jueves, 2 de julio de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 94


Jueves de la 13ª semana

DIFERENCIA ENTRE EL PECADO VENIAL Y EL PECADO MORTAL



I. La diferencia del pecado venial y mortal es consecuencia de la diversidad del desorden que completa la razón de pecado; porque hay dos clases de desorden: una por la substracción del principio del orden, y otra por la que, aun salvo el principio de orden, hay desorden acerca de lo posterior al principio; como en el cuerpo del animal a veces el desconcierto de la complexión llega hasta la destrucción del principio vital, que es la muerte; pero otras, salvo el principio de la vida, hay cierto desorden en los humores, constitutivo de la enfermedad.

II. El principio de todo orden en lo moral es el fin último, que en las cosas operativas es como el principio indemostrable en las especulativas; y por consiguiente, cuando el alma se desordena por el pecado hasta apartarse del último fin, que es Dios, a quien se une por la caridad, entonces hay pecado mortal; pero cuando el desorden no llega hasta la aversión a Dios, entonces hay pecado venial. Pues así como en los cuerpos el desorden de la muerte, que se verifica por la remoción del principio de vida, es irreparable por naturaleza, pero el desorden de la enfermedad puede repararse por aquellos medios con que se salva el principio de la vida; así también sucede en las cosas que atañen al alma, puesto que, en las cosas especulativas, al que yerra acerca de los principios no se le puede persuadir, pero al que yerra salvando los principios, por los mismos principios se le puede sacar de su error.

Del mismo modo ocurre en las cosas prácticas; el que pecando se aparta del último fin, por cuanto es de la naturaleza del pecado, tiene una caída irreparable, y por eso se dice que peca mortalmente, y debe ser castigado eternamente. Mas el que peca sin apartarse del todo de Dios, por la misma razón de pecado se desordena pero se salva el principio; y por tanto se dice que peca venialmente, es decir, porque no peca de modo que merezca pena interminable.
(1ª 2ae , q. LXXII, a. 5)


III. El pecado mortal es, por un lado, semejante a la muerte, y por otro, semejante a la enfermedad. En cuanto separa de Dios, que es la vida, tiene semejanza de muerte, y ésta es muerte primera. Pero por cuanto deja una posibilidad de retornar a la vida, tiene semejanza de enfermedad, la cual conduce a la muerte de la condenación, que es la muerte segunda. Ésta tiene semejanza absoluta con la muerte, ya que por ella el hombre se separa de Dios, y es imposible el regreso a la vida de la gracia. Pues así como en las enfermedades corporales unas son curables y otras no (en cuanto depende de la naturaleza de la enfermedad) y estas últimas se llaman enfermedades mortales, así también los pecados, unos son mortales porque de por sí son irremisibles. Se dice que el pecado es mortal por razón de la muerte primera; y también pecado para la muerte, por razón de la muerte segunda.
(2, Dist. 43, q. I, a. 3)

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