Viernes de la duodécima semana
DEBEMOS SEGUIR AL SEÑOR
Y le seguía una
grande multitud de gente (Jn 6, 2).
Debemos seguir a
Cristo por tres motivos: porque nada hay más fácil antes de la muerte, nada más
seguro en la muerte, nada más provechoso después de la muerte.
1º) Nada más fácil
antes de la muerte, porque él mismo nos enseñó el camino: Cristo padeció
también por nosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus pisadas (1 Pedro 2,
21). Y he aquí su camino. Que no hizo pecado: he aquí el camino de la pureza;
ni fue hallado engaño en su boca: he aquí el camino de la verdad; padeciendo no
amenazaba: he aquí el camino de la paciencia final (Ibid. 22, 23). Pues poco
sería seguirle hasta el término del estado de la vida por la penitencia, y
retroceder después por la reincidencia.
2º) Nada más seguro
en la muerte. Porque quienes se unieron a él en vida, serán protegidos por él
en la muerte. Porque el peregrino bueno y fiel no abandona a su compañero en la
enfermedad, sino que lo asiste diligentemente. Por eso dice San Juan: Mis
ovejas oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna, y
no perecerán jamás, y ninguno las arrebatará de mi mano (Jn 10, 27, 28).
El diablo es como el
lobo que acecha a las ovejas que entran y salen del aprisco; pero el Señor es
como el buen pastor, que, cuando saca a las ovejas, va delante de ellas, y las
ovejas le siguen, y él las lleva a los pastos. Porque precede a las almas que
salen del mundo, para abrirles la puerta e introducirlas en la vida eterna. Por
eso se lee en el Evangelio: Cuando ha sacado fuera sus ovejas, va delante de
ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Mas al extraño no le
siguen, antes huyen de él (Jn 10, 4, 5).
3º) Nada más
provechoso después de la muerte. Por eso se dice: Si quieres ser perfecto, ve,
vende cuanto tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y
ven, sígueme (Mt 19, 21). Por eso, sobre aquello de San Mateo (19, 28) *: Vosotros que habéis abandonado todas las cosas, y me habéis
seguido, recibiréis ciento por uno, exclama San Bernardo: "¿Qué infamia es
que vacilen los hombres en abandonar lo simple por lo céntuplo? ¿Dónde está el
codicioso? ¿Dónde está el ambicioso? ¿Dónde está el rebuscador de este siglo?
¿Por qué la avaricia desprecia, y se duermen los hombres ante un negocio seguro
y unos mercados tan lucrativos? Pues si le seguís, recibiréis el ciento por uno
y poseeréis la vida eterna."
(Serm.)
Nota:
* La cita no responde
a la Vulgata, y por lo tanto tampoco la traducción castellana.
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