Martes de la 13ª semana
LA PERSEVERANCIA
El que perseverare
hasta el fin, éste se salvará (Mt 24, 13).
1º) La perseverancia
es virtud. Porque la virtud tiene por objeto lo difícil y lo bueno; y por lo
tanto, donde ocurre una razón especial de dificultad y de bien, allí hay virtud
especial.
Una acción virtuosa
puede tener bondad y dificultad por dos motivos: o por la misma especie del
acto, o por la larga duración del tiempo. Pues el hecho mismo de insistir mucho
tiempo en algo difícil tiene una dificultad especial, y por lo tanto, el
persistir mucho tiempo en algún bien hasta terminarla pertenece a una virtud
especial. Luego, así como la templanza y la fortaleza son virtudes especiales
porque la primera modera los deleites del tacto, lo cual ofrece en sí
dificultad, y la fortaleza modera los temores y audacias acerca de los peligros
de muerte, lo cual también es difícil, así también la perseverancia es una
virtud especial, pues le corresponde persistir largo tiempo en tales o cuales
acciones virtuosas, según lo que sea menester.
La perseverancia y
la constancia se diferencian según la dificultad que se ofrezca para persistir
en el bien; pues la virtud de la perseverancia hace que el hombre persista
firmemente en el bien contra la dificultad que proviene de la misma larga
duración del acto; mientras que la constancia hace que persista firmemente en
el bien en contra de la dificultad que proviene de cualesquiera otros
obstáculos exteriores.
(2ª 2ae , q,
CXXXVII, a. 1, 3)
2º) El hombre en
estado de gracia necesita del auxilio de la gracia para perseverar. La
perseverancia tiene tres distintas acepciones. Unas veces significa el hábito
del alma, por el que el hombre se mantiene firme para no separarse de lo que
está de acuerdo con la virtud por las tristezas que le asedian. De otro modo
puede decirse que la perseverancia es cierto hábito según el cual el hombre
tiene el propósito de perseverar en el bien hasta el fin. En uno y otro
concepto, la perseverancia se infunde juntamente con la gracia, como también la
continencia y las demás virtudes.
Se dice también
perseverancia cierta continuación del bien hasta el fin de la vida; y para
poseer tal perseverancia, el hombre constituido en gracia no necesita en verdad
de otra gracia habitual, sino del auxilio divino, que le dirija y proteja
contra los ataques de las tentaciones.
Y por consiguiente,
después que alguno es santificado por la gracia, tiene necesidad de pedir Dios
el don mencionado de la perseverancia para que sea preservado del mal hasta el
fin de la vida; porque a muchos se da la gracia, pero no el perseverar en ella.
(1ª 2ae , q. CIX, a.
10)
3º) El don de la
perseverancia no es objeto de merecimiento, sino que uno lo alcanza de Dios
pidiéndolo para sí o para otro. Pues orando conseguimos aun lo que no
merecemos; porque Dios oye también a los pecadores, que le piden el perdón de
sus pecados, que no merecen, como hace ver San Agustín * cuando comenta estas palabras: Sabemos que Dios no oye a los
pecadores; mas si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a éste oye
(Jn 9, 31); pues de otra manera, en vano habría dicho el publicano: Dios,
muéstrate propicio a mí, pecador (Lc 18, 13).
(1ª 2ae , q. CXIV, a. 9, ad lum)
Nota:
*Tract.
44 in Joan.
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