sábado, 12 de septiembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 164

 

Sábado de la 23ª semana

LA VID Y LOS SARMIENTOS

 

Yo soy la verdadera vid; y mi Padre es el labrador (Jn 15, 1).

 

La vid es el mismo Señor. Por eso dice: Yo soy la vid por cierta semejanza. Porque así como la vid, aunque parece sin valor, sin embargo sobrepasa a todos los árboles por la dulzura del fruto, del mismo modo Cristo, despreciado por el mundo, porque era pobre y parecía innoble y sufridor de ignominia, sin embargo llevó frutos dulcísimos conforme a aquello del Cantar de los Cantares: Su fruto dulce a mi garganta (2, 3). Por consiguiente Cristo es vid que lleva vino, que embriaga interiormente, y es el vino de la compunción; es además un vino confortante, el vino de nuestra reparación.

 

Y mi Padre es el labrador. Dios nos cultiva, para que con su trabajo nosotros mejoremos, puesto que extirpa en nuestros corazones las malas semillas. Abre nuestro corazón con el arado de la palabra, planta las semillas de los preceptos, recoge fruto de la piedad.

 

Pero la vid de que aquí se trata era perfecta y no necesitaba del cuidado del agricultor. De ahí que todo el empeño del agricultor debía ser dedicado a los sarmientos. Los sarmientos son de la naturaleza de la vid, por lo que están unidos a Cristo con sarmientos de esa vid.

 

Todo sarmiento que no diere fruto en mí, lo quitará (Jn 15, 2). Aquí se indica el trabajo del agricultor con los sarmientos malos, es decir, para desgajarlos de la vid. Por eso dice: Todo sarmiento, es decir, todo fiel, que no diere fruto en la vid, en mí, sin el cual nada puede fructificar, lo quitará de la vid. De donde se infiere que no sólo son desgajados de Cristo algunos porque obran mal, sino también porque son negligentes en hacer el bien. Por ese motivo decía de sí mismo el Apóstol: Por la gracia de Dios soy aquello que soy, y su gracia no ha sido vana en mí (1 Cor 15, 10). Y en San Mateo se lee que fue quitado el talento al que no sacó fruto de él, sino que lo escondió (Mt 25, 25-26). Y también que el Señor mandó arrancar la higuera estéril (Lc 13, 7).

 

Y todo aquél que diere fruto, lo limpiará, para que dé más fruto (Jn 15, 2). En este lugar se describe la solicitud del agricultor con los sarmientos buenos, estimulándolos para que fructifiquen más. Porque de hecho sucede con la vid natural que, teniendo el sarmiento muchos renuevos, fructifica menos por la dispersión de la savia entre todos, por lo cual los viñadores cortan los renuevos superfluos. Del mismo modo ocurre en el hombre; pues si el hombre bien dispuesto y unido a Dios inclina su afecto a cosas diversas, se aminora su virtud, y se hace más ineficaz para obrar bien. De ahí es que Dios, para que fructifique bien, corta y purifica frecuentemente tales impedimentos, enviando tentaciones y tribulaciones que le hacen más robusto para obrar, y por eso dice: lo limpiará, aunque sea puro; pues nadie es tan puro en esta vida para que no deba ser limpiado más y más. Y esto para que dé más fruto, esto es, para que crezca en virtud, a fin de que sean tanto más productivos cuanto más limpios están.

(In Joan XV, 1, 2)

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