascética y mística por la Comunión bien comida y digerida?
¡Sacerdotes, sacerdotes, almas de Sagrario!... ¿son nuestras Comuniones sumas o restas de caridad?
 


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