Vigésimo domingo del Tiempo Ordinario
CEC 543-544: el
Reino de Dios anunciado primero a Israel, ahora a todos los que creen
CEC 674: la venida
de Cristo esperanza de Israel; su aceptación definitiva del Mesías
CEC 2610: el poder
de la invocación hecha con fe sincera
CEC 831, 849: la
Iglesia es católica
CEC 543-544: el Reino de Dios anunciado primero a Israel, ahora a todos
los que creen
El anuncio del Reino de Dios
543 Todos los
hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar
a los hijos de Israel (cf. Mt 10, 5-7), este reino mesiánico
está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8,
11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús:
«La palabra de Dios
se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se
unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por
sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega» (LG 5).
544 El Reino
pertenece a los pobres y a los pequeños, es decir, a los que lo
acogen con un corazón humilde. Jesús fue enviado para "anunciar la Buena
Nueva a los pobres" (Lc 4, 18; cf. Lc 7, 22).
Los declara bienaventurados porque de "ellos es el Reino de los
cielos" (Mt 5, 3); a los "pequeños" es a quienes el
Padre se ha dignado revelar las cosas que ha ocultado a los sabios y prudentes
(cf. Mt 11, 25). Jesús, desde el pesebre hasta la cruz
comparte la vida de los pobres; conoce el hambre (cf. Mc 2,
23-26; Mt 21,18), la sed (cf. Jn 4,6-7;
19,28) y la privación (cf. Lc 9, 58). Aún más: se identifica
con los pobres de todas clases y hace del amor activo hacia ellos la condición
para entrar en su Reino (cf. Mt 25, 31-46).
CEC 674: la venida de Cristo esperanza de Israel; su aceptación
definitiva del Mesías
674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm 11, 20) respecto a Jesús . San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21). Y san Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24), hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15, 28).
CEC 2610: el poder de la invocación hecha con fe sincera
2610 Del mismo
modo que Jesús ora al Padre y le da gracias antes de recibir sus dones, nos
enseña esta audacia filial: “todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis
recibido” (Mc 11, 24). Tal es la fuerza de la oración, “todo es
posible para quien cree” (Mc 9, 23), con una fe “que no duda” (Mt 21, 22). Tanto como Jesús se entristece por
la “falta de fe” de los de Nazaret (Mc 6, 6) y la “poca fe” de sus discípulos (Mt 8, 26), así se admira ante la “gran fe” del
centurión romano (cf Mt 8, 10) y de la cananea (cf Mt 15, 28).
CEC 831, 849: la Iglesia es católica
831 Es católica
porque ha sido enviada por Cristo en misión a la totalidad del género humano
(cf Mt 28, 19):
«Todos los hombres
están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de
extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se
cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza
humana y decidió reunir a sus hijos dispersos [...] Este carácter de
universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor.
Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a
reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en
la unidad de su Espíritu» (LG 13).
La misión, exigencia de la catolicidad de la Iglesia
849 El mandato
misionero. «La Iglesia, enviada por Dios a las gentes para ser
"sacramento universal de salvación", por exigencia íntima de su misma
catolicidad, obedeciendo al mandato de su Fundador se esfuerza por anunciar el
Evangelio a todos los hombres» (AG 1): "Id, pues, y haced discípulos
a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed
que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,
19-20)
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