Domingo de la 15ª semana
CAUSAS DEL AMOR
I. Eres amigo del
hombre, porque está presente. Pero Dios tiene mayor ventaja porque está
presente íntimamente, siempre y en todas partes.
El hombre está
presente, porque está junto a ti; pero Dios está más presente, porque está
dentro de ti, como explica San Agustín: "Está en el interior del corazón,
pero éste se alejó de él." El hombre está unas veces presente y otras
ausente por necesidad, pero Dios nunca se ausenta de ti aunque tú a veces te
alejes y te ausentes. San Agustín agrega: "Tú estabas dentro y yo fuera;
yo te buscaba afuera, y deforme irrumpía en estas cosas hermosas que hiciste;
conmigo estabas y yo no estaba contigo."
Además, el hombre de
quien eres amigo, está presente a ti en algunos lugares, y en otros está
ausente; pero Dios está presente a ti en todas partes. Por lo cual, como al
morir no podrás gozar de la presencia de los amigos, de la que necesitarás en
gran manera entonces, disfrutarás con mucho consuelo de la presencia de este
amigo.
Aun cuando ande en
medio de sombras de muerte, no temeré males; porque tú estás conmigo (Sal 22,
4).
II. Eres amigo del
hombre, porque te es útil. Pero en esto lleva Dios la ventaja de tres maneras;
porque la utilidad que él te proporciona es mayor, más abundante y más
duradera.
El amigo te hace
partícipe de sus bienes. Pero Dios da sus cosas y se da a sí mismo. El que aun
su propio Hijo no perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos
dará también con él todas las costas? (Rom 8, 32). ¿Qué amigo te dará a su
propio hijo y su espíritu como hizo Dios? Da sus cosas. Obsequia dones más
dignos, mayores, más numerosos, más permanentes en duración y en tiempo,
mejores con relación al fin. Muchas y grandes cosas donó en el pasado, da y no
cesa de dar en el presente, pero en el futuro dará muchísimas y mayores.
III. Eres amigo del
hombre; porque es amable. El hombre amable en el trato será amigo, más que un
hermano (Prov 18, 24). Tres cosas hacen amable a una persona: la gracia el
rostro, la afabilidad en el trato y en las palabras, la mansedumbre en el gusto
y en las acciones.
Pero Dios supera a
todos en esas tres cosas.
Porque, en efecto,
engañosa es la gracia, y vana la hermosura (Prov 31, 30) que confieren la salud,
el buen temperamento y la juventud; la prueba es que la enfermedad quita la
salud; la vejez disipa la juventud, y la muerte quita el temperamento. Pero
cuán amable es aquél cuyo rostro está lleno de gracias, aquél en quien desean
mirar los ángeles (1 Pedro 1, 12), cuya hermosura no se marchita, sino que
salva a los que la miran; no envejece, antes bien, hace rejuvenecer; no muere,
antes vivifica eternamente.
También es deseable
por la dulzura de sus palabras. El Señor hablaba a Moisés cara a cara, como suele
un hombre hablar a su amigo (Ex 33, 11). Afable no sólo para los justos, sino
también para los injustos, como los publicanos, y es amigo de los pecadores.
Por último, es
amable, porque es manso en sus acciones. Yo como cordero manso (Jer 11, 19).
(De dilectione Dei,
X, XI, XII)
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