Declaraciones del
Prof. Filippo María Boscia
Presidente nacional de la
Asociación de Médicos Católicos Italianos
“El problema que nos
preocupa a todos, y en primer lugar a los médicos, es la difusión del virus. Lo
que es seguro es que las manos son la parte del cuerpo más expuesta a los
virus, porque lo tocan todo, desde objetos infectados a dinero. Hay personas
obsesionadas con la idea de contagiarse y enfermar. Me gustaría contar una
anécdota sobre esto: Al principio de mi carrera, un médico, compañero de
trabajo, me pasó una pluma estilográfica muy elegante para que firmara un
certificado. No quiso que se la devolviera porque yo la había tocado, y me la
regaló. Como la situación me dejó incómodo, le compré una pluma estilográfica
pero no la quiso, porque seguramente muchos la habrían tocado antes que yo. El
resultado es que ahora tengo dos plumas estilográficas muy elegantes. Este
médico contrajo un virus y murió, tal vez porque le faltaban anticuerpos”.
“La comunión en la
lengua es más segura que la comunión en la mano. Como he dicho, las manos lo
tocan todo, por lo que, definitivamente, es más contagiosa. En África he
operado en carreteras polvorientas y al aire libre, en condiciones nada
favorables, pero nadie enfermó. No era un riesgo para la gente”.
“Sí, he leído sobre
las pincitas. Y también sobre la propuesta de distribuir la hostia consagrada
en pequeños sobres para llevar. En serio, después de la gripe española, la
gente siguió recibiendo la comunión en la lengua y nada cambió. Creo que
estamos perdiendo el sentido común. No deberíamos estar defendiendo ciertas
cosas. Sí, la salud es importante, es obvio, pero no hay que exagerar ni perder
la razón. Como médico, estoy convencido que la comunión en la mano es menos
higiénica y, por consiguiente, menos segura que la comunión en la lengua.
Además, ¿no se nos está diciendo a diario que no toquemos nada, que nos lavemos
las manos, que nos desinfectemos, que no nos toquemos el rostro, los ojos, la
nariz? Tenemos que seguir algunas reglas sanitarias básicas y necesarias. No
debemos tener miedo, ni debemos especular y, menos aún, perseguir intereses
comerciales”.
“La fragilidad
siempre ha acompañado la última etapa de nuestra vida, en la que la salud es
más vulnerable. No quiero someter a un proceso judicial el tratamiento de los
pacientes. Si tuviera que hacer alguna crítica, la dirigiría a las familias.
Muchas de las personas fallecidas han muerto en residencias. En muchos casos,
las familias han abandonado a sus seres queridos en ellas. Mi pregunta es: ¿por
qué no han dejado que su ser querido se quedara con ellos, en su casa? A una
cierta edad, las personas necesitan humanidad más que tratamientos. Por
desgracia, hay una tendencia a externalizar y hospitalizar. Al hacerlo, hemos
esterilizado y estandarizado los ritos de transición, pero deshumanizándolos y,
por tanto, perdiendo la idea de compasión, de pietas, en el sentido
verdadero del término”.
Publicado en Gaudium Press
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