lunes, 22 de junio de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 84


Lunes de la duodécima semana


¿ES LA MISERICORDIA LA MAYOR DE LAS VIRTUDES?



I. Una virtud puede ser la mayor de todas en dos conceptos: 1º, en sí misma, y 2º, por comparación con el que la tiene. En sí misma, la misericordia es la mayor, porque a ella corresponde difundirse a los demás y, lo que es más, sobrellevar sus defectos, lo cual es propio de una virtud superior; y así la misericordia es propia de Dios, y por ella, sobre todo, se dice que manifiesta su omnipotencia. Pero respecto del que tiene misericordia no es la mayor, a no ser que quien la posee sea el Ser Supremo, que no tiene superior a sí, sino que todos le están sometidos; pues para el que tiene alguno sobre sí, mayor y mejor cosa es el unirse al superior que tolerar el defecto del inferior. Y por eso, en cuanto al hombre, que tiene a Dios como superior, la caridad por la cual se une a Dios es mejor que la misericordia, por la cual tolera los defectos de sus prójimos. Pero entre todas las virtudes que se refieren al prójimo, la misericordia es la más excelente, como también lo es su acto; puesto que tolerar el defecto de otro en cuanto tal, es propio del superior y del mejor.

Ciertamente es preferida la misericordia al culto divino, según aquello de Oseas: Misericordia quiero, y no sacrificio (6, 6), porque no damos culto a Dios por sacrificios exteriores, u ofrendas, a causa de él mismo, sino para utilidad nuestra y de los prójimos: porque él no necesita de nuestros sacrificios, sino que quiere se los ofrezcamos para excitar nuestra devoción y para provecho del prójimo. Por consiguiente, la misericordia con que socorremos las necesidades de otros es el sacrificio más grato a él, ya que de manera más inmediata nos induce al servicio y utilidad de nuestros prójimos, como se dice en la Epístola a los Hebreos: No olvidéis hacer el bien y comunicar con otros vuestros bienes; porque de tales ofrendas se agrada Dios (13, 16).


Aun cuando la suma de la religión cristiana consista en la misericordia en cuanto a los actos exteriores, el efecto interior de la caridad, por la cual nos unimos a Dios, supera al amor y a la misericordia para con los prójimos.

Y de esto resulta mayor semejanza con Dios, pues por la caridad nos asemejamos a Dios, en nuestra unión con él por el afecto; y por consiguiente es mejor que la misericordia, por la cual nos asemejamos a Dios según la semejanza de la acción.
(2ª 2ae , q. XXX, a. 4)

II. Tres motivos deben movernos sobre todo a practicar la misericordia.

1º) La necesidad, pues quien no practica la misericordia, tampoco encontrará misericordia. Se hará juicio sin misericordia a aquel que no usó de misericordia (Stgo. 2, 13).

2º) La utilidad, porque quien practica la misericordia hallará misericordia, como dice Cristo, según el Evangelio de San Mateo: Bienaventurados los misericordiosos; porque ellos alcanzarán misericordia (5, 7).

3º) La conveniencia, pues, recibiendo nosotros misericordia de todas las criaturas, es bastante conveniente que tengamos misericordia con otros. Estamos llenos de miserias, y si las criaturas no se compadecen de nosotros, dándose ellas mismas, y sus beneficios, a nosotros, no podríamos subsistir. Si el sol y el fuego retirasen su luz y calor, y la tierra negase sus frutos, ¿qué haría el hombre miserable? Es, por lo tanto, conveniente que, necesitando el hombre de misericordia, la tenga él con los demás.
(Serm. Dom. IV post Pentecost.)

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