SAN JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 15 de mayo de 1996
La santidad perfecta de María
La Inmaculada Concepción de María - Giovanni Battista Tiepolo
(Lectura: capítulo 1 de la carta del apóstol san
Pablo a los Efesios,
versículos 3-5)
1. En María, llena
de gracia, la Iglesia ha reconocido a la "toda santa, libre de toda mancha
de pecado, (...) enriquecida desde el primer instante de su concepción con una
resplandeciente santidad del todo singular" (Lumen gentium, 56).
Este reconocimiento
requirió un largo itinerario de reflexión doctrinal, que llevó a la
proclamación solemne del dogma de la Inmaculada Concepción.
El término "hecha llena
de gracia" que el ángel aplica a María en la Anunciación se refiere al
excepcional favor divino concedido a la joven de Nazaret con vistas a la
maternidad anunciada, pero indica más directamente el efecto de la gracia
divina en María, pues fue colmada, de forma íntima y estable, por la gracia
divina y, por tanto, santificada. El calificativo "llena de gracia"
tiene un significado densísimo, que el Espíritu Santo ha impulsado siempre a la
Iglesia a profundizar.
2. En la catequesis
anterior puse de relieve que en el saludo del ángel la expresión llena de
gracia equivale prácticamente a un nombre: es el nombre de María a los
ojos de Dios. Según la costumbre semítica, el nombre expresa la realidad de las
personas y de las cosas a que se refiere. Por consiguiente, el título llena
de gracia manifiesta la dimensión más profunda de la personalidad de la
joven de Nazaret: de tal manera estaba colmada de gracia y era objeto del favor
divino, que podía ser definida por esta predilección especial.
El Concilio recuerda
que a esa verdad aludían los Padres de la Iglesia cuando llamaban a María la
toda santa, afirmando al mismo tiempo que era "una criatura nueva, creada
y formada por el Espíritu Santo" (Lumen gentium, 56).
La gracia, entendida
en su sentido de gracia santificante que lleva a cabo la santidad
personal, realizó en María la nueva creación, haciéndola plenamente conforme al
proyecto de Dios.
3. Así, la reflexión doctrinal ha podido atribuir a María una perfección de santidad que, para ser completa, debía abarcar necesariamente el origen de su vida.
A esta pureza original
parece que se refería un obispo de Palestina, que vivió entre los años 550 y
650, Theoteknos de Livias. Presentando a María como "santa y toda
hermosa", "pura y sin mancha", alude a su nacimiento con estas
palabras: "Nace como los querubines la que está formada por una arcilla
pura e inmaculada" (Panegírico para la fiesta de la Asunción, 5-6).
Esta última expresión,
recordando la creación del primer hombre, formado por una arcilla no manchada
por el pecado, atribuye al nacimiento de María las mismas características:
también el origen de la Virgen fue puro e inmaculado, es decir, sin ningún
pecado. Además, la comparación con los querubines reafirma la excelencia de la
santidad que caracterizó la vida de María ya desde el inicio de su existencia.
La afirmación de
Theoteknos marca una etapa significativa de la reflexión teológica sobre el
misterio de la Madre del Señor. Los Padres griegos y orientales habían admitido
una purificación realizada por la gracia en María tanto antes de la Encarnación
(san Gregorio Nacianceno, Oratio 38, 16) como en el momento mismo de
la Encarnación (san Efrén, Javeriano de Gabala y Santiago de Sarug). Theoteknos
de Livias parece exigir para María una pureza absoluta ya desde el inicio de su
vida. En efecto, la mujer que estaba destinada a convertirse en Madre del
Salvador no podía menos de tener un origen perfectamente santo, sin mancha
alguna.
4. En el siglo VIII,
Andrés de Creta es el primer teólogo que ve en el nacimiento de María una nueva
creación. Argumenta así: "Hoy la humanidad, en todo el resplandor de su
nobleza inmaculada, recibe su antigua belleza. Las vergüenzas del pecado habían
oscurecido el esplendor y el atractivo de la naturaleza humana; pero cuando
nace la Madre del Hermoso por excelencia, esta naturaleza recupera, en su
persona, sus antiguos privilegios, y es formada según un modelo perfecto y
realmente digno de Dios. (...) Hoy comienza la reforma de nuestra naturaleza, y
el mundo envejecido, que sufre una transformación totalmente divina, recibe las
primicias de la segunda creación" (Sermón I, sobre el nacimiento de María).
Más adelante, usando
la imagen de la arcilla primitiva, afirma: "El cuerpo de la Virgen es una
tierra que Dios ha trabajado, las primicias de la masa adamítica divinizada en
Cristo, la imagen realmente semejante a la belleza primitiva, la arcilla
modelada por las manos del Artista divino" (Sermón I, sobre la dormición
de María).
La Concepción pura e
inmaculada de María aparece así como el inicio de la nueva creación. Se trata
de un privilegio personal concedido a la mujer elegida para ser la Madre de
Cristo, que inaugura el tiempo de la gracia abundante, querido por Dios para la
humanidad entera.
Esta doctrina,
recogida en el mismo siglo VIII por san Germán de Constantinopla y por san Juan
Damasceno, ilumina el valor de la santidad original de María, presentada como
el inicio de la redención del mundo.
De este modo, la
reflexión eclesial ha recibido y explicitado el sentido auténtico del
título llena de gracia, que el ángel atribuye a la Virgen santa. María
está llena de gracia santificante, y lo está desde el primer momento de su
existencia. Esta gracia, según la carta a los Efesios (Ef 1, 6), es
otorgada en Cristo a todos los creyentes. La santidad original de María
constituye el modelo insuperable del don y de la difusión de la gracia de
Cristo en el mundo.
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