San Frasncisco de Borja
por Jaime Correa
Castelblanco, S.J.
CONTENIDO
Presentación - Familia y juventud - Un mejor servicio - Virrey
de Cataluña - Duque de Gandía -Discernimiento espiritual - Ingreso a la
Compañía - Viaje a Roma - Roma - De regreso a España - Misión en Portugal - De
nuevo en España - Comisario de España y Portugal - El Colegio Romano - Con
Santa Teresa - Carlos V - Primera Congregación General - Problemas con la
Inquisición - Portugal - Llamado a Roma - Asistente General - General de la
Compañía - Gobierno de la Compañía - Expansión de la Compañía - Misión
pontificia - Enfermedad y muerte – Glorificación
Presentación
Esta vida de San
Francisco de Borja es la cuarta de una colección dedicada a los Santos de la
Compañía de Jesús.
San Francisco de
Borja fue el tercer General de la Compañía. Fue admitido en Roma y formado por
el mismo San Ignacio.
La Compañía de
Jesús, durante el gobierno de San Francisco de Borja, adquirió un desarrollo
extraordinario. Su presencia se extendió, muy rápidamente, a todo el mundo
conocido, del viejo continente. Las misiones en Oriente y Africa, iniciadas por
San Ignacio, se incrementaron en gran forma. Las misiones en América española,
iniciadas por él, lusitana, y del norte, fueron una de sus principales
preocupaciones.
Ha sido muy difícil
sintetizar la vida de un hombre de tanta acción.
La Compañía de Jesús
considera a San Francisco de Borja como a uno de sus santos más importantes.
Agradecida, lo venera como el artífice de su presencia en el mundo
Fue el tercer
General de la Compañía de Jesús. Nació en Gandía el 28 de octubre de 1510 y
murió en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Familia y juventud
Su padre fue nieto
del papa Alejandro VI y su madre, nieta de Fernando el Católico.
Por herencia,
Francisco fue duque de Gandía. El primogénito entre siete hermanos. Del segundo
matrimonio de su padre, tuvo otros 12 medio hermanos.
Desde muy joven
participa en la corte del Emperador Carlos V. Por disposición de éste,
Francisco vive en Tordesillas desde 1522 a 1525 junto a la reina Juana, la
Loca, y la infanta Catalina.
En 1528 comienza sus
servicios en la misma corte imperial. Al año siguiente contrae matrimonio con
doña Leonor de Castro, camarera mayor de la emperatriz Isabel.
Los ocho hijos de
Francisco de Borja vinieron al mundo en varias ciudades españolas donde los
padres sirvieron al Emperador.
Francisco de Borja,
como hombre el Emperador, participa en las guerras, contra Francisco I, en
territorio francés. En todo es muy unido a Carlos V.
Un mejor servicio
En 1539 muere en
Toledo la emperatriz Isabel. Sus restos debieron ser trasladados a Granada. En
esa ciudad yacían los Reyes Católicos.
La comitiva
encargada del traslado estuvo presidida por el cardenal de Burgos y entre los
cinco integrantes más notables figura Francisco de Borja y Aragón.
Antes del entierro
se procede al reconocimiento del cadáver. Esta verdaderamente irreconocible.
Borja experimenta un sobresalto. "Nunca más, nunca más servir a señor que
se me pueda morir".
Virrey de Cataluña
Dos meses después,
el 26 de junio de 1539, el Emperador lo nombra Virrey de Cataluña.
En Barcelona, conoce
a los jesuitas. El primero fue el P. Antonio de Araoz, quien durante su estadía
en la ciudad se dio a los ministerios sacerdotales con notable fruto. En 1542
estuvo también en Barcelona el bienaventurado Pedro Fabro, de paso para
Alemania, con otros dos compañeros. Francisco de Borja los trata con muestras
de especial simpatía.
Duque de Gandía
En 1543 muere su
padre, el duque. Francisco hereda entonces el Ducado de Gandía y pasa a vivir
en sus tierras.
Animado de justicia social, Borja se preocupa
por el bienestar de sus súbditos. Es especialmente generoso con los pobres y
necesitados. La mayoría de la población estaba formada por cristianos nuevos,
antiguos moriscos, ignorantes en la fe. Para ellos tiene una opción
preferencial.
Hace florecer las
industrias de la seda y el azúcar. Sus entretenimientos son la caza y la
hípica. Siente gusto por el canto y la música. El mismo, compone piezas de
música profana y religiosa. Su actividad como autor ascético comienza en esos
años.
Francisco de Borja
fue contado entre los hombres de mayor fortuna de España.
Discernimiento espiritual
La muerte de doña
Leonor de Castro, su esposa, ocurre en 1546. Los acontecimientos se sucedieron
entonces con gran rapidez. En mayo de ese mismo año, Francisco hace los
Ejercicios espirituales bajo la dirección del Padre Andrés de Oviedo, rector
del Colegio de Gandía.
Ese Colegio
incipiente, y los planes para una Universidad de la Compañía de Jesús en su
ciudad ducal, eran los propósitos del duque. Primero piensa en un Colegio para
los moriscos, tan numerosos en su ducado. Después decide ampliarlo a toda clase
de alumnos. El Colegio de Gandía fue el primero de la Compañía donde los
jesuitas dieron clases a alumnos de fuera de la Orden.
En el momento
culminante de los Ejercicios, el de las elecciones, toma su decisión. El 2 de
junio de 1546 hace voto de entrar en la Compañía. El Bienaventurado Pedro Fabro
se entrevista con Borja en Gandía y él, quien viajaba a Roma, sería el
encargado de solicitar a San Ignacio la admisión.
Ingreso a la Compañía
San Ignacio lo
acepta, pero le pide secreto. El duque debe, primero, dejar establecidos a sus
hijos y, después, doctorarse en la futura Universidad de Gandía. "El mundo
no tiene oídos para oír tal estampido" fue la frase de San Ignacio.
San Francisco de
Borja cumple con todo. Gracias a sus buenas relaciones con Paulo III y con el
Emperador Carlos V obtiene la bula de fundación para la nueva Universidad de
Gandía y los mismos privilegios de Salamanca y Alcalá.
Aún más, Francisco
de Borja consigue del papa Paulo III el breve "Pastoralis officii
cura" del 31 de julio de 1548 por el que se aprueba el texto de los
Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Sin duda el primero, y tal vez el único
libro que ha merecido en la historia de la Iglesia una tal distinción.
En su propia
Universidad, entregada a la Compañía de Jesús, Francisco obtiene el grado de
doctor en teología el 20 de agosto de 1550.
Viaje a Roma
El 30 de agosto de
1550, el duque deja Gandía para viajar a Roma. Antes hace testamento. El motivo
oficial, lo encuentra en el jubileo del Año santo. Lo acompañan tres jesuitas,
los PP. Araoz, Miró y Oviedo, y un séquito de 25 personas.
El viaje dura casi
dos meses, por tierra y en caballos. San Ignacio le había encargado que pasara
por Parma a visitar a Margarita de Austria, la hija de Carlos V, "muy
devota de la Compañía". En Bolonia debería entrevistarse con el Delegado
pontificio, el Arzobispo Sauli para tratar del Colegio de la Compañía en
aquella ciudad. En Florencia podría visitar a los duques Cosme I y su esposa
Leonor de Toledo. En Ferrara podría tratar el asunto del Colegio. Todo lo
cumple San Francisco de Borja y ciertamente muy a gusto de San Ignacio.
Roma
El 23 de octubre de
1550 llega a Roma. Los cardenales le ofrecen alojamiento en sus palacios. El
mismo papa Julio III se lo ofrece en el Vaticano. Pero el duque no quiso otra
posada que la de Santa María del Camino, donde moraba San Ignacio. Fueron tres
meses de formación y conversación entre dos Santos.
El duque, además de
lucrar el jubileo, se da entero a los asuntos romanos de la Compañía de Jesús.
Dos cosas ocupan
principalmente su atención, la construcción de una nueva Iglesia para la
Compañía y el financiamiento del Colegio Romano que estaba por inaugurarse. Las
autoridades municipales resistían el permiso para la nueva Iglesia del Gesù,
pero Borja obtuvo las licencias. La "Escuela de gramática, humanidades y
doctrina cristiana, gratis" o Colegio Romano, recibe limosnas muy
generosas gracias a la intervención de Francisco.
Escribe al Emperador
Carlos V, a Augsburgo, informando sobre sus intenciones y solicitando su
permiso. Lo mismo haceo con el príncipe Felipe, el futuro rey de España.
Francisco de Borja
desea hacer una peregrinación a Jerusalén, pero San Ignacio la cambia por el
país vasco.
Como su entrada a la
Compañía todavía no es pública, el Papa piensa en hacerlo cardenal. Todo
entonces se precipita. San Ignacio interviene, personalmente.
De regreso a España
El 4 de febrero de
1551 sale de Roma. San Ignacio le da sus consejos y le concede amplia libertad
de movimiento. Borja queda exento de la sujeción del provincial de España,
Antonio Araoz, dependiendo exclusivamente del General.
El 4 de abril de
1551 llega al país vasco, a Azpeitia. Su primera visita fue a la Casa solariega
de Loyola.
En Oñate y Vergara
vive casi dos meses, de oración y predicación apostólica. Hace notarialmente la
renuncia efectiva de sus estados.
El 23 de mayo recibe
la ordenación sacerdotal. Para su primera Misa escoge el Oratorio de la Casa de
Loyola. Sus ministerios se extienden a todo el país vasco, a Vergara, Oñate,
Pamplona, Azcoitia, Vitoria y Bilbao.
Misión en Portugal
En febrero de 1552
San Ignacio le encarga una difícil misión. Debe viajar a Portugal y arreglar la
situación producida en la Provincia.
La misión debió interrumpirse
cuando ya Francisco estaba en Salamanca. El P. Simón Rodríguez, fundador y
provincial en Portugal había sido separado de su cargo. San Francisco de Borja
vuelve entonces a Oñate.
Pero al año
siguiente, de nuevo, debe dirigirse a Portugal, llamado por el rey Juan III y
el P. González de Cámara, el nuevo Provincial. El 31 de agosto de 1553 llega a
Lisboa donde es acogido con enorme cordialidad.
Apoya en todo al P.
Jerónimo Nadal, nombrado Comisario para España y Portugal, empeñado en la
pacificación de la Provincia. "El me ha ayudado tanto que no puedo
expresarlo" fueron las palabras de Nadal a San Ignacio.
En Coimbra y Evora
ayuda al fortalecimiento de lo material, pero mucho más en lo espiritual.
De nuevo en España
El 10 de octubre de
1553 sale de Portugal y el 18 estuvo en Córdoba, en el Colegio. En esa
fundación había intervenido San Juan de Avila, gran amigo de la Compañía y de
San Francisco de Borja.
Comisario de España y Portugal
El 7 de enero de
1554 San Ignacio escribe al P. Jerónimo Nadal, Comisario de España y Portugal,
que la única Provincia jesuítica existente en España debe dividirse en tres,
Aragón, Castilla y Andalucía. La de Portugal seguiría tal como estaba. El P.
Francisco de Borja sería el nuevo Comisario, con autoridad sobre todo el
territorio de España y Portugal, la misma del General de la Compañía. También
la autoridad de Francisco debería extenderse a los territorios de ultramar,
sujetos a la soberanía de España y de Portugal.
Francisco de Borja
ya no tuvo residencia fija. Los años siguientes lo vieron en Medina del Campo,
Tordesillas, Simancas, Avila, Salamanca, Plasencia, también en Sevilla,
Montilla y Córdoba. Después en Valladolid, Sigüenza y Alcalá, en Madrid, Avila,
Lisboa, Toro y de nuevo en Valladolid, donde residía la corte. Predicó mucho.
"Predica con
mucha facilidad y sin mucho aparato, y mueve más en un sermón que los famosos
predicadores en muchos, poque la gente se admira de ver a un duque pobre y
predicador, y en él y por él glorifican a Dios y se confunden a sí
mismos".
San Ignacio, en sus
cartas, manifiesta que estaba satisfecho de su actuación y reconoce que ejerce
el cargo con abnegación y celo. Los resultados correspondieron a sus esfuerzos.
La Compañía de Jesús experimenta por esos años, en España, una notable
expansión.
No solamente se
multiplicaron las fundaciones, sino que además hubo una verdadera afluencia de
vocaciones a la Compañía. Muchas veces eran personas graduadas en la
universidades o que ejercían cargos públicos de importancia.
Respecto a las
fundaciones, San Ignacio no puso jamás cortapisas al Comisario. "Si hay
renta y personal suficiente, la multiplicación de los Colegios es muy
acertada", le escribía el General. Si la renta era suficiente, el Colegio
podía abrirse a los estudiantes seglares.
En tiempos de Borja
abrieron sus puertas los Colegios y fundaciones en: Córdoba, Sevilla, Granada,
Sanlúcar, Baeza, Montilla, Almagro, Murcia, Cuenca, Avila, Plasencia, Simancas,
Monterrey, Zaragoza, Toledo, Ocaña, Belmonte, Segovia, Logroño, Palencia y
también Madrid.
Muy pronto también,
San Francisco de Borja se dio cuenta de la conveniencia de dotar a cada
Provincia con un noviciado propio. El más célebre de los fundados fue el de
Simancas, trasladado más tarde a Villagarcía del Campo.
El Colegio Romano
Su amor por la Compañía lo lleva por cierto a
más allá de España. San Ignacio le recuerda su precupación por el Colegio
Romano. Francisco, obediente, se da de lleno a la búsqueda de fondos que
aseguraran la mantención y el crecimiento.
Toma el asunto con
tanta solicitud, que en Roma se habla del "Colegio Borja" o
"Colegio Borja, de Jesús". San Ignacio lo llama "el Colegio de
Vuestra Reverencia”.
Sin el empeño de San
Francisco de Borja y las limosnas conseguidas por él, el Colegio Romano, la
futura Universidad Gregoriana, no hubiera sido posible. Solo Dios podría haber
encontrado otro camino.
Con Santa Teresa
La gran Santa Teresa
de Avila, cuando enumera en sus Cuentas de conciencia a las personas
espirituales de la Compañía de Jesús con quienes habló de sus cosas, dice:
"al Padre Francisco, que fue duque de Gandía, traté dos veces".
El primer encuentro
de los dos santos debió suceder en 1555 y el segundo en 1557, durante la Semana
Santa. El tema de la consulta que Teresa propuso al Padre Francisco fue el de
su oración, que tanto la atormentaba por esos años.
"Yo pregunté al
Padre Francisco si sería engaño esto, porque me traía boba, y me dijo que
muchas veces acaecía". Y la misma santa, en el Camino de perfección, dice:
"era muy posible; a él mismo le acaecía".
"En ese tiempo
vino a este lugar el Padre Francisco, que era duque de Gandía y había algunos
años que, dejándolo todo, había entrado en la Compañía de Jesús. Procuró mi
confesor para que le hablase y diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía
que iba adelante en ser muy favorecido y regalado de Dios, que, como quien
había mucho dejado por El, aun en esta vida le pagaba. Pues, después que hubo
oído, díjome que era espíritu de Dios y que le parecía que no era bien ya
resistirle más...que si el Señor me llevase el espíritu, que no lo resistiese,
sino que dejase llevarle a Su Majestad, no lo procurando yo. Como quien iba
bien adelante, dio la medicina y consejo, que hace mucho en esto la
experiencia. Dijo que era yerro resistir ya más. Yo quedé muy consolada;
holgábame mucho que dijese era de Dios".
Carlos V
El Emperador Carlos
V sintió por San Francisco de Borja un verdadera predilección. Durante su
reinado lo distingue con delicadas misiones y le da muestras de gran confianza.
Ya retirado, en
Yuste, lo llama, por lo menos en tres ocasiones para tratar de cosas que le
importaban sobremanera. Le encomendó tratar espiritualmente a su madre, la
reina Juana, recluida por su locura en Tordesillas. Francisco cumple el
encargo, hasta darle el sacramento de la extremaunción, poco antes de morir la
reina en 1555.
También fue el padre
espiritual de la hija del Emperador, la princesa Juana, antes de su matrimonio
con el heredero de Portugal y, también después de su viudez. Esta princesa,
regente de España, en las ausencias de Felipe II, se entusiasmó de tal manera
con la Compañía de Jesús que logró, con licencias de San Ignacio, hacer los
votos de la Compañía.
En Portugal, por
encargos del Emperador Carlos V, debe tratar con la reina Catalina, hermana del
Emperador, los problemas de la sucesión de la corona portuguesa. Esto último
con la expresa aceptación y obediencia del P. Diego Laínez, el Vicario general
de la Compañía.
Primera Congregación General
La primera
Congregación General de la Compañía de Jesús se tuvo en Roma en el año 1558,
dos años después de la muerte de San Ignacio. Las dificultades de la guerra, y
las diferencias entre el Papa y Felipe II, la habían postergado. San Francisco
de Borja no pudo estar presente.
En esa Congregación
fue elegido General el P. Diego Laínez. El nuevo General, de inmediato, renovó
a Borja el cargo de Comisario para las provincias de España y Portugal
solicitándole muy de veras aceptar esa cruz como el mejor servicio a la
Compañía.
Problemas con la Inquisición
Estando en Segovia
en 1559, San Francisco de Borja toma conocimiento de que la Sagrada
Inquisición, en Valladolid, había publicado un Catálogo de libros prohibidos
por ella. Entre esos libros aparecían las "Obras del cristiano" que
se le atribuían. Ciertamente, él no ha escrito ese libro. Un impresor de Alcalá
ha juntado en un todo, tratados escritos por Francisco de Borja y otros de
autores diferentes.
Los descargos de
Borja, del Provincial Antonio de Araoz y del mismo Padre General fueron
inmediatos. Pero todo fue inútil. La Inquisición tenía por norma mantenerse
inamovible en sus decisiones.
Portugal
Así estaban las
cosas cuando el 11 de noviembre de 1559 el cardenal infante Enrique de Portugal
escribió a Borja invitándolo a visitar el Colegio de Evora, fundado por el
mismo cardenal, y elevado por el papa Paulo IV a la categoría de universidad.
Francisco de Borja
viajó de España a Portugal. Más de alguno pensó que era una huida de la
Inquisición.
En Portugal estuvo
un año y medio, ejerciendo su cargo.
Llamado a Roma
Entretanto en Roma,
el P. General trató las cosas con los principales de la Compañía y con el mismo
Romano Pontífice.
Pío IV extendió un
breve exhortando a Borja a ponerse en camino para Roma para ocuparlo en asuntos
de la Iglesia. El P. Diego Laínez lo designó, formalmente, en 1561 para el
cargo de Asistente general.
Para ayudarlo en su
discernimiento envió al P. Jerónimo Nadal. El P. Diego Laínez, con la misma
delicadeza que había tenido San Ignacio con Borja, dejó al interesado la última
decisión. Pero le envió una ayuda. ¿Convenía que Francisco de Borja fuera a
Roma? ¿Qué efecto produciría una partida suya en el ánimo de los inquisidores?
San Francisco de
Borja consulta, no sólo al P. Nadal. Además ora intensamente. De su fama, tiene
él poco cuidado. Lo importante es el mejor servicio.
Ahondando en sus
reflexiones, ve con claridad que el breve pontificio tiene todo el valor de una
orden. El está obligado a obedecer en virtud del cuarto voto de los profesos de
la Compañía, sobre la obediencia especial al Papa en lo que se refería a
misiones o destinos.
En el mes de julio
de 1561 emprende el viaje, por tierra. Primero llega a Zamora, muy cerca de
Valladolid donde está la corte. Después pasa por Aviñon, Génova, Bolonia y
Loreto.
El 7 de septiembre
llega a Roma donde es acogido muy cordialmente. El mismo papa Pío IV le muestra
especial benevolencia. Entre otras cosas le dice estas palabras: "Nosotros
tendremos cuenta de vuestra persona y de vuestras cosas, porque nos sentimos
obligados por el raro ejemplo que habéis dado al mundo en nuestros días".
Asistente General
San Francisco de
Borja ha sido llamado a Roma para ocupar el cargo de Asistente general. Pero el
P. General está en Francia y había dejado en el cargo al P. Alfonso de
Salmerón. Borja no tiene urgencia alguna.
Desde Francia, en 1562, el P. Diego Laínez
debió después trasladarse a Trento, al reanudarse las sesiones del Concilio. Y
en el mes de mayo, también el P. Salmerón fue destinado al Concilio, en calidad
de teólogo pontificio. Sólo entonces Francisco de Borja, toma su puesto,
interinamente, como Vicario general. Y después de la llegada del P. Laínez a
Trento , en el mes de agosto, debe asumir como Comisario general para las
provincias de Italia.
Terminado el
Concilio, en diciembre de 1563, Laínez emprende el viaje de regreso a Roma,
adonde llega el 12 de febrero de 1564. Cuatro días después, Francisco de Borja
es nombrado formalmente Asistente general.
Su tarea principal
fue la de encargarse de gran parte de los asuntos de la Compañía. El P. General
parecía muy cansado. Grandes habían sido los esfuerzos desplegados en el
Concilio. Con gran contentamiento aceptó, siempre, el P. Diego Laínez, las
prudentes soluciones de Borja a cada uno de los asuntos que se ofrecían. De
hecho el P. Laínez murió el 19 de enero de 1565.
General de la Compañía
San Francisco de
Borja fue elegido Vicario General, el 20 de enero de 1565, por votación de los
profesos presentes en Roma. Sin demora, al día siguiente, el 21, convocó la
Congregación General para el 20 de junio siguiente.
El 2 de julio de
1565, congregados los 39 padres presentes, en la primera votación, resultó
elegido con 31 votos el Padre Francisco de Borja. Los electores que habían
votado a otro candidato adhirieron, de inmediato, al voto de la mayoría. El
nuevo General contaba 54 años de edad.
Ese mismo día, los
padres congregados visitaron al Santo Padre. Este no disimuló su alegría, por
la elección realizada. Entre otras cosas, el Papa dijo que no se podía haber
hecho una mejor elección y más a su gusto.
El mismo San
Francisco de Borja llamó a ese día, "el día de mi cruz". "Que el
Señor me lleve, o me quite el cargo, o me dé su gracia para el gobierno".
"Me ofrezco por la Compañía, en sangre y vida".
Gobierno de la Compañía
Como General, San
Francisco de Borja se propuso poner en práctica los decretos de la Congregación
General que lo había elegido.
Su primera
preocupación es el extracto de las Constituciones solicitado por la
Congregación.
El tema de la
oración en la Compañía había sido largamente discutido. La "hora de
oración" señalada por San Ignacio, fue interpretada por la Congregación
con la decisión de no contar en ella la Misa y los exámenes de conciencia.
La Congregación
ordenó que cada Provincia tuviera Noviciado propio y estableció también la
primera "Ratio studiorum" para los Colegios de la Compañía.
La Congregación
suprimió los cargos de Comisarios, estableciendo los de los Visitadores, pero
temporales. Y dispuso la realización de las Congregaciones de procuradores,
cada tres años. San Francisco de Borja debió redactar el procedimiento
necesario.
Expansión de la Compañía
La expansión de la
Compañía de Jesús durante el generalato de San Francisco de Borja es
impresionante. Los mil jesuitas, se multiplican por cuatro, pasan a ser cuatro
mil.
En Roma las Casas
llegan a ser seis, los jesuitas 340, los novicios 50. En el Colegio Romano hubo
1.000 alumnos. En el Colegio Germánico, 260. Y en el Seminario Romano, unos
150. Borja inicia la construcción de la Iglesia del Gesù, tan deseada por San Ignacio.
En Italia, las
provincias se dividen en cinco, cada una con su noviciado. A los Colegios
anteriores, añade otros cinco. En Milán, San Carlos Borromeo confía a la
Compañía de Jesús el Seminario, un Colegio, la Iglesia de San Fedele y la
Iglesia de Santa María de Brera con otro Colegio anejo.
En España, durante el generalato de Borja se
inauguran nueve Colegios. Las Casas profesas de Toledo, Valladolid y Burgos son
también iniciadas por San Francisco de Borja.
En Alemania, se
abren cuatro nuevos Colegios. En Flandes, otros dos. En Austria, dos y un
noviciado.
En Polonia, se abren
dos Colegios y un noviciado. En Lituania, un Colegio y un noviciado.
En Francia, la
Compañía topa con graves dificultades para su desarrollo. Primero, la oposición
de la Universidad de París, iniciada ya en tiempos de San Ignacio. Después, la
guerra civil contra los hugonotes que divide al país. A la Compañía de Jesús se
la considera enemiga de las libertades galicanas de la Iglesia. Con todo,
pueden abrir sus puertas los nuevos Colegios de Rouen y Nevers.
Uno de los grandes
méritos del tercer General de la Compañía fue el haber dado comienzo a las
misiones en los territorios de la América española. En Brasil, ya estaban
establecidos los jesuitas, desde los tiempos de San Ignacio.
La primera
expedición que fue a Florida terminó con un martirio. Las dos siguientes,
también a Florida, acabaron también en fracaso.
Para Méjico destina
a 15 jesuitas con la misión de abrir un Colegio.
En Perú, la Compañía
de Jesús se establece en 1568 con un Colegio y cursos universitarios en Lima, y
con un Colegio en el Cuzco. También se echan las bases para un Colegio en La
Paz. Un noviciado, en Lima, recibe a los numerosos candidatos para la Compañía,
desde Nueva Granada, Guayaquil, Chile y Paraguay.
San Francisco de
Borja dió a los jesuitas de América española muy prudentes recomendaciones
tocantes al comportamiento que los Padres debían seguir respecto al delicado
tema de los encomenderos. Estos mantenían sometidos a los indios, como si
fueran señores feudales.
Brasil, misión
creada por San Ignacio, también estuvo en la pupila de los ojos de San
Francisco. Para el Colegio de Río de Janeiro dispuso una dotación de 60
religiosos.
El P. Ignacio de
Azevedo recibe el encargo de visitar las Casas de España y Portugal y aceptar
el ofrecimiento de misioneros. La expedición se completa en Portugal,
llegándose a un total de 73 jesuitas destinados al Brasil. Salen en tres
barcos. En las islas de Madeira es asaltada la nave de Ignacio de Azevedo por
los hugonotes. Azevedo y 39 compañeros son cruelmente martirizados. Hoy, todos
están en los altares como bienaventurados.
Los inmensos
territorios, desde la India, Japón e islas del Océano Pacífico fueron también
preocupación permanente para San Francisco de Borja.
En India, el Colegio
de Goa llega a contar 107 jesuitas, con cursos de humanidades, filosofía y
teología. Hubo un Noviciado con 20 novicios. También Colegios en Bassein y
Cochín y residencias en casi todas las ciudades del sur de la India.
En Japón, la misión
se extiende a Miyako (Kyoto), la capital. En las islas Molucas, los misioneros
llegan a catorce.
En China establece
una Casa y una escuela de la Compañía de Jesús en Macao, en espera de la
ansiada apertura del continente chino.
En Etiopía, alienta
los heroicos trabajos del Patriarca, el jesuita Andrés de Oviedo, de quien
había recibido los Ejercicios espirituales en los lejanos años de Gandía. El
Patriarca, los tres padres y el hermano están constantemente en sus
preocupaciones y oraciones.
En Mozambique
también establece una Casa con dos padres y un hermano.
Misión pontificia
En el mes de junio
de 1571 San Francisco de Borja recibió una misión, por obediencia, de parte del
papa San Pío V. El Papa tenía muy en el corazón la Santa Liga contra El Turco
que amenazaba a Europa, especialmente después de la caída de Chipre.
San Francisco debe
acompañar al Cardenal Bonelli, sobrino del Papa, y usar toda su influencia en
las cortes de España y Portugal en orden a ratificar la Liga.
Por tierra, la
comitiva llega a Barcelona a fines de agosto. Visita Montserrat, de tanto
significado para él. Después Valencia y por último Madrid. Allí recibe la gran
noticia de la victoria naval de Lepanto.
En Lisboa estuvo
diez días. Regresa con el Cardenal legado, vía España y Francia. Ese año y
medio lo ocupa en su misión y en los asuntos de la Compañía, visitando,
organizando y animando a sus súbditos.
Enfermedad y muerte
En Francia empezaron
a decaer sus fuerzas. Al llegar a Italia, debe detenerse en la ciudad de
Ferrara por más de cuatro meses. Estaba gravemente enfermo. Allí supo la muerte
del papa Pío V y la elección de Gregorio XIII.
En septiembre de
1572 determina seguir su viaje a Roma, contrariando en ello los juicios de los
médicos y de los jesuitas.
A Roma llega el 28 de
septiembre, con profunda consolación. Todos los cardenales vinieron a visitarlo
y, en especial el representante del papa Gregorio, con su bendición.
Después de su
llegada a Roma, vivió dos días. Cuando le pidieron que nombrara un Vicario, él
sonriendo contestó: "Me basta con la cuenta que yo debo dar a Dios".
Después de recibir
el viático, pidió que lo dejasen solo con su Señor. Falleció muy cerca de la
medianoche, el 30 de septiembre de 1572.
Glorificación
San Francisco de
Borja fue canonizado el 12 de abril de 1671 junto a San Felipe Benicio, San
Cayetano de Thiene, San Luis Beltrán y Santa Rosa de Lima.
Tal vez ningún otro
santo de la época moderna haya conocido y tratado, personalmente, a tan gran
número de santos canonizados.
Entre los jesuitas
podemos citar los nombres de San Ignacio, San Pedro Canisio, San Estanislao de
Kotska, San Bernardino Realino, San Roberto Bellarmino.
Entre los no
jesuitas a San Pío V, San Carlos Borromeo, Santa Teresa de Jesús, San Juan de
Avila, San Juan Ribera, San Pedro de Alcántara.
El número de los
Bienaventurados es muy numeroso. El B. Pedro Fabro, Ignacio de Azevedo y varios
de sus compañeros, numerosos mártires ingleses que trataron con él en Roma,
Rodolfo Aquaviva y los mártires de Salsette, los mártires de Aubenas; todos
ellos se edificaron con su santa vida.
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