viernes, 10 de julio de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 102


Viernes de la 14ª semana

LA PRUDENCIA

La virtud de la prudencia Sandro Botticelli

I. La sabiduría le es al hombre prudencia (Prov 10, 23).

Es sabio en algún género quien considera la causa suprema en ese mismo género. En el género de los actos humanos la causa suprema es el fin común de toda la vida humana, y a este fin se dirige la prudencia; por lo cual así como el que razona bien por relación a algún fin particular; por ejemplo, a la victoria, se dice ser prudente, no absolutamente, sino en este género, esto es, en asuntos bélicos, así también el que razona bien acerca de todo el bien vivir, se dice ser prudente en absoluto. Luego es evidente que la prudencia es la sabiduría en las cosas humanas.

II. La prudencia no puede existir en los pecadores. La prudencia se entiende de tres maneras. Existe una falsa o llamada así por semejanza, porque siendo prudente el que dispone bien las cosas que deben ejecutarse para un fin bueno, cuando alguien que se propone un fin malo dispone algunas cosas adecuadas para lograr ese fin, se dice que posee una prudencia falsa, pues lo que acepta por fin no es verdaderamente bueno, sino por semejanza, como se dice de alguien que es buen ladrón. En este sentido puede, por semejanza, llamarse prudente el ladrón que emplea medios convenientes para robar.

De esta prudencia dice el Apóstol a los Romanos (8, 6): La prudencia de la carne es muerte, aludiendo a la que constituye el último fin en el deleite carnal.

La segunda prudencia es verdadera porque encuentra los medios adecuados al fin verdaderamente bueno, pero es imperfecta por dos razones: primera, porque el bien que toma por fin no es el fin común de toda la vida humana, sino de algún negocio especial; por ejemplo, cuando uno encuentra los medios acomodados para negociar o para navegar, se dice prudente negociante o navegante; segunda, porque es deficiente en el acto principal de la prudencia, por ejemplo, cuando uno da un buen consejo y juzga bien aun de las cosas que corresponden a toda la vida, pero no da un precepto eficaz.


La tercera prudencia, verdadera y perfecta, es la que aconseja rectamente para el buen fin de toda la vida, y además juzga y manda. Ésta es la única que se llama prudencia en absoluto, la cual no puede hallarse en los pecadores. En cambio, la primera prudencia se da únicamente en los pecadores; la prudencia imperfecta es común a los buenos y a los malos, principalmente la que es imperfecta por razón de algún fin particular; y la que es imperfecta por defecto del acto principal, tampoco se da sino en los malos.
(2ª 2ae , q. XLVII, a. 2, 13)

III. Cicerón acertadamente divide la prudencia en memoria de las cosas pasadas, inteligencia de las presentes y previsión de las futuras *. Porque la prudencia versa acerca de las acciones particulares, es necesario tomar los principios del mismo género, a fin de que la persona prudente razone rectamente sobre las cosas que es necesario obrar, por la experiencia de otros hechos. Por consiguiente, necesita de la experiencia y del tiempo, a fin de prever las cosas futuras por aquéllas que existieron y que retiene en la memoria, y por las cosas que al presente contempla la inteligencia; pues por la memoria evoca el ánimo las cosas que fueron; por la inteligencia contempla las que son, y por la previsión se ve una cosa futura antes de realizarse.
(3, Disl., XXIII, q. III, a. 1)

Nota:
*Rhet., lib. II, De invent.

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