SAN JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 12 de noviembre de 1989
Domingo 12 de noviembre de 1989
33 -Corazón de Jesús delicia de todos los santos
Amadísimos hermanos
y hermanas:
1. La Iglesia se
alegra hoy por la glorificación de dos de sus hijos: Inés de Bohemia y Alberto
Chmielowski. Estos dos santos se van a añadir a aquella "muchedumbre
inmensa" que la liturgia nos ha invitado a contemplar en la reciente
solemnidad de Todos los Santos. Ante un espectáculo tan exaltante sube
espontáneamente a los labios la invocación de las letanías: "Corazón de
Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros".
De la esperanza al
cumplimiento, del deseo a la realización, de la tierra al cielo: este parece
ser, amadísimos hermanos y hermanas; el ritmo según el cual suceden las tres
últimas invocaciones de las letanías del Sagrado Corazón. Tras las
invocaciones "salvación de los que en ti esperan", y "esperanza de
los que en ti mueren", las letanías concluyen dirigiéndose al Corazón de
Jesús como "gozo de todos los santos". Es ya visión de
paraíso: es anotación veloz acerca de la vida del cielo; es palabra breve que
abre horizontes infinitos de bienaventuranza eterna.
2. Sobre esta tierra
el discípulo de Jesús vive en la espera de alcanzar a su Maestro, en
el deseo de contemplar su rostro, en la aspiración ardiente de vivir siempre
con él. En el cielo, en cambio, cumplida la espera, el discípulo ya ha
entrado en el gozo de su Señor (cf. Mt 25, 21. 23); contempla el
rostro de su Maestro, ya no transfigurado durante un solo instante (cf. Mt 17,
2; Mc 9, 2; Lc 9, 28), sino resplandeciente para siempre
con el fulgor de la eterna luz (cf. Hb 1, 3); vive con Jesús y de la
misma vida de Jesús.
La vida del cielo no
es más que la fruición perfecta, indefectible e intensa, del amor de
Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- y no es más que la revelación
total del ser íntimo de Cristo, y la comunicación plena de la vida y del amor
que brotan de su Corazón. En el cielo los bienaventurados ven satisfecho todo
deseo, cumplida toda profecía, aplacada toda sed de felicidad, y colmada toda
aspiración.
3. Por eso el
Corazón de Cristo es la fuente de la vida de amor de los santos: en
Cristo y por medio de Cristo los bienaventurados del cielo son amados por el
Padre, que los une a Sí con el vínculo del Espíritu, divino Amor; en Cristo y
por medio de Cristo, ellos aman al Padre y a los hombres, sus hermanos, con el
amor del Espíritu.
El Corazón de Cristo
es el espacio vital de los bienaventurados: el lugar donde ellos
permanecen en el amor (cf. Jn 15, 9), sacando de él gozo perenne y
sin límite. La sed infinita de amor, misteriosa sed que Dios ha puesto en el
corazón humano, se apaga en el Corazón divino de Cristo.
Allí se manifiesta
en plenitud el amor del Redentor hacia los hombres, necesitados de salvación;
del Maestro hacia los discípulos, sedientos de verdad: del Amigo que anula las
distancias y eleva a los siervos a la condición de amigos, para siempre, en
todo. El intenso deseo, que sobre la tierra se manifestaba en la súplica
"Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20), ahora, en el cielo, se
transforma en visión cara a cara, en posesión tranquila, en fusión de vida: de
Cristo en los bienaventurados y de los bienaventurados en Cristo.
Elevando hacia ellos
la mirada del alma y contemplándolos en torno a Cristo juntamente con su Reina,
la Virgen Santísima, nosotros repetimos hoy, con firme esperanza, la alegre
invocación: "¡Corazón de Jesús, gozo de todos los santos, ten piedad de nosotros!".
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