martes, 22 de septiembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 174

 

Martes de la 25ª semana

VISITACIÓN DE LA BIENAVENTURADA

VIRGEN MARÍA

La Visitación - Francisco Rizi
 

Se lee que la Bienaventurada Virgen María hizo tres cosas, después de la concepción de Cristo, que señalan en sentido místico lo que debe imitar toda alma piadosa después de concebir espiritualmente al Verbo de Dios: subió a la montaña, saludó a Isabel y glorificó magníficamente al Señor. Por lo primero se significa la perfección de las virtudes; por lo segundo, el amor fraterno; por lo tercero, la alabanza y la alegría.

 

1º) Levantándose María, fue con prisa a la montaña (Lc 1, 39). Dice la Glosa: "Recibido el consentimiento de la Virgen, se va a los cielos el ángel, a quien imita la Virgen al marchar a la montaña. Del mismo modo el alma, que concibió (espiritualmente) al Verbo de Dios, sube a las cumbres de las virtudes progresando en el amor, para penetrar en la ciudad de Judá, esto es, en la fortaleza de la confesión y de la alabanza, y morar en ella unos tres meses hasta la perfección de la fe, de la esperanza y de la caridad." En esta subida hay tres cosas.: el valle dcl temor y de la humildad, la subida del trabajo y de la dificultad, la cima del amor o caridad. Por eso dice San Bernardo: "La virtud quiere ser enseñada con humildad, ser adquirida con trabajo, ser poseída con amor." Y como estas tres cosas le pertenecen de derecho, no puede ser enseñada, adquirida o poseída de otra manera.

 

2º) Y entró en la casa de Zacarías, y saludó a Isabel (Lc 1, 40). El saludo es deseo de salud; desear salud al prójimo corresponde al amor fraterno; pues ésta es la forma verdadera de amar al prójimo, expresada en San Mateo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (22, 39). El alma santa, después de haber concebido espiritualmente al Verbo de Dios, debe insistir en ese amor, pues se dice en San Juan: Si nos amamos los unos a los otros, Dios está en nosotros, y su caridad es perfecta en nosotros (1 Jn 4, 12). Y San Agustín dice: "Bienaventurado es el que te ama, ¡oh Dios mío!, y al amigo en ti, y al enemigo por ti". Y en otro lugar dice el mismo escritor: "¿Qué puede faltar donde está el verdadero amor? ¿Qué ventaja puede haber donde no hay amor?"

 

3º) Mí alma engrandece al Señor (Lc 1, 46). Es cántico de alabanza y de regocijo el que puede cantar toda alma santa, después de haber concebido al Verbo de Dios. Por eso aconseja San Ambrosio: "Que en cada uno de nosotros esté el alma de María glorificando a Dios, que esté en cada uno el espíritu de María regocijándose en Dios."

 

Qué cosa sea engrandecer a Dios lo explica el mismo San Ambrosio: "Dios es glorificado no porque la alabanza humana le añada alguna cosa, sino porque es engrandecido en nosotros, cuando nuestra alma, que ha sido creada a imagen de Dios, se asemeja por la justicia a Cristo, que es imagen del Padre. Y de este modo, cuando engrandece a Cristo, imitándolo, se hace más sublime por cierta participación de su grandeza, de modo que parece expresar en sí la misma imagen por el esplendor de las buenas obras y cierta emulación de virtud." Y Orígenes: "Cuando yo glorifico mi alma con obras, pensamientos y palabras, entonces se hace grande la imagen de Dios, y el mismo Señor, del cual es imagen, es glorificado en mi alma". Por último, dice San Beda: "Engrandece a Dios el alma del que consagra al servicio y a las alabanzas divinas todos los afectos de su hombre interior. Se regocija en Dios, su Salvador, el espíritu de aquél a quien nada de lo terreno agrada, a quien no ablanda la afluencia de las cosas caducas, a quien no quebranta ninguna adversidad, sino que únicamente le deleita el recuerdo de su Criador, del cual espera la salvación eterna."

(De Humanitate Christi)

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