Otra parábola les propuso diciendo:
"Semejante es el reino de los cielos a un hombre que sembró buena simiente
en un campo. Y mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña en
medio del trigo y se fue. Y después creció la yerba e hizo fruto, apareció
también entonces la cizaña. Y llegando los siervos del padre de familias le
dijeron: Señor, ¿por ventura no sembraste buena simiente en tu campo? ¿Pues de
dónde tiene cizaña? Y les dijo: hombre enemigo ha hecho esto. Y le dijeron los
siervos: ¿Quieres que vayamos y la cojamos? No, les respondió; no sea que
cogiendo la cizaña arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer lo uno y
lo otro hasta la siega, y en el tiempo de la siega diré a los segadores: Coged
primeramente la cizaña y atadla en manojos para quemarla; mas el trigo recogedlo
en mi granero".
Otra parábola les propuso diciendo:
"Semejante es el reino de los cielos a un grano de mostaza que tomó un
hombre y sembró en su campo: ésta en verdad es la menor de todas las simientes:
pero después que crece, es mayor que todas las legumbres, y se hace árbol, de
modo que las aves del cielo vienen a anidar en sus ramas".
Les dijo otra parábola: "Semejante
es el reino de los cielos a la levadura que toma una mujer, y la esconde en
tres medidas de harina hasta que todo ha fermentado".
Todas estas cosas habló Jesús al pueblo
por parábolas y no les habló sin parábolas, para que se cumpliese lo que había
dicho el profeta, que dice: Abriré en parábolas mi boca: rebosaré cosas
escondidas desde el establecimiento del mundo.
Entonces, despedidas las gentes, se vino
a casa: y llegándose a El sus discípulos, le dijeron: "explícanos la
parábola de la cizaña del campo". El les respondió y dijo: "El que
siembra la buena simiente, es el Hijo del hombre. Y el campo es el mundo. Y la
buena simiente son los hijos del reino. Y la cizaña son los hijos de la
iniquidad. Y el enemigo, que la sembró, es el diablo. Y la siega es la
consumación del siglo. Y los segadores, son los ángeles. Por manera que así
como es cogida la cizaña, y quemada al fuego, así será en la consumación del
siglo. Enviará el Hijo del hombre sus ángeles, y cogerán de su reino todos los
escándalos, y a los que obran iniquidad, y echarlos han en el horno del fuego.
Allí será el llanto, y el crujir de los dientes. Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene orejas para
oír, oiga".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
El Señor habló en la parábola anterior de aquellos que no reciben la
palabra de Dios, y ahora habla de aquellos que la reciben alterada, porque es
propio del demonio mezclar el error con la verdad. Por eso sigue: "Otra
parábola les propuso", etc.
San Jerónimo
Les propuso otra parábola, a la manera de un rico que sirve distintos
manjares a sus convidados, a fin de que tome cada uno el que es más a propósito
para su estómago. Y no dijo la otra, sino otra, porque si hubiera dicho la
otra, no podríamos esperar otra tercera; y dijo otra, para manifestar que
seguirían otras muchas. El sentido de la parábola lo manifiesta el Señor cuando
añade: "Semejante es el reino de los cielos a un hombre que sembró buena
simiente", etc.
Remigio
Llama reino de los cielos al mismo Hijo de Dios, y dice que este reino
es semejante a un hombre que sembró buena simiente en su campo.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
Nos presenta en seguida los lazos del demonio diciendo: "Y mientras
dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña en medio del trigo y se
fue". Con estas palabras nos hace ver que el error viene después de la
verdad, cosa demostrada por la experiencia. Así, después de los profetas
vinieron los falsos profetas; después de los Apóstoles los falsos apóstoles; y
después de Cristo el Anticristo. Porque no se esfuerza el diablo en tentar a
quien no lo ha de imitar ni a quien no puede tender sus lazos, porque ha visto
que la simiente fructifica, a veces como ciento, otras como sesenta, y otras
como treinta, y que no puede él arrebatar ni sofocar la que tiene buenas
raíces, y por eso se vale de otro engaño, confundiendo su propia simiente y
revistiendo sus obras con colores y semejanzas que sorprenden al que se deja
engañar con facilidad. Por eso no dice el Señor que siembra una simiente
cualquiera, sino la cizaña, que es muy parecida, al menos a la vista, a la
simiente del sembrador: tal es la malicia del diablo; siembra cuando han nacido
las simientes, para de esta manera causar más daños a los intereses del
agricultor.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 11
Y dice: "Mientras dormían los hombres" porque cuando los jefes
de la Iglesia obran con negligencia, o cuando los apóstoles son visitados por
el sueño de la muerte, viene el diablo y siembra sobre aquellos a quienes el
Señor llama hijos malos. Pero se pregunta ahora: ¿son éstos los herejes o los
malos católicos?. Porque manifestándonos que están sembrados en medio del trigo
parece significar que son todos de una misma comunión. Pero sin embargo, como
en la interpretación de la palabra campo no se significa a la Iglesia, sino a
todo el mundo, se comprende que habla de los herejes, que se hallan mezclados
en este mundo con los buenos. De aquí es que a los que son malos pero tienen la
misma fe se les llama paja mejor que cizaña. La paja, efectivamente, tiene la
misma raíz y fundamento que el grano. En cuanto a los cismáticos, parece que
tienen más semejanza con las espigas podridas, o con las pajas de aristas rotas
y divididas que se arrojan de la mies. Pero no se debe sacar de aquí la
consecuencia de que los herejes y cismáticos son forzosamente separados de la
Iglesia corporalmente, porque hay muchos en el seno de la Iglesia que no
defienden su error de manera que puedan atraer al pueblo. Porque si lo hicieren
así, entonces serían expulsados en seguida de la Iglesia. ( Y más abajo):
Cuando el diablo con sus detestables errores y falsas doctrinas ha sembrado la
cizaña (esto es, ha arrojado las herejías valiéndose del nombre de Cristo) se
oculta con más cuidado y se hace más invisible; y esto es lo que significa:
"Y se fue". Se comprende, pues, que el Señor significó en esta
parábola con la palabra cizaña (como terminó en la exposición) no algunos
escándalos, sino todos los escándalos, y a aquellos que cometen ciertas
maldades.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
En las siguientes líneas describe perfectamente la marcha de los
herejes: "Y después que creció la yerba e hizo fruto, apareció entonces la
cizaña". Al principio los herejes no dan la cara, pero cuando tienen más
libertad y algunos otros participan de su error, entonces vierten su veneno.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 12
O de otra manera, cuando el hombre espiritual empieza a juzgar todas las
cosas, entonces comienzan a aparecer los errores, y distingue cuánto dista de
la verdad lo que ha oído o leído. Pero mientras llega a la perfección
espiritual, puede ser envuelto en la multitud de errores que se han propalado
con el nombre de Cristo. Por eso sigue: "Y llegando los siervos del padre
de familia, le dijeron: Señor, ¿por ventura no sembraste buena simiente en tu
campo? ¿Pues de dónde tiene cizaña?" Ocurre preguntar aquí quiénes son
esos siervos: si son los siervos aquellos a quienes después llama segadores, o
si son los ángeles, a quienes en la explicación que él nos ha dado de esta
parábola llama también segadores; pero que nadie se atreve a afirmar que los
ángeles no tuvieron conocimiento del que sembró la cizaña; por consiguiente
deben entenderse por siervos los mismo fieles a quienes no nos debe admirar los
llame además buena simiente, porque se puede expresar una misma cosa con
diferentes nombres, según la relación con que se la considere; el mismo
Salvador es llamado en un mismo Evangelio ( Jn 10) a la vez " puerta y
pastor".
Remigio
Se llegan a Dios, no con el cuerpo, sino con el corazón y el deseo del
alma. De esta manera comprenden que todo se hizo por astucia del diablo y por
eso les dice: "Hombre enemigo ha hecho esto".
San Jerónimo
Llama al diablo hombre enemigo porque no es Dios. Y así se dice de él en
el Salmo 9: "Levántate, Señor, para que no tome fuerzas el hombre" ( Sal
9,20). Por esta razón no debe dormirse el que está al frente de la Iglesia, no
sea que por descuido suyo siembre el hombre enemigo la cizaña, esto es, las
afirmaciones heréticas.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
Y se llama enemigo a causa de los perjuicios que causa al hombre, porque
siempre nos está maltratando, aunque no sea el origen de su tratamiento la
enemistad que nos tiene, sino la que profesa a Dios.
San Agustín. quaestiones evangeliorum, 12
Al conocer los siervos de Dios que el diablo, sintiendo que nada podía
hacer contra el autor de tan gran nombre, ha tramado un fraude para ocultar sus
mentiras bajo el mismo nombre, puede presentárseles el deseo, en la medida que
tengan algún poder temporal, de apartar a los hombres de las cosas mundanas.
Pero para saber que deben hacer consultan antes a la justicia de Dios. De donde
sigue: "¿Quieres que vayamos y la cojamos?".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1
Debemos admirar en este pasaje la solicitud y el amor de los siervos: se
apresuran a arrancar la cizaña, lo que prueba la solicitud por su simiente, y
no tratan de que se castigue a nadie sino de que no muera la buena simiente.
La respuesta del Señor es la siguiente: "Y les dijo: no".
San Jerónimo
Hay ocasiones para hacer penitencia; y se nos aconseja que no hagamos
perecer en seguida a nuestros hermanos; porque puede ocurrir que alguno esté
hoy manchado con algún dogma herético, mañana se arrepienta y comience a
defender la verdad: "No sea que cogiendo la cizaña, arranquéis también el
trigo".
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 12
Palabras que no pueden menos que engendrar en ellos una paciencia y una
tranquilidad grandísima. La razón de esta parábola es, que los que son buenos,
pero que aun están débiles, necesitan de esta mezcla con los malos, ya para
adquirir fortaleza con el ejercicio, ya para que comparando los unos con los
otros se estimulen a ser mejores. O también se arrancan al mismo tiempo el
trigo y la cizaña, porque hay muchos que al principio son cizaña y después se
hacen trigo. Si a éstos no se les sufre con paciencia cuando son malos, no se
consigue el que muden de costumbres; y si fuesen arrancados en ese estado, se
arrancaría al mismo tiempo lo que con el tiempo y el perdón hubiera sido trigo.
Por eso nos previene el Señor que no hagamos desaparecer de esta vida a esa
clase de hombres, no sea que por quitar la vida a los malos se la quitemos a
los que quizá hubieran sido buenos, o perjudiquemos a los buenos, a quienes, a
pesar suyo, pueden ser útiles. El momento oportuno de quitarles la vida será
cuando ya no les quede tiempo para mudar de vida, y el contraste de sus errores
con la verdad no pueda ser útil a los buenos: "Dejad crecer lo uno y lo
otro hasta la siega", esto es, hasta el juicio.
San Jerónimo
Pero parece que esta doctrina contradice a aquel precepto: "Quitad
el mal de entre vosotros" ( 1Cor 5,13); porque efectivamente si se prohibe
arrancar la cizaña, y se manda conservarla hasta la siega, ¿de qué modo se han
de quitar de entre nosotros ciertos hombres? Pero no hay o es muy poca la
diferencia entre el trigo y la cizaña, llamada vulgarmente vallico, que cuando
aun está en estado de yerba y su tallo no está coronado de espiga, es muy
parecida al trigo. Por esta razón nos advierte el Señor que no demos nuestro
dictamen sin un examen detenido sobre cosas dudosas, sino que las dejemos a
juicio de Dios, a fin de que arroje el Señor en el día del juicio de entre los
santos, no a los criminales sospechosos sino a los que entonces serán bien
manifiestos.
San Agustín, contra epistulam Parmeniani, 3,2
Cuando algún cristiano hubiera sido cogido en el seno de la Iglesia en
algún pecado digno de ser anatematizado, anatematícese en donde no haya peligro
de dar lugar al cisma, y hágase con amor a fin de no arrancarlo, sino de
corregirlo. Pero si él no se reconociere y ni se corrigiere con la penitencia,
él mismo se saldrá fuera y será separado de la comunión de la Iglesia por su
propia voluntad. Por eso el Señor al decir: "Dejad crecer lo uno y lo otro
hasta la siega", da la razón en las palabras siguientes: "No sea que
cogiendo la cizaña arranquéis también el trigo". Donde manifiesta
claramente, que cuando no hay ese peligro y hay completa seguridad de la
permanencia de la simiente (esto es, cuando el crimen es tan conocido y
detestado de todos, que no hay absolutamente nadie, o si hay alguno que se
atreva a defenderlo, es tan poco notable que no puede dar lugar al cisma), no
debe descuidarse la severidad de la disciplina, en la que es tanto más eficaz
la corrección del mal cuanto más se respetan las leyes de la caridad. Pero
cuando el mal ha gangrenado a la multitud, no queda más remedio que el sentir y
gemir. De ahí es que debe el hombre corregir con amor aquello que pueda, y lo
que no pueda, sufrirlo con paciencia y gemir y llorar hasta que la corrección
venga de lo alto, y esperar hasta la siega el arrancar la cizaña y el aventar
la paja. Cuando se puede levantar la voz en medio de un pueblo, debe hacerse la
corrección de las desmoralizadas turbas con expresiones generales,
principalmente si nos ofrece la ocasión y la oportunidad algún castigo del
cielo enviado por Dios, de hacerles ver que son castigados cual merecen; porque
las calamidades públicas vuelven dóciles los oídos de aquellos que escuchan las
palabras del que los corrige y excitan más fácilmente a los corazones afligidos
a confesarse gimiendo que a resistirse murmurando. Y aunque no exista calamidad
pública, se puede, siempre que se habla en público, corregir a la multitud en
medio de la multitud. Porque así como se enfurece cuando se habla en particular,
así también suele gemir cuando se la reprende en general.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,1-2
Dijo el Señor todo esto para prohibir las muertes. No convenía quitar la
vida a los herejes, porque de esta manera se trabaría una lucha sin piedad en
todo el mundo. Por eso dice: "No la arranquéis al mismo tiempo que el
trigo", es decir, si empuñáis las armas, y quitáis la vida a los herejes,
vuestros golpes alcanzarán necesariamente a multitud de santos. No prohibe,
pues, el Señor, el contener a los herejes, el atajar la libre propaganda de sus
errores, sus sínodos y sus reuniones, sino el destruirlos y quitarles la vida.
San Agustín, epístolas, 93,17
En un principio yo era de la opinión de no obligar a nadie a entrar en
la unidad de Cristo, a obrar con la palabra, a combatir con la discusión, a
vencer con la razón, a fin de que no tengamos por católicos hipócritas a
aquellos a quienes hemos conocido como herejes marcados. Sin embargo, mi
opinión era el no combatir con palabras, sino el dominar con ejemplos. Las
leyes terribles por las que los reyes sirven a Dios con temblor de tal manera
les fueron útiles, que se vieron precisados a decir unos: desde luego era ésta
nuestra voluntad, pero damos mil gracias a Dios, que nos ha presentado la
ocasión, y nos ha quitado todo pretexto para diferirla. Otros: sabíamos que
ésta era la verdad, pero no sabemos por qué costumbre nos deteníamos: mil
gracias a Dios que ha roto nuestras ligaduras. Otros: ignorábamos que fuera
ésta la verdad, ni teníamos deseo de aprenderla; pero el miedo nos ha hecho
volver a ella: gracias a Dios que nos despertó de nuestro letargo con el
estímulo del terror. Otros dicen: Nosotros teníamos miedo de entrar por los
rumores falsos, que hubiéramos desconocido ser falsos si no hubiéramos entrado,
pero ni hubiéramos entrado, sino a viva fuerza; gracias a Dios, que nos ha
quitado nuestra perplejidad con la persecución, nos ha enseñado por experiencia
cuán sin fundamento y cuán falsas son las voces que han extendido sobre su Iglesia.
Otros dicen: nosotros juzgábamos que no era cosa de interés el recibir la fe de
Cristo, pero gracias al Señor que ha hecho que concluya nuestra separación, nos
ha unido a un solo Dios, y nos ha manifestado la unidad del culto. Sirvan,
pues, los reyes a Cristo, y promulguen leyes en favor de Cristo.
San Agustín, epístolas, 185, 32 et 22
¿Quién de vosotros no sólo deseará que perezcan los herejes, sino
también el que experimenten pérdidas? Pues no de otro modo mereció tener la paz
la casa de David, si no hubiese desaparecido su hijo Absalón en la guerra que
hizo contra su padre ( 2Sam 18), aun cuando este rey infortunado había
recomendado a sus servidores el mayor cuidado para que conservasen la vida de
su hijo, en quien su corazón de padre miraba sólo al arrepentimiento para
perdonarlo. El por su rebelión fue víctima de su resistencia, y al padre no le
quedó más que llorarlo, y consolar su dolor con la paz devuelta a sus estados.
Así la Iglesia católica nuestra madre, cuando atrae a su seno un gran número de
hijos con la pérdida de algunos otros, dulcifica y cura el dolor de su corazón
maternal con el espectáculo de los pueblos que ha salvado. ¿Dónde se funda,
pues, lo que algunos vociferan: "¿Uno es libre para creer o para no creer?
¿A quién forzó Cristo? ¿A quién obligó?" Ahí tienen al Apóstol San Pablo.
Reconozcan en él a Cristo primero postrándolo, y después enseñándole; primero
hiriendo y después consolando ( Hch 9). Pero es cosa admirable, que aquel que
entró en el Evangelio obligado por un castigo corporal, trabajó más en el
Evangelio, que aquellos que fueron llamados sólo con la palabra ( 1Cor 15).
¿Por qué la Iglesia no obligará a sus hijos perdidos a volver, si esos mismos
hijos perdidos precisan a otros a perecer?
Sigue: "Y en el tiempo de la siega diré a los segadores: Coged
primeramente la cizaña, y atadla en manojos para quemarla".
Remigio
Llama él siega al tiempo en que se está segando. Y por siega se entiende
el día del juicio, en que los buenos serán separados de los malos.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2
¿Pero por qué dice: coged primeramente la cizaña? A fin de que no crean
los buenos que juntamente con la cizaña se debe arrancar también el trigo.
San Jerónimo
Está bien manifiesto en las palabras: "lanzad al fuego los manojos
de cizaña y reunid el trigo en los graneros", que los herejes, de
cualquier clase que sean, y también los hipócritas, serán quemados en los
fuegos del infierno. Y los santos (que es lo que se da a entender con la
palabra trigo) serán recibidos en los graneros, esto es, en las mansiones
celestiales.
San Agustín, quaestiones euangeliorum, 1, 12
Se puede preguntar: ¿por qué no dijo el Señor: haced un solo haz y un
solo montón con la cizaña? Sin duda para significar que había muchas clases de
herejes, que estaban separados no sólo del trigo, sino también unos de otros. Y
por esto los manojos figuran sus diferentes reuniones, en las que cada partido
está unido por su propia comunión, y entonces es cuando se debe principiar a
atarlos para prenderles fuego, puesto que entonces es cuando separados de la
Iglesia católica, principian a formar como unas iglesias propias. No serán
quemados hasta el fin de los tiempos pero quedarán atados en manojos. Pero si
esto se verificase en seguida, no habría muchos que hicieran penitencia y
reconocieran su error y volviesen a la Iglesia. Por esta razón no se formarán
los manojos hasta el fin, con objeto de que no sean castigados sin orden
alguno, sino que lo será cada uno conforme a su perversidad.
Rábano
Y es de notar que cuando dice: "Sembró buena simiente"
significa la buena voluntad de los elegidos; y cuando dice: "Llegó el
enemigo" quiso intimarnos la cautela que debíamos tener y en las palabras:
"Creciendo la cizaña, el hombre enemigo hizo esto" nos recomendó la
paciencia; y en aquellas otras: "No sea que cogiendo la cizaña" nos
dio un ejemplo de discreción; y cuando añade: "Dejad crecer lo uno y lo
otro hasta la siega" nos recomendó la longanimidad; y por último la
justicia cuando dijo: "Atadla en manojos para quemarla", etc.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2
Había dicho el Señor que se pierden tres partes de la simiente, y sólo
una se conserva, y en esta última hay también mucha pérdida a causa de la
cizaña que sobre ella se siembra. Y a fin de que sus discípulos no le dijeran:
¿Quiénes y cuántos serán, pues, los fieles? les quita ese temor con la parábola
del grano de mostaza. Y por eso se dice: "Otra parábola les propuso,
diciendo: semejante es el reino de los cielos a un grano de mostaza", etc.
San Jerónimo
Se entiende por reino de los cielos la predicación del Evangelio y el
conocimiento de las Escrituras que conduce a la vida, sobre la cual se dice a
los judíos: "Se os quitará el reino de Dios" ( Mt 21,43); semejante
es, pues, este reino de los cielos al grano de mostaza.
San Agustín, quaestiones euangeliorum, lib. 1, quaest. 12
El grano de mostaza figura el fervor de la fe, porque se dice de ella
que arroja los venenos, esto es, las doctrinas depravadas.
Sigue: "Que tomó un hombre y sembró en su campo".
San Jerónimo
Entienden muchos por el hombre que sembró en su campo al Salvador, que
es quien siembra en las almas de los fieles; otros dicen que es el hombre mismo
el que siembra en su campo, es decir, en su corazón. ¿Y quién es ése que
siembra, sino nuestros sentimientos y nuestra alma? Porque ésta recibe el grano
de la predicación, aumenta la simiente con el riego de la fe, y la fecunda en
el campo de su pecho. Sigue: "Esta, en verdad, es la menor de todas las
simientes". La predicación del Evangelio es la menor de todas las
enseñanzas, porque no tiene a primera vista el aspecto de la verdad, predicando
a un hombre Dios, a un Dios muerto, y el escándalo de la cruz. Comparad
semejante doctrina con los dogmas de los filósofos, con el brillo de su
elocuencia y con el arte tan estudiado de sus discursos y veréis cómo
efectivamente es menor que las demás simientes la predicación del Evangelio.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2
O también es la más pequeña la simiente del Evangelio porque los
Apóstoles eran los menos poderosos de entre los hombres, pero sin embargo, como
tenían una gran virtud, por eso se extendió su predicación por todas las partes
del mundo. Por eso sigue: "Pero después que crece es mayor que todas las
legumbres", esto es, que todos los dogmas.
San Agustín, quaestiones euangeliorum, lib. 1, quaest. 12
Los dogmas de las sectas no son más que sus propios sentimientos, es
decir, lo que les conviene.
San Jerónimo
Cuando se han desarrollado los dogmas de los filósofos, no presentan ni
energía ni vitalidad alguna, sino que todos ellos son débiles y macilentos y
producen legumbres y yerbas que pronto se desecan y mueren. Pero la predicación
del Evangelio (que al principio parecía cosa de poca importancia), bien se la
considere en las almas de los fieles, bien se la mire en todo el mundo, no se
levanta en legumbres, sino que crece en un árbol, de suerte que las aves del
cielo, es decir, las almas de los fieles o las virtudes, que combaten por el
servicio de Dios, vienen y habitan sobre sus ramas. Por eso sigue: "se
hace un árbol de manera que las aves del cielo vienen y anidan entre sus
ramas". Yo pienso que por los ramos del árbol evangélico que crecieron del
grano de mostaza debe entenderse la variedad de dogmas, sobre los cuales
descansan la multitud de aves de que acabamos de hablar. Tomemos, pues,
nosotros, las plumas de la paloma, a fin de que volando a las cosas más altas
podamos habitar en las ramas de ese árbol, colocar nuestros nidos en las
verdades, y huyendo de la tierra subir con prontitud al cielo.
San Hilario, in Matthaeum, 13
O también, el Señor se compara a sí mismo al grano de mostaza, semilla
pequeña, pero picante, y que tiene la propiedad de encenderse con la presión.
San Gregorio Magno, Moralia, 19,1
Es, en verdad, El mismo el grano de mostaza que, plantado en el huerto
de la sepultura, se elevó como un árbol grande. Fue grano cuando murió; árbol
cuando resucitó; grano por la humildad de la carne, árbol por el poder de la
majestad.
San Hilario, in Matthaeum, 13
Después que el grano fue lanzado al campo (es decir, cuando el Salvador
cayó en poder del pueblo y entregado a la muerte, fue enterrado como en el
campo, y como sembrado su cuerpo), creció más que el tallo de todos los frutos,
y excedió a la gloria de todos los profetas. Como una suerte de hortaliza fue
dada la predicación de los profetas fue al enfermo Israel. Pero ahora, las aves
del cielo habitan las ramas del árbol. Es decir, entendemos por ramas del árbol
a los apóstoles extendidos por el poder de Cristo, y dando sombra al mundo,
volarán hacia todas las naciones para hallar la vida y, maltratados por los
huracanes -esto es, por el espíritu y las tentaciones del diablo-, en las ramas
de ese árbol encontrarán el descanso.
San Gregorio Magno, Moralia, 19,1
Sobre estas ramas descansan las aves, porque las almas justas que se
elevan de los pensamientos mundanos con las alas de las virtudes respiran lejos
de esas fatigas, recibiendo las palabras y consuelos sobrenaturales.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 46,2.
El Señor para demostrar la misma verdad les pone la siguiente parábola:
"Semejante es el reino de los cielos a la levadura", que es como si
dijera: a la manera que la levadura cambia toda la harina en su sustancia, así
también vosotros cambiaréis todo el mundo. Y reparad aquí la prudencia de
Cristo: alega como ejemplo una cosa natural, a fin de hacernos ver que así como
es imposible el que no se verifique ese cambio, así también es imposible el que
no suceda lo otro. No dijo el Señor simplemente: "Que puso", sino que
"esconde"; que es como si hubiera dicho: de la misma manera vosotros,
después que hubiéreis estado sometidos a vuestros enemigos, triunfaréis sobre
ellos. Y así como el fermento se va corrompiendo pero no se destruye, sino que
poco a poco cambia toda la masa en su propia naturaleza, así sucederá en
vuestra predicación. No temáis las muchas persecuciones que os he anunciado
vendrán sobre vosotros. Ellas os servirán para que brilléis más y triunfaréis
de todas. El Señor habla aquí de tres medidas, pero este número debe tomarse en
sentido indeterminado.
San Jerónimo
La medida de que aquí habla es una medida que estaba en uso en
Palestina, y equivale a un modio y medio.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,12
O también, el fermento significa la caridad, porque la caridad estimula
y excita el fervor. La mujer figura la sabiduría; las tres medidas los tres
grados de caridad manifestados en estas palabras: "Con todo el corazón,
con toda el alma y con toda la inteligencia" ( Mt 22), o también aquellas
tres recolecciones que han producido: "El ciento, el sesenta y el treinta".
O aquellas tres clases de hombres: Noé, Daniel y Jacob ( Ez 14).
Rábano
Y se dice: "Hasta que ha fermentado todo". Porque la caridad
escondida en nuestra alma debe crecer hasta que la haga perfecta. Lo que tiene
principio en esta vida adquiere su perfección en la venidera.
San Jerónimo
O de otra manera, me parece que la mujer que toma el fermento y lo
esconde, representa la predicación apostólica, o la Iglesia formada de diversas
naciones. Ella toma el fermento, es decir, la inteligencia de las Escrituras, y
lo esconde en las tres medidas de harina: el espíritu, el alma y el cuerpo, a
fin de que, reducidos a la unidad, no haya divergencia entre ellos. O de otra
manera. Leemos en Platón, que en el alma hay tres facultades: la parte
racional, la parte irascible y la concupiscencia. Y nosotros, si hemos recibido
la levadura del Evangelio, poseemos la prudencia en la razón; en la ira el odio
contra los vicios; en la concupiscencia el deseo de las virtudes, y todo esto
es resultado de la doctrina evangélica que nos dio nuestra madre la Iglesia.
Diré también la interpretación que dan algunos. Dicen que la referida mujer
figura la Iglesia que mezcla la fe del hombre con las tres medidas de harina,
es decir, la fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo; y cuando toda
esta fe ha fermentado, nos encontramos no con tres creencias en Dios, sino con
una sola y en un solo Dios. Esta es a la verdad una interpretación piadosa,
pero nunca estas interpretaciones dudosas y parábolas pueden servir de punto de
apoyo para probar los dogmas.
San Hilario, in Matthaeum, 13
El Señor se compara a sí mismo con la levadura. Porque la levadura, que
es hecha de harina, tiene la propiedad de comunicar a todas las harinas de su
especie la virtud que ha recibido; y la mujer, esto es, la sinagoga, esconde
esta levadura mediante su condenación a morir; y la levadura echada en tres
medidas de harina, es decir, en la de la ley, en la de los profetas y en la de
los Evangelios, no forma de los tres elementos más que una sola creencia, de
manera que en los progresos del Evangelio están cumplidos lo que estableció la
ley y anunciaron los profetas. Aun cuando ya he hecho mención de que muchos
entienden por las tres medidas de harina la vocación de las tres naciones
formadas por Sem, Cam y Jafet, no sé, sin embargo, si es conforme a razón esta
opinión, porque aun cuando todas las naciones han sido llamadas al Evangelio,
no se puede decir que todas han ocultado a Cristo. Al contrario, lo han
esclarecido, y desde luego no ha fermentado en tanta multitud de naciones toda
la levadura.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Después de las anteriores parábolas, y para que nadie creyese que Cristo
introducía novedades, el evangelista alega al profeta que había profetizado hasta
esta misma manera de predicación. Y por eso dice: "Todas estas cosas
habló", etc., y San Marcos, dice: "Por lo mismo que podían
comprender, les hablaba por parábolas" ( Mc 4,33). No es de admirar, por
consiguiente, si al tratar de su reino hace mención del grano de mostaza y de
la levadura, porque se dirigía a hombres ignorantes y a quienes era preciso
persuadir de esta manera.
Remigio
La palabra griega parábola significa en latín comparación, la cual sirve
para demostrar la verdad. Porque con la comparación se manifiestan ciertas
figuras de palabra e imágenes de la verdad.
San Jerónimo
Mas no hablaba el Señor en parábolas a los discípulos, sino a las
turbas, y aun hoy día escuchan las turbas las parábolas, y por esta razón se
dice: "Y no les hablaba sino en parábolas".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Aunque en muchas ocasiones habló a las turbas sin parábolas, pero no en
esta circunstancia.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,14
O bien, el evangelista puso esto, no porque el Señor no haya hablado
nunca en términos propios, sino porque no hay discurso suyo en que no haya
expresado algunas cosas por algunas parábolas, y aun haya mezclado el sentido
propio con el parabólico de tal manera que frecuentemente todo su discurso no
es más que un tejido de parábolas, y no se encuentra uno solo en que no entre
la parábola. Entiendo por discurso entero cuando el Señor habla de una cosa y
no pasa a otra hasta que la ha desenvuelto completamente. Algunas veces,
efectivamente, un evangelista presenta en un solo discurso lo que otro refiere
como acontecido en distintas circunstancias, siguiendo en esta relación no el
orden real de los acontecimientos, sino el de sus recuerdos.
La razón de por qué el Señor hablaba en parábolas, la da el mismo
evangelista, cuando añade: "Para que se cumpliese lo que había sido
anunciado por el profeta", etc.
San Jerónimo
Este testimonio está tomado del Salmo 77 ( Sal 77,2). En algunos
ejemplares, en lugar de lo que dice la Vulgata: "Para que se cumpliese lo
que había sido anunciado por el profeta", se lee: "Lo que había sido
dicho por el profeta Isaías".
Remigio
Porfirio se vale de esto para hacer la siguiente objeción a los fieles:
"Vuestro evangelista ha sido tan ignorante, que ha atribuido a Isaías lo
que se lee en los salmos", es decir, que acusa a la Iglesia como si
hubiera referido ese pasaje tomándolo de la profecía de Isaías.
San Jerónimo
Pero como este pasaje no se encontraba en Isaías, creo que algunas
personas prudentes habrán hecho desaparecer del texto el nombre del profeta.
Soy del parecer que se escribió al principio de esta manera. Fue escrito por el
profeta Asaph, porque el Salmo 77, de donde está tomado este pasaje, lleva la
inscripción: "Al profeta Asaph". Los primeros copistas no
comprendieron el nombre de Asaph, y creyendo que era un error del escritor,
sustituyeron el nombre de Asaph por el de Isaías, que era más conocido. Es de
observar que no sólo David debe llamarse profeta, sino todos los demás cuyos
nombres están escritos en los salmos, en los himnos y en los cánticos divinos,
tales son, Asaph, Idithum, Emma y todos los demás de que hacen mención las
Escrituras. Y con respecto a lo que se dice de la persona de Cristo: "Abriré
mi boca en parábolas", es preciso considerarlo con mucha atención, y de
esta manera veremos descrita la salida de Israel de Egipto, y referidos los
milagros contenidos en el Exodo. De donde podemos colegir que todo lo que se
dice en este libro divino debe entenderse en sentido parabólico y como
manifestando cosas misteriosas. Estas verdades misteriosas son las que promete
el Señor revelar cuando dice: "Abriré mi boca en parábolas".
Glosa
Como si dijera: puesto que primeramente os he hablado por los profetas,
ahora en mi propia persona abriré mi boca en parábolas y haré salir del tesoro
de mi corazón los misterios que estaban ocultos desde el principio del mundo.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
El Señor había hablado a las gentes en parábolas con el objeto de
excitarlas a que le preguntaran; y aunque dijo el Señor muchas cosas en
parábolas, ninguno, sin embargo, le preguntó, y por eso los despidió. Por eso
sigue: "Entonces, despedidas las gentes, se vino a su casa". Pero no
lo siguió ninguno de los escribas, de donde resulta claramente, que al seguir
al Señor no tenían más objeto que el sorprenderlo en sus discursos.
San Jerónimo
Mas Jesús despide a las gentes y se vuelve a su casa, a fin de que se
acerquen sus discípulos y le pregunten en secreto lo que no merecía ni podía
entender el pueblo.
Rábano
En sentido místico, despedida la gente de los judíos que se agolpaban,
entra en la Iglesia de todas las naciones y expone en ella a los fieles los
misterios celestiales. Por eso sigue: "Y se le acercaron sus
discípulos".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Otras veces deseaban saber los discípulos, y temían preguntar; mas ahora
le preguntan con toda libertad, y tienen confianza a causa de aquellas
palabras: "A vosotros os ha sido dado el conocer el misterio del reino de
Dios" ( Mc 4,10). Por eso cada uno en particular o separadamente le
preguntan, a fin de no parecerse a la muchedumbre, a quienes no fue concedido
este don. Y dejan la parábola de la levadura y de la mostaza, como más claras,
y le preguntan sobre la parábola de la cizaña, porque tiene más relación con la
parábola de la simiente y dice alguna cosa más. El mismo Señor les dice el
sentido de esta parábola diciéndoles: "El que siembra la buena simiente es
el Hijo del hombre".
Remigio
Se llama el Señor a sí mismo Hijo del hombre, para darnos un ejemplo de
humildad, o también, ya porque sabía que los herejes habían de negar que El
fuera hombre, o ya porque mediante la fe en su humanidad pudiéramos ascender al
conocimiento de la divinidad.
Sigue: Y el campo es el mundo.
Glosa
Siendo El mismo el que siembra su campo, es indudable que el mundo
actual es de El. Sigue: "La buena simiente son los hijos del reino".
Remigio
Es decir, los hombres santos y los elegidos, que son los que se cuentan
entre sus hijos.
San Agustín, contra Faustum, 18,7
El Señor entiende por cizaña no algunos errores introducidos en las
verdaderas Escrituras (según interpretan los maniqueos), sino todos los hijos
perversos, esto es, los imitadores de los errores del diablo. Mas la cizaña son
los hijos malos, por los cuales entiende los impíos y perversos.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,11
Todo lo que es impuro en la mies es cizaña. Sigue: "El enemigo que
la ha sembrado es el diablo".
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
Es, en efecto, obra del diablo el mezclar el error con la verdad. Sigue:
"La mies es la consumación del siglo". Dice en otro lugar, pero
hablando de los samaritanos: "Levantad vuestros ojos y considerad las
regiones que ya están blancas para la siega" ( Jn 4,35). Y: "la mies,
en verdad, es mucha, sus operarios pocos" ( Mt 9,37; Lc 10), en cuyas
palabras expresa que la siega ha llegado ya. ¿Cómo, pues, dice aquí que
llegará? Porque está tomada en sentido diferente la palabra siega. Allí ( Jn 4)
se dice: "Uno es el que siembra, y otro es el que siega"; y aquí se
dice que es uno mismo el que siembra y el que siega. Cuando establece la
distinción entre el que siembra y el que siega, diferencia a los apóstoles, no
de si mismo, sino los profetas, porque el mismo Cristo es el que sembró por
medio de los profetas entre los judíos y los samaritanos. El toma, pues, bajo
dos aspectos en este pasaje, las palabras simiente y siega. Así, cuando habla
de la obediencia y de la persuasión a la fe, usa la palabra siega, porque es la
perfección de las cosas. Pero cuando trata del fruto que se saca de oír la
palabra de Dios, llama a la siega consumación, como sucede en este lugar.
Remigio
Por siega se entiende el día del juicio en que serán separados los
buenos de los malos por el ministerio de los ángeles. Por eso se dice más
abajo: "Cuando vendrá el Hijo del hombre con sus ángeles a juzgar" ( Mt
25). Por eso sigue: "y los segadores son los ángeles".
Sigue: "Y así como se coge la cizaña, etc., del mismo modo cogerán
los ángeles todos los escándalos de su reino".
San Agustín, de civitate Dei, 20,9
¿Acaso de aquel reino donde no hay escándalos? Serán recogidos de su
reino de aquí, es decir, de la Iglesia.
San Agustín, quaestiones evangeliorum, 1,10-11
La cizaña, que es lo primero que se separa, nos indica las persecuciones
que precederán al día del juicio, y separarán a los buenos de los malos
mediante el ministerio de los ángeles buenos, que tendrán la misma intención de
cumplir que la que tiene la misma ley y el mismo juez. Los (ángeles) malos son
incapaces de realizar el ministerio de la misericordia.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,2
También puede entenderse del reino de la Iglesia celestial, y entonces
el castigo es doble, a saber: la pérdida de la gloria, según las palabras:
"Y cogerán todos los escándalos de su reino (es decir, para que los
escándalos no entren en su reino)" y el suplicio del fuego según estas
otras: "Y los echarán en el horno del fuego".
San Jerónimo
Todos los escándalos provienen de la cizaña. En las palabras: "Y
cogerán del reino", etc., quiso el Señor distinguir entre herejes y
cismáticos, de manera que los que dan escándalos son los herejes y los que
cometen iniquidades los cismáticos.
Glosa
O de otro modo: por la palabra escándalos pueden entenderse aquellos que
dan al prójimo ocasión para pecar o para perderse, por lo que cometen maldades
todos los que pecan.
Rábano
Observad lo que dice: Y aquellos que cometen iniquidades, no los que las
cometieron, porque no han de ser entregados a los eternos tormentos los que se
han convertido y han hecho penitencia, sino sólo los que continúan en el
pecado.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
Mirad el amor inefable de Dios para con los hombres. El está pronto para
conceder gracias y es tardo para castigar. Cuando siembra lo hace por sí mismo
y cuando castiga lo hace por otros, por los ángeles que manda al efecto.
Sigue: "Allí será el llanto y el crujir de dientes".
Remigio
En estas palabras está demostrada la verdadera resurrección de los
cuerpos. Sin embargo, también se da a entender por ellas dos clases de castigos
que sufrirán los condenados en el infierno, esto es, un calor excesivo, y un
frío intensísimo. Porque así como los escándalos se refieren a la cizaña, así
también los justos son reputados hijos del reino. De ellos dice el Señor:
"Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su
Padre", porque en esta vida resplandece la luz de los santos delante de
los hombres, pero después de la consumación del mundo brillarán como el sol en
el reino de su Padre.
San Juan
Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 47,1
No porque brillen sólo como el sol, sino que el Señor se vale de estos
ejemplos conocidos, porque el sol es el astro que brilla más que todos los
demás.
Remigio
Y cuando dice: "Entonces resplandecerán" se refiere a que
ahora brillan para ejemplo de otros, y entonces brillarán como el sol para
alabar a Dios.
Sigue: "El que tenga orejas para oír, oiga".
Rábano
Esto es, el que tiene entendimiento entienda, porque todas estas palabras
tienen un sentido místico.
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