jueves, 5 de noviembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 218

 

Jueves de la 31ª semana

EXCELENCIA DE LA CARIDAD

 

         Ahora permanecen estas tres cosas, la fe, la esperanza, y la caridad; mas de éstas, la mayor es la caridad (1 Cor 13, 13).

        

         I. La caridad es la mayor de las virtudes teologales.

        

         La grandeza de una virtud en cuanto a su especie se estima por su objeto; mas como las tres virtudes teologales tienen a Dios por objeto propio, no puede ninguna de ellas decirse mayor que otra porque se refiera a mayor objeto, sino porque una de ellas se aproxime más que otra a su objeto.

 

         Según esto, la caridad es mayor que las otras; porque las otras envuelven en su propia noción cierta distancia del objeto; pues la fe es de cosas que no se, ven; y la esperanza, de lo que aún no se tiene; en tanto que el amor de la caridad es de lo que ya se posee, de modo que el amado está en cierto, modo en el amante, y que además el que ama es, por su afecto, atraído a la unión con el amado, por lo cual dice San Juan: Quien permanece en caridad, en Dios permanece, y Dios en él (1 Jn 4, 16).

(1ª 2ae , q. LXVI, a. VI)

 

         II. La caridad es la forma y raíz de todas las virtudes: Arraigados y cimentados en la caridad (Ef 3, 17).

 

         En los actos morales, lo que da al acto el orden al fin le da también la forma. Mas es evidente que por la caridad se ordenan los actos de todas las otras virtudes al último fin. Pues el último y principal bien del hombre es el goce de Dios, según aquello del Salmo (72, 28): A mí bueno me es el apegarme a Dios; a esto se ordena el hombre por la caridad y según esto ella da forma a los actos de todas las otras virtudes. Por lo tanto se dice que es la forma de las virtudes; pues también las mismas virtudes se dicen así en orden a los actos formados.

 

         La caridad se compara al fundamento y a la raíz, porque de ella se sustentan y nutren todas las demás virtudes. Se llama también el fin de las otras virtudes, por cuanto las ordena a su fin; y como es madre la que concibe en sí de otro, por esta razón se llama madre de las otras virtudes, puesto que por el apetito del fin último concibe los actos de las demás virtudes y en ellos impera.

(2ª 2ae , q. XXIII, a. 8)

 

         III: La caridad es producida en nosotros por infusión.

 

         La caridad es cierta amistad del hombre con Dios, fundada sobre la comunicación de la bienaventuranza eterna; mas esta comunicación no tiene lugar según los dones naturales, sino según los dones gratuitos, pues como se dice en la Epístola a los Romanos (6, 23): La gracia de Dios es vida perdurable. Por consiguiente también la misma caridad excede a la capacidad de la naturaleza; y lo que excede a la capacidad de la naturaleza  no puede ser ni natural ni adquirido por las potencias naturales, porque el efecto natural no trasciende a su causa. Así, la caridad no puede hallarse naturalmente en nosotros, ni ser adquirida por las fuerzas naturales, sino por infusión del Espíritu Santo, que es el amor del Padre y del Hijo, cuya participación en nosotros es la misma caridad creada.

 

         Dios es soberanamente amable en sí mismo, en cuanto es el objeto de la bienaventuranza; pero no es de este modo principalmente amable a nosotros, por la inclinación de nuestro afecto a los bienes visibles; y así es evidente que, para amar a Dios sobre todo de este modo, es necesario que la caridad se infunda en nuestros corazones.

(2ª 2ae , q. XXIV, a. 2).

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