domingo, 20 de julio de 2014

Domingo XVI (ciclo a) San Agustín

La buena semilla y la cizaña
(Mt 13,24-30)
 

1. Acabamos de oír el santo Evangelio, y a Cristo el Señor que habla en él. Hablaremos de ello lo que él nos otorgue. Podría yo fatigarme, hermanos, en exponeros esta parábola; pero nos ahorró el trabajo, ya que la expuso el mismo que la compuso. Quien leyó el Evangelio, leyó hasta el lugar en que el Señor dice: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; y guardad el trigo en el granero. Pero luego, como está escrito, se acercaron a él sus discípulos y le dijeron: Explícanos la parábola de la cizaña. Y el que está en el seno del Padre, él la expuso, diciendo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre, refiriéndose a sí mismo. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino; la cizaña son los hijos del maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la siega es el fin del siglo; los segadores son los ángeles. Y cuando viniere el Hijo del hombre, enviará a sus ángeles y recogerán de su reino todos los escándalos, y los arrojarán al horno de fuego ardiente; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces refulgirán los justos como el sol en el reino de su Padre. Recito palabras del Señor Cristo, que no han sido leídas, pero están escritas. Así nos expuso él lo que nos propuso. Ved lo que preferimos ser en su campo; considerad cuáles nos hallará la siega. El campo, que es el mundo, es la Iglesia difundida por el mundo. Quienes trigo, persevere hasta la siega; los que son cizaña, háganse trigo.

Porque entre los hombres y las espigas de verdad o la cizaña real hay esta diferencia: cuando nos referimos a la agricultura, la espiga es espiga y la cizaña es cizaña. Pero en el campo del Señor, esto es, la Iglesia, a veces, lo que era trigo se hace cizaña y lo que era cizaña se convierte en trigo; y nadie sabe lo que será mañana. Por eso los obreros, indignados con el padre de familia, querían ir a arrancar la cizaña, pero no se lo consintió; quisieron arrancar la cizaña y no se les permitióse parar esa cizaña. Hicieron aquello para lo que servían, y dejaron la separación a los ángeles. No querían reservar a los ángeles la separación de la cizaña; más el padre de familia, que conocía a todos y sabía que era menester dejar para más tarde la separación, les mandó tolerarla, no separarla. Ellos preguntaron: ¿Quieres que vayamos y la recojamos? El respondió: No, no sea que al querer arrancar la cizaña arranquéis también el trigo. ¿Entonces, Señor, la cizaña estará también con nosotros en el granero? Al tiempo de la siega diré a los segadores: Recogedla cizaña y atad los haces para quemarla. Tolerad en el campo lo que no tendréis con vosotros en el granero.

2. Escuchad, carísimos granos de Cristo; escuchad, carísimas espigas de Cristo; escuchad, carísima mies de Cristo; reflexionad sobre vosotros mismos, mirad a vuestra conciencia, interrogad a vuestra fe, preguntad a vuestra caridad, despertad vuestra conciencia; y si os reconocéis mies de Cristo, traed a vuestra mente: Quien perseverare hasta el fin, ése será salvo. Pero quien, al escudriñar su conciencia, se encontrare entre la cizaña, no tema cambiarse. Todavía no hay orden de cortar, aún no llegó la siega; no seas hoy lo que eras ayer, o no seas mañana lo que eres hoy. ¿De qué te sirve lo que dices, sino en cuanto cambies? Dios promete indulgencia si cambias tú, pero no te promete el día de mañana. Tal como seas al salir del cuerpo, tal llegarás a la siega. Muere alguien, no sé quién y era cizaña; ¿acaso podrá allá hacerse trigo? Es aquí en el campo donde el trigo puede hacerse cizaña y la cizaña trigo; aquí eso es posible; pero allá, es decir, después de esta vida, es tiempo de recoger lo que se hizo, no de hacer lo que no se hizo. Y quien fuere como cizaña y quisiere separarse del campo del Señor Cristo, ya no será trigo, pues si lo fuese seguiría siéndolo. ¿Por qué teme el trigo a la cizaña? Dejad que ambos crezcan hasta la siega, dice el padre de familia. Crezcan juntos, los segadores no yerran y saben cómo hacer los haces y arrojarlos al fuego. Con el trigo no pueden hacerse haces y ser enviados al fuego. Los haces significan separación. Arrio tiene su haz allí, Eunomio tiene su haz allí, Fotino tiene allí su haz, Donato tiene allí su haz, Maniqueo tiene allí su haz, Prisciliano tiene allí su haz. Todos estos haces serán arrojados al fuego; esté tranquilo el trigo, se gozará puro en el granero.

3. ¿Y dónde no ha sembrado cizaña aquel enemigo? ¿Qué clase, qué lugar de mieses halló, y no esparció cizaña? ¿Acaso la sembró entre los laicos y no entre los clérigos, o entre los obispos? ¿O la sembró entre los casados, pero no entre los que profesan castidad? ¿O la sembró entre las casadas y no entre las monjas? ¿O las sembró entre las casas de los laicos y no en las congregaciones de monjes? Por doquier la esparció, por doquier la sembró. ¿Qué respetó sin mezcla? Pero demos gracias a Dios, ya que quien se dignará separar, no sabe errar.

No se oculta a vuestra caridad que la cizaña se encuentra también en la mies más excelsa y honorable. Y entre los profesos se halla cizaña. Y decís: En tal lugar se vio que había malos; en tal congregación se vio que había malos; en todas partes se vio que había malos, pero no siempre reinarán los malos con los buenos. ¿Por qué te asombras de haber descubierto malos en un lugar santo? ¿No sabes que el primer pecado de desobediencia ocurrió en el paraíso y por ella cayó el ángel?¿Acaso manchó el cielo? Cayó Adán; ¿acaso infeccionó el paraíso? Cayó uno de los hijos de Noé; ¿acaso contaminó la casa del justo? Cayó Judas; ¿acaso contaminó al coro de los Apóstoles? A veces, según la estimación humana, se cree que es trigo lo que es cizaña; o se cree cizaña lo que en realidades trigo. Por estas apariencias dice el Apóstol: No juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, e iluminará los escondrijos de las tinieblas, y manifestará los pensamientos del corazón, y entonces cada uno recibirá de Dios su alabanza. Pasa la alabanza humana; a veces un hombre alaba al malo sin saberlo; a veces el hombre acusa al santo sin saberlo. ¡Dios perdone a los que no saben y socorra a los que sufren por esta ignorancia!

SAN AGUSTÍN, Sermones (2º) (t. X). Sobre los Evangelios Sinópticos,  Sermón 73A, 1-3, BAC Madrid 1983, 372- 77

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