Pedro Poveda nace el 3
de diciembre de 1874 en Linares (Jaén, España). Por razones familiares, sus
estudios y su preparación para el sacerdocio estuvieron sometidos a continuos
cambios de lugar. Ingresó para estudiar el Bachillerato en el Instituto de Linares
(1886); tres años más tarde entra en el Seminario Diocesano de Jaén y en 1893
finaliza sus estudios de Bachillerato en el Instituto de Baeza (Jaén). Poco
después se traslada al Seminario de Guadix (Granada) como familiar del obispo
de Guadix, Don Maximiano Fernández del Rincón.
En Guadix el 17 de
abril de 1897 es ordenado presbítero y el 21 del mismo mes celebra su primera
misa.
En esta misma fecha se
licencia en Sagrada Teología en Sevilla y es nombrado profesor del Seminario de
Guadix. Hasta el año 1905 desempeñó sucesivamente en ese seminario las Cátedras
de Física y Química, Ética e H.ª de la Filosofía, Lógica, Patrología y Oratoria,
y finalmente las de Lugares Teológicos y Lengua Hebrea.
En abril de 1901 fue
nombrado Prelado Doméstico por su Santidad León XIII.
Las dificultades
experimentadas por su acción educativa en Guadix le obligan a ausentarse de la
ciudad.
En 1906 es nombrado
canónigo de la Iglesia Colegial de Covadonga (Asturias).
En 1911 comenzó a
abrir sus primeras Academias, inicio de la Asociación laical Institución
Teresiana a cuya fundación y expansión se dedicó intensamente como se apuntará
en este breve resumen de la vida y obra del autor.
Permanece en Covadonga
hasta 1913, fecha en que es nombrado canónigo de la Catedral de Jaén. En esa
ciudad desempeña el cargo de profesor de Religión en las Normales femenina y
masculina, y el de profesor de Física del Seminario.
En 1914 es nombrado
Vocal de la Junta Provincial de Beneficencia y de Protección a la Infancia.
El 18 de enero de 1921
es designado Capellán de Número de la Real Capilla. De 1921 hasta su muerte
sitúa su domicilio en Madrid, C/ Alameda 7.
El 27 de julio de 1936
Pedro Poveda fue detenido en su domicilio. En la mañana del 28 apareció su
cuerpo sin vida, abatido en martirio por la fe. Fue canonizado en Madrid el 4
de mayo de 2003 por SS. Juan Pablo II.
Un apunte sobre el
marco histórico
El desastre de 1898
abrió en España, como es sabido, una grave etapa de crisis política, social y
cultural. Ante la pérdida de las colonias españolas en Cuba, Puerto Rico y
Filipinas se pone en marcha un movimiento regeneracionista que plantea la
necesidad de grandes cambios, sobre todo en el terreno educativo.
La realidad más
inmediata vivida por Pedro Poveda es la Andalucía trágica como la denominó
Azorín. Las páginas tan conocidas de los hombres del 98, sobre la situación del
sur de España, no pueden ser desmentidas. Es en este mundo donde Poveda
comienza su aproximación al problema de la miseria, inseguridad y rebeldía que
se vivía en el campo andaluz, especialmente en el caso de Guadix, la zona
granadina del problema.
El movimiento
regeneracionista español se alarga hasta los años 30; se apoya en figuras cuyos
mensajes se hacen múltiples y a veces contradictorios entre sí. El movimiento
sigue recabando la reforma de la educación del país, la relación con el
pensamiento europeo, el espíritu de tolerancia y sobre todo el cultivo y
promoción del Magisterio de primera enseñanza y la reforma de la Universidad.
Temas y planteamientos que aparecen insistentemente en la obra escrita de
Poveda y en el enfoque de su actuación educativa.
Durante el periodo de
la Segunda República y de la Guerra Civil española, la involucración de lo
religioso y de lo político es un hecho a tener en cuenta para situar
históricamente el caso de Pedro Poveda, un educador dispuesto a defender al
margen de cualquier tipo de interés político o material, unos ideales
religiosos y educativos que estimaba injustamente tratados. Poveda mantuvo en
aquellos días de violencia una presencia activa, pero tolerante y en nada
provocativa desde el punto de vista político. ¿Por qué entonces la violencia de
que fue víctima el 28 de julio de 1936? Habría que recurrir al estudio de
muchos factores para contestar a esta pregunta, pero puede apuntarse que los
mecanismos simplificadores de los primeros días de la guerra y la exaltación
emocional propia del momento, explican el caso de Pedro Poveda y el de otros
muchos semejantes.
Fisonomía humana y
espiritual
Toda la obra de San
Pedro Poveda muestra rasgos de su fisonomía humana y espiritual, pero además
contamos con numerosas autodefiniciones del autor. Por ejemplo ésta, muy
repetida en sus escritos: querría ver realizado en mi vida “el fortiter in re,
suaviter in modo del aforismo latino es decir, firme en la cosa, suave en el
modo (…). Esa firmeza de acero y no de hierro y esa suavidad apacible me
encantan”.
Sus colaboradoras y
colaboradores hablan lógicamente con admiración de su figura. En sus textos
encontramos una nota común: la atracción de la personalidad de San Pedro Poveda
no se debía a su cultura, a su palabra, a su bondad, sino al conjunto equilibrado
de cualidades que revelaban “un algo”, una fuerza interna “que mandaba en él”,
a pesar del trabajo agobiante, la poca salud, la falta de dinero y las
preocupaciones que parecían absorber todas sus energías.
Desde el punto de
vista espiritual no es posible entender su fisonomía sin comenzar por el
principio, por su vida de niño, por su temprana vocación sacerdotal. San Pedro
Poveda vivió en “sacerdote”. Su infancia, y las últimas palabras que pronunció
en su vida expresaron su gran verdad: “soy sacerdote de Cristo”.
La niñez de Pedro
Poveda constituye el esquema de su vida de hombre maduro: fidelidad total a su
sacerdocio, ascetismo sin paliativos, entrega entusiasta a Dios y a su misión,
devoción a la Virgen María, espíritu de oración, paciente amor a los hombres,
tolerancia con solo un límite, la ley de Dios.
Este subsuelo
espiritual, su trato sin aristas y su tolerancia “encajaban” con su gran
respeto a la dignidad del otro. Una de sus expresiones increíblemente insólitas
en el tiempo “cainita” que le tocó vivir es esta:
“Dejad que sea cada
cual según es (…) ¿por qué has de pensar que el prójimo por no ser como tú, no
es cual debe ser?”.
A Pedro Poveda hay que
situarlo en el orden de los “llamados” que misteriosamente guiados por el
Espíritu aparecen como insensatos, según la cita bíblica: soy un extraño
para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre; un hombre
entregado a Dios y a los hombres sin reserva alguna.
Humanista y Pedagogo
El humanismo
pedagógico de Poveda -se ha escrito recientemente- arranca y se fundamenta
en el humanismo cristiano. “Cuando Pedro Poveda habla del humanismo verdad está
diferenciando el humanismo cristiano de los humanismos anclados en ideologías y
sistemas de pensamiento -el humanismo krausista, el humanismo libertario, el
humanismo marxista…- planteados en abierta y/o beligerante oposición a la
convicción fundante de la fe cristiana en el Dios encarnado en Jesucristo”.
Ciertamente la más
alta manera de ser hombre tiene en los escritos de Pedro Poveda su “plantilla”
-la Encarnación bien entendida-; “plantilla” que a su vez implica una
importante derivada, la derivada social. El humanismo pedagógico de Poveda no
es excluyente es eminentemente inclusivo, está referido a todos los hombres.
“Yo quiero vidas
humanas”… “¿prescindir de lo humano? jamás".
Paul Poupard en la
conferencia pronunciada en la UNESCO el 21 de mayo de 1974, con ocasión del
centenario del nacimiento de Pedro Poveda, se refería al humanismo del autor
con unas célebres palabras de Pablo VI: “Humanistas modernos… también nosotros,
y más que nadie quizás, rendimos culto al hombre”.
Su actividad educativa
en Guadix “dice” de esta convicción. Su presencia y acción en esta zona,
humanamente olvidada, fue muy fecunda. Compartió la vida con los habitantes de
las cuevas e hizo suyos su precariedad de vida y sus problemas, fundando
escuelas, comedores y talleres, y ocupándose no solo de los niños, sino de los
hombres y mujeres de aquella zona para ayudarles a ser personas.
Más tarde, desde
Covadonga San Pedro Poveda propone un gran plan nacional de renovación
educativa -Ensayo de un Proyecto Pedagógico para la fundación de una
Institución Católica de Enseñanza- centrado en la promoción del maestro y de la
escuela primaria. El plan se sintetiza, según Ángeles Galino en varios
objetivos, entre ellos:
- La coordinación
nacional de las obras católicas docentes para asegurar una acción razonada e
inteligente en torno a los grandes temas educativos que se estaban debatiendo.
- La preparación
científica y pedagógica de profesionales para desempeñar la docencia en la
enseñanza pública.
(…) “El asunto es muy
serio y de su acertada solución depende en gran parte el bien de nuestra
patria”.
Cuando Poveda escribe:
“hay que tomar en serio la pedagogía” está inmerso en una campaña de creación
de proyectos, de instituciones, y de formación de educadores. En especial se
dedica a la puesta en marcha de Academias y Centros Pedagógicos, elementos de
renovación educativa que se extendieron por España y otros países y que
constituyeron el inicio de la Institución Teresiana, Asociación laical
integrada por mujeres y hombres comprometidos con la misión de “llevar a la
sociedad la buena noticia de la educación y la cultura”, tanto a través de la
enseñanza pública como de la privada.
Las Academias
supusieron un gran impulso para la incorporación de la mujer al mundo educativo
y profesional en los comienzos del siglo XX. Puede afirmarse que la promoción
de la mujer fue una pieza clave en los planes de San Pedro Poveda; supo
hacerles asumir plenamente la responsabilidad de su realización humana. Sus
colaboradoras fueron mujeres activas en la vida social y en los foros de la
ciencia, la investigación y la cultura.
Poveda formuló
importantes propuestas educativas sobre la Universidad. Era el momento en el
que la Generación española del 14 buscaba en la reforma universitaria una nueva
regeneración del país. Exigía la modernización de sus planes de estudios, la
introducción de nuevos métodos, la libertad de pensamiento y la transformación
del educador universitario.
Abrió Residencias
Universitarias en Madrid y en todas las provincias que contaban con Universidad
y creó Asociaciones para alcanzar un ambiente de estudio, de investigación, de
horizontes científicos nuevos. La Asociación de Estudiantes Católicas,
promovida por Poveda, tuvo como programa fundante, versus la inflación de “lo
laico” que se estaba viviendo, el diálogo fe-cultura:
“En nuestro programa
-escribe- después de la fe, mejor dicho con la fe ponemos la ciencia (…) desear
la ciencia, buscar la ciencia,
adquirir la ciencia, trabajar por conseguirla y no os canséis nunca, ni digáis jamás no más ciencia”
adquirir la ciencia, trabajar por conseguirla y no os canséis nunca, ni digáis jamás no más ciencia”
Aparte sus
realizaciones educativas de carácter institucional, el autor dedicó al contacto
directo con sus colaboradores y amigos una gran parte de su tiempo. En estos
contactos, quienes entraban en el discreto silencio del despacho de Alameda 7,
encontraban al hombre que les entregaba no sus ideas o sus consejos, sino su
propia persona. Como en el caso de otro educador contemporáneo, Giner de los
Ríos, el diálogo fue uno de los grandes fuertes de Poveda.
La summa de su
magisterio coloquial salta a sus conferencias, sus artículos periodísticos y su
correspondencia -miles de apretados folios, inéditos hasta ahora- que forman
verdaderos tratados de pedagogía individualizada.
Los detalles del duro
batallar de don Pedro por la educación tuvieron su tiempo y muchas batallas
ganadas que no serán posiblemente conocidas, pero lo cierto es que al cabo de
unos cuantos años Pedro Poveda humanista y pedagogo vio granar a su alrededor
un escogido grupo de maestros, de profesores, de normalistas, de catedráticos
de instituto y de universidad comprometidos con sus ideales de renovación
educativa, una minoría generosamente entregada a la tarea educadora y orgullosa
de ello.
Mª Dolores Gomez Molleda, Salamanca,
2016.
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