Lunes de la 32ª semana
ATRACCIÓN DE LOS ENEMIGOS
Amaras a tu prójimo
como a ti mismo (Mt 22, 39).
Es cierto que pecas si
no perdonas al que te pide perdón, y que es cosa de perfección si le atraes a
ti, aun cuando no estés obligado.
Muchas razones
aconsejan que lo atraigas a ti:
La primera es la
conservación de la propia dignidad. Cada dignidad tiene su señal especial, y
nadie debe abdicar los signos de su dignidad. Entre todas las dignidades, la
mayor es ser hijo de Dios; y la señal de esa dignidad es el amor al enemigo.
Amad a vuestros enemigos... para que seáis hijos de vuestro Padre, que está en
los cielos. (Mt 5, 44-45). Amar a un amigo no es la señal de la filiación
divina, pues hacen también lo mismo los publicanos... y los gentiles (Ibid.,
46-47).
La segunda es el logro
de la victoria. Ésta es un deseo natural de todos. Es, pues, necesario que con
tu bondad atraigas al amor al que te ofendió, y entonces vences; o que el otro
te arrastre al odio, y entonces pierdes. No te dejes vencer de lo malo; mas
vence el mal con el bien (Rom 12, 21).
La tercera es la adquisición de muchas ventajas; porque con ello adquieres amigos. Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber; porque si esto hicieres, carbones encendidos amontonarás sobre su cabeza… (Rom 12, 20). Y San Agustín dice: "No hay provocación mayor para el amor que prevenir amando." Pues nadie es tan duro, qué aunque no quiera dar amor, no quiera, sin embargo, pagarlo.
La cuarta es la de que
con ello son más fácilmente escuchadas tus plegarias. Por eso, sobre el pasaje
de Jeremías: Aunque Moisés y Samuel se me pusiesen delante (15, 1), dice San
Gregorio: "Hizo principalmente mención de ellos, porque rogaron por los
enemigos." También rogó Cristo: Padre, perdónalos. (Lc 23, 34). Orando San
Esteban por los enemigos (Hechos 7, 59), reportó gran utilidad a la Iglesia,
pues convirtió a San Pablo.
La quinta es la huida
del pecado, lo cual debemos desear principalmente; pues algunas veces pecamos,
no buscamos a Dios, y Dios nos atrae a sí, o con enfermedades o cosa semejante.
Yo cercaré tu camino con espinos (Os 2, 6). De este modo fue atraído San Pablo.
Y en el Salmo (118, 176) se dice: Anduve errante, como oveja descarriada; busca
a tu siervo. Mas esto lo conseguimos si atraemos a nosotros al enemigo perdonando
primero, pues como consta en el Evangelio: Con la misma medida con que
midiereis, se os volverá a medir (Lc 6, 38). Y en el mismo capítulo: Perdonad y
seréis perdonados (Ibid., 37). El mismo Jesús dice: Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. (Mt 5, 7). Pues no hay
misericordia mayor que perdonar al que nos ofende.
(In Decal., X)
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