Martes de la 32ª semana
EL SERVICIO DE DIOS
No tendrás dioses
ajenos delante de mí (Ex 20, 3).
Se nos prohíbe dar
culto más que a un solo Dios, y somos obligados a ello por cinco razones:
1ª) Por la dignidad de
Dios, pues no hacer caso de ella es injuriar a Dios. A toda dignidad se debe
reverencia; por eso es traidor al rey el que le quita lo que está obligado a
prestarle, y esto hacen algunos contra Dios, como dice el Apóstol: Y mudaron la
gloria del Dios incorruptible en semejanza de figura de hombre corruptible (Rom
1, 23). Esto desagrada sobremanera a Dios.
2ª) Por su largueza.
Pues de Dios poseemos todos los bienes; y corresponde a la dignidad de Dios ser
el autor y dador de todos los bienes. Abriendo tú tu mano, todos se llenarán de
bienes (Sal 103, 28). Eres, pues, demasiado ingrato, si no reconoces sus dones;
es más, haces para ti otro Dios, del mismo modo que hicieron un ídolo los hijos
de Israel sacados de Egipto. Iré en pos de mis amadores (Os 2, 5). Esto tiene
lugar también cuando uno pone su esperanza en otro que no sea Dios, esto es,
cuando pide a otro ayuda. Bienaventurado el varón cuya esperanza es el nombre
del Señor (Sal 39, 5). Habiendo conocido a, Dios… ¿cómo os volvéis otra vez a
los rudimentos flacos y pobres…? (Gal 4, 9).
3ª) Por la firmeza de nuestras promesas. Pues hemos renunciado al diablo y hemos prometido fidelidad a solo Dios; por lo tanto no debemos quebrantarla. Si alguno quebranta la ley de Moisés, siéndole probada con dos, o con tres testigos, muere sin misericordia alguna. ¿Pues de cuántos mayores tormentos creéis que es digno el que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por vil, y profanare la sangre del testamento en que fue santificado, y que hiciere ultraje al espíritu de gracia? (Hebr 10, 28-29). Si viviendo el marido, fuere hallada con otro hombre, será llamada adúltera (Rom 7, 3); y la tal debe ser quemada. ¡Ay!, pues, del pecador que entrare en tierra por dos caminos, y de los que cojean de los dos pies.
4ª) Por la pesadez del
dominio del diablo, como dice Jeremías: Serviréis allí a dioses ajenos día y
noche, que no os darán reposo (Jer 16, 13). Pues no descansa en un solo pecado,
sino más bien se empeña en llevar a otro. Todo aquél que hace pecado, esclavo
es del pecado (Juan 8, 34). Por eso no se sale fácilmente del pecado. San
Gregorio dice: "El pecado que no es destruido por la penitencia, arrastra
luego por su peso a otro pecado." Lo contrario ocurre con el dominio de
Dios, pues sus preceptos no son pesados, como dice el Señor: Mí yugo es suave,
y mi carga ligera (Mt 11, 30). Se considera que uno hace bastante, si hace por
Dios cuanto hizo por el pecado. El Apóstol dice: Como para maldad ofrecisteis
vuestros miembros, que sirviesen a la inmundicia, y a la iniquidad; así para
santificación, ofreced ahora vuestros miembros que sirvan a la justicia (Rom 6,
19). Pero de los siervos del diablo se dice: Nos hemos cansado en el camino de
la iniquidad y de la perdición, y hemos andado por caminos ásperos (Sab 5, 7).
Trabajaron para proceder inicuamente (Jer 9, 5).
5ª) Por la inmensidad
del premio o galardón. Pues en ninguna ley se prometen tales premios como en la
ley de Cristo. A los sarracenos se les promete ríos de leche y de miel; a los
judíos, la tierra de promisión; mas a los cristianos, la gloria de los ángeles:
Serán como ángeles de Dios en el cielo (Mt 22, 30). Considerando esto, San
Pedro dijo: ¿Señor, a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6,
69).
(In Decalog., XII)
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