La siguiente es una
guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que
están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de
dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las
posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de
los momentos celebrativos propuestos.
Para preparar antes de la
celebración:
- Un lugar cómodo que permita el
recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos
que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una
cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se
proclamará el Evangelio.
QUEDATE CON
NOSOTROS
Quedate con
nosotros, Señor de la esperanza,
el pueblo que tu
amas hoy lucha por vivir,
y aunque a veces
dudamos
de tu presencia en
casa,
no dejes que la
noche nos sorprenda sin Ti.
Y porque ya
anochece, quedate con nosotros,
no dejes que la
noche nos sorprenda sin Ti.
Quedate con
nosotros, Señor de la pobreza,
los pobres y los
niños te quieren descubrir,
porque a veces no
saben
que son tus
preferidos,
no dejes que la
noche nos sorprenda sin Ti.
Quedate con
nosotros, Señor de la justicia,
los hombres no
aprendemos a dar sin recibir,
vivimos muchas
veces
una justicia falsa,
no dejes que la
noche nos sorprenda sin Ti.
Quedate con
nosotros, Señor de la promesa,
tu mismo aseguraste
amarmos hasta el fin,
por eso
humildemente
volvemos a pedirte,
no dejes que la
noche nos sorprenda sin Ti.
Luego el
adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la
cruz, mientras dicen:
Todos: En el nombre del
Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Familia, bendigamos
al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos
responden: Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa: Para poder hacer
esta celebración con espíritu fraterno y en paz, pidamos perdón por nuestras
faltas de amor a Dios y entre nosotros:
Todos hacen un
breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
G: Tú, que nos invitas
a no tener miedo. Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad.
G: Tú, que cuidas con
tu Providencia. Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.
G: Tú, que llamas a ser
tus testigos. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
G: Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida
eterna. Todos: Amén.
Escuchamos la Palabra
Habiendo
marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien
toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo
10, 26-33. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.
Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 26-33
Jesús dijo a sus
apóstoles:
No teman a los
hombres. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no
deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día;
y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que
matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquél que puede
arrojar el alma y el cuerpo al infierno.
¿Acaso no se vende
un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en
tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. También ustedes tienen
contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos
pájaros.
Al que me reconozca
abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el
cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquél que
reniegue de mí ante los hombres.
Palabra del Señor
Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para
dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión:
Muchas situaciones
en la vida nos inducen al miedo. Sin ir más lejos, la pandemia del Covid-19 por
momentos nos paraliza: miedo por el desconcierto, miedo alimentado por las
noticias que día a día nosreflejan la fragilidad de nuestras vidas, miedo al
descubrir que tantoslugares y localidades vecinas que habían llegado a una fase
más abierta volvieron hacia atrás por la irresponsabilidad de una sola
persona... Y así descubrimos que, ni siquiera en los pequeños avances en esta
situación podemos sentirnos seguros del todo. Otras veces los miedos surgen
frente a lo desconocido. Muchas veces son los otros quienes se nos figuran como
sombras amenazadoras. Su rostro, simplemente por desconocido, nos inquieta.
También nos brotan miedos internos porque conocemos nuestros límites, porque
las actitudes del otro pueden sacar de nosotros lo peor, porque no sabemos cómo
plantear a mi cónyuge, padre o hermano, compañero de trabajo algo que nos
inquieta o molesta.
En el Evangelio de
hoy Jesús nos invita a cambiar de actitud: ¡No tengan miedo! No tener miedo de
nada, ni estas situaciones que nombramos antes, ni de la muerte, ni de anunciar
la Buena Noticia a los demás.
Invitó a los
apóstoles, que eran los que escucharon sus palabras en aquel momento, a que
fuesen por los pueblos y ciudades de Palestina a anunciar el Reino de Dios sin
miedo. ¿A quién podían temer? ¿Qué les podía suceder? Jesús les dijo muy
claramente que incluso podían morir. Pero que no hay que tener miedo, porque el
Padre del cielo estaba de su parte.
El Papa Francisco
nos habla de esto al recordarnos que “las palabras que pronunció San Juan Pablo
II el día de la inauguración de su pontificado (1978) son siempre actuales: ¡No
tengan miedo! ¡Abran, abran de par en par las puertas a Cristo! Que sigan
inspirando vuestra vida personal, familiar y social; que sean un estímulo para
seguir fielmente a Cristo, para ver su presencia en el mundo y en el otro
hombre, especialmente en aquel pobre y necesitado de ayuda".
Frente a nuestro
Padre Dios, el prójimo es un hermano, no es un desconocido; y yo soy su hijo o
hija, que confiando en su amor debo salir al encuentro del otro anunciando en
los ambientes en los que me muevo: la familia, el trabajo, la comunidad, la
alegría del Evangelio.
Jesús nos invita es
a vivir con total confianza puesta en Dios. No solo frente a los miedos,
cualquier momento y toda nuestra vida. Porque así viviremos de un modo diverso.
Con una actitud diferente.
Sentiremos la
alegría de vivir y disfrutar de este inmenso regalo que Dios nos ha hecho. Cada
uno de sus minutos y segundos. Y comunicaremos a los que viven cerca de
nosotros esa alegría y esa confianza. Tendremos fuerza para luchar con las
dificultades que nos vayamos encontrando, porque Dios, estamos convencidos,
está con nosotros.
En este tiempo en el
que en la mayoría del país no podemos reunirnos para celebrar la misa, no
debemos dejar de tener presente que en ese simple gesto del pan compartido Dios
viene a recordarnos que está con nosotros, que no nos abandona y que se hace
alimento para nuestra vida. Mientras caminamos animados por la esperanza de
reunirnos de nuevo en torno a su mesa, el Señor nos invita a encontrar la
verdadera alegría y a perder el temor.
Vida en abundancia
Los lirios del campo
y las aves del cielo
No se preocupan por que están en mis manos
Tené confianza en mi, acá estoy junto a vos
No se preocupan por que están en mis manos
Tené confianza en mi, acá estoy junto a vos
Amá lo que sos, y
tus circunstancias
Estoy con vos, con tu cruz en mi espalda
Todo terminará bien, yo hago nuevas todas las cosas
Estoy con vos, con tu cruz en mi espalda
Todo terminará bien, yo hago nuevas todas las cosas
Yo vengo a traerte
vida
Vida en abundancia, en abundancia
Yo soy el camino, la verdad y la vida
Vida en abundancia, en abundancia
Vida en abundancia, en abundancia
Yo soy el camino, la verdad y la vida
Vida en abundancia, en abundancia
No hice al hombre
para que esté solo
Caminen juntos como hermanos
Sopórtense mutuamente, aménse unos a otros
Caminen juntos como hermanos
Sopórtense mutuamente, aménse unos a otros
La felicidad de la
vida eterna, empieza conmigo en la tierra
Sentiré vivo, la fiesta del reino comienza acá
Sentiré vivo, la fiesta del reino comienza acá
Yo vengo a traerte
vida
Vida en abundancia, en abundancia
Yo soy el camino,…
Vida en abundancia, en abundancia
Yo soy el camino,…
Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a
expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»
Alguno de los presentes va
proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.
Lector: En Dios Padre, creador del
cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, su único Hijo,
nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de
Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que padeció bajo
el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los
infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En Jesucristo, que subió a los
cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde
allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»
Lector: En el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»
Presentamos nuestra oración
G: Confiemos nuestras
necesidades a Dios Padre cuya providencia está atenta siempre a nuestra
oración. A cada intención respondemos: «Óyenos, Padre nuestro».
Alguno de los
presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.
Lector: Por el Papa
Francisco y todos los pastores, para que cobijados en el amor del Padre sean
sus testigos con fuerzas renovadas. Oremos.
Por los gobernantes, para que encuentren respuestas atinadas a los
conflictos que surgen de esta pandemia. Oremos.
Por los que sienten miedo a la enfermedad, a la pérdida de trabajo
por causa de la pandemia, para que confiando en la providencia, puedan renovar
su esperanza. Oremos
Por todos los padres en su día, que puedan vivir con serenidad y
alegría el don de la paternidad. Oremos
Por nosotros para que poniendo toda nuestra vida en manos de Dios,
superemos todos los temores y transmitamos esa alegría y confianza a los que
están cerca de nosotros. Oremos
Quien lo desee,
puede agregar intenciones.
Después, quien
anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la
oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…
G: Oremos.
Dios, creador del mundo,
bajo tu providencia transcurre la historia de los hombres;
escucha con bondad nuestras súplicas
y concede la paz a nuestro tiempo,
para que nos gocemos incesantemente
en la alabanza de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Rezamos por los padres en su día
Antes de
terminar la celebración se propone rezar especialmente por los padres en su
día. Para ello se puede realizar la bendición para los padres que está en el
número 249 del Bendicional para la Argentina. Algún miembro de la familia, o
todos juntos pueden rezar esta oración pidiendo la bendición de Dios sobre el
padre o los padres de familia presentes.
Señor, Padre bueno,
de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra,
mira con ternura a este (estos) padre(s)
a quien(es), en su día,
venimos a honrar, recordar, agradecer
y valorar como uno de los regalos más preciosos
que nos has hecho y que nos colma en el afecto;
te pedimos, que bendigas a este (estos) padre(s),
que ejerce(n) su paternidad con fidelidad,
y a todos aquellos que lo son de espíritu y de corazón
por la adopción.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
O bien si no
hay ningún padre de familia presente se puede rezar la siguiente oración:
Bendice Señor a todos los padres en su día,
protégelos y guía sus pasos,
llena sus corazones de amor,
sus mentes de sabiduría,
y regálales la paz que tú solo puedes dar.
Te pedimos especialmente por aquellos
que ya no están más con nosotros,
para que un día podamos celebrar con ellos
la alegría del reencuentro en la fiesta del cielo. Amen.
Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la
bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.
O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y
misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo.
Y todos responden: Amén.
Postrado a vuestros
pies humildemente
vengo a pediros dulce Jesús mío.
poderos repetir constantemente
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
vengo a pediros dulce Jesús mío.
poderos repetir constantemente
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
Si la confianza es
prueba de ternura
y esa prueba de amor daros ansió
aun cuando este sumido en la amargura.
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
y esa prueba de amor daros ansió
aun cuando este sumido en la amargura.
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
Si en el bautismo
que hermoseó mi alma
yo os prometí ser
tuyo y Vos ser mío
clamaré siempre en
tempestad y calma
¡SAGRADO CORAZÓN EN
VOS CONFIÓ!
En las horas más
tristes de mi vida
cuando todos me dejen, ¡oh Dios mío!
y el alma este por penas combatida
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
cuando todos me dejen, ¡oh Dios mío!
y el alma este por penas combatida
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
Aun cuando sienta
venir la desconfianza
y os obligue a
mirarme con desvió,
no será confundida mi esperanza
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
no será confundida mi esperanza
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
Yo siento una
confianza de tal suerte .
que sin ningún temor, ¡oh dueño mío!
Espero repetir hasta la muerte:
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
que sin ningún temor, ¡oh dueño mío!
Espero repetir hasta la muerte:
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!
Una vez que se ha pedido la bendición
de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones,
preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.
Invocación del Papa
Francisco a San José
Protege, Santo
Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los
responsables del bien común,
para que ellos
sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les
confía su responsabilidad.
Da la inteligencia
de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar
físico de los hermanos.
Apoya a quienes se
sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios,
enfermeros, médicos,
que están a la
vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de
su propia seguridad.
Bendice, San José,
la Iglesia:
a partir de sus
ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José,
a las familias:
con tu silencio de
oración, construye armonía entre padres e hijos,
especialmente
en los más pequeños.
Preserva a los
ancianos de la soledad:
asegura que ninguno
sea dejado en la desesperación
por el abandono y
el desánimo.
Consuela a los más
frágiles,
alienta a los que
flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen
Madre, suplica al Señor
que libere al mundo
de cualquier forma de pandemia.
Amén.
Invocación a la
protección de
San José Gabriel
del Rosario Brochero
Señor, de quien
procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a
San José Gabriel del Rosario,
por su celo
misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y
entregada;
concede con su
intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en
la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de
cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por
nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la
actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Amén
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