Vae victis!
¡Ay de los vencidos!
El Cedro viejo que
había dado sombra a tantos cansados, y asiento a tantas aves, ramas a tantos
nidos, y flores, perfumes, color y alegría a tantas primaveras, como ahora
estaba viejo y empezaba a picarse, lo arrancaron. El carpintero, que pagó la
operación, se llevó el tronco; los vecinos llevaron leña de las ramas y el que
no pudo más llevó hojas para cocimientos; los chicos saltaron jugando entre las
ramas y hasta los sapos salieron de sus cuevas alegremente a buscar insectos en
la tierra removida.
Sólo una Cabecita
Negra, que tenía el nido en la copa, lloró en un trino fúnebre la muerte del
anciano del monte. Y su trino decía así:
¡Qué fácilmente la
sobrellevamos,
qué llevadera se
hace la caída
de aquel de quien ya
no necesitamos...!
Y todos los sapos
respondían al unísono, en un desafinado coro:
Así es la vida,
amigo, así es la vida.
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