Domingo de la 13ª semana
ESTADO DE PERFECCIÓN
I. La vida religiosa
es estado de perfección. Lo que comúnmente conviene a muchos, se atribuye por
antonomasia a aquél a quien conviene por excelencia; así, la virtud que
consiste en conservar la firmeza del alma ante las situaciones más difíciles
reivindica para sí el nombre de "fortaleza"; y la virtud que atempera
los mayores deleites, el de templanza. La religión es una virtud por la que uno
hace algo en servicio y culto de Dios; y así se dicen religiosos por
antonomasia los que se dedican totalmente al servicio divino, como ofreciéndose
a Dios en holocausto. Por eso dice San Gregorio: "Hay algunos que nada
reservan para sí mismos, sino que inmolan al Dios omnipotente sus sentidos, su
lengua, su vida y todos los bienes que han recibido" *. La perfección del hombre consiste en unirse totalmente a Dios, y
según esto la religión designa un estado de perfección. Ofrecer alguna cosa al
culto de Dios es de necesidad para la salvación; pero el que alguno se dedique
totalmente a sí mismo y sus cosas al culto divino pertenece a la perfección.
Y ha de saberse que
no solamente corresponden a la religión las oblaciones de los sacrificios y
otras cosas análogas, propias de la religión, sino también los actos de todas
las virtudes, los que cuando se refieren al servicio y honor de Dios, se
convierten en actos de religión. Así, pues, si alguno consagra toda su vida al
servicio divino, toda su vida pertenece a la religión; y en tal concepto, por
la vida religiosa que llevan, se llaman religiosos los que se hallan en estado
de perfección.
Y aunque sea estado
de perfección, es también lugar aptísimo para la penitencia. Porque el estado
de religión ha sido instituido principalmente para alcanzar la perfección por
determinados ejercicios, con los que se destruyen los obstáculos a la caridad
perfecta. Mas removidos estos impedimentos, se destruyen mucho mejor las
ocasiones del pecado. Por lo cual, perteneciendo a la penitencia extirpar las
causas de los pecados, se deduce que el estado religioso es un lugar muy
conveniente de penitencia.
II. No se requiere,
sin embargo, que el religioso sea, de hecho, perfecto. Porque la religión da
nombre al estado de perfección por la intención del fin. Por lo tanto no es
necesario que el que está en la religión sea ya perfecto, sino que tienda a la
perfección. Pues el que entra en religión no profesa ser perfecto, sino que
profesa trabajar para adquirir la perfección; como también aquel que entra en
las escuelas no declara ser sabio, sino que promete estudiar para adquirir la
ciencia. Por consiguiente, no es transgresor de la profesión el religioso si no
es perfecto, sino únicamente cuando no tiende a la perfección.
(2ª 2ae , q. CLXXXVI, a. 1, 2, ad 1um)
Nota:
*Super
Ezech., hom. XX. 127
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