Miércoles después del Corpus
LA EUCARISTÍA PERDONA LOS PECADOS VENIALES
En este sacramento
pueden considerarse dos cosas: el sacramento mismo y la cosa del sacramento. Y
de una y otra resulta que este sacramento tiene virtud para perdonar los
pecados veniales.
Porque este
sacramento se torna bajo la especie de manjar nutritivo; y la nutrición del
manjar es necesaria al cuerpo para reparar lo que diariamente pierde por la
acción del calor natural. Bajo el concepto espiritual hay en nosotros una
pérdida diaria, que resulta del calor de la concupiscencia por medio de los
pecados veniales, que disminuyen el fervor de la caridad. Y así, compete a este
sacramento perdonar los pecados veniales; por lo cual dice San Ambrosio que
"este pan cotidiano se torna para remedio de la debilidad cotidiana" *.
La cosa, sin
embargo, de este sacramento es la caridad (no sólo en cuanto al hábito, sino
también en cuanto al acto), que es excitada en este sacramento, por el cual son
borrados los pecados veniales.
Luego es evidente
que por virtud de este sacramento se perdonan los pecados veniales.
Aun cuando los
pecados veniales no sean contrarios a la caridad, considerada en cuanto al
hábito, la contrarían, sin embargo, en cuanto al fervor del acto, que es
excitado por este sacramento, en razón del cual son borrados los pecados
veniales.
(3ª, q. LXXIX, a. 4)
En virtud de este
sacramento se verifica cierta transformación del hombre en Cristo, por el amor;
y ésta es el efecto propio de este sacramento. Y como por el fervor de la
caridad se perdonan los pecados veniales, porque le son contrarios; síguese que
por la virtud de este sacramento son destruidos los pecados veniales.
Además, el fervor de
la devoción puede ser tan grande que destruya todos los pecados veniales. Pues
no hay inconveniente en que en un momento esté el hombre libre de todo pecado
venial; aunque esto no puede durar mucho tiempo a causa de la dificultad de
evitar los pecados veniales. Ni tampoco es necesario que siempre destruya todos
los pecados veniales, sino que lo hace según la medida de la devoción; porque
no es su efecto inmediato la destrucción de los veniales, sino una
consecuencia.
(4, Dist. 12, q. II)
Nota:
* De Sacramentis, lib. V, cap. 4.
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