"Autobiografía
del hijito que no nació"
de Hugo Wast
Capítulo I
Lo que mi
ángel me cuenta
Desde hace un instante
soy un ser humano. Mi cuerpo es tan pequeño todavía que no puede ser visto por
los ojos de nadie, pero mi alma ya es tan grande como lo será siempre. Dios la
ha creado para mí, en el mismo momento en que yo he comenzado a existir. Dios
me ama como si yo fuera una persona perfecta. Dios sigue creando un sinnúmero
de almas cada día, para todos los seres, hijos de los hombres, que son llamados
a la vida. Mi ángel me dicen que nacerán tantos como se necesitan para repoblar
el cielo, que el diablo ha despoblado de la tercera parte de sus habitantes.
Estas cosas profundas
para persona tan pequeñita como yo, son las primeras que me ha enseñado mi ángel
guardián. Debo explicar que tengo un ángel guardián elegido entre los
innumerables ángeles que quedaron fieles al servicio de Dios.
¡Mejor aún! Me enseña
que Dios me ha amado desde toda la eternidad, como si no hubiera de existir
otro ser sino yo. Y que por mí ha realizado infinitas maravillas. Así las ha
realizado para todos los seres humanos y su Hijo ha muerto por cada uno de
ellos, como si fuera el único en le mundo, para salvarlo de la guerra que hace
a los hombres el diablo.
Yo apenas entiendo todo
esto, pero él me lo repite y trato de retenerlo. Sin embargo, confieso que me
cansa. Querría dormir.
Mi ángel me habla sin
ruido y sin palabras. Es como un fluido que me penetra. Lo comprendo
perfectamente. Mis oídos todavía no están formados. Me dice que yo soy un
hombrecito. O una mujercita. Lo ignora o no me lo quiere decir.
Comprendo que sabe
muchas cosas, pero que no conviene que me lo cuente todo. Me guarda infinidad
de secretos para cuando yo sea mayor. Dice que si me habla demasiado, mi pequeño
cuerpo se va a cansar. Y es verdad, vuelvo a sentirme con ganas de dormir un
rato largo.
Será mi primera noche
en el seno de mi mamá, que todavía ignora que yo existo. Mi ángel me dice que
es mejor que ella siga ignorándolo.
¿Por qué no es bueno
que una madre sepa que s hijito o hijita existe ya?
Estoy cansado. Será el
primer sueño de mi vida en el suave y tibio seno de mi madre. ¡Qué oscuridad,
Dios mío! ¿Es porque todavía mis ojos no se han formado?
Capítulo II
Mi cuerpo va
creciendo.
Mis oídos recogen
algunos rumores de afuera.
¿Quién es mi
ángel? ¿Cómo se llama?
Cada nuevo día mi
ángel me despierta con una oración. Todavía yo no puedo aprenderla porque no
tengo memoria. Sin embargo me parece que mi cuerpo ya no es tan pequeñito y que
llego a percibir algunos rumores que vienen de muy lejos.
Todo lo que está fuera
de este rinconcito tibio y suave donde voy criándome, es lejos para mí.
Dice el ángel que
algún día todo eso me parecerá muy cerca y que entonces él mismo, que ahora me
cuida y enseña, tendrá que alejarse de mí. Esto me ha llenado de
preocupaciones, lo cual significa que mi cerebro ya comienza a formarse.
No me animo a
preguntarle a mi ángel cómo podrá algún día estar lejos de mí, si Dios le ha
mandado que sea mi custodio y compañero siempre, aunque algún día yo deje de
estar donde ahora estoy, porque me habré desarrollado completamente.
No sé cómo expresar
estas cosas raras que se me ocurren y que harían reír a los hombres, si
pudieran escucharlas; pero ni ellos, ni siquiera mi ángel las escuchan, como
que yo mismo apenas me entiendo. La lengua en que hablo debe de ser la lengua
de los ángeles que se aprende en un momento. Hablando siento que soy una
persona. Es decir, alguien que tiene un alma distinta de las otras almas, un
alma que ahora conversa con el ángel y que después conversará con los hombres,
conversará con mi mamá, conversará con mi papá y con mis hermanitos. Me ha
contado, y esto me ha hecho muy feliz, que yo tengo dos hermanitos, que hace
mucho tiempo vivieron como yo, formándose como me formo yo, poquito a poco, y
ahora son dos preciosas criaturas: él tiene seis años y ella cinco. Me ha dicho
también que podría tener muchos hermanitos más, pero que todos murieron antes
de nacer. Dice mi ángel que mi papá odia a sus hijitos pequeños. No he
comprendido lo que esto significa, pero he prestado atención a los rumores de
afuera y he percibido una voz que me parece la de mi hermanita. Es lo más
prodigioso que haya sentido en mi vida. Le he contado esto a mi ángel y él me
ha dicho que debo de haberlo soñado, pues mis oídos todavía no son aptos para
escuchar las cosas del mundo. ¿La oiré, tal vez, a ella como podría oír a los
ángeles?
Otro sueño he tenido y
no he querido contárselo a él, porque me parece que lo ofendería.
Está bien que yo no
sepa mi propio nombre porque no me llamaré de ningún modo hasta que sea un
hombrecito o una mujercita y me bauticen, como él me ha explicado. Pero él
tiene seguramente un nombre, distinto del de los otros ángeles. ¿Por qué no me
lo ha dicho? Yo sólo sé que el ángel custodio de mi mamá se llama Absalón, pero
el nombre de él me lo ha ocultado.
Me enseña mucho.
Me ha dicho que aunque
yo sea pequeñísimo y él sea un ángel poderosísimo que todos los días ve cara a
cara a Dios y a la
Santísima Virgen , él no puede penetrar en mi alma, a donde
sólo Dios penetra. Cada alma humana es como una fortaleza cerrada no sólo para
los ángeles, sino también para los demonios, que no pueden entrar en ella si el
dueño de esa alma no le abre una puerta, o un postigo, un resquicio a lo menos,
para poder empezar a seducirla con malos pensamientos. Cosas muy difíciles de
entender, pero que no olvido cuando mi ángel me las ha dicho tres veces.
¿Pero por qué digo mi
ángel, si no conozco su nombre y estoy comenzando a pensar que este ángel no es
el mío y que yo estoy como abandonado en el mundo?
Me muero de sueño y
voy a dormirme sin saludarlo. No creo que me pertenezca. ¿Debo confiar mis
secretos a quien puede contarlo a otra persona, aunque esa persona sea mi
madre?
Capítulo III
Dudo que mi
ángel sea mío.
Ya puedo
moverme un poquito.
No he olvidado ninguna
de las innumerables lecciones que viene dándome mi ángel, mejor dicho, este
ángel.
Él afirma que soy muy
inteligente, un poquito orgulloso y reservado, pues no le cuento todas las
cosas que pienso.
En verdad, ¿cómo voy a
contarle que cada vez me afirmo en la sospecha de que no es mi ángel guardián,
sino un intruso, y que debo andar con mucho cuidado para comunicarme con él?
Lo escucho y aprendo.
La mejor lección que me ha dado es la de que Dios me ama desde antes de que yo
existiera y que la
Santísima Virgen es Madre de Dios y también madre mía, otra
madre que me quiere más que la que ahora me lleva en su seno.
Y la peor lección, que
me ha hecho estremecer de miedo, es que mi papá odia a sus hijitos no nacidos y
preferiría que se muriesen o que no nacieran nunca.
- ¿Entonces me odia a
mí?- he preguntado.
- Tu papá ignora que
tú existes. ¡Eres tan pequeño todavía! ¡Ay de ti si lo supiera!- me contestó el
ángel.
- Y cuando sea más
grande y sepa que existo, ¿me odiará?
- No sé, los ángeles
nos somos profetas. Mucho me temo que cuando sepa que existes, ocurran cosas
tremendas.
- ¿Tiene también mi
papá un ángel custodio?
- Sí, como todos los
seres humanos, como la
Santísima Virgen , que tuvo un gran arcángel.
- ¿Cómo se llamaba ese
gran arcángel?
- Gabriel, y fue él
quien le anunció que ella sería la mamá del Hijo de Dios, que llamamos Jesús y
que es tu hermano y también hermano de todos los seres humanos que han nacido y
los que han de nacer, como tú.
Al saber que yo soy
nada menos que hermano de Jesús y que la Santísima Virgen
es también mi Madre, me siento orgulloso y me atrevo a interrogarlo sobre lo
que tanta curiosidad me despierta:
- El ángel de mi otra
mamá, la mamá de la tierra, se llama Absalón. ¿Y cómo se llama el ángel mío?
Entonces él me
responde:
- No quiero decírtelo,
pero te empeñas en saberlo todo. Yo soy Absalón, el ángel custodio de tu mamá.
- ¿Y el ángel custodio
mío cómo se llama? ¿Dónde está?
- Tú no tienes todavía
un ángel para ti solo. El de tu mamá que soy yo la cuida a ella y te cuida a
ti. Después, cuando aparezcas a la luz del mundo, Dios mandará un ángel que
será tuyo mientras vivas y te llevará al cielo cuando mueras.
- ¡El día que yo
parezca a la luz del mundo!- exclamo con desilusión- ¿Y cuándo va a ser eso?
- ¡Eres demasiado
preguntón!- me responde el ángel de mi madre.
Estoy seguro de que si
fuera mi propio ángel no encontraría mal que yo le preguntara tantas cosas,
porque enseñarme es su oficio y no debe cansarse ni negarse a responderme.
Me quedo humillado y
triste y me duermo cansadísimo.
Capítulo IV
Me he
enamorado de una voz y horrorizado de otra.
El horrendo
Tubal Astaró.
Lo que me
responde el ángel me llena de miedo.
No alcanzo a
comprender lo que es el día y lo que es la noche. Mis pequeñísimos ojos sólo
ven oscuridad horrorosa, porque según me ha dicho Absalón está formada por la
sombra de muchos pecados. No me atrevo a pensar que sean pecados de mi madre.
La quiero ya como si le hubiese visto la cara y sé que ella también me quiere
locamente, valientemente.
Estas dos palabras las
ha empleado el ángel y ha intentado explicármelas, pero yo no he comprendido.
¿Cómo puede llamarse valiente al amor de una madre por su hijito no nacido
todavía? ¿Quiere decir que para quererme tiene que pelear con otras personas?
Espero ser mayor a fin de penetrar estos misterios. Lo que sí sé es que estoy
enamorado de una voz. El ángel- antes yo lo llamaba mi ángel- no cree posible que
yo haya podido oír nada, ni siquiera la voz de las personas que hablan con mi
mamá, porque mis oídos son todavía más pequeñitos que mis ojos y no pueden
servirme.
Le he preguntado si no
se oye también con el corazón, quiero decir que cuando un ser humano es muy
cariñoso, y muy pequeño, antes de nacer, oye y siente con su corazoncito que le
golpea muchas veces y le comunica cosas de fuera que le llegan en la corriente
de la sangre de su mamá que lo alimenta.
El ángel se ríe de lo
que yo le pregunto. Esta vez se ha reído más que nunca cuando le he dicho que
al despertarme escuché una voz preciosa, de alguien que hablaba con mi madre.
Yo conozco la voz de ella, y me gusta mucho oírla aunque me apena, porque es
triste.
Pero esta voz, muy
parecida a la de ella, como sería la de una hija, pero en nada triste, sino muy
alegre y transparente, como de un alma iluminada por luces que yo no veo, ha
iluminado mi oscuridad y me ha hecho muy feliz. Adivino que es la voz de mi
hermanita y me he enamorado de ella. De pronto se calló, porque resonó otra
voz, fuerte y ronca y odiosa, que hizo temblar a mi madre. Yo sentía su temblor
en la corriente de su sangre que me llegaba y no oí ninguna respuesta suya.
- Esa no era la voz de
tu padre- me ha explicado el ángel.
Le pregunto con
ansiedad:
- ¿De quién era, pues?
El ángel vaciló un
momento, como si temiera enseñarme tan temprano estas cosas, que algún día
tendré que saber. Luego murmuró con tristeza:
- Esa es la voz del
médico de tu padre, el doctor Tubal Astaró. ¿Te acordarás de este nombre?
- Si yo no olvido nada
de lo que me enseñas, aunque tú dices que mi cerebro todavía no es mayor que la
cabeza de un alfiler. Yo ignoro lo que es un alfiler. Supongo que es una cosa
insignificante. Pero tú alguna vez has usado esa expresión.
- El doctor Astaró-
prosiguió el ángel- hace temblar a tu mamá con sólo darle los buenos días,
porque ella sabe que nunca va a una casa sino por algo muy malo. Los asesinos…
- ¿Qué son los
asesinos?
- Los hombres que
quitan la vida a otros. Los asesinos matan a uno o a dos, y la justicia de los
hombres los persigue, los encarcela y a veces los mata. Y Dios aprueba la
justicia de esos jueces, porque el asesino, culpable de haber quitado la vida a
un semejante, merece el peor castigo.
- ¿Aunque no haya
asesinado más que a una persona?
- ¡Así es!
- ¿Y el doctor Astaró
ha quitado la vida a otros?
- Ha quitado la vida a
miles de niñitos como tú. La sangre de esos inocentes está humeando en los
altares del Señor y pidiendo venganza.
- Y la justicia que
persigue y ajusticia a un asesino cuando ha muerto a una sola persona, ¿no le
hace nada al doctor Astaró?
- ¡No, no le hace
nada!
La voz del ángel me
penetra como un cuchillo y me hace sufrir.
Absalón lo advierte y
permanece callado un buen rato.
Yo no le pregunto más,
porque siento que si me vuelve a hablar en ese tono me hará morir.
¿Pero qué es morir? La
verdad es que no lo sé.
- Duérmete criatura-
me susurra Absalón-. Estás muy cansado. No es tiempo todavía de aprender estos
horrores.
- Sí, estoy cansado-
contesto, sintiendo que mi madre tiembla más que yo y que Astaró habla en voz
baja con mi padre.
Así me duermo, sin
pretender escudriñar lo que hace temblar a mi mamá, cuya alma es sombría, ni
tampoco saber por qué el horrible doctor no es perseguido por la justicia.
Capítulo V
Pido al
ángel que me enseñe el idioma de mis padres.
Absalón me dice que
los crímenes que ahora se cometen son peores que la matanza de inocentes que
ordenó Herodes.
He dormido tres o
cuatro días seguidos, según me dice el ángel.
Yo no sé qué es el día
ni qué la noche. Para mí la oscuridad es siempre igual. Si bien a veces siento
que la oscuridad del corazón de mi mamá se vuelve más tenebrosa. La explicación
es que los corazones de los seres humanos son oscuros cuando tienen muchos y
grandes pecados, cuando no aman a Dios y lo ofenden con sus pensamientos. Según
esto, en el corazón de mi pobrecita madre debe de haber una inmensa nube de
pecados.
Pero hoy me desperté
sintiendo la voz preciosa de mi hermana, que le dijo algo incomprensible para
mí, que todavía sólo entiendo el lenguaje sin palabras de los ángeles.
Lo cierto es que la
oscuridad del corazón de mi madre se llenó de resplandores.
Llamé con mi pequeñita
voz a Absalón y le rogué que me enseñara el idioma de mi madre y que me
explicara por qué su corazón se llenó de luz. Él, que ya había oído la
conversación, me dijo que mi hermanita había ido a recordarle que dentro de
unos días ella haría su primera comunión y que esperaba que mi mamá comulgara
junto con ella, habiéndose confesado.
Para que yo pudiera
comprender el ángel me enseñó qué era una comunión y cómo no podía hacerse sin
confesarse antes.
- Tu mamá le ha
prometido hacerlo así y por ese solo propósito su corazón ha resplandecido con
una luz que todavía será más brillante cuando cumpla su promesa.
- ¿Acaso sucede que
mamá no cumple y no se confiesa, ni comulga?- pregunto con ansiedad.
- Sí, y muchas veces
ha sucedido que tu mamá no se ha confesado y por eso no ha podido comulgar. A
tu padre lo enfurecen las obras piadosas.
- ¿Por qué?
- Porque tu madre se
fortalece cuando tiene el corazón limpio y no ejecuta las órdenes de él.
- ¿Esas órdenes son
malas?
- Sí, son pésimas.
Algunas de esas órdenes son las lecciones que le ha dictado el doctor Astaró:
crímenes nefandos.
- No comprendo.
- No puedes
comprender. Bástete saber que del cumplimiento de esas órdenes depende tu vida.
Puesto que él no me lo
quiere explicar, se me ocurre que si yo aprendo la lengua de las gentes
comprenderé lo que ese horrible doctor habla con mi mamá y mi papá cuando está
con ellos.
Se lo pido al ángel y
él me dice:
- Eres el niñito de
mejor oído que conozco. Ahora que no tienes todavía ninguna edad, porque no has
nacido, oyes como si fueras grande, mejor que si fueras grande, porque oyes los
pensamientos sin palabras que nacen en el corazón de tu mamá.
- Los oigo, pero no
los entiendo. Enséñame las palabras.
Aquel día, y vuelvo a
decir que no sé realmente si era día o había entrado ya la noche, Absalón me
comenzó a enseñar las palabras de los seres humanos y me dijo algo que me colmó
de sorpresa.
- Cuando sepas hablar
algo, habla a tu madre, en voz muy bajita, para que nadie pueda oírte, y pídele
que te defienda, aunque a ella le cueste la vida defenderte.
- ¿Y puedo hablar sin
haber nacido?
- Un hijito que ama a
su madre puede hacerse comprender de ella, que también lo ama, cuando ella
tiene el corazón lleno de luz. Pero si lo tiene oscuro porque está en pecado, o
no te comprenderá o no arriesgará su vida por salvarte.
- Pero, ¿por qué tiene
que arriesgarla para salvarme? ¿No podemos vivir los dos? ¿Ella y yo no podemos
vivir juntos?
- Sí, podéis vivir los
dos, pero a tu padre el doctor Astaró lo convencerá de que no, que tú tienes
que morir para que ella viva. ¡Pídele a tu madre que te salve! ¡Que no te deje
matar!
- ¿Hay alguien que
quiere matarme?
Absalón vacila antes
de contestarme. Después de un largo silencio me dice:
- En el mundo hay
millones y millones de niñitos tan pequeños que los ojos de los hombres sólo
pueden verlos con unos cristales poderosos. Se sabe que ya existen y hay
muchísimos hombres perversos que están urdiendo procedimientos para matarlos.
- ¿Por qué?
- Porque cuando nazcan
costará dinero alimentarlos y criarlos. Hay hombres malos y mujeres perversas,
que estudian estas cosas y enseñan que la tierra está demasiado poblada y no
conviene que nazcan más niñitos, porque habría pobreza y faltarían alimentos
para los grandes. Por eso dicen que hay que matar a los pequeñitos antes que
nazcan.
- ¿Eso es un crimen,
verdad?- pregunto aterrado.
- Es el peor de los
crímenes que puedan cometerse, peor que la matanza de los inocentes hecha por
el rey Herodes…
- ¿Quién es Herodes?
- Otro día te lo
contaré. Hoy has vuelto a cansarte. Siento la corriente de la sangre de tus
venitas muy agitada. Duérmete y descansa.
- ¡Una sola cosa
todavía!- exclamo con vehemencia. Absalón, que se aprestaba a alejarse, me
escucha.
- ¿Por qué dices que
matar a los niñitos como yo es peor que la matanza que ordenó el rey Herodes?
- Porque esa matanza
de inocentes Herodes no la hizo por su mano. Si no hubiera encontrado sayones
que lo obedecieran no se habría animado a hacerla. Y también porque aquellos
inocentes no eran hijos suyos. Ninguno de ellos se perdió. Dios les concedió el
bautismo de
sangre.
- ¿Y los niñitos que
me has dicho que van a ser asesinados ahora lo serán por otros sayones?
- ¡No! Lo serán por
sus propios padres, ayudados por hombres tenebrosos como el doctor Astaró. Y
esos niñitos morirán sin ser bautizados.
Capítulo VI
¡Cuánto he
dormido!
Sé que tengo
dos hermanitos.
He dormido largamente
no sé cuántas noches, pero el ángel no ha cesado de hablarme en sueños.
Sostiene que los ángeles hablan a los hombres más fácilmente en sueños.
Me parece que estoy un
poquito más grande que ayer, pero él dice que ningún ojo humano podría verme
todavía, tan chiquito sigo siendo. Me ha revelado tantas cosas. Continúa
enseñándome a amar a Dios y a la Santísima Virgen , que es mi madre en el cielo.
Dice que esta es la mejor lección que puede darme. Quedo muy contento y pienso
con todas mis fuerzas en ello. Además me ha enseñado a amar a mi madre en la
tierra y a mis dos hermanitos, que en comparación mía, son inmensamente
grandes. Me parece que yo me había adelantado a esta otra lección, porque ya
amaba a mi madre de un modo extremado y triste. No sé por qué me entristece
este amor, mientras el amor a la
Virgen , mi otra madre, me alegra.
Hoy, cuando me he
despertado, se me ha ocurrido preguntar cómo me llamo yo. He tenido que darme
mucho valor para hacer tal pregunta, empleando palabras que nadie me ha
enseñado y que me vienen como los pensamientos. Pero solamente el oído de un
ángel puede entenderlas.
Me pareció que mi
ángel me sonreía. ¡Qué oscuridad tan grande hay aquí en el corazón de mi madre!
Yo me animé a preguntárselo porque él, cuando todavía yo estaba dormido, me
dijo que mi hermanito, de cuatro años, se llama José y que mi hermanita menor,
María. Si todos los seres humanos y los ángeles tienen nombre, yo debo llamarme
de algún modo. ¿Cómo me llamo yo?
El ángel me ha
contestado que todavía mi nombre está escrito en el cielo pero no en la tierra,
y que él no lo sabe y que yo no me llamaré de ninguna manera hasta que nazca y
me bauticen y sea hermanito de Jesús, el Hijo de Dios.
No he podido entender
todo lo que me dice, pero me he atrevido a preguntar cuándo voy a nacer y
cuándo me bautizarán para ser hermanito del Hijo de Dios, y me ha contestado
que tenga paciencia pues falta mucho tiempo.
Me he vuelto a dormir.
El seno de mi madre es sumamente oscuro y a veces me da miedo vivir allí.
Capítulo VII
El alma de
mi pobre madre está sombría.
Algo le ha
contado a Absalón el arcángel Gabriel
Lo primero que le he
preguntado a Absalón cuando he despertado en un nuevo día, es por qué parece
tan oscuro el seno de mi madre. Yo no he visto nunca la luz, ni sé cómo será,
pero la oscuridad en que ahora vivo me da miedo y pienso que viviría más a
gusto en eso que mi ángel llama “la luz de Dios”.
Esta vez el ángel me contesta
que no hay nada en el universo más negro que el pecado y que en le corazón de
mi madre hay pecados. Son cosas que no entiendo, pero que él no quiere
explicarme mucho.
Soy tan pequeñito que
no debería sentir dolores, porque dice el ángel que el dolor es una cosa de las
personas grandes, no de los niños inocentes como yo, que no han nacido. Sin
embargo, como mi alma es perfecta yo he sentido una gran aflicción al saber que
el corazón de mi madre está lleno de pecados. Porque yo la quiero ya con todas
las fuerzas de mi pequeñísimo corazón, que todavía no se ha formado.
Mi ángel es un sabio.
Me enseña muchas cosas que yo aprendo enseguida y no quiero olvidar. Mi ángel,
que sabe todo lo que pasó antes de que Dios creara mi alma, y todo lo que está
pasando alrededor de mí, sin embargo aún ignora lo que va a ser de mí en el
futuro, porque el futuro es algo que sólo está en la mente de Dios y ni los
arcángeles pueden penetrarlo.
Absalón ha conversado
con el ángel de la guarda de mi papá. No me ha contado de qué hablaron.
Solamente me dice como antes: “¡Hay que rogar a Dios mucho, mucho, mucho!”
Le he preguntado qué
tal persona es mi papá, y me ha contestado que yo soy demasiado curioso y que
no debo preguntar ciertas cosas. Para consolarme me anuncia que mañana me
contará algo mejor, que ha sabido por el arcángel Gabriel. Es algo que se
refiere a mi porvenir y que Gabriel sabe por habérselo confiado la Virgen. Ella sí lo
sabe todo, lo pasado, lo presente y lo futuro, no como criatura humana, sino como
Madre de Jesucristo que es Dios y que nada le oculta.
¡Me he quedado
pensativo! Ya he dicho que mi alma es perfecta, a pesar de la insignificancia
de mi cuerpo, que ahora sólo puede ser visto con esos aparatos que usan los
hombres para ver los microbios. Yo soy un poquito más grande que un microbio. Y
ya tengo a varios ángeles preocupados por cuenta mía. También cree que el
arcángel Gabriel se interesa por mí y que ha hablado de ello con la Santísima Virgen.
¡No cabe en mi pequeña cabeza una cosa parecida! ¿Cómo puede ser que un
microbio como yo preocupe a los ángeles del cielo y a la misma Virgen?
Vuelvo a sentirme
sumamente cansado. Quisiera dormir no una noche, sino muchas noches seguidas.
¡Dios mío! ¡Qué terrible oscuridad la del corazón de mi madre! ¡Ojalá mañana
ella tuviera la luz que mi ángel dice que hay en la presencia de Dios! Veo que
me estoy durmiendo, porque ya he comenzado a soñar.
Capítulo
VIII
De la
"Autobiografía"
Los ángeles de mi
familia hablan de un doctor negro. Los asesinatos de niñitos que este hombre
comete lo han hecho rico. Pero él también un día morirá.
He pasado muchos días
sin pensar en nada, sintiéndome agotado. Hoy al despertarme el ángel me ha
dicho en qué día estoy viviendo. Debo haber crecido muchísimo, pues aunque
todavía yo no me veo, siento que mi cuerpo se extiende sin dolor y que voy
formándome. Todavía el ángel no me ha revelado si seré un hombrecito o una
mujercita, pero creo que él ya lo sabe. El ángel sabe muchas cosas y no me
descubre ni siquiera la mitad de las que sabe. Hoy, sin embargo, me ha dicho
una que me ha dejado lleno de las pequeñas cavilaciones que pueden caber en mi
pequeñísimo cerebro. Él asegura que tengo ya un cerebro, aunque ningún sabio
del mundo con ningún instrumento podría descubrírmelo. Un ángel, sí, porque sus
ojos tienen un rayo de la luz de la cara de Dios y lo ven todo.
Me ha dicho, pues, mi
ángel que se han reunido los ángeles de la guarda de mi padre y de mis dos
hermanitos con él, para hablar de mí y que están muy tristes porque le han oído
a mi padre una terrible conversación mantenida con un hombre negro, un doctor,
según lo llaman.
No es que ese hombre sea propiamente negro,
sino que tiene tantos millones de pecados sobre el alma, que aparece
horriblemente negro a los ojos de los ángeles. Absalón afirma que ese doctor es
uno de los mayores criminales que existen en el mundo, que él solo, y a veces
ayudado por una mujer que se viste de blanco, ha cometido innumerables
asesinatos de niñitos como yo y más grandes que yo, que aunque pequeñitos y
todavía apenas formados, poseían ya un alma perfecta, creada por Dios, para que
fuera eternamente feliz en el cielo. Y que por obra de ese hombre negro, esos
niñitos han muerto sin bautismo.
Dice mi ángel que los
incontables asesinatos que él comete con sus herramientas de médico no son
reprobados por los padres, malos casi todos, quienes le pagan mucho por cada
niñito que asesina. Pero ese doctor que, como dice mi ángel, “hace vanos los
planes de Dios”, un día morirá. La vida de cada una de sus víctimas es como una
cadena de hierro que se le ha enroscado al cuerpo. Nada le puede librar de esos
millares de cadenas que lo envuelven. Y cuando muera, su alma, ahogada por ese
enorme peso, que ahora no siente, porque él nunca piensa que tiene alma, se
hundirá en las llamas del más profundo infierno.
Capítulo IX
Los planes
de Dios. Yo seré un hombrecito, no una mujercita.
Medio muerto de miedo,
yo le he preguntado qué quiere decir que ese hombre hace vanos los planes de
Dios.
Absalón me ha
respondido que todavía no tengo edad de comprender lo que se llama el misterio
de la gracia ni el del libre albedrío de los seres humanos, que dios les ha
dado para que libremente lo adoren y lo sirvan y que ellos emplean, muchas
veces, para cargarse de pecados y no solamente irse ellos al infierno, sino
impedir que millones y millones de niñitos alcancen por el bautismo la gloria
para que Dios los ha creado.
Casi no comprendo nada
de lo que se me acaba de enseñar, pero no pido más explicaciones, porque antes
de dormirme quiero que Absalón me diga de qué han hablado entre ellos los
ángeles de mi familia.
- Hemos hablado de ti-
me contesta- y de que el hombre negro ha conversado con tu padre para “hacer
vanos los planes de Dios” con respecto a ti.
- ¿Y cuáles son los
planes de Dios con respecto a mí?
- Ese es el provenir
que solo Dios ve. Pero te prometo que voy a preguntárselo al arcángel Gabriel,
quien lo sabrá por su Señora la
Virgen , a quien Dios se lo revela todo.
- Pero a lo menos tú,
¿has podido saber si yo seré un hombrecito o una mujercita?
- Sí, serás un
hombrecito. Tu hermanita tendrá dos hermanitos…
Desplegó las alas,
como hace cuando va a volar, unas alas inmensas que sin embargo caben en el
corazón de mi mamá y lo iluminan maravillosamente.
- ¡Oh, si el corazón
de mi mamá estuviera siempre así!- exclamo yo, y él me responde:
- Creo que mañana
estará así, pero no puedo decirte por qué…
- Si tú no puedes
decirme estas cosas, ¿por qué me las anuncias, me dejas inquieto?
- Para que aprendas a
tener paciencia.
Con esto se voló y yo
me dormí tan profundamente que tardé, por lo menos, ocho días en despertar.
Capítulo X
La voz del
doctor negro.
¿Podrán mis
padres criar otro hijito?
- Mañana te podré dar
una buena noticia- me dijo Absalón, pero han pasado muchos días y no ha
hablado.
Las lecciones que me
dio me cansaron de tal modo que no he podido despertarme en no sé cuánto
tiempo.
Me siento algo viejo.
Cuando se lo he dicho a Absalón ha sonreído y me ha contestado así:
- Te sientes viejo y
sin embargo tu mamá todavía ignora que existes. Algo sospecha y eso la tiene en
mortal angustia, porque sin saber que existes te quiere inmensamente.
Le he respondido que
él siempre me dice cosas incomprensibles para mí.
- Pronto sabrás por
qué no te hablo con más claridad. Pronto tú mismo lo comprenderás sin que yo
agregue nada. ¿Ves cómo no eres tan viejo? Reza, pues, por tu madre que está
llena de miedo a causa de ti.
Y se ha volado otra
vez sin explicarme lo que me anunció, que pronto el corazón de mi madre estaría
resplandeciente.
Ha pasado un día más.
Han pasado dos y tres y hasta seis días más en que he dormido muy mal, por
haber escuchado. ¡Ya tengo mis pequeños oídos que no pierden ningún rumor de
afuera! Y he oído varias veces la voz del hombre negro que hablaba con mi
padre, delante de mi pobrecita mamá que temblaba entera.
Yo sólo entiendo
todavía la lengua de los ángeles, pero el mío, que estaba conmigo una de las
veces que habló el hombre negro con su odiosa voz, que también a mí me hace
estremecer, ha escuchado sus palabras y me las ha explicado. Se reducen a esto,
que el hombre negro repite como una lección ante sus alumnos: Los padres no
tienen derecho de traer al mundo hijos a quienes no pueden sostener.
- ¿Qué significa eso?-
le he preguntado.
- Algún día lo sabrás,
sin que yo te lo explique.
No me satisface la
respuesta y vuelvo a la carga. Soy un poco testarudo. Pienso que Dios se ha
esmerado al crear mi alma y la ha hecho así.
- ¿Significa que si yo
naciera mis padres no podrían sostenerme?
- De eso han hablado-
me responde indirectamente.
Yo insisto:
- ¿Son muy pobres mi
papá y mi mamá que sólo pueden sostener a sus dos primeros hijitos, que son
hermanitos míos?
- Hay muchos hombres
negros además de este, cuya voz has oído. Todos razonan de igual modo: los
padres no tienen derecho de traer al mundo hijitos que no podrán sostener.
- ¿Se necesita mucho
dinero para sostener un nuevo hijito?
- ¡Qué curioso eres!
- ¡Contéstame, pues
eres mi ángel!
- No se necesita
mucho, cuando los padres tienen confianza en Dios y saben sacrificar sus
antojos.
- ¿Qué quiere decir
antojos?
- Necesidades frívolas,
vicios, caprichos de vanidad.
- ¿Mis padres son muy
pobres?
- No, no son pobres.
Si lo fueran no tendrían tanto miedo de tener nuevos hijitos. Las gentes
verdaderamente pobres casi nunca piensan en los sacrificios que les impondrá un
nuevo hijito. Lo encomiendan a Dios y le ruegan que los ayuda a mantenerlo.
Y se voló para que yo
no siguiera preguntándole. Pero me dejó en un mar de perplejidades. ¿Por qué
mamá no sabe que soy ya un hijito de ella, cuando yo, más pequeño que ella, sé
que es mi mamá? ¿Por qué tiembla de miedo cuando oye en nuestra casa la voz del
hombre negro? ¿No podría echarlo y decirle que no venga más?
He dicho nuestra casa,
considerándome ya con derecho a ella, como mis dos hermanitos, bajo la
protección de mi mamá que sé que me quiere, aun antes de que ella sepa que
existo.
Capítulo XI
Tengo 25
días.
¿Qué es ser
santo?
El corazón
de mi madre resplandece
Debo de ser de enorme
tamaño, aunque Absalón se sonríe cuando se lo digo. Y sin embargo todavía mamá
no tiene ninguna noticia de mi existencia. Pero creo que está sospechándola.
Hoy mi ángel me ha
contado algo, que me ha hecho extraordinariamente feliz. Ha hablado largamente
con el arcángel Gabriel. Todas sus enseñanzas me las ha ido dando mi ángel en
los veinticinco días de vida misteriosa que tengo. Me ha dicho que Dios me ha
dotado de una alma extraordinaria. Que seré, cuando nazca, una maravilla como
inteligente y como bueno. Que cuando sea hombre me haré sacerdote y que moriré
mártir en tierra de infieles y seré santo en la Iglesia. Como no entiendo ninguna
de estas cosas, que oigo por primera vez, me las hago explicar largamente.
Los ángeles de la
guarda están para eso.
- ¿Qué es un santo?
- Es una persona que
ama a Dios con amor heroico.
Yo que siento un
infinito ardor en mi pequeñísimo corazón, se lo digo en la mejor forma que
puedo decírselo. Él me comprende y agrega, sin miedo de que yo me ponga
orgulloso, porque parece que los santos nunca son orgullosos:
- Los ángeles de tu
familia estamos rogando a Dios por ti, que serás, cuando nazcas, un ser extraordinario.
- ¿Y cuándo voy a
nacer?
- Falta mucho todavía,
y en todo ese tiempo pueden sobre venir grandes tristezas en tu casa y terribles
iniquidades del doctor negro, como ya ha ocurrido varias veces antes de ahora.
¡Y se voló! Y yo me
dormí, hasta que me despertó un resplandor intensísimo, que no provenía de las
alas de mi ángel, sino de l corazón de mi mamá.
Llamé a mi ángel con
la pequeña voz de mi alma, infinitamente más grande que mi cuerpo, y le pregunté
si pasaba algo nuevo, porque ya no me sentía en la triste oscuridad de antes.
- Lo que pasa es que
tu mamá se ha confesado. Ya su corazón no está negro, de esa negrura que te
asustaba, y ahora mismo va a comulgar.
No pude contener mi
curiosidad y aunque me ha prohibido ser curioso le pregunté:
- ¿Cuándo se ha
confesado? ¿De qué se ha confesado? ¿Qué significa comulgar?
- Aquí en la Iglesia –me contesta- hay
uno de esos hombres que por privilegio de Dios pueden perdonar los pecados que
una persona les confiesa en secreto.
- ¿Un sacerdote?
- Sí, un sacerdote, como tú serás, si te dejan
vivir los malos hombres bastante tiempo para que llegues a serlo.
- Pero si Dios me
tiene destinado a ser sacerdote me dejarán vivir, aunque no quieran.
Me responde con una
voz tristísimo.
- Hay muchos niñitos
que Dios tenía destinados para grandes hazañas, pero que no llegaron a nacer.
Sus papás, por consejos de doctores de alma negra, los hicieron matar por ellos,
antes de que nacieran. Esos padres y esos consejeros cometieron una acción
infernal: “hicieron vanos los planes de Dios”, que siempre ayuda al que quiere
ser bueno, pero nunca jamás se opone al libre albedrío de los que se empecinan
en ser malos y matan a sus hijitos indefensos.
La luz del corazón de
mi madre me deslumbra. Parece ahora mil veces más intensa que hace un rato y
yo, pobrecito de mí, que he recibido ya tantas lecciones de mi ángel, no sé qué
es este calor que tanto me alegra.
- Tu mamá –dice
Absalón, que ha plegado sus alas y se ha puesto de rodillas- acaba de comulgar.
Lo que tú estás sintiendo es el amor a Cristo Jesús, que en este momento está
muy cerca de ti.
- ¿Puedo hablar yo con
Él?
- Sí. Dile que lo
amas. Él te comprenderá.
No me limito a decirle
que lo amo, por mi cuenta agrego otra cosa.
- Señor, te amo…
Quiero nacer para ser tu sacerdote y perdonar los pecados de los hombres. ¡No
permitas que me maten, Señor! Aunque no he oído su divina voz, estoy seguro de
que me ha contestado, porque he sentido un divino hervor en mis venas,
pequeñísimas todavía.
Después de haber
tenido mucho miedo, por lo que me ha contado mi ángel de los pecados anteriores
de mi madre, estoy lleno de esperanza, porque su corazón se conserva iluminado
gracias a la presencia del Señor.
Capítulo XII
Mi madre se
da cuenta de que yo existo.
Pero lo
oculta a mi padre, por miedo del doctor negro.
Una horrible
discusión.
El mal olor
de la casa de ese hombre.
Hoy, por primera vez,
mi madre ha tenido noticias de mi existencia. Su corazón sigue iluminado y late
con una fuerza que yo no le conocía. Ha contestado briosamente a ciertas
palabras de mi padre que la interrogaba. Más tarde ha venido el hombre negro y
ella se ha negado a salir de su cuarto. Ni siquiera ha respondido a las raras
preguntas que él le ha hecho.
Como no entiendo las
palabras de ellos y mi ángel no ha querido explicarme nada, me he dormido en la
plena luz del corazón de ella, soñando que un día seré sacerdote y otro día
seré santo.
Al día siguiente:
Ya mi mamá no tiene
dudas de la existencia de su nuevo hijito, pero me parece que se lo niega a mi
papá y hasta al hombre negro que ayer volvió a interrogarla con su odiosa voz.
¿Pero qué le importa a él lo que pasa en nuestra casa?
Como el corazón de mamá
continúa iluminado, lo cual significa que está en estado de gracia, mi ángel se
muestra sumamente alegre y yo pienso que les ha contado todo esto a los otros
ángeles de mi familia.
Me ha dicho, sin
embargo, que el ángel de la guarda de mi madre se muestra muy acongojado, señal
de que el alma del pobre señor está, más que nunca, oscurecida por los pecados
de antes y los malos propósitos de ahora.
¿Cuáles son esos malos
propósitos? Yo creía que todo peligro de nuevos pecados de mi madre había
pasado, pero no ha de ser así, porque Absalón me repite que hay que rogar mucho
a Dios. Durante largo tiempo seguiremos en grave peligro.
Otro día:
Tengo tan cansada la
cabeza por esta inmensidad de recuerdos, que he resuelto no acordarme sino de
los que me parecen los más importantes.
Por ejemplo, ayer hubo
en casa una terrible discusión entre mi padre y mi madre. Él exige, como dueño
y señor, que se haga algo en que debe intervenir el doctor negro y ella
atemorizada se ha negado a hacerlo, diciendo alguna pequeña mentira, que es un
pecado, porque la luz de su corazón ha disminuido un poquito. No sé qué será y
estoy seguro de que mi ángel se negará a explicármelo si le pregunto. No le
preguntaré nada y seguiré muy atento.
En todo caso, mi madre
ha vuelto a la iglesia y ha comulgado otra vez y yo he sentido aumentar la luz
con la divina presencia del Señor y le pedido de nuevo lo que antes le pedí:
- ¡Quiero ser
sacerdote! ¡No permitas, Señor, que me maten!
Seis días más tarde:
Me ha contado Absalón
que ha visto al ángel de la guarda del doctor negro. Por malo que sea un
hombre, tiene siempre un ángel que lo acompaña y lo protege y lo aconsejará
hasta el día de su muerte. Algunos de estos ángeles guardianes viven alegres
porque sus palabras son escuchadas y las personas a quienes guardan son buenas.
Otros ángeles viven avergonzados por la mala vida, el orgullo, la rebeldía de
aquellos a quienes cuidan.
El del hombre negro ni
siquiera puede acompañarlo siempre porque se queda a la puerta de la casa de él,
cuando el doctor está dentro.
- ¿Por qué? -le
pregunto muy intrigado.
- Porque los ángeles
sentimos el olor insufrible de las casas construidas con el producto del pecado
y no podemos habitar en ella.
- ¿Y es así la casa
del doctor negro?
- Sí, Cuando él era
joven y no tenía riquezas, vivió pobremente. Pero cuando se hizo famoso por la
especialidad que ahora ejerce…
- ¿Qué especialidad
es? ¿Qué significa una especialidad?
- No me preguntes
tanto. Luego tú mismo lo irás comprendiendo. El doctor negro ha ganado mucho
dinero con lo que hace por su mano y lo que enseña a hacer a otros jóvenes
doctores de tan mal corazón como él. Los crímenes de ellos son indirectamente
crímenes de él, que fue su maestro.
- ¿Y su casa adonde un
ángel no puede entrar…?
Me interrumpe.
Verdaderamente no le gusta hablar de esto, pero tanto lo hostigo que me explica:
- Su casa a los ojos
de los hombres es muy hermosa, pero a los ojos de Dios y de los ángeles causa
espanto. No hay un ladrillo, ni un hierro, ni una madera que no estén amasados
o pulidos con la sangre de miles y miles de niñitos, que por culpa de él
murieron antes de nacer y sin bautismo. Dios había creado el alma de esos
pobrecitos y había trazado para ellos un hermoso camino en la vida. Iban a ser
personas útiles, bondadosas y sabias, que harían mucho bien a los hombres y
hasta serían grandes santos. Pero el doctor negro, por ganar un ladrillo más
para su horrible casa, los mató o los hizo matar por sus discípulos, antes de
que nacieran. Por eso su casa tiene un espantoso hedor a sangre inocente, y ni
su ángel de la guarda penetra en ella. Un día el demonio, que lo encuentra
siempre bien preparado para su infierno, le dará un golpe de muerte y no tendrá
nadie que lo defienda.
Al oír estos horrores
me entra un gran temblor. Hasta mi madre siente mi agitación. Es claro que ella
no puede adivinar las conversaciones que yo mantengo con su ángel, que también
es mío, pero de algo se da cuenta y dice para sí, intentando acariciarme de
lejos con su suave mano:
- ¡Pobrecito! está
nervioso, porque yo misma estoy intranquila. No tardarán en descubrir que he
mentido para salvarlo, asegurando a su padre y al doctor que mi hijito no
existe. Esto me lo traduce mi ángel que comprende hasta las cosas dichas en voz
bajísima.
Aunque hemos dejado de
conversar, yo sigo pensando en la casa del doctor negro, cuyos ladrillos han
sido amasados con la sangre de niñitos como yo. Y pienso una cosa que voy a
preguntar a mi ángel:
- ¿Acaso estos
millones de asesinatos no son castigados por la justicia de los hombres, que
dicen que es un reflejo de la de Dios?
Capítulo
XIII
El ángel
preocupado.
Le pregunto
por qué la justicia de los hombres
permite que
los padres maten a sus hijitos.
Es evidente para mí,
que ya lo conozco tanto, que Absalón está muy preocupado y hasta triste.
¿Pero un ángel puede
estar triste? A cada instante viene, observa el resplandor que ahora hay en el
corazón de mamá y sin decir palabra abre sus alas de nácar y se vuela. Como si
temiera la desaparición de esa divina luz que ahora nos alumbra a ella y a mí.
¿Qué es lo que ha
sabido? ¿Qué le han dicho los otros ángeles de la familia, puesto que tengo la
seguridad de que se encuentran y conversan? ¿Qué le ha dicho sobre todo el
ángel del doctor negro sobre las conversaciones que este mantiene cada día con
mi padre? No sé nada, porque está mudo conmigo.
Si no fuera por la
tremenda angustia que me causa el ver a mi ángel en esta situación, yo estaría
orgulloso de mí mismo. A la luz del corazón de mi mamá he podido con mis
propios ojitos contemplar mi pequeño cuerpo. Ya no soy lo que era cuando comencé
a comenzar con Absalón.
Mi alma ya era
perfecta, a pesar de su inmensa ignorancia, pero de mi cuerpo entonces no había
apenas señales. Esto lo pienso ahora, porque yo no veía, no tenía ojos, ni órgano
alguno separado y viviente. Ahora soy otra cosa, y me asombro de los progresos
que he hecho. Soy un muchachito bastante bien formado, un poco nervioso y
comprendo que mi mamá está enamorándose de mí cada día más. Yo también de ella,
seguro de que me defenderá contra todo peligro.
Hoy no lo he dejado
escaparse a mi ángel y le he soltado la pregunta que hace días quiero hacerle.
- ¿La justicia de los
hombres permite que haya papás que decidan asesinar a sus hijitos y doctores
que se encarguen de hacerlo?
- ¡Sí! –me responde
impetuosamente-. Cuando un doctor de esos afirma en un papel que tal niñito fue
muerto antes de que naciera para salvar la vida de la madre, la policía cierra
los ojos y no averigua nada y el asunto no llega a los jueces, que tampoco
dirían nada.
- ¿Pero hay quienes
conocen estos crímenes, además de los que los ejecutan?
- Sí, muchos amigos a
quienes los papás de los niñitos asesinados les cuentan esto como si contaran
que han bebido un vaso de agua. Y se les felicita, como s hubieran escapado a
un peligro.
- ¿Qué quieres decir?
- Que cuando los papás
no quieren tener un nuevo hijito, porque piensan que les costaría mucho
mantenerlo, se apresuran a matarlo, antes de que nazca o antes de que se forme
en el seno de la mamá. Si no se apresurasen y el chiquito naciera, la policía y
las leyes y los jueces considerarían criminales a los papás o a los doctores
que los suprimieran. Por eso hay que andar a prisa. Mientras más pronto se les
mata es menos peligroso para los papás y para el doctor, que los aconseja. Los
chiquitos antes de nacer no tienen ninguna defensa en la sociedad.
- ¿Y son muchos los
que mueren así?
- Los que mueren antes
de formarse en el seno de la madre son miles de millones. Los que son muertos
después de que se han formado, cuando tienen ya un alma creada por Dios para
ellos y un destino trazado en sus planes, son muchos, quizá millones. Estos
crímenes, que la sociedad ni siquiera considera faltas, enojan a Dios de un
modo terrible, porque… ¿te estás durmiendo, chiquito?
- Sí, perdóname, pero
tus explicaciones son muy difíciles de comprender y me hacen doler la cabeza.
- ¡Duérmete! Todavía
hay mucha luz en el corazón de tu mamá y tú duermes mejor en la luz que en las
tinieblas.
Al decir mi ángel
“todavía hay mucha luz” su acento es melancólico como si temiera que eso pudiera
faltarme un día u otro.
Capítulo XIV
Mi padre
sospecha que yo existo. Mamá se va a otra ciudad.
Mi pobrecita mamá le
dice a mi papá que está muy cansada de vivir en esta ciudad. Todos los días la
visitan sus amigas y ella no tiene ánimos para visitar a nadie. Querría
descansar en casa de su mamá que vive en otra ciudad.
Mi papá la interroga
como si fuera un juez. Yo he aprendido ya muchas de sus palabras y se que le
pregunta por qué se siente tan cansada.
Es el motivo de las
reyertas que tienen casi diariamente, en algunas de las cuales he oído la voz
del doctor negro.
Mi mamá sale siempre
del apuro. Sin embargo yo le noto que va perdiendo fuerzas. Nadie estás más
íntimamente unido a ella que yo y por lo tanto nadie adivina mejor que yo lo
que le pasa. Y lo que le pasa es que mi padre sospecha de que yo existo y que
ella le miente. ¿Por qué le miente? Mi ángel me ha explicado: porque mi padre
cree que un nuevo hijito lo empobrecería, con los grandes gastos que traería.
Mi padre no tiene confianza en Dios.
- Entonces, ¿qué va a
suceder cuando mamá no pueda seguir negando?
Mi ángel me contesta
con voz insegura, como si no creyese mucho lo que dice.
- Esperemos que cambie
el corazón de tu papá.
- El doctor negro y
los malos amigos que tienen lo aconsejarán de otro modo.
- ¿Quién te ha dicho
eso?
- Se lo he oído decir
a mi mamá que conversaba con un sacerdote, un día que tú habías volado a hablar
con el arcángel.
Mi ángel se sonríe y
me tranquiliza.
- Esperemos que la Santísima Virgen
consiga ablandar el corazón de tu padre o dé fuerzas a tu mamá para hacer
frente a tantos enemigos como tiene en e mundo una madre honesta.
¡Qué hermoso es vivir
en paz! Estamos, con mamá, a mucha distancia de ese gran Buenos Aires, donde todos
los días y todas las noches, según dice mi ángel, millones de hombres y mujeres
impiden que lleguen a la existencia sus hijitos.
También sucede algo de
eso en las pequeñas ciudades y hasta en los campos, pero no en tan terrible
proporción. Mi ángel me ha dicho que por cada niño que nace, cientos son
impedidos de existir, y que un día Dios tomará tremenda cuenta de estos
crímenes. La
Santísima Virgen está deteniendo el brazo de Dios. ¿Hasta
cuándo podrá hacerlo?
Capítulo XV
¡Que no me
maten, Dios mío, yo quiero ser sacerdote!
Mi ángel ya no teme
que yo me duerma cuando él me habla con tanta seriedad.
Yo comprendo que están
acercándose para mí las horas más trágicas. Mi pobre madre, ahora en casa de la
suya, que es mi abuelita, vive en paz, sin disputas. Pero sabe que esta
preciosa paz que le permite ir todos los días a comulgar, llenándose de luz y
tomando fuerzas, no puede durar.
El ángel vuelve a
hablarme, y esto lo sabe por el arcángel Gabriel, de que los hombres cegados
por la maldad del diablo no tienen idea de lo que el mundo pierde con estos
asesinatos sin número que cada día se cometen, en lo más puro de la humanidad,
que son sus niñitos.
Dice que muchos sabios
siniestros andan propagando sistemas para contener el aumento de las gentes,
aduciendo que pronto la tierra no podrá alimentar a su población. Con el
aparente miedo de que algún día esos niños por falta de alimento puedan morir,
se anticipan a matarlos desde ahora. Y dice que este pecado infernal ha
excluido de la existencia a seres que habrían sido inventores prodigiosos,
infinitamente superiores a los que se han conocido, genios que con sus
descubrimientos habrían conjurado todo peligro de que la humanidad aun
multiplicada por cien pudiera encontrarse estrecha en los ámbitos de la tierra.
Más aún, que algunos de esos niñitos arrancados a la vida iban a ser cerebros
capaces de hallar la manera de que los hombres conquistaran pacíficamente
nuevas tierras en los astros y difundir en ellos la fe y el servicio de Dios.
Todo esto ha sido borrado, aniquilado por las infames prácticas de lo que
llaman restricción de la natalidad.
Me pondera el ángel lo
que habría adelantado el mundo en otras cosas, menos materiales, como son las
artes o la ciencia del alma. Entraba en los planes de Dios, me dice Absalón,
que el hombre (Adán y Eva) llenara la tierra con su descendencia y la dominara.
Y ahora el hombre que no confía en Él, no se atreve a crear un descendiente más
y de hace impotente él mismo para dominar su propio imperio.
¡Qué inmensos
horizontes se abren a mi pequeño pensamiento con estas grandes palabras!
¿Podré yo, algún día,
ser sacerdote y contribuir a que por mi parte se cumplan los planes de Dios?
Hoy en la Iglesia cuando mamá
comulgó, me sentí tan cerca de Jesús en su corazón, que volví a rezar casi en sus
oídos mi oración de siempre:
- ¡Que no me maten,
Señor y Dios mío! ¡Yo quiero ser sacerdote!
Esa fue la última vez
que pude rezar cerca de Cristo en persona, porque fue también la última vez que
mi pobre madre comulgó.
Vino, pues, mi padre y
se llevó a mi madre a Buenos Aires.
Le bastó una ojeada
para comprender la comedia que ella estaba representando. Ya no era posible
mantener el secreto. Mi pequeño cuerpo se había desarrollado tanto que para un
ojo experto era inútil toda ficción.
Él se limitó a decir
pocas palabras, que me hicieron temblar en aquel mi refugio que duraba ya
varios meses.
- Ahora será más
difícil extirpar eso, pero el doctor lo arreglará bien. No sufrirás mucho, no te
asustes.
En el tono inflexible
se advertía su extrema cólera y su inexorable decisión. Tuvimos dos días de
paz. Mi padre parecía tranquilizado. Además el doctor negro se hallaba ausente,
en un país lejano, a donde había ido a dar conferencias sobre su maldita
"especialidad".
Mi ángel me contaba
todo y me hacía rogar a Dios por mi madrecita, agotada de fuerzas para las
nuevas arremetidas que iba a soportar de mi padre, irritado e inflexible.
Mi desventurada madre
nunca tuvo voluntad. Débil, apocada, se hubiera dejado matar. Tal vez ahora
sería capaz de defender su vida, porque en ella se sustentaba la mía. Ya
mentalmente me había bautizado con el hermoso nombre de Jesús.
Yo me dirigí a él,
rogándole que auxiliara a mi madre.
Hugo
Wast
Año 1962
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