SAN JUAN PABLO II
ÁNGELUS
Domingo 22 de junio de 1986
Domingo 22 de junio de 1986
16 -Corazón de Jesús en quien el Padre halló sus complacencias
1. Corazón de
Jesús, en quien el Padre halló sus complacencias.
Rezando así,
particularmente ahora, en el mes de junio, meditamos en aquella
complacencia eterna que el Padre tiene en el Hijo: Dios en Dios, Luz en
Luz.
Esa complacencia
significa también Amor: este Amor al que todo lo que existe le debe su vida:
sin Él, sin Amor, y sin el Verbo-Hijo, no se hizo nada de cuanto se ha hecho. (Jn 1,
3).
Esta complacencia
del Padre encontró su manifestación en la obra de la creación, en particular en
la del hombre, cuando Dios "vio lo que había hecho y he aquí que era
bueno... era muy bueno" (cf. Gén 1, 31).
¿No es, pues, el
Corazón de Jesús ese "punto" en el que también el hombre puede
volver a encontrar plena confianza en todo lo creado? Ve los valores, ve
el orden y la belleza del mundo. Ve el sentido de la vida.
2. Corazón de Jesús,
en quien el Padre halló sus complacencias.
Nos dirigimos a la
orilla del Jordán.
Nos dirigimos al
monte Tabor.
En ambos
acontecimientos descritos por los Evangelistas se oye la voz del Dios
invisible, y es la voz del Padre:
"Este es mi
Hijo amado, en quien tengo mi complacencia. Escuchadle" (Mt 17, 5).
La eterna
complacencia del Padre acompaña al Hijo, cuando Él se hizo hombre, cuando
acogió la misión mesiánica a desarrollar en el mundo, cuando decía que su
comida era cumplir la voluntad del Padre.
Al final Cristo
cumplió esta voluntad haciéndose obediente hasta la muerte de cruz, y
entonces esa eterna complacencia del Padre en el Hijo, que pertenece al
íntimo misterio del Dios-Trino, se hizo parte de la historia del hombre.
En efecto, el Hijo mismo se hizo hombre y en cuanto tal tuvo un corazón de
hombre, con el que amó y respondió al amor. Antes que nada al amor del Padre.
Y por eso en este
corazón, en el Corazón de Jesús, se concentró la complacencia del Padre.
Es la complacencia
salvífica. En efecto, el Padre abraza con ella ―en el corazón de su Hijo― a
todos aquellos por los que este Hijo se hizo hombre. Todos aquellos por los que
tiene el corazón. Todos aquellos por los que murió y resucitó.
En el Corazón de
Jesús el hombre y el mundo vuelven a encontrar la complacencia del Padre. Este
es el corazón de nuestro Redentor. Es el corazón del Redentor del mundo.
3. En nuestro rezo
del Ángelus Domini unámonos a María. Unámonos a Ella, de la que
el Hijo de Dios tomó un corazón humano. Pidámosle que nos acerque a Él. Pidamos
a Ella, en el corazón del Hijo, acerque al hombre y al mundo la complacencia
del Padre, el Amor del Padre, la misericordia de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario