Texto completo de la homilía del Cardenal Agostino Vallini
En la beatificación de Carlo Acutis
“Quien permanece en mí
y yo en él, da mucho fruto, porque sin mí no pueden hacer nada".
Con estas palabras que
hemos escuchado del Evangelio de Juan, Jesús, en la última cena se dirige a sus
discípulos y los exhorta a permanecer unidos a Él como las ramas a la vid.
La imagen de la vid y
las ramas y es muy elocuente para expresar cuánto es necesario para el
cristiano vivir en comunión con Dios. Su fuerza reside precisamente aquí: tener
una relación personal con Jesús, íntima, profunda y hacer de la Eucaristía el
momento más alto de su relación con Dios.
Queridos hermanos y
hermanas, hoy nos sentimos especialmente admirados y atraídos por la vida y el
testimonio de Carlo Acutis, a quien la Iglesia reconoce como modelo y ejemplo
de vida cristiana, proponiéndolo sobre todo a los jóvenes. Es natural
preguntarse: ¿qué tenía de especial este joven de 15 años?
Recorriendo su
biografía, encontramos algunos puntos fijos que ya lo caracterizan humanamente.
Era un joven normal,
sencillo, espontáneo, simpático (basta mirar su fotografía), amaba la
naturaleza y los animales, jugaba fútbol, tenía muchos amigos de su edad, se
sintió atraído por los medios modernos de comunicación social, apasionado por
la informática y autodidacta construyó programas “para transmitir el Evangelio,
comunicar valores y belleza” (Papa Francisco). Tenía el don de atraer y fue
percibido como un ejemplo.
Desde pequeño -lo
testimonia su familia- sintió la necesidad de la fe y tenía su mirada dirigida
hacia Jesús. El amor a la Eucaristía fundó y mantuvo viva su relación con Dios.
A menudo decía “La Eucaristía es mi autopista al cielo”.
Cada día participaba
en la Santa Misa y permanecía durante mucho tiempo en adoración ante el
Santísimo Sacramento. Carlo decía: "Se va directo al cielo si te acercas
todos los días a la Eucaristía”.
Jesús era para él Amigo, Maestro, Salvador, era la fuerza de su vida y el objetivo de todo lo que hacía. Estaba convencido que para amar a las personas y hacer su bien, es necesario sacar energía del Señor. En este espíritu era muy devoto a la Virgen. Rezaba cada día el Rosario, se consagró varias veces a María para renovar su afecto por ella e implorar su protección.
Por lo tanto, oración
y misión: estos son los dos rasgos distintivos de la fe heroica del beato Carlo
Acutis, que en el transcurso de su vida breve lo llevó a encomendarse al Señor,
en todas las circunstancias, especialmente en los momentos más difíciles.
Con este espíritu
vivió la enfermedad que enfrentó con serenidad y lo condujo a la muerte.
Carlo se abandonó
entre los brazos de la Providencia y bajo la mirada materna de María repetía:
“Quiero ofrecer todos mis sufrimientos al Señor por el Papa y la Iglesia. No
quiero ir al purgatorio, quiero ir directo al Cielo”.
Hablaba así,
recordemos, un joven de 15 años, revelando una sorprendente madurez cristiana,
que nos estimula y nos anima a tomarnos en serio la vida de fe.
Carlo despertaba
además una gran admiración por el ardor con el que, en las conversaciones,
defendió la santidad de la familia y la sacralidad de la vida contra el aborto
y la eutanasia.
El nuevo Beato
representa un modelo de fuerza, ajeno a cualquier compromiso, consciente de que
para permanecer en el amor de Jesús es necesario vivir concretamente el
Evangelio, incluso a costa de ir contracorriente.
Su ardiente deseo era
también el de atraer al mayor número de personas a Jesús, haciéndose anunciador
del Evangelio sobre todo con el ejemplo de vida. Fue precisamente el testimonio
de su fe lo que le llevó a emprender con éxito una obra de asidua
evangelización en los ambientes que frecuentaba, tocando el corazón de las
personas que encontraba y despertando en ellas el deseo de cambiar de vida y acercarse
a Dios. Y lo hacía con espontaneidad, mostrando con su modo de ser y de
comportarse el amor y la bondad del Señor. De hecho, era extraordinaria su
capacidad de testimoniar los valores en los que creía, incluso a costa de
enfrentarse a malentendidos, obstáculos y, a veces, a pesar de que se rieran de
él.
Carlo sentía una
fuerte necesidad de ayudar a las personas y descubrir que Dios está cerca de
nosotros y que es hermoso estar con Él para disfrutar de su amistad y de su
gracia.
Para comunicar esta necesidad
espiritual utilizó todos los medios, incluidos los modernos medios de
comunicación social, que sabía utilizar muy bien, en particular Internet, que
consideró un regalo de Dios y una herramienta importante para encontrar a las
personas y difundir los valores cristianos.
Su modo de pensar le
hizo decir que la red no es solo un medio de evasión, sino un espacio de
diálogo, conocimiento, intercambio, de respeto recíproco, para ser usado con
responsabilidad, sin convertirse en esclavos de ella y rechazando el bullismo
digital, en el limitado mundo virtual que es necesario saber distinguir el bien
del mal.
En esta perspectiva
positiva, animó a utilizar los medios de comunicación como medios al servicio
del Evangelio, para alcanzar el mayor número posible de personas y hacerles
conocer la belleza de la amistad con el Señor.
Para ello se
comprometió a organizar la exposición de los principales milagros eucarísticos
ocurridos en el mundo, que también utilizó al impartir el catecismo a los
niños.
Realmente hizo suyas
las palabras de Jesús: "Este es mi mandamiento que se amen los unos a los
otros". Esta certeza en su vida lo llevó a tener una gran caridad con el
prójimo. Sobre todo, hacia los pobres, los ancianos, las personas solas y
abandonadas, sin techo, los discapacitados y las personas marginadas. Carlo fue
siempre acogedor con los necesitados y cuando iba a la escuela los encontraba
en la calle y se detenía a hablar, escuchaba sus problemas y, en la medida de
lo posible, los ayudaba.
Carlo nunca se centró en
sí mismo, sino que fue capaz de comprender las necesidades y los requerimientos
de las personas, en quienes veía el rostro de Cristo. En este sentido, por
ejemplo, no dejó de ayudar a sus compañeros de clase que estaban en problemas.
Una vida luminosa, por
tanto, totalmente entregada a los demás, como el Pan Eucarístico.
Queridos hermanos y
hermanas, la Iglesia hoy se regocija. Porque en este joven beato se cumplen hoy
las palabras del Señor: “Yo he elegido a ustedes y los he constituido para que
lleven mucho fruto”. Y Carlo fue y llevó el fruto de la santidad, mostrándola
como meta al alcance de todos y no como algo abstracto y reservado para unos
pocos.
Su vida es un modelo
particularmente para los jóvenes, para no encontrar justificaciones no solo en
los éxitos efímeros, sino en los valores perennes que Jesús sugiere en el
Evangelio, es decir, para poner a Dios en primer lugar en las grandes y
pequeñas circunstancias de la vida, y para servir a los hermanos especialmente
los últimos.
La beatificación de
Carlo, hijo de la tierra lombarda y enamorado de la tierra de Asís, es una
buena noticia, un anuncio fuerte que un joven de nuestro tiempo, uno como
muchos, ha sido conquistado por Cristo y se ha convertido en un faro luminoso
para quienes quieren conocerlo y seguir su ejemplo.
Él testificó que la fe
no nos aleja de la vida, sino que nos sumerge profundamente en ella,
indicándonos el camino concreto para vivir la alegría del Evangelio. Depende de
nosotros seguirlo, atraídos por la fascinante experiencia de Carlo para que
nuestra vida pueda brillar de luz y esperanza.
Beato Carlo Acutis,
ruega por nosotros.
Beato Carlo ,ruega por nosotros,que se termine la pandemia.Sagrado Corazón de Jesús en vos confío.
ResponderEliminar