Martes de la 18ª semana
AMOR DE CRISTO A LOS DISCÍPULOS
Como el Padre me
amó, así también yo os he amado. Perseverad en mi amor (Jn 15, 9).
I. El término como
denota a veces igualdad de naturaleza, pero a veces semejanza en la acción.
Aquí el cómo denota semejanza de gracia y de amor. Porque el amor con que el
Hijo ama a los discípulos es cierta semejanza del amor con que el Padre ama al
Hijo. Pues como amar a alguno es querer el bien para él, el Padre ama al Hijo
según la naturaleza divina en cuanto quiere para él el bien infinito que él
mismo posee. El Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace (Jn
5, 20).
También le ama según
la naturaleza humana, para que simultáneamente sea Dios y hombre.
Para nada de esas cosas
amó el Hijo a los discípulos. Porque no los amó para que fuesen Dios por
naturaleza, ni para que se uniesen a Dios en persona; sino que los amó para
algo semejante a esas cosas, esto es, para que fuesen dioses por la
participación de la gracia: Yo dije: Dioses sois (Sal 81, 6). Por el cual nos
ha dado muy grandes y preciosas promesas; para que por ellas seáis hechos
participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1, 4). Para elevarlos, además, a
la unidad de afecto, porque el que se allega al Señor, un espíritu es (1 Cor 6,
17). Porque los que conoció en su, presciencia, a éstos también predestinó para
ser hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito
entre muchos hermanos (Rom 8, 29).
Así, pues, mayor
bien puso Dios Padre en el Hijo según las dos naturalezas, que el Hijo en los
discípulos, aunque, sin embargo, puso un bien semejante.
II. Perseverad en mi
amor (Jn 15, 9), como si dijese: Puesto que habéis recibido tan grande
beneficio de mi amor, permaneced en él para que me améis. O permaneced en mi
amor, porque: yo os amo, es decir, en mi gracia, para que no os apartéis de los
bienes que os he preparado. Esta exposición es más adecuada, de modo que su
sentido es: perseverad en este estado para que seáis amados por mí por un efecto
de la gracia. Cada uno en la vocación en que fue llamado, ella permanezca (1
Cor 7, 20). Quien permanece en caridad, en Dios permanece, y Dios en él (1 Jn
4, 16).
(In Joan., XV)
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