La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que
están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de
dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las
posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de
los momentos celebrativos propuestos.
Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo
que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar
con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela
encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde
la cual se proclamará el Evangelio.
Somos un pueblo que camina
Somos un pueblo que camina
y juntos caminando
podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba
sin penas ni tristezas
ciudad de eternidad.
Somos un pueblo que camina
que marcha por el mundo
buscando otra ciudad.
Somos errantes peregrinos
en busca de un destino
destino de unidad.
Siempre seremos caminantes
pues sólo caminando
podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba
sin penas ni tristezas
ciudad de eternidad.
Danos valor para la lucha
valor en las tristezas
valor en nuestro afán.
Danos la luz de tu Palabra
que guíe nuestros pasos
en este caminar.
Marcha Señor junto a nosotros
pues sólo en tu presencia
podremos alcanzar
otra ciudad que no se acaba
sin penas ni tristezas
ciudad de eternidad.
Dura se hace nuestra marcha
andando entre las sombras
y en tanta oscuridad.
Todos los cuerpos desatados
ya sienten el cansancio
de tanto caminar.
Pero tenemos la esperanza
de que nuestras fatigas
al fin alcanzarán
otra ciudad que no se acaba
sin penas ni tristezas
ciudad de eternidad.
Luego el
adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la
cruz, mientras dicen:
Todos: En el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Familia, bendigamos al
Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos responden: Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa: En este Domingo, el
día del Señor, reconociendo que necesitamos su perdón y su paz, manifestemos
nuestro arrepentimiento:
Todos hacen un
breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
G: Tú, que
permanentemente escuchas nuestras necesidades. Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad.
G: Tú, que nos curas de
nuestros egoísmos y cobardías. Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
G: Tú, que nos pides que
nos acerquemos a los marginados y necesitados. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
G: Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida
eterna.
Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra
Habiendo
marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien
toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo
15, 21-28. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.
Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san
Mateo 15, 21-28
Jesús partió de
Genesaret y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea,
que procedía de esa región, comenzó a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten
piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio». Pero él
no le respondió nada.
Sus discípulos se
acercaron y le pidieron: «Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos».
Jesús respondió: «Yo
he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel».
Pero la mujer fue a
postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!»
Jesús le dijo: «No está bien tomar el pan de
los hijos, para tirárselo a los cachorros».
Ella respondió: «¡Y
sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus
dueños!»
Entonces Jesús le
dijo: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!» Y en ese momento
su hija quedó sana.
Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer
una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia.
Además, puede leerse la siguiente reflexión:
El evangelio de hoy
nos cuenta que Jesús se ha retirado a la región de Tiro y Sidón (hoy esa región
pertenece a la República del Líbano). Y allí es buscado por una mujer
“cananea”. En realidad es sirofenicia porque no existían cananeos en esa época,
pero la llaman así para resaltar que era pagana, es decir, no perteneciente a
la fe y la raza del pueblo elegido. .
Y esto provoca
reacciones llamativas:
La de los apóstoles,
que quieren que Jesús la atienda no porque les preocupa sino porque los molesta
y quieren sacársela de encima.
Pero también llama la
atención la reacción de Jesús por la frase que utiliza y que suena muy fuerte a
nuestros oídos occidentales: “El pan de los hijos no debe darse a los
cachorros”. En realidad es un proverbio que significa que en toda casa debe
haber prioridades. Significa que el plan de Dios, la Salvación, debe llegar
primero a Israel y a partir de allí a todo el mundo.
Y sin embargo, termina
concediéndole a la mujer la curación de su hija.
¿Qué fue lo que cambió
el orden de prioridades de Jesús? La fe de esa mujer, su humildad y confianza.
La fe también destruyó
la barrera entre judíos y paganos. Muchos judíos que aceptaban a Jesús pensaban
que la salvación era sólo para Israel. Se necesitó tiempo para vencer esas
barreras.
Este episodio nos hace
preguntarnos si nosotros todavía tenemos barreras. ¿Cuáles son? ¿A quiénes
dejamos “afuera” de la salvación y de nuestros corazones? ¿Todavía tenemos
barreras raciales, sociales, políticas?
O, por el contrario, ¿quiénes
son los que pensamos que solamente se pueden salvar? ¿Los que comparten
nuestras ideas, nuestra espiritualidad, nuestras ideas políticas?
Preguntémonos si
nuestra fe es suficiente para derribar nuestras barreras, de tal manera que nos
lleve a considerar que todo ser humano es nuestro hermano.
Que el Señor purifique
nuestra fe y nos haga descubrir que el Reino de Dios se siembra y germina en
todas partes, que sólo necesita la tierra fértil de los corazones de hombres y
mujeres de buena voluntad.
Para concluir este momento de reflexión se proponecantar «Creo» Aquí
Creo
Creo, aunque todo te oculte a mi fe.
Creo, aunque todo me grite que no.
Porque he basado mi fe
en un Dios inmutable,
en un Dios que no cambia,
en un Dios que es amor.
Creo, aunque todo parezca morir.
Creo, aunque ya no quisiera vivir.
Porque he fundado mi vida
en palabra sincera,
en palabra de amigo,
en palabra de Dios.
Creo, aunque todo subleva mi ser.
Creo, aunque sienta muy solo el dolor.
Porque un cristiano que tiene
al Señor por amigo
no vacila en la duda,
no vacila en la fe.
Creo, aunque veo a los hombres matar.
Creo, aunque veo a los niños llorar.
Porque aprendí con certeza
que El sale al encuentro,
en las horas más duras,
con su amor y su luz.
Creo, pero aumenta mi fe.
Confesamos nuestra
fe
G: Como familia
de Dios vamos a expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»
Alguno de los
presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector: En Dios
Padre, creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En
Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En
Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto
y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los
muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En
Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre
todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En el
Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón
de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentamos nuestra
oración
G: Jesús alabó la fe de la mujer que se
acercó a pedirle por su hija y le concedió lo que le pedía. Con esa misma fe
presentémosle al Señor nuestras necesidades. A cada intención respondemos: “Te
rogamos, óyenos”.
Lector:
Por la Iglesia, para que proclame
fielmente su mensaje cristiano a todos los pueblos. Oremos.
Por las autoridades, para que
prioricen a los más vulnerables y a los desempleados en este tiempo tan difícil
que atraviesan y destinen sus acciones de gobierno a aliviar su situación.
Oremos.
Por todos los agentes sanitarios,
por los científicos y todos los trabajadores esenciales, para que confiando en
el Señor, renueven sus fuerzas en su arduo trabajo de vencer esta pandemia.
Oremos.
Por todos los niños y niñas en su
día, para que cuenten con una protección afectuosa y contenedora en sus vidas
que les haga descubrir el amor de Dios que nunca los abandona. Oremos.
Por nosotros, para que con
hospitalidad y solidaridad recibamos al hermano migrante, al extranjero,
acogiéndolo en nuestras comunidades y en nuestros barrios. Oremos.
Quien
lo desee, puede agregar intenciones.
Después, quien
anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la
oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…
G: Oremos.
Dios y Padre nuestro,
que en la bondad
de tu Hijo manso y humilde de corazón
has cumplido el designio universal de salvación,
revístenos de sus sentimientos,
para que demos testimonio continuo
con las palabras y con las obras
de tu amor eterno y fiel.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Rezamos por los niños en su día.
Este domingo
16 de agosto se celebra en Argentina el Día del Niño. Por eso les proponemos
realizar, si hubiera niños/as en la casa, la bendición que se propone en los
números 118 o 119 del Bendicional para ser realizada por un laico. Si no
hubiera niños en la casa se puede rezar solamente la oración a la Virgen que se
propone al final.
Bendición de
los niños
Quien anima la
oración, dice la siguiente oración:
a) Para niños
ya bautizados
Señor Jesucristo, tanto amaste a los niños que
dijiste que quienes los reciben te reciben a ti mismo; escucha nuestras
súplicas a favor de estos niños (este niño / esta niña) y, ya que los (lo / la)
enriqueciste con la gracia del bautismo, guárdalos (guárdalo/guárdala) con tu
continua protección, para que a medida que crezcan (crezca), profesen (profese)
libremente su fe, sean fervorosos (sea fervoroso/sea fervorosa) en la caridad y
perseveren (persevere) con firmeza en la esperanza de tu reino. Que vives y
reinas por los siglos de los siglos. Y todos responden: Amén.
b) Para niños
sin bautizar
Dios, Padre todopoderoso, fuente de bendición y
defensor de los niños, mira con bondad a este (estos) niño (s) y protégelo(s)
desde ahora ya que habrá(n) de nacer de nuevo por el agua y el Espíritu Santo;
y concédele(s) que, una vez recibido el don del bautismo, participe(n) de tu
reino y aprenda(n) a darte gracias con nosotros en la Iglesia. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Y todos responden: Amén.
Oración a la Virgen por los niños
El que anima
la oración invita a todos a rezar diciendo: Vamos a pedirle a María por todos los niños y
niñas, especialmente por los que sufren a causa de la pobreza, la enfermedad o
la falta de amor. Le pedimos su protección para cada uno diciendo: Dios te
salve María, llena eres de gracia…
Podemos terminar la celebración cantando «Junto a Ti María» Aquí
Una vez que se ha
pedido la bendición de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes
oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.
Invocación del Papa
Francisco a San José
Protege, Santo Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados
para la salud
y el bienestar físico de los hermanos.
Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios, enfermeros, médicos,
que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su propia seguridad.
Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu
luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente en los más pequeños.
Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo.
Consuela a los más frágiles,
alienta a los que flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre, suplica al Señor
que libere al mundo de cualquier forma de pandemia.
Amén.
Invocación a la protección de
San José Gabriel del Rosario Brochero
Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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